30 de septiembre 2023

El poema como hogar de paso

por Francisco José Casado Pérez

Sobre Lejanos [2021] de Fernando Reverter, Pan Óptico – Centro Peruano de Estudios Culturales.

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A pesar del sedentarismo que daría comienzo a reinos y posteriormente ciudades, algunos de los habitantes no siempre han conseguido hacerse a la idea de prevalecer en un mismo lugar siempre. Algunos salen en busca de nuevos aires por cuestiones de trabajo, casi siempre promovidas por la necesidad de mejorar sus condiciones de vida, del mismo modo en que algunos buscan escapar de los horrores provocados por otros seres de la misma condición (por ejemplo, las dictaduras); no obstante, también están los que simplemente deciden hacer caso a su parte nómada que sobrevive dentro de ellos. Entretanto, tanto para las cosas, como para lo emotivo, se necesita llegar -y descansar- a un lugar de paso.

Desde las andanzas del pueblo judío en la Biblia, hasta La tira de la Peregrinación (Códice Boturini) que cuenta la salida de los mexicas desde Aztlán en busca de Tenochtitlán, hubo sitios intermedios, incluso dentro esa misma misión, poetas cuya estrecha relación con las mudanzas en su obra (por mencionar algunos: Fabio Morábito (Alejandría, 1955), Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975), Verónica Gerber Bicecci, 1981), entre otros), han tocado un pequeño sitio donde poder salvar la partida antes de continuar el camino.

La migración y las mudanzas son fenómenos cada vez más recurrentes en el contexto mundial, y detrás de cada motivo de desplazamiento hay una pulsión sumamente personal, un espacio de común-unión, independientemente de la distancia entre origen y destino, para los sentimientos encontrados: dejar ir y recibir lo que vendrá; noción que resume en apenas 25 páginas el poemario Lejanos, de Fernando Reverter (Lima, 1979), editado en la colección Polensía del sello editorial Pan Óptico del Centro Peruano de Estudios Culturales.

Desde su primera sentencia: “Para estar en paz, si la muerte viene a buscarme, /que me encuentre en Buenos Aires. / En Lima, ya he muerto muchas veces / y aún no he podido irme.” (2021, 6), Reverter pone a cuenta que del texto abreva de esa ya casi extinta tradición de las cartas de despedida, donde no se habrá de encontrar ni la huella de polvo que dejen los recuerdo antes de salir por la puerta; cambió su densidad a tal grado que ni siquiera las propias palabras dejan un rastro por dónde comenzar a seguir sus pasos.

                        Hemos nacido un día en que se ataron las palabras
                                                                       -repito.
                        Las até todas y te escribo porque allá no hay cabezas
                                                               Ni puertos que desemboquen
                                   En otros puertos.
                        Por la simpleza de dejarlo todo y saber que no
                                                           Hay esquirlas. Ya no, al menos. (Ibid., págs. 7-8)

Los motivos sobran cuando se trata de haber tomado finalmente la decisión de marcharse. Sin embargo, habrá que lidiar con la paulatina molestia del “miembro fantasma” que asecha en los recovecos de todo a la vista, para que no se olvide que tanto en el lugar del destino como del que se huye, seguirá presente en la zozobra por no dejar de sentirse extranjero.

                        Entre los enormes edificios nos hemos instalado
                                                            para ser
                                                            con las uñas del pavimento,
                        con cosquillas de atmósfera que ruega,
                                                  abanico de escombros que no duelen,
                        pero aveces pienso que lo ignoras
                                                            porque apenas levanto los ojos
                                                            ya te fuiste… (Ibid., p. 13)

Por consiguiente, la relación directa entre zozobra y poesía hace nuevamente acto de presencia, como ha hecho en cada generación humana; hasta en el rincón más recóndito del mundo la humanidad vuelca esa sensación de vacío anímico en la palabra, haciendo que sea la misma quien puede ofrecerle cierto consuelo. Motivo por el cual, como menciona Nuno Júdice (2020): “A veces, un verso transforma el modo en que / se mira el mundo: las cosas se revelan / en donde nadie las suponía; y / el centro se mueve de donde estaba, desde / el origen, forzando al pensamiento a rodar / en otra dirección.” La motivación de escribir poesía está en apaciguar dicha zozobra, no necesariamente resolverla, incluso sin nadie físicamente alrededor, la voz propia (interna o desde la garganta) está ahí para uno.

                        Ahora, dime piedra:
                        siempre he muerto y vuelto a la vida: intocado,
                        solemne con cabeza de cuervo y niño tartamudeo…
                        ¿O es que en mi lecho la muerte y la vida conversan,
                                                                        distantes?
                        Dime si este amanecer es un insomnio pendiendo
                                                                       de mi desnudez
                        o es la pena en la que reposamos mi alma y yo,
                        todavía. (Ibid., págs. 23-24)

No obstante, a pesar del difícil reto que presentan los cambios: entre romper todo lo hecho de uno y varios sentidos de la vida o envolver/empaquetarlos con periódico y plástico burbuja para el viaje, existe la tercera vía que popularizó Marie Kondo: abrazar eso que está en la balanza hasta notar si acaso dejó de provocar alguna forma de alegría y si ello sucede, lo mejor es dejarlo ir, pero, ¿dónde? Que algo duela, no significa que necesariamente se pueda arrojar por la puerta o ventana, al contrario, tiene también un hogar de paso.

La poesía como tal no exorciza por completo aquellas sensaciones, en el caso de Reverter de aquellas lejanías; por el contrario, igual que las abuelas, intercede y disimuladamente entre manos, como si pasara algo de dinero o un dulce, ofrece la posibilidad de soltar, pero no del todo. Al volverse un hogar temporal, reforma el sentimiento: “El poema, sin embargo, no / tiene por fuerza que decirlo todo. […] ¿De qué eternidad me olvido, / entonces, en el fondo de la estrofa?” (Judice, 2021) para que no se aburra, para que salgan a pasear con quien llegue eventualmente hasta que uno decida volver a darse una vuelta. Esto puede ser en parte el por qué muchos no entienden de qué va la poesía, pensando quizás y no se ha vivido lo suficiente antes de entender la referencia o más bien, no se ha golpeado lo suficientemente fuerte a la puerta para que nos ofrezcan pasar antes de volver al camino.

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Bibliografía

Judice, Nuno, (2020, 7 de septiembre) La vida, que también es una palabra. Periódico de Poesía. https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/la-vida-que-tambien-es-una-palabra/?fbclid=IwAR3ybgeqEphNQnpUvGkp8djJMD55kU8Suvw7p0MQbjHiuSN24XhXsOZ7m5U

Reverter, Fernando (2021) Lejanos. Pan Óptico, Centro Peruano de Estudios Culturales. Perú.

Ciudad de México, 1990. Arquitecto y escritor. Ha publicado en revistas digitales como Página Salmón, Irradiación, Mentekupa, Vallejo & Co., Carcaj, entre otras. Mención honorífica del Premio Bruno Corona Petit, Venezuela, 2020 y 2022. Su poemario “Para mirar los pasos” (2021), editado por Escrúpulos Editorial, recibió el Premio “Don’t Read” 2021.

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