10 de mayo 2021

Carta abierta a los empresarios de la educación

por Eduardo Godoy Sepúlveda

«…Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez…».

Viven en el mundo de los/as privilegiados/as, en su burbuja ABC1. Han lucrado por años, décadas, con la educación de mercado a costa de la explotación (y precarización) de los/as profesores/as; y de la ayuda, en muchos casos, que les brindan los encubridores de pedófilos con sotana, sus estrechos colaboradores. Depurando a los «elementos malsanos», apartándolas cual manzanas podridas, sean alumno/as o docentes, del redil.

Si sus colegios son tan buenos, como se jactan, por qué sus hijos/as estudian en aquellos particulares-privados-católicos de elite. ¿Por qué realizan clases, cuando lo hacen, en el Grange School o en el San Ignacio del Bosque y no en los colegios de los cuales son sostenedores hace más de 20 años? ¿Tienen miedo a que los/as cabros/as de poblaciones no los pesquen por cuicos/as? Porque se les nota en su forma de hablar.

En su altura.

En su arrogancia.

En su verborrea incontinente, piadosa, pechoña, clasista, en su prepotencia a lo latifundista del siglo XIX, a lo patrón de fundo (estilo señor de la Querencia); en sus relaciones con el empresariado, ese que evade impuestos gracias a sus obras caritativas[1]. También en sus autos lujosos, como aquel sostenedor/empresario que lo escondía en la capilla de un colegio de Puente Alto, en el contexto de las movilizaciones estudiantiles del 2011, por temor a que los/as estudiantes y apoderados/as se lo rayaran o peor aun se lo apedrearan. 

En sus columnas autocomplacientes (porque también escriben y tienen tribuna en los medios de comunicación de sus amigos/as empresarios), señalan que la «casa es un buen lugar para estudiar y hacer las tareas», hoy en día en plena crisis sanitaria. Pero habría que preguntarse ¿De qué tipo de viviendas hablan? ¿De esas que conocen de entrada y salida cuando visitan «sus» colegios de la periferia, en los márgenes de la capital del reyno, cual paseo de fin de semana, o de las suyas?

Porque sus visitas no pasan desapercibidas, están al límite de incluir alfombras rojas. Los establecimientos están limpios, pintaditos, ordenaditos. Todos/as los/as peones compuestitos, nerviosos/as, en sus lugares de trabajo, ya que la llegada del patrón sonriente, cínico, dando golpecitos en la espalda, es un “acontecimiento”. Bajan del Olimpo para reunirse con -nosotros/as- los mortales. “Hola campeón”, decía uno que conocí, con su estampa de winner, con sus dientes blancos y tostado solárium. Con la papa en la boca. Insoportable. “¿Cómo están?”, nos preguntaba en la sala de profesores/as. “Cansados, pero contentos”, se respondía el mismo, ante nuestra indiferencia y silencio.     

Las familias pobres viven hacinadas en esas cajas de fósforos subsidiadas por el Estado (DFL2)[2] y en barrios signados por la violencia, el tráfico de drogas, las balas. Barrios a la deriva. En poblaciones donde las empresas de internet no llegan. Donde todo escasea, menos la pasta base y botillerías. En las “zonas rojas” como las denomina la prensa amarillista[3]. Barrios donde abunda la cesantía y pobreza, pero también la solidaridad real, de clase. No la caridad católica de cartón, estilo Teletón/Don Francisco.  

De este modo, y para responderles, podríamos decir que la casa es un buen lugar para estudiar y aprender cuando las condiciones económicas y sociales así lo permiten. Es decir, cuando hay espacio y no sobra nadie, cuando hay silencio y tranquilidad. Cuando las necesidades básicas (salud, alimentación, etc.) están cubiertas y no existe la obligación de trabajar -siendo niño/a o joven-, con el fin de ayudar a “parar la olla”, de aportar económicamente en el hogar.

¿Habrán trabajado en su infancia? ¿Sabrán lo que significa “pelarse el lomo”, literalmente? Me pregunto. Sabrán lo que significa estudiar y trabajar (al mismo tiempo) en el Chile neoliberal. De mendigarle becas y subsidios al Estado, para poder financiar los estudios, para poder vivir con un poquito más de dignidad. Porque de eso se estamos hablando finalmente, de dignidad. De la humillación que se siente cuando las asistentes sociales visitan tú casa de 45 metros cuadrados.   

Lo dudo, se nota. Sus logros son a costa de sus amigos piadosos empresarios (miembros del Opus Dei, Legionarios de Cristo o del Movimiento Apostólico de Schoenstatt), de sus redes familiares (elitistas, endogámicas, herméticas), esa “fronda aristocrática” de más de cien años, de su educación privilegiada en los colegios de elite. Los colegios “high” como cantaba Víctor Jara (a ese que odian por comunista): St. George’s, Verbo Divino, The Grange School, Sagrados Corazones Manquehue, Tabancura, San Ignacio El Bosque y Craighouse[4], entre otros, pero también de las universidades neoliberales de la cota mil: UDD, Gabriela Mistral, Adolfo Ibáñez, De los Andes[5] (y también de la PUC, ese reducto clasista).

