Foto: Manifestacion en Berna contra el Golpe de Estado en Chile, 1973 (intervenida)

27 de abril 2024

Exiliad@s chilen@s en Suiza durante la dictadura militar

por Ursina Weiler / Traducción de Leandro Pila


Algun@s de l@s miles de chilen@s que huyeron de la violencia de la Dictadura Militar acabaron en Suiza. En el país helvético, la burguesía consideraba a l@s refugiad@s activ@s políticamente una amenaza subversiva.

Una disidente chilena que en ese entonces tenía 29 años no titubeó al recibir una llamada durante el trabajo: “Era la organización humanitaria a la que había pedido ayuda tras mi liberación de la cárcel”, cuenta hoy. Le informaron que disponían de dos visas para Suiza, lo cual la llevó a abandonar inmediatamente el país, al igual que otr@s miles de disidentes después del Golpe. Tanto ella, como tod@s l@s chilen@s entrevistad@s en este artículo, muchxs de l@s cuales siguen siendo activ@s políticamente hasta el día de hoy, desean permanecer en el anonimato.

Cupos limitados y solidaridad

En aquella época, Suiza temía que l@s chilen@s disidentes pudieran propagar ideas comunistas en el país. El cupo de refugiad@s que el Consejo Federal habilitó se limitaba a 250 plazas, las cuales entraban en vigencia a finales de 1973 y sólo tras la insistencia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para l@s refugiad@s. No obstante, tras el Golpe Militar un movimiento solidario emergió en Suiza: en respuesta a la indiferencia del gobierno, Cornelius Koch, el sacerdote que llegó a ser conocido como el “capellán de l@s refugiad@s”, inició una campaña para organizar alojamiento gratuito para l@s refugiad@s chilen@s. Consiguió poner a disposición 3.000 camas en casas particulares, demostrando que —contrariamente a la postura oficial de Suiza— había suficiente espacio para alojar a l@s refugiad@s. El movimiento de solidaridad de la sociedad civil se autodenominó “Freiplatzaktion”[1] y sigue activo actualmente.

La presión que Koch ejerció sobre el Consejo Federal con su campaña resultó ser eficaz. En una sesión extraordinaria nocturna realizada en enero de 1974, el Consejo Federal decidió tolerar la entrada de refugiad@s chilen@s. Sin embargo, l@s obligó a exigir un visado. Esto se convirtió en un obstáculo burocrático que imposibilitó la entrada al país a much@s disidentes. Solamente una pequeña parte de l@s perseguid@s tuvo la oportunidad de solicitar un visado durante la Dictadura Militar.

Por ello, la iniciativa “Freiplatzaktion” organizó una ruta de escape desde Santiago de Chile hasta Suiza, pasando por Buenos Aires y Milán, gracias a la cual entre 2.000 y 3.000 refugiad@s entraron a Suiza sin visado. Una de las personas que logró entrar al país a través de esta ruta fue el presidente de una sección regional del Partido Socialista chileno. Tras cumplir su condena en Chile, las autoridades chilenas le denegaron el pasaporte. Por ende, solicitar una visa no era opción alguna, porque tuvo que abandonar el país sin papeles. Sin embargo, logró viajar a Italia a través de Brasil. “Viajamos en coche hasta un pueblo del norte de Italia, cerca de la frontera suiza”, recuerda el ahora anciano de 82 años. Ciudadan@s suiz@s solidari@s organizaron en ese entonces el viaje clandestino para cruzar la frontera.

La escasa predisposición a acoger a disidentes chilen@s por parte del gobierno helvético, mientras l@s refugiad@s de los países del bloque del Este recibían asilo fácilmente, situó a la Suiza “neutral” del lado de las potencias occidentales durante la Guerra Fría. Tras la Primavera de Praga de 1968, se concedió asilo a un@s 12.000 checoslovac@s. Por otro lado, en los años posteriores al Golpe de Estado en Chile, sólo un@s 1.600 disidentes encontraron refugio en Suiza.

Prohibido agitar

El Estado suizo no sólo se mostró indiferente con l@s refugiad@s chilen@s sino que también l@s trató de invisibilizar. La base legal para ello era la “prohibición de agitación” impuesta a l@s extranjer@s en aquella época. En un escrito emitido a raíz de un veredicto positivo de asilo consta lo siguiente: “Por último, nos gustaría señalarle de que tiene fundamentalmente prohibida cualquier actividad política en y desde Suiza”.

Lo que se pretendía era impedir a toda costa una subversión de izquierda como demuestra lo ocurrido a una refugiada disidente que fue llevada a comisaría con su marido poco después de su llegada a Suiza. Durante el interrogatorio de dos horas, le preguntaron sobre sus actividades políticas en Chile, recuerda: “No sabía si decir que había sido políticamente activa en Chile o no”.

Lo que la disidente, en ese entonces de 29 años, había vivido en Chile no les interesó a las autoridades en lo más mínimo. El hecho de que ella y su marido habían estado en prisión y habían sido torturad@s durante meses no les interesó a l@s funcionari@s. “La tortura había dejado secuelas en mi marido. No se encontraba bien, sobre todo mentalmente”, afirma. Sin embargo, no recibió ningún tratamiento médico ni psiquiátrico. La policía estaba más interesada en saber si los dos habían trabajado como espías para la Unión Soviética. “No podía creer que nos hicieran esas preguntas”.

