16 de agosto 2010

El espejo de la sangre

Ante el sugestivo título del ensayo Nosotros que nos queremos tanto de Antonio Mitre, se confirma que hay libros que tienen un valor en sí mismo. Porque la intención de quien lo piensa se transforma en palabra escrita, lo mismo que quien decide que debe ser difundido. Esa combinación se agradece y se materializa en estas páginas. Más cuando el valor del texto se da por partida doble, ya que junto con describirnos la realidad de una Bolivia mal conocida, también tiene el mérito de mostrarnos (in)directamente la situación cultural de los componentes indígenas de Chile y hacernos reflexionar sobre nuestra propia realidad.

En diez capítulos el autor nos lleva a conocer un proceso complejo en la formación constante de la sociedad boliviana, con un buen uso de fuente bibliográfica, va desarrollando las ideas que sustentan sus tesis. Para nosotros Bolivia sigue siendo prácticamente una realidad desconocida, llena de lugares comunes, basados en estereotipos que nada aportan al encuentro. Esto es herencia de intenciones buscadas en lo siguiente, al negar o subvalorar lo indígena en Bolivia es el mismo mensaje que se dirige al interior del país. La Bolivia real, la que es inseparable de los destinos comunes de los países del cono sur, es lo que nos ilustra Mitre.

Desde las primeras páginas hace una descripción de la concepción del Estado y su aplicación en la sociedad boliviana, complementando con miradas hacia otros países y continentes, con la finalidad clara de establecer su discurso. Su enfoque lo realiza desde la paradoja de los Estados, donde afirma la singularidad de América española y la continuidad durante la república de signos y elementos coloniales, lo que garantizan esta pervivencia; esto se refleja en la pregunta que se hace el autor, al plantear que si los procesos emergentes (indígenas) romperían la continuidad del estado, lo que responde para sustentar su hipótesis que existe un acuerdo tácito al orden superior del Estado.

Las dos repúblicas coloniales, la española y la indígena, logran convivir y esa dualidad se mantiene, y por extensión a los criollos se mantiene el temor al indio. Lo que a su vez, convierte al criollo en un extraño a la realidad americana, dando forma a la singularidad americana.

Mitre continua su ensayo, y repasa las diversas formas de expresión estatal manifestadas en sus políticas. Desde las políticas populistas hasta las neoliberales, destacando que el aumento de las ciudades con sus cuotas de inmigrantes es lo que incrementa la violencia, la pobreza y la desigualdad social; en correlación con la teoría hobbesiana del poder y su ejercicio desde el Estado.

No desconoce el mejoramiento de los indicadores sociales, expresados en las frías estadísticas, pero si deja de manifiesto que la herencia de las dos repúblicas está presente en la autonomía indígena y los límites de la autoridad del Estado. Para Mitre hay dos elementos a tener en cuenta: una, la burocracia como eje administrador y, la otra, la modernidad como elemento distorsionador visto desde afuera.

El aumento de las ciudades va aparejado directamente al fenómeno de las migraciones. Un factor de expulsión desde las áreas rurales y mineras genera un desplazamiento hacia los polos de desarrollo, las ciudades. Mitre nos recrea la situación de El Alto, y su crecimiento progresivo. En este caso destaca que la mayoría de la población es aymara, lo que resulta significativo para el análisis, ya que estas comunidades establecen lazos y comportamientos originados en sus rituales de las comunidades a que pertenecen lazos familiares y de zonas, manteniendo la recordada reciprocidad precolombina y así se va desarrollando la construcción de identidades en un nuevo escenario.

Al mantener estas uniones se produce a su vez una presencia limitada del Estado, lo que se ha podido comprobar es situaciones violenta: Como los linchamientos comunitarios, lo que revela que el Estado con su cuerpo legal sólo es una figura.

De la lectura surge la pregunta sobre ¿qué sucede con los conflictos indígenas contra quien va dirigido? Mitre responde que van dirigidos contra los gobiernos y no contra el Estado, ya que la disolución no es el fin. En este punto el espejo nos muestra una distorsión problematizadora: ¿En el caso nacional es coincidente con el planteamiento de Mitre?, o ¿las comunidades indígenas de Chile tienen otra mirada al problema?, ¿el conflicto mapuche es por tierras, autonomía o secesión? Para el caso boliviano es claro que pasa por la integridad del territorio. Lo que deja fuera de discusión, las voces del oriente santacruceño.

La modernidad, con todo lo que conlleva, es analizada por el autor, y dentro de lo que se puede tener como pre-juicio en el caso boliviano donde, tomando el libro de Bernardo Subercaseaux Chile o una loca Historia, el espesor cultural de los pueblos contrastado por el autor, nos muestra a Chile con un espesor débil, influenciado con mayor fuerza. En cambio, Bolivia al tener un espesor más grueso, es capaz de mantener una identidad cultural con mayor arraigo. Mitre nos ilustra en el caso de El Alto, que hay matices en esto, no todo es tan drástico, y  la modernidad si se manifiesta en alto, pero a su vez también se mantiene la identidad base.

Resulta importante la distinción anterior, el reconocer que esto tiene un valor en sí mismo, no todo lo que llega del exterior atenta de manera definitiva a la cultura indígena, como así tampoco la cultura indígena se derrama sobre lo externo. No siendo por ningún motivo esa visión antagónica entre civilización y barbarie, tan expresada en el siglo XIX.

