27 de abril 2017

El insomnio y los Zeitgebers

En cronobiología el concepto de Zeitgeber [zeit (tiempo) y geber (dador)] hace referencia a cualquier elemento o clave externa que es capaz de ordenar un ritmo interno. Esto resulta en una adaptación estable de nuestro propio ritmo biológico con el mundo.

En promedio pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo, sin conducta, con nuestros movimientos corporales casi completamente suprimidos y una mínima percepción del mundo externo. Esta desconexión con nuestra conciencia debe haber sido sin duda al menos potencialmente peligrosa para nuestra supervivencia. Si consideramos que casi todos los animales duermen, ¿qué nos ha sincronizado para que, en general, todos durmamos a la vez? Lo que  probablemente ha hecho que persista el sueño en las especies es que estamos todos sincronizados con nuestro mundo de 24 horas, siendo el sol nuestro Zeitgeber por excelencia. Es el sol el que ordena el reloj interno que determina nuestro sueño y vigilia, convirtiendo nuestro ritmo biológico en circadiano [del latín circa, que significa ‘alrededor de’ y dies, que significa ‘día’].

El sol aparece día a día marcando su sello sobre el mundo y dividiéndolo en dos mitades en constante movimiento: media esfera oscura y media esfera clara. Es esta dinámica la que invita a las plantas a florecer, a que las aves migren y a que la noche nos reciba en el descanso de su oscuridad.

Cierto es que cuando cae la noche nos sentimos tentados a lo extraño a pesar del sueño que nos invade al oscurecerse nuestro mundo. Esta tentación  desafía nuestro ciclo circadiano y nos arriesga a un castigo biológico por parte de nuestro propio organismo por violar sus ritmos dados por los Zeitgebers. El desorden alimentario, el frío, la fatiga, la desorientación y, si finalmente se desafía por completo al sueño y decidimos permanecer en la atención constante, la conclusión de la muerte, son consecuencias de esta rebeldía.

Lo que había permanecido como una simple tentación de estar siempre despiertos, y que nos invadía en las noches como pesadillas cuando temíamos de las fieras que nos fuesen a atacar por la noche, ahora  aparece como una posibilidad real de desvelo. Sorteamos los obstáculos que nos pone el castigo de nuestro organismo por violar su ciclo. Reemplazamos la luz del sol por luz eléctrica; el frío del insomnio por una estufa siempre encendida; el ayuno y desorden alimentario por los locales de comida 24/7; y el mismo cansancio por café y fármacos. Así como el ciego pierde su ciclo circadiano al perder la percepción visual de la luz, la conclusión de estas corrupciones resulta en una experiencia nueva. Ni atento ni dormido: el insomne.

El insomne viaja entonces entre estos dos lugares, entre lo conocido y lo extraño, entre la vigilia y el sueño. Entre la dinámica de la atención y la retención temporal del dormir. Ese lugar donde uno puede percibir los estímulos del mundo pero estos no te invaden.
Por eso pensar el insomnio es pensar también el sueño y la vigilia. Pareciera ser que la vigilia, por una parte, es pura exterioridad del mundo, de impresiones vivas, de movimientos voluntarios o resentidos. Por otra parte, pensar el sueño parece ser algo interior más allá del dominio fantasmal que habita. El sueño borra al sujeto y por ello borra también su racionalidad, y los límites mismos del sueño y la vigilia. En la medida que el sueño se apodera de nosotros, poco a poco nuestros movimientos corporales comienzan a ser casi totalmente suprimidos, y los estímulos externos dejan de ser percibidos. La conducta va desapareciendo, y junto a ella el propio sujeto.

Ahora, inéditamente pareciera haber una obsesión de nuestras mentes por permanecer atentas. Una adicción al movimiento y a lo conocido. Una necesidad de que nuestros ojos perciban. O quizás lo contrario: un miedo a la incertidumbre, o quizás una cobardía a lo irracional, o más aún: pánico a no habitar el tiempo. Por esto, ahora que ya hemos conquistado el día y la vigilia, buscamos conquistar los dos tercios de la noche, suprimiendo lo oscuro, extraño y distante, por lo iluminado, lo claro, lo distinguible, lo cercano, lo conocido, lo temporal.

Los tres Zeitgebers determinantes en nuestra vida son la luz, la alimentación y el trabajo. La variable de la luz ya la tenemos controlada debido a nuestro control sobre la electricidad: prender o apagar un interruptor. En la alimentación también hemos logrado cierta autonomía que no responde ya a cacerías diurnas: podemos almacenar o comprar alimentos cuando queramos. Sin embargo, el poder y la autonomía de nuestro trabajo fueron arrebatadas hace tiempo. De esta manera, tenemos dos insomnes. El insomne que representa la rebeldía de querer dominar autónomamente nuestro tiempo biológico al controlar nuestros Zeitgebers, como también el insomne que podría representar un trabajador condicionado aún por el Zeitgeber del trabajo. Este condicionamiento deriva el control de nuestro ciclo temporal hacia los que controlan el trabajo, lo que produce a un trabajador alienado manipulando los límites de su día para poder producir lo que exige el dueño de su fuerza de trabajo. De esta manera, el control de los Zeitgebers se presenta como una doble posibilidad: la de autonomía y la de alienación.

(Santiago, 1991). Licenciado en Filosofía de la Universidad de Chile. Estudiante de Doctorado en Neurociencias de la PUC. Guitarrista de Senador Vitalicio.

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