Además, much@s exiliad@s estaban bajo vigilancia. “A veces venían policías de civil a nuestras fiestas solidarias”, cuenta otro refugiado chileno. “Fingíamos no darnos cuenta”, dice y se ríe al contar cómo l@s policías, a menudo jóvenes, participaban en las fiestas sin sospechar nada y bailaban con chilen@s de su misma edad. “L@s policías nos hablaban, nos hacían preguntas y nosotros les seguíamos el juego”.

No obstante, el Golpe desencadenó una amplia y fuerte oleada de solidaridad en Suiza. En los días siguientes al Golpe, miles de personas participaron en manifestaciones de solidaridad heterogéneas, en las cuales participaban partidos de izquierda, sindicalistas, estudiantes, cristian@s y radicales de izquierda. Est@s últim@s atacaron el consulado estadounidense en Zúrich e incluso hicieron estallar una bomba en la sucursal de International Telephone & Telegraph, acusando a ambas instituciones de ser cómplices del Golpe de Estado en Chile.

Ya durante el gobierno de la Unidad Popular se había creado un movimiento de solidaridad en Suiza y en los días después del Golpe se crearon numerosos Comités de Solidaridad con Chile. Tanto la izquierda parlamentaria suiza como los partidos socialistas y comunistas en exilio del sur de Europa unieron sus fuerzas en las “Associations de soutien à la résistance chilienne”[2].

Armas Bührle para Pinochet

Las fuerzas de la izquierda revolucionaria también fundaron Comités de Solidaridad con Chile en varias ciudades suizas. Criticaron a las empresas suizas que habían disminuido su colaboración económica con Chile durante el Gobierno de la Unidad Popular por motivos políticos. También denunciaron el hecho de que la empresa suiza Bührle, por ejemplo, suministró armas a Pinochet, apoyando así directamente a la Dictadura.

A pesar de la represión por parte de las autoridades suizas, l@s disidentes chilen@s también encontraron formas de reanudar sus actividades políticas en el exilio. Para ello, much@s se reorganizaron en sus respectivos partidos en el exilio. Como no se les permitía mostrarse en público debido a la prohibición de agitación, sus miembros también participaron en los Comités de Solidaridad con Chile organizados por ciudadan@s suiz@s.

Acudimos a los Comités para trabajar con l@s suiz@s”, dice uno de ellos. “Eran ell@s l@s que estaban en contacto con las autoridades y se encargaban de los permisos para los eventos solidarios y las manifestaciones”. Hoy, much@s activistas chilen@s destacan como positiva la colaboración con sus compañer@s suiz@s.

Además de los Comités y los partidos chilenos en el exilio, l@s refugiad@s también se organizaron en redes de migrantes sin ciudadan@s suiz@s porque se sentían victimizad@s. Cabe también recalcar, que el movimiento de solidaridad contra el Golpe de Pinochet fue internacional. Muchos exiliad@s español@s también participaron en el mismo y trazaron similitudes entre el Golpe de Franco en 1936 y el de Pinochet.

¡Chile, España, Grecia!

Much@s antifascistas italian@s residentes en Suiza se unieron a las estructuras de solidaridad con Chile. Una manifestación antifascista en Ginebra contra el régimen colonial autoritario de Portugal, programada para el 15 de septiembre de 1973, se mezcló con las protestas contra el Golpe de Estado en Chile. El movimiento se benefició de las experiencias de activistas antifascistas que ya llevaban algún tiempo viviendo en el exilio en Suiza. Un lema importante durante la primera manifestación en Suiza de los Comités de Solidaridad con Chile fue: “Chile, España, Grecia: ¡Apoyemos la resistencia!”. La red antifascista creó una identidad transnacional entre l@s exiliad@s de las dictaduras del sur de Europa y l@s de Chile.

Y aunque el movimiento de solidaridad con Chile se centraba específicamente sobre lo que ocurría en el país mismo, los acontecimientos en Chile se analizaban a menudo en un contexto latinoamericano. “Todo dependía de lo que ocurría en América Latina en su conjunto, no sólo en Chile”, explica un exiliado chileno. Él y sus compañer@s participaban en acciones de solidaridad antiimperialista con los pueblos de otros países latinoamericanos. Hubo un apoyo mutuo. “Había problemas en toda América Latina. Había dictaduras y desaparecid@s por todas partes. Uniendo fuerzas podíamos alcanzar más objetivos”.


Notas

* Este texto apareció en el periódico semanal suizo “Die Wochenzeitung” el 7 de septiembre de 2023 (https://www.woz.ch/2336/im-schweizer-exil/trotz-verbot-politisch-aktiv/!T4Q9PF7ME4ZS). La traducción fue realizada por Leandro Pila.

[1] “Acción por más plazas libres” [N. del T.]

[2] Asociaciones de apoyo a la resistencia chilena. [N. del T.]

Estudió historia y escribió su trabajo de máster sobre la política de exilio chileno en Suiza en los años 70 y 80

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