Foto: Nicolás Slachevsky

10 de mayo 2020

El movimiento social en tiempos de crisis sanitaria y el caso porteño

por Danilo Herrera Burton

Hace ya algunas décadas que se ha anunciado el fin del capitalismo, o por lo menos de su versión neoliberal. Crisis económicas como la subprime del 2008, movimientos sociales a lo largo del globo, desastres naturales acicateados por el sistema económico y sus nefastas consecuencias en el medio ambiente, y hoy, una pandemia global desatada en China, que ha tenido consecuencias en casi todos los países del mundo, parecen incentivar el imaginario de que una crisis del sistema global podrá traer la caída del sistema político, económico y cultural vigente. 

Sin embargo, es bueno recordar que a pesar de las crisis económicas, de los desastres naturales cada vez más constantes y peligrosos, de los movimientos sociales desplegados a lo largo del globo, el sistema tiene respuesta, pues muta para adaptarse a nuevas condiciones, y de este modo mantenerse vigente y continuar con su avance en la búsqueda incesante de riquezas y poder.

Y en este proceso los desafortunados del mundo siguen sufriendo las consecuencias de las desigualdades, de la pobreza extrema, de las guerras, de la contaminación, así como de la difusión de una visión de mundo en que la libertad de consumo se constituye como la panacea ante los horrores de la realidad.

No podemos saber si este sistema caerá, ni si las condiciones para ello están hoy en día presentes, ni aún en el contexto de una crisis global causada por el COVID-19 y la forma en que algunos de los gobiernos del mundo se han enfrentado al contagio de este virus. Por ello me gustaría reflexionar, recordando la obra de los filósofos Michael Hardt y Toni Negri, sobre los potenciales de cambio que se encuentran en los movimientos sociales, especialmente considerando el caso de las asambleas y cabildos de Valparaíso en el contexto de la crisis sanitaria. Para lo cual resulta relevante preguntarse ¿qué elementos de transformación política económica están presentes en estas formas de organización? y ¿qué potenciales de cambio observamos en su despliegue territorial en tiempos de pandemia?

Es difícil asegurar qué es lo que sucederá con nuestra vida en sus diferentes dimensiones, sin cura y sin certezas de poder ser controlada esta enfermedad ha puesto en jaque al mercado global, así como la “normalidad” de nuestras vidas. Pero también se ha convertido en buen momento para construir algo nuevo, desde la observación y la reflexión, desde la acción, aún en los límites de nuestros hogares y barrios. 

Algunas herramientas para pensar el movimiento social, sobre el Imperio y la Multitud.

En algunas de sus vertientes, la filosofía contemporánea nos ofrece elementos de interés para reflexionar sobre el rol y potencial de los movimientos sociales, en tanto son presentados como actores relevantes del contexto político global, al contener y desarrollar nuevas formas políticas, sociales y culturales. En este sentido es interesante atender al aporte que hacen los filósofos Michael Hardt y Toni Negri, ya que formulan en una serie de obras publicadas entre el año 1994 y 2012, una propuesta que da cuenta tanto del contexto político global bajo la soberanía del Imperio, y el cambio en el orden productivo ahora desplegado en una economía globalizada. Aunque también, y lo que es más relevante para nosotros, es que nos permite observar el nacimiento de un contrapoder surgido de las entrañas del mismo sistema, al que los autores nombran Multitud.

Para entender el rol de la multitud en términos de su potencial para la transformación social, es necesario comprender en primer lugar qué es el Imperio, pues ofrece las condiciones y el contexto sobre el cual la multitud se despliega. Lo filósofos lo definen como una nueva forma de soberanía, como un sujeto político que regula efectivamente los cambios globales. Se caracteriza por extender su dominación a lo largo del globo, de forma descentrada y desterritorializada más allá de los límites de los estados modernos, mediante organismos supranacionales, aunque con el concurso de fuerzas tanto privadas como estatales y tanto políticas como económicas (Hardt & Negri, 2004).

El imperio se caracteriza, además, en su particular forma de dominación, pues apunta al control de la vida de los sujetos y de las relaciones sociales que éstos desarrollan, mediante la configuración de una sociedad de control, en la que se desarrollan prácticas de dominación a través del biopoder, comprendido éste, como una forma de poder que regula la vida social desde su interior, siguiéndola, interpretándola, absorbiéndola y rearticulándola. El biopoder puede lograr un comando efectivo sobre toda la vida de la población sólo cuando se torna una función integral, vital, que cada individuo incorpora y reactiva con su acuerdo. De ello son ejemplo la aparición de subjetividades propias del contexto de dominación biopolítica tales como el sujeto endeudado, el mediatizado, el seguritizado y el representado (Hardt & Negri, 2012.)

