Y cuando me desperté el Monstruo todavía estaba leyendo
Hace poco vi dos películas de monstruos, amor, cine. Digamos fragmentos de ellas como King Kong bailando feliz en el Central Park con el lago helado. Una variante de Kelly bailando in the sky con la Marilin liliputiense. Vi una fotocopia que es la tele o el plasma al lado de ir al cine. King Kong en la pieza sin los gritos de la gente en las butacas del cine. Parado allí en medio de la sala donde daban una película de unos naufragios. El monstruo traído de la selva amazónica entre espectadores que están más al tanto de la pili que de un ser parado.
Lo feroz de una noche de Allanamiento en la población Lemebel. Los hombres en la cancha de fútbol. En pelota entre la niebla los quiero ver a éstos. Despertar de una pesadilla. Leyendo el cuento de Ray Bradbury del ser del fondo del mar que una noche de luna llena decide salir por la playa en dirección del faro del cual está enamorada. Esas cosas seres del fondo del mar pensaron que el ojo blanco que giraba en redondo y esa voz de ballena eran un ser estático que en vez de escamas tenía tejuelas de alerce. A veces los fareros apagaban la luz y se sentaban en una mesa de alerce a servirse una cena con velas. Una buena cazuela de pescado con su vaso de blanco. Aunque a ella le gustaba con chicha de manzana. A ella le gustaban mejor los monstruos urbanos así que ahí les dejo en el escenario a Frankenstein. Un combinado de cosas que me gustan de distintos hombres. Al poco tiempo el dolor y la creatividad japonesa parieron a Godzilla.
Los monstruos como seres imaginarios entretienen a los que los vieron y leyeron en revistas, parte de la literatura y cine fantástico. Habitan las enormes zonas oscuras de las mentes humanas. Barnabas Collins era una serie de un Vampiro que daban por la tele. Entretenidos. Desproporcionados. Tienden al monólogo. Es el hombre que inventa por el miedo al misterio. De pronto se divierten en fiestas disfrazados de vampiros, gatúbelas, Supermanes. De pronto el tema cae como la piedra al lago rápidamente y las ondulaciones, el oleaje efímero producido por el anzuelo llega y se disuelve en la orilla y el paisaje retoma su estar.
Otra cosa es cuando le gritaban a Maradona sos un mostro. Como a Menilao a pase seco de Chamaco en Londres. Buen pase preciso en la enorme paila de los Hooligans. Parada de pecho y la zurda precisa a medio aire hasta hinchar el arco inglés.
O un buen cabeceo lanza Zamoreno en el Bernabeu.
El monstruo del festival de Viña del mar. Raoul Ruiz filmando Drácula por las calles de Bucarest.
Qué decir de la fiesta de los diablos cabezas de búho en las cavernas del cerro raja de Manquehua. Tambien puede ser la primera vez que varios werkenes y chasquis y sapos vieron a Diego de Almagro bajar del caballo y darse unos buenos sorbos del vital elemento.
Quinientos zombis bailando como Michael frente al palacio de la Moneda. Ahora se me viene a la cabeza un recuerdo. De cuando entro la tele en la casa para cuando lo de la luna de Amstrong. Me gustaba la familia Adams. Los locos Adams. O esos inmensos pulpos que intentaban comerse al submarino del viaje al fondo del mar o viaje a las estrellas. El doctor Spok. Y toda esa nube de fragmentos de películas vistas, soñadas o imaginadas que gatillan la llegada de don Alonso de Quijano y del Toboso.
Mientras escucha a Mingus e imagina porqué a Raoul le gustaba el músico del cine. El cineasta que leía y compraba libros como loco. El de la lluvia cuando los Traukos y las Machis chilotas hacían sus fiestas con fuegos en tambores y bailando hasta cambiar la piel. Tocarlos como en una novela donde un farero se enamora de una anfibia con escamas. Familia limítrofe a la isla donde el humano enorme y moreno mantiene el parpadaeo de la luz en los ojos de algún marinero nazi, inglés, gringo o alemán. O el mandarín chino al infinito. O Putin dando saltitos alegres frente a los cuadros que mandó a pintar del Zar del lago Baikal, de José Stalin, de Adolf Hitler y de sí mismo.
*Imagen de portada: Detalle de «El jardín de las delicias», El Bosco
1 comentario
Que buena práctica releer Carcaj!