Foto: @pauloslachevsky

19 de octubre 2020

¿La emoción del Apruebo y la razón del Rechazo?

por Rodrigo Lagos Berríos

Actualmente nos encontramos en un proceso constituyente en Chile con vistas al próximo Plebiscito Nacional que se desarrollará el 25 de octubre de 2020. En este contexto, los canales nacionales de televisión abierta han comenzado a transmitir las compañas del Apruebo y el Rechazo. Campañas que no han estado exentas de polémicas y que han generado gran revuelo mediático ya sea por la aparición de figuras como la de Gustavo Gatica o Fabiola Campillay en la franja del Apruebo, o por el discurso de Kevin Valenzuela vocero de los evangélicos por el Rechazo. Este discurso fue además ampliamente comentado y criticado en las redes sociales por utilizar argumentos dogmáticos y teológicos para satanizar la postura contraria y plantear el proceso constituyente en términos de buenos y malos. 

Ahora bien, me interesa reflexionar sobre uno de los tantos argumentos que se esgrimen en la campaña del Rechazo. Algo que a mi parecer es interesante de dilucidar y abordar pues concierne a una cuestión filosófica. Me refiero a la frase que intenta cuestionar e interpelar la legitimidad de quienes están a favor de cambiar la constitución y que señala lo siguiente: “Las personas que están por el Apruebo no tienen una razón tienen una emoción”. Frase que no resulta nada novedosa y que ya la habíamos escuchado en una formulación similar en Carlos Peña a raíz de la evasión masiva de los estudiantes en protesta por el alza de los pasajes en el metro de Santiago, y luego por el estallido social de octubre de 2019. Desde su análisis ligado al psicoanálisis, Carlos Peña decía algo así como que los estudiantes estaban impulsados por su “joven pulsionalidad”. Dicho de otro modo, Carlos Peña no buscaba más que desacreditar las demandas de los estudiantes y la organización del movimiento estudiantil, argumentado que tal accionar solo respondía a algo pulsional o, si se quiere, algo antojadizo propio de un adolescente alterado por las hormonas. Pero bien sabemos que ellos, los estudiantes, con su actuar subversivo fueron quienes hicieron despertar a Chile y justamente este “exceso de pulsión” fue lo que les permitió encarar una lucha contra todo un sistema de años de abusos y corrupciones. 

En la filosofía de Nietzsche estas pulsiones o instintos representan una dimensión fundamental del ser humano, pues precisamente aquí descansa lo más propio del ser humano lo más cercano a su primera naturaleza animal. Los instintos, los afectos, y las pulsiones del ser humano son la verdadera fuente de su conocimiento, ya que este conocimiento aún no ha sido mediatizado y distorsionado por el filtro de la conciencia. Para Nietzsche “el cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor” (Nietzsche, 2003, p. 64). El cuerpo para Nietzsche es interpretado como un campo agonístico donde hay una lucha constante de fuerzas contrarias e inconscientes. Por el contrario, “la pequeña razón”, esto es, el cogito cartesiano, el yo pienso, el intelecto, dirá Nietzsche más adelante, no es más que un instrumento del cuerpo o “gran razón” porque en el cuerpo se expresa la sabiduría inconsciente de la vida, y en él descansa la potencia creadora de lo fisiológico. Por lo tanto, el cuerpo para Nietzsche está dotado de un saber no reflexivo, una racionalidad encarnada, y más originaria que la entregada por el intelecto.

Entonces cabe preguntarse: ¿Es precisamente tan fiable la razón como para hacerla el fundamento de todas nuestras decisiones? ¿Es suficiente una racionalidad formal y objetiva libre de cualquier rasgo de subjetividad para justificar todo nuestro actuar moral en el mundo?

Si hay algo que podemos afirmar a partir de los análisis de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt es que el ser humano amparado en la racionalidad instrumental y técnica llegó a cometer una de las mayores atrocidades de la humanidad: el holocausto judío. Los campos de concentración en Auschwitz para Adorno y Horkheimer representan un símbolo de la decadencia en la historia de la racionalidad occidental. Para ambos pensadores la interpretación del antisemitismo está relacionada con la supresión del sujeto y la anulación de la subjetividad: “La transformación total de todo dominio ontológico en un dominio de medio, llevada a cabo realmente, conduce a la liquidación del sujeto” (Horkheimer, 1973, p. 103). La racionalidad instrumental en su lucha por el control de la naturaleza ha conseguido no solo hacer objeto de dominio a la naturaleza sino también al sujeto y a la humanidad para convertirla en un producto cuantificable y  mercantilizable. Por esto, el antisemita no ve un rostro humano en la existencia cosificada del judío: “los judíos son designados como su objeto absoluto, del que se puede disponer sin más” (Horkheimer y Adorno, 1998, p. 213).