De esas que quedan literalmente en la punta del cerro, bien apartadas del “roterío”, de los “pungas”, de los “flaites”. Donde todos/as son rubiecitos y esbeltos. Porque en Chile la obesidad también discrimina[6]

Pero sus logros también han sido posibles, gracias al espaldarazo de sus otros amigos, los de la alta curia eclesiástica, los Errázuriz, los Ezzati, de los Aós, los Karadima. De esos que callaron en dictadura y también durante el estallido social del 18-O. De esos que han encubierto abusos sexuales y pedofilia durante décadas al interior de esa institución podrida que es la Iglesia Católica. De esos que están en contra de que las mujeres decidan respecto de sus propios cuerpos. De los que están en guerra con las disidencias sexuales.   

Para muchos/as niños/as y jóvenes de los sectores populares en estos tiempos pandémicos, los aprendizajes no se han relacionado con las «materias» (como señalan ligeros de cuerpo, con su vocabulario de “tecnócratas”), sino con la sobrevivencia en un país desigual, que duele. Sí, porque la desigualdad y la pobreza duelen. Por el contrario, nuestros/as jóvenes y niños/as se han dado cuenta de que los pobres, ellos/as mismos/as, no importan, ya que son/somos la carne de cañón, una pieza más en los engranajes de la economía capitalista neoliberal y nuestros salarios, un costo de producción, siempre reducible. Somos un número. Masa uniforme. Moldeable, comprable, manipulable, violable.  

“No”, les señalo categóricamente. No «se puede aprender en cualquier circunstancia», como sostienen, los empresarios y burócratas de la educación.

Eso lo sabemos muy bien los/as profesores/as en este presente aciago. Pero también los/as que en el pasado nos hemos desempeñado en las colegios de la periferia, en el Chile real, ese que sólo aparece en las “crónicas rojas” de la TV y periódicos neoliberales, ahí donde las “papas queman”.

Atte.

El profesor lumpen.

(Así se refirió a mí persona un sostenedor/empresario de la educación el 2011 antes de despedirme por apoyar las movilizaciones estudiantiles).


[1] https://www.ciperchile.cl/2019/03/25/retrato-de-la-elite-que-elude-impuestos-y-se-declara-respetuosa-de-la-ley/

[2] Véase: https://www.latercera.com/la-tercera-pm/noticia/vivir-en-menos-de-70-m2-el-56-de-las-viviendas-de-santiago-son-de-ese-tamano-o-mas-pequenas/861754/

[3] https://www.theclinic.cl/2021/03/19/una-pandemia-sin-internet-y-sin-clases-on-line-las-zonas-rojas-de-la-pintana-donde-las-empresas-no-quieren-dar-servicios/

[4] Véase: https://www.pauta.cl/economia/elite-empresarial-chile-uno-por-ciento-segregacion-colegios-mujeres#:~:text=Sin%20embargo%2C%20estas%20ventajas%20no,Ignacio%20El%20Bosque%20y%20Craighouse

[5] Véase: https://www.latercera.com/noticia/universidades-de-la-cota-mil/

[6] Véase: https://radio.uchile.cl/2019/02/21/desigualdad-alimentaria-estudio-revela-que-los-pobres-son-mas-obesos-que-los-ricos/

Lo Hermida, 1982. Doctor en Historia y Magíster en Historia con mención en América por la Universidad de Santiago de Chile. Profesor adjunto de los Departamentos de Historia de la Universidad de Santiago de Chile y del Programa de Bachillerato en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Diego Portales. Ha publicado un poemario breve titulado: 4to. Sector de Lo Hermida, Santiago, En los Márgenes Ediciones, 2016 y es parte de las antologías: Primera recopilación de poesía poblacional, Santiago, Biblioteca Popular Lo Hermida, 2016 y Antología de Poesía Popular, Santiago, Editorial Chile Popular, 2016. Ha colaborado en las siguientes publicaciones libertarias y literarias: El Surco (Santiago), La Brecha (Santiago), Vendaval (Santiago), Acción Directa (Lima), Sol Ácrata y Vorágine (Antofagasta), El Amanecer (Chillán), CNT (Valladolid), Estudios (Madrid), Ekintza Zuzena (Bilbao), Plumadas de Rebeldía (Lima), Canibalismos (Caracas-Madrid), Humanitat Nova (Mallorca), entre otras; y en la serie-documental sobre el escritor anarquista Manuel Rojas: Las 4 vidas de Aniceto, Santiago-Valparaíso, Dereojo Producciones (2014) y Marginales, Santiago-Valparaíso, Dereojo Producciones (2019).

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