Estamos siendo testigos de cómo las comunidades indígenas, tanto en Bolivia como en Chile, se hacen parte de la construcción de las sociedad dentro del marco estatal previamente establecido, el discurso del presidente Evo Morales es signo de lo expresado, mantener la unidad de Estado boliviano y a su vez utilizar vestimenta con claros signos indígenas, un mensaje estético que busca establecer la convivencias de estas dos bolivias.

Mitre hace un gran aporte para comprender no sólo la realidad boliviana, que nos sorprende cada tanto por convulsiones sociales –desde ajusticiamientos comunitarios, hasta expresiones de separatismo– sino que nos obliga a detenernos y mirar hacia nosotros mismos y re-pensar en que pié estamos en las relaciones entre el Estado de Chile y las comunidades indígenas y sus aspiraciones.


4 comentarios

  • Chile al parecer dentro de su historia no ha podido convivir tan bien como lo hace Bolivia y otros paises con sus pueblos indigenas y sus culturas autóctonas. Si bien es cierto los pueblos indígenas cada vez van perdiendo voz y voto en nuestro país, esto no es 100% culpa del Estado ni de los gobiernos que han enfrentado este tema. Hay errores que ellos cometieron y siguen comentiendo, un ejemplo claro de esto es la violencia que hay en la Araucanía, que cada vez más se esta pareciendo a lo de las FARC guardando las proporciones, esto ya casi parece un guerrilla, además esto los hace ver como salvajes y la opinión pública cada vez es peor, y al no tener el apoyo de los demás les será más difícil conseguir sus objetivos aunque estén respaldados por partidos políticos o frentes cualesquiera.

  • El texto y la imagen me hacen recordar la exposición a que pudimos asistir con el electivo de Arte, llamada El ojo pensande de Juan Downey, un artista chileno que trata de reunir nuestra historia como Ámerica, y presenta instalaciones y dibujos en honor a nuestra cultura indígena a nivel latinoamericano, y es realmente muy interesante.
    Si bien nos vamos a Chile, recuerdo todas explicaciones de por qué en Chile entran tan fuerte las tendencias extranjeras, o lo que está de moda en otros países y concuerdo totalmente con ellas. En Chile jamás se ha valorado nuestra cultura indígena, preferímos creer que nuestros antepasados fueron españoles, y como ésta no es nuestra realidad, tenemos un sentimiento de desapego en nuestro interior y, por ende, buscamos lo que nos hace falta. Podremos unirnos como país como un Estado, pero todavía nos falta aprender amar a nuestra tierra, que sea más que el territorio en que vivimos, si no que la tierra donde nacimos que no fue en España si no en nuestra gran América, rica en una cultura que muchas veces tratamos de esconder por ignorantes, por sentirnos europeos, siendo que somos hijos de la Pachamama a la que volteamos la cara y hoy podemos ver que en Chile nos sentimos vacíos, sin identidad. ¿Y cómo es posible notarlo? Al pensar en Chile y que nos hace especial, si pensáramos en el diechiocho, por ejemplo, la empanada, tampoco es un elemento originario de aquí, si no de los países árabes y seguramente los españoles la trajeron, y si lo pensamos así ¿Quiénes somos y que nos representa a los chilenos? y este es el precio que estamos pagando a causa de nuestro propio Arribismo.

  • Naturalmente interesante, pienso que es muy valioso recordar los orígenes mismos de estas comunidades (boliviana, chilena). Bastante notable su opinión, ha de ser buena literatura, es más, siento que es increíble cómo hemos formado nuestra identidad a partir de 2 sociedades distintas. Hoy en día esto puede apreciarse por platos típicos, bailes y costumbres, que han ido evolucionando desde nuestros verdaderos ancestros indígenas junto con los nuevos gobernantes y colonizadores. Sin embargo, yéndonos un poco del tema, lo que más decepciona es que actualmente esta sociedad margina a nuestros padres indígenas, los aislan y olvidan completamente que ellos han formando casi toda nuestra historia, es como que un hijo traicione vilmente a su padre, negándolo sin reconocer que este luchó, batalló sin tregua queriendo llegar a ser invencible con tal de protegerlo, y en este caso, los hemos traicionado.

  • Primero que todo creo, sinceramente, que las culturas de cada país o pueblos indígenas de éste son diferentes y aunque exista esta comparación creo que cada una tuvo una oportunidad de luchar por sus ideales y si los pueblos indígenas bolivianos lograron un acuerdo con el Estado creo que es algo merecido, ya que lucharon por ello. Pero en el tema de Chile los pueblos indígenas todavía siguen luchando contra cualquier persona que les quiera quitar su territorio, por decirlo de alguna manera, ya que según lo que yo pienso no creo que peleen directamente con el gobierno ni con el estado, simplemente ellos defienden lo que es suyo, ya que que sin ello, si entregan su territorio, finalmente van a terminar perdiendo su autonomía, ya que se van a ir interesando más por los avances tecnológicos y van a dejar de lado sus creencias, como lo hemos hecho nosotros mismos. Ya que según una persona que yo conozco y le creo, nosotros somos chilenos solo para las fiestas patrias o, como también dicen, cuando se juega un partido importante de fútbol, por eso creo que estos indígenas chilenos pelean por ellos mismos, por no perderse así mismos, sin importarles lo que piense la sociedad en la que vivimos, ya que simplemente pelean por sus creencias y por su historia, por así decirlo, para que no se pierda ni se olvide con el tiempo.

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