Pintura de Lucien Freud

29 de junio 2020

Raros

por Jorge Cancino

Lemebel dijo que tenía cicatrices de risas en la espalda, yo las heredé ¿Sabe qué me pasa? Me pasa que cuando me miran en la calle, sienten un ficticio derecho a frenarme, es como si les debiera algo. Claro, les debo una explicación ¿Cómo se me va a ocurrir a mi andar así en público?

Aquí está mi cara, me gusta más «rostro», suena más elegante y a estas alturas la elegancia es de lo pocos fuegos que puedo tirar. Entonces, aquí esta mi rostro, no, nadie me ha pegado, tengo una cicatriz enorme, parece que me hubieran metido una navaja en la boca y hubieran hecho fuerza hacia afuera.

Yo ya tengo 32, tampoco es que esté viejo, pero la crisis de la mediana edad se la dejo a los siúticos que tienen cabeza para angustiarse por la edad. ¿Sabe cuáles crisis si tuve? Unas de dolor que me hacían babear, perdí tantas veces el conocimiento. Parecía un algo, una cosa inhumana despreciable. Esa misma crisis aún las tienen niños como su hijo que va al jardín, pero que el único jardín que ven es el del patio del hospital

No se engañe, esa cueca solidaria que hace todos los fines de año no me convence ¿Sabe? Por que sé que «levántate papito» va a durar lo que dura la palabra «consciencia» en su garganta. Sé que se va a levantar para cumplir con ese baile mediático y evitar el juicio social. El resto del año son todos gordos, narigones, negros, chicos, pobres, rotos, inmigrantes, indignos y sucios. El resto del año su hijo hace comunidad para en grupo güebiar al gordo del curso. Yo no fui gordo, tuve la suerte de tener comida en la casa pa’ no andar comiendo cualquier cosa en al calle.

Nunca fui a la disco con esperanzas, para mi era un ritual que había que cumplir porque es lo que hacen los adolescentes, y tenía amigos secos pa´la disco y uno es un animal social. Después entendí que lo mío iba por otro lado, que mi Tinder estaba en hablar de corrido y escribir medianamente bonito.

Un día decidí no suicidarme, pero respeto tanto a los que lo han hecho, porque puta que hay que tener el corazón apretado y la guata dura para apretar el gatillo, juntar las pastillas o sostener la soga. No se confunda, no soy suicida, tampoco homicida. Soy un weon normal que tiene un tumor en la cara ¡Perdón! en el rostro.

Y usted, pase de largo, mire que después de tanto bisturí y morfina, no le voy a tener miedo a sus trancas de infancia y a sus delirios megalómanos, bien sabemos que a estas alturas, el lastimero es otro.

Licenciado en Historia. Estudiante de Magíster en Teoría e Historia del Arte, Universidad de Chile.

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