Ante este biopoder, a través del cual se extienden los principios y medios de dominación del imperio. La resistencia y la potencia de lucha han surgido, tomando la forma de un contrapoder encarnado en la multitud. Las manifestaciones de Seattle (1999), la guerra del agua (2000) y la lucha por el gas (2003) en Bolivia, el movimiento Occupy de wall Street (2011), el movimiento de los indignados en España (2011) o la Primavera Árabe (2010 -2012), entre otros, son algunos de los ejemplos de su activación y difusión a lo largo del mundo en las primeras décadas del siglo XXI. 

Las condiciones para la aparición de la multitud están dadas por la propia existencia del Imperio. Es desde las redes amplias y fluctuantes (como lo es la economía globalizada y la redes de comunicación sostenidas en el internet) y sobre las cuales extiende su dominación que la multitud desarrolla sus formas de relación, abiertas, horizontales y expansivas, donde todas las diferencias pueden expresarse de un modo libre y equitativo. Esto es lo que observan los autores en los movimientos sociales desarrollados a lo largo del mundo; una serie de experiencias en las cuales la horizontalidad, y las singularidades de los sujetos se encuentran en un espacio de discusión abierto y plural (Hardt & Negri, 2002).

La multitud se caracteriza además por un marcado y distinto carácter político, por ello toma distancia de las tradicionales formas ligadas a la democracia representativa, como lo es el sistema de partidos en sus diferentes en sus diferentes vertientes. Ni jerarquías, ni caudillismo, ni la misma representación tienen cabida en una forma de hacer política en la cual lo relevante es que las decisiones se tomen de forma cooperativa y horizontal por las diferentes partes.

Ahora bien, esta multiplicidad y diferencia reunidas en una acción política solo resultan posibles en tanto exista un motivo para esta lucha, el cual ubican Hardt y Negri en el concepto de lo común, el que definen como el medio a través del cual la multitud puede desarrollar sus luchas, pues es la razón por la cual los individuos se unen, discuten y construyen posiciones por vía de la argumentación. Aunque también aparece como una forma producción de ideas, decisiones y aún hasta de redes sociales, las que se constituyen tanto en nuestra vida diaria, como en los espacios de lucha (Hardt & Negri, 2011).

 Lo común tal como podemos apreciar, es algo que supera los límites de la acción individual, es lo que se comparte no solo con otros sujetos, sino que – vale recordar- con la naturaleza, no es solo un espacio en el que sucedan cosas, es además nuestras formas de relacionarnos, es lo que producimos en dicha relaciones; sea un producto económico, social cultural o político, y sin embargo, lo común es también lo que ya está, aquella base sobre la cual sostenemos nuestra propia vida, es el marco en el que el Imperio trata de extender sus redes de dominio, y la base sobre la cual la multitud se sostiene y moviliza. 

El movimiento social en tiempos de crisis sanitaria (el caso porteño).

Reflexionar brevemente sobre la extensa obra de Hardt y Negri creemos nos recuerda no solo que las luchas sociales no son una novedad, ni en América latina, ni en el mundo, y que las primeras décadas del siglo XXI han estado marcadas por diferentes esfuerzos para enfrentar los efectos de los poderes mancomunados estatales y transnacionales. Junto a ello estas luchas se han instalado en oposición a las formas tradicionales de la actividad política, constituyendo una manera distinta comprenderla, en donde la horizontalidad y la falta de caudillismo resultan fundamentales, así como la participación de los sujetos en su diversidad.

Sin embargo, también estas luchas particularmente en el caso chileno, aún a pesar de las condiciones adversas que han enfrentado en su desarrollo; como las medidas sanitarias desatadas por la pandemia COVID–19 y la muy discutible gestión de la crisis por parte del gobierno se han mantenido activas. Ya no en las calles desarrollando jornadas de protesta masivas, sino que por medio de las estructuras de organización nacidas en el contexto del estallido social de octubre, como asambleas y cordones barriales, mediante los cuales se ha transitado de la lucha social que tenía por centro la denuncia y la protesta, hacia una lucha social que se estructura en base al apoyo vecinal y popular, con sustento en la contención y solidaridad.

Vale mencionar que la reorientación de la actividad del movimiento, también se articula en términos de lucha, en tanto avanza por medio de acciones surgidas de la deliberación en la deconstrucción del individualismo neoliberal y el asistencialismo estatal. Avanzando en el fortalecimiento del apoyo mutuo, en la contención en tiempos de incertidumbre económica, en la constitución de redes económicas vecinales, así como en el desarrollo solidario de la protección y defensa de los vecindarios, barrios o cerros en los que habitamos.    

