Cianotipia: Ilana Levin (@ilanalevinf)

20 de julio 2020

Apuntes de lectura III

por Gonzálo Cordoba

Nacimiento de la nostalgia

Mi provincia está partida en dos, como una Berlín andina, pero en lugar de muro hay una cordillera. He vivido a ambos lados y conozco la nostalgia. Es una nostalgia simple, de algo cercano, más nostos que algia, más distancia que dolor (aunque tampoco sea tanta la distancia). Si fuese un cóndor buscaría la manera de abarcar ambas regiones con una mirada panorámica. Los cóndores no saben de fronteras ni horizontes. Grandes animales que caminan por las cornisas, para ellos son comida cruda, vuelan a la espera de su muerte.

Hay una etimología falsa acerca de «provincia», entendida como el lugar que se gana mediante la guerra, que se anexa, pro vincere. Pero la ciencia nos dice que en realidad era una palabra del ámbito jurídico que servía para designar los territorios protegidos en los cuales había presencia romana con una especie de «embajador» o «gobernador». El primero de los territorios protegidos por Roma es el que actualmente se conoce como Provenza. Cuando pienso en la otra mitad de mi provincia pienso en el lugar en el que aprendí a amar la literatura, en los parques en los que me sentaba a leer siempre el mismo libro, la Antología de paso de Lihn. Yo, un habitante de paso más.

Quizás la nostalgia es el recuerdo de un tiempo en el que estaba sentado en un parque, leyendo o papando moscas, un desconocido más, parte del paisaje, perdiendo el tiempo y perdido en el tiempo, como suspendido, como en suspenso. .   .

Nacimiento de la injusticia

Pocos días han pasado del solsticio de invierno en el hemisferio sur (la detención del sol en su punto más alejado de la tierra) y no dejo de pensar en Giorgio Agamben. En Estado de excepción comenta acerca de un instituto del derecho romano conocido como iustitium, que viene a ser la detención del estado de derecho. Él lo califica como un modelo en miniatura del estado de excepción. El término castellano «justicia» proviene, a su vez, de iustus, justo, derivado de ius, derecho. Agamben no se detiene en esto, por supuesto.

Ustedes saben, o deberían saberlo, que me encanta la etimología. Pero a veces sufro una pequeña decepción por algún concepto que deja pasar la posibilidad de ser ácido. Me refiero a esto: ¿cómo puede ser que los filólogos del castellano se hayan perdido la oportunidad de decir que justicia proviene del iustitium, de la detención del derecho? ¿Cómo dejaron pasar la chance de hacernos creer que la justicia (el poder judicial) es un modelo en miniatura del estado de excepción? Pero, sobre todo, y ponete una mano en el corazón al contestar, por favor, ¿cómo dejaron de decir, teniendo en cuenta que los jueces defienden a su clase y se cagan en el resto, que la justicia no es justa?

En la mente de quien escribe, aunque más no sea un diccionario, hay una tensión entre la verdad y la justicia poética. ¿Por qué será que estimamos tanto a la verdad? ¿Qué mecanismo moralista permite que funcione la máquina del mundo sin cuestionarla en lo más mínimo?

Nacimiento del mensaje

Me gusta una frase de Carlos Droguett acerca de la obra de César Vallejo, él opina que toda su obra es «de una sola altura, es cumbre». De Juan José Saer me gustaría decir lo mismo. Y, además, que su apellido es un verbo irregular. Que esto quede claro, Saer es una síncopa de saber.

En su volumen de cuentos La mayor hay al menos dos sucesos que quisiera recordar siempre. De hecho, lo hago con bastante frecuencia. Fue el primer libro que leí de él, y el primer cuento comienza con una frase maestra: «Otros, ellos, antes, podían». Hace casi quince años, cuando entré en ese mundo, quien me vendió el libro me dijo que Saer era fan de Di Benedetto. Claro, cómo no reconocer la influencia si el mendocino escribía así: «Me enderezo, busco la belleza. Hay, está, circula. Casi abunda». El primer suceso es ese comienzo poderoso, como un cross a la mandíbula o algo así, porque no tengo idea qué es un cross. Supongo que una piña.

El segundo suceso es el cuento «Bajo la costra reseca», en el que Tomatis y Barco planean escribir algo en un papel, insertarlo en una botella y enterrarla. ¿Qué piensan escribir? Entre otras cosas, un detalle falso del cuerpo humano para que miles de años después se reelabore la teoría de la evolución a la luz de esa información. Pero finalmente deciden escribir solamente MENSAJE porque lo importante no es el mensaje en sí sino el hecho de que existan personas dispuestas a escribir un mensaje o a comunicarse. Va una clase de semiótica encubierta.

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