Entonces la experiencia del holocausto judío nos mostró los peligros de la hegemonía de la razón instrumental y técnica que justificó los crimines contra el pueblo judío. Por lo mismo, lejos de fiarnos a ojos cerrados de la razón debemos tener claridad de que la razón se puede instrumentalizar y que esto, puede llevarnos a cometer genocidios como el ocurrido contra los judíos. Al contrario, la emoción y la sensación muchas veces despreciadas por la tradición filosófica por no ser dignas de conocimiento certero y confiable, parecen ser algo que en ocasiones nos movilizan a actuar como una colectividad organizada en torno a un sentir común y compartido. Ejemplo de lo anterior se ve reflejado en todas las manifestaciones que se produjeron tras el estallido social, donde miles de chilenos movilizados por una emoción de esperanza y al mismo tiempo de rabia, salieron de sus casas a marchar y a denunciar las injusticias y las desigualdades que se han estructurado de forma histórica en nuestro país.

Las emociones que a diferencia de los sentimientos se distinguen por su alto componente corporal y fisiológico son consideradas por la Psicología como más primitivas e instintivas y, por ende, podríamos decir que son más auténticas al no estar sujetas a una racionalización previa del sujeto consciente. Para el filósofo francés Jean-Paul Sartre: “La emoción es una determinada manera de aprehender el mundo” (Sartre, 1973, p. 83). La emoción para Sartre tiene la finalidad de cambiar la relación del sujeto con el mundo. El sujeto se encuentra en un mundo apremiante y difícil en el que tiene que actuar, y es a través de la emoción que el sujeto logra transformar estas situaciones complejas para poder abordarlas. Para Sartre la emoción es en esencia una transformación del mundo, una manera en que el mundo se me presenta y también un intento por modificarlo o cambiarlo. Por ende, no es sino gracias a emociones como la alegría, rabia, esperanza, frustración que hoy en día estamos de cara a un proceso constituyente con el objetivo de cambiar la actual constitución de Pinochet.

Si de razones se trata podría mencionar varias para respaldar el cambio de la actual constitución y votar Apruebo, por ejemplo, que el Estado garantice y asegure derechos sociales como la salud, la educación, las viviendas, mejores pensiones para la vejez, etc. Todo esto sumado al reconocimiento constitucional de nuestros pueblos originarios y de un Estado plurinacional. Sin embargo, a mi parecer mostrar que la emoción es un elemento fundamental en un contexto país donde muchas veces las emociones son reprimidas, las voces disidentes silenciadas, y las minorías excluidas. Para nosotros se torna más importante evidenciar el sentir de todo un pueblo que por años no ha sido escuchado y que no ha encontrado resonancia en una clase política sorda que no representa a nadie más que a ellos mismos, y a los intereses de los poderosos de siempre.

La palabra emoción que proviene del latín emotio y del verbo emovere (mover) significa en su origen aquello que nos mueve a la acción, algo que nos sacude y que nos con-mueve. La emoción es entonces aquello nos impulsa a actuar, a generar cambios y a posicionarnos frente al mundo desde una posición diferente. Como bien explica Sartre “en la emoción el cuerpo, dirigido por la conciencia, transforma sus relaciones con el mundo para que el mundo cambie sus cualidades” (Sartre, 1973, p. 88). Las emociones son formas que el ser humano adopta irreflexivamente con el objetivo de establecer una perspectiva diferente frente al mundo y que le permite encararlo de manera más eficiente. 

En definitiva, las emociones como pensaba Sartre transforman nuestras relaciones con el mundo y abren otros accesos a él de un modo que permanece cerrado a la razón. Por esto, no debemos olvidar el sentir de aquellos que se alzaron en las calles en octubre y que no tuvieron miedo de dar rienda suelta a sus emociones, ya que esto fue precisamente lo que permitió abrir todo un horizonte de experiencias y significados compartidos que develaron un Chile injusto y marcado por la profunda desigualdad social.

Referencias

Horkheimer, M. (1973). Crítica de la Razón Instrumental. Buenos Aires: Sur.

Horkheimer, M., & Adorno, T. W. (1998). Dialéctica de la Ilustración: fragmentos filosóficos. Madrid: Trotta.

Nietzsche, F. (2003). Así habló Zaratustra. Madrid: Alianza Editorial.

Sartre, J. P. (1973). Bosquejo de una teoría de las emociones. Madrid: Alianza Editorial.

Profesor de Filosofía y licenciado en Filosofía por la Universidad de Santiago de Chile (USACH).

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