En Valparaíso existen varios ejemplos de aquello, tanto de instancias de organización nacidas al alero del estallido social de octubre, como organizaciones que habían desarrollado procesos de coordinación y decisión entre grupos de habitantes del puerto con anterioridad. De tal forma asambleas barriales, cabildos y cordones, tales como: la asamblea Marimonjas, formada por la unión de vecinos de los cerros Monjas y Mariposas, la asamblea eje Ecuador, la asamblea territorial Cordillera, la asamblea territorial Playa Ancha, la asamblea de mujeres Cerro Esperanza, asamblea del Descanso y la Resistencia, así como agrupaciones nacidas al alero de la movilización de octubre, como el grupo autoconvocado de cooperativismo surgido al alero de esta última asamblea.

Esta diversidad de vecinos de Valparaíso reunidos desde el inicio del estallido social, han mantenido, expandido y según el caso, reformulado su actividad con el objetivo de discutir, denunciar y participar en el cambio político y social del país. Aún en las condiciones desatadas por la pandemia, adoptando medidas para reformular, proteger y fortalecer las redes comunitarias donde se han asentado. 

De tal forma, ejercicios de apoyo mutuo tales como la reunión de información sobre adultos mayores y los vecinos más necesitados de cada barrio, la sanitización de espacios públicos, la reunión de canastas básicas y acopio de material de alimentos para quienes más lo necesiten, el desarrollo de instancias para enfrentar el problema de la basura a través del reciclaje, creación de boletines informativos para la comunidad, el desarrollo de redes de economía cooperativa con el objetivo de abaratar costos y disminuir los riesgos de contagio en el abastecimiento, el amasado y repartición solidaria de pan para los vecinos más necesitados; son estas algunas de las diversas iniciativas que se han desarrollado en los cerros de Valparaíso, que nacidas de asambleas y cabildos son el ejemplo de la reformulación del movimiento social de octubre y su capacidad de persistencia en la lucha.

Al igual que en octubre, lo relevante en este proceso es el encuentro y el apoyo mutuo, el cual se gesta desde la solidaridad, desde los esfuerzos fuera la individualidad y de los límites del mercado, que se traduce en la entrega de tiempo y esfuerzo para el bienestar de quienes lo necesitan. Es también importante recordar que las decisiones siguen articulaádose de manera colectiva a través de asambleas, que se constituyeron como espacios de decisión suficientemente organizados como para movilizar y organizar a vecinos, aún en condiciones de “distanciamiento social” y crisis económico – política. El movimiento social aún mantiene las lógicas nacidas de la necesidad de una nueva forma de comprender y hacer la política, persiste en la autogestión, en el voluntariado, en la reconstrucción del tejido social, en el hecho de encontrarnos, conocernos como vecinos, habitantes dentro de una comunidad, pero también como actores políticos, en la búsqueda de la dignidad, la igualdad y la democracia.

Conclusión.

Hardt y Negri en su serie de escritos no señalan los medios, ni cómo será el cambio que vendrá si el Imperio cae, o el proceso para que esto suceda, ni cuál será exactamente el rol de la multitud en ese contexto, más bien solo indican la existencia y potencial de esta última en los inicios de este siglo. El futuro y desarrollo de su acción política queda a criterio de la multitud.

Hoy en Chile, en el contexto crítico que vive nuestra sociedad, el movimiento social sigue pensando y buscando los medios para reconstruir lo que el neoliberalismo ha destruido por más de 30 años. No sabemos si sus acciones llegarán a buen puerto, ni si éstas calarán en la población que no se ha movilizado o que lo ha dejado de hacer. Sin embargo, podemos advertir, tal como en la multitud que describen los filósofos, que estos cambios surgen de la organización social horizontal y plural, que mediante asambleas, cabildos, organizaciones culturales y diversas formas de reunión, están motivando pequeñas y grandes acciones, para repensar la economía, nuestras relaciones con los otros y con la naturaleza, así como nuestra visión y valor en el espacio político con miras a la acción transformadora de la democracia y de nosotros mismos. 

Bibliografía.

Hardt, M., & Negri, A. (2011). Commonwealth. Madrid: Akal.

Hardt, M. & Negri, A. (2012). Declaración. Madrid: Akal.

Hardt, M., & Negri, A. (2002). La multitud contra el Imperio. OSAL, Observatorio Social De América Latina, (7), 159, 166. Revisado desde http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/osal/20110213105541/11hardtnegri.pdf.

Hardt, M., & Negri, A. (2004). Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio. Barcelona: Debate.

Radio Placeres. (o5 de Abril de 2020). El pueblo cuida al pueblo. Valparaíso, Valparaíso, Chile.

Licenciado en historia por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Magister en filosofía por la Universidad de Chile y miembro fundador del Centro de estudios Enclave Aconcagua. Se ha dedicado a la investigación en historia local en la zona de Aconcagua, así como también al estudio de la filosofía política con particular atención en la relación entre movimientos sociales y política.

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