26 de julio 2021

[Sorgo y acero:] 4. RUINA + CONCLUSIÓN

por Chuang (闯). (Traducido por Harijan Fernández)

Séptima y última entrega de una serie de traducciones de textos escritos por el colectivo Chuang sobre la historia social y económica de la República Popular China. Para ver los otros textos, aprieta acá.

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Crítica de clase en la Revolución Cultural

Pero esta estructura de clase doblemente dividida no era inmediatamente evidente para aquellos ubicados dentro de ella. De hecho, las designaciones de clase de la era pre-revolucionaria fueron la forma principal mediante la cual se concebía la “clase” tanto durante el movimiento de las Cien Flores1, como en la primera parte de la Revolución Cultural. Esto no es sorprendente dada la relevancia persistente de la categoría para la ubicación de cada uno dentro de la jerarquía de privilegios. Pero a medida que la Revolución Cultural continuó, esta definición de clase fue desafiada, modificada y derrocada por nuevas comprensiones que competían por hallar las raíces de la crisis del régimen de desarrollo. Finalmente China vería la gestación de una dispersa y embrionaria facción de “ultra-izquierda” (jizuopai), que comenzaría a articular la clase en términos de las estructuras de poder que de hecho estaban establecidas bajo el socialismo. Aunque se desarrolló rápidamente, esta facción fue apuntada por el Estado y desmantelada a través de la represión militar, el encarcelamiento en masa y rustificación antes de que pudiera cobrar cohesión.

De hecho, las designaciones de clase de la era pre-revolucionaria fueron la forma principal mediante la cual se concebía la “clase” tanto durante el movimiento de las Cien Flores1, como en la primera parte de la Revolución Cultural.

1Aquí habían algunas excepciones notables, apareciendo en artículos y discursos de individuos tales como Liu Binyan, Zhou Dajue y Lin Xiling durante el período de la campaña de Las Cien Flores.

Esto no es sorprendente dada la relevancia persistente de la categoría para la ubicación de cada uno dentro de la jerarquía de privilegios. Pero a medida que la Revolución Cultural continuó, esta definición de clase fue desafiada, modificada y derrocada por nuevas comprensiones que competían por hallar las raíces de la crisis del régimen de desarrollo. Finalmente China vería la gestación de una dispersa y embrionaria facción de “ultra-izquierda” (jizuopai), que comenzaría a articular la clase en términos de las estructuras de poder que de hecho estaban establecidas bajo el socialismo. Aunque se desarrolló rápidamente, esta facción fue apuntada por el Estado y desmantelada a través de la represión militar, el encarcelamiento en masa y rustificación antes de que pudiera cobrar cohesión.

Al principio la comprensión predominante de “clase” fue profundamente conservadora. Los primeros en responder al llamado a “rebelarse” del Partido fueron los hijos relativamente afortunados de las élites políticas concentrados en las mejores universidades del país. Estos estudiantes no percibían intuitivamente la estructura de clase sobre la cual se posaban y tenían muy poco contacto con la mayoría campesina del país. “Clase” fue por lo tanto comprendido de una forma consistente a las categorías oficiales administrativas. Ellos venían de “buenos” orígenes de clase, como hijos de cuadros, de soldados revolucionarios o mártires, mientras que sus alrededores estaban llenos de gente de “malos” orígenes de clase: los que habían sido pequeños dueños de tienda, dueños de talleres o capitalistas antes de 1949, así como aquellos que habían sido designados “derechistas”, “malos elementos” o “contra-revolucionarios” durante distintas campañas de rectificación. Tal como los estudiantes de linaje “rojo” tomaban parte de la gloria de sus padres, así también los hijos de esas familias “negras” (es decir mal origen de clase) tomaban parte de la vergüenza de sus padres. Aquí “la interpretación prevaleciente del problema de clase” venía en la forma de la “teoría de línea de sangre” (xuetong lun), en la cual se entendía que la clase designaba un linaje símil a la casta heredada del período revolucionario.2

Estos primeros meses de la Revolución Cultural, desde el verano al otoño de 1966, fueron en gran medida limitados a Beijing, una ciudad donde la teoría de linaje de sangre podía fácilmente concordar con la geografía urbana que condujo a su crecimiento. La ciudad era en gran medida un centro administrativo, con una alta concentración de oficiales del Partido en las mejores universidades. Incluso antes de la revolución no había sido un centro industrial, poblado en su lugar por “una aglomeración amorfa de pequeños comerciantes, artesanos, obreros contratados, monjes y monjas, adivinos, artistas tradicionales, empleados de gobierno, así como miembros de las profesiones liberales, tales como profesores y doctores”.3 Entonces después de la revolución la ciudad se encontró dividida entre oficiales de Estado y variados habitantes de orígenes de clase “no rojos”, con muy poca población de trabajadores comparado a otras ciudades chinas, y una cohorte todavía más pequeña de estudiantes de familias campesinas. Ésto creó una situación en que los estudiantes de Beijing estaban “divididos entre una minoría proveniente de familias de cuadros y militares, y una mayoría viniendo de varias categorías no rojas urbanas, junto a los de hogares negros”.4 En esta atmósfera el grupo más temprano de “Guardias Rojos” se formó en la Escuela Media (cursos del nivel 7-12) asociada a la Universidad de Tsinghua y defendía principalmente la política de línea de clase del Partido, criticando y atacando a los estudiantes y profesores de orígenes no rojos.

La membresía de estos grupos de guardias rojos estaba altamente restringida y la demografía de Beijing aseguraba que “solo alrededor del 15% al 20% de los estudiantes de enseñanza media fueran elegibles”5 Estas facciones conservadoras también eran notoriamente brutales, llevando a cabo allanamientos a los hogares, armando prisiones improvisadas en las cuales golpeaban e interrogaban a aquellos provenientes de orígenes de clase “negros” y exigían a los estudiantes de linajes políticamente “impuros” a “entrar a las salas de clase solo desde la entrada trasera”. Incluso hubo demandas puestas en pósters de grandes caracteres llamando a los hospitales a parar las transfusiones de sangre desde las familias rojas hacia las no rojas y a prohibir enteramente las donaciones de individuos de mal linaje.6

En la ciudad a aquellos con malos orígenes de clase les era negado el servicio en restaurantes, en buses y hospitales. Fueron dadas advertencias declarando a Beijing como la capitial revolucionaria, fuera de los límites para aquellos de familias negras, y los conservadores y facciones de guardias rojos facilitaron deportaciones masivas: “entre agosto tardío y mediados de septiembre de 1977, hasta 77.000 fueron desterrados de Beijing hacia el campo remoto”. Cerca de la mitad de aquellos desterrados (30.000) eran simplemente dependientes de aquellos que tenían estatus de mala clase antes de la revolución. Mientras tanto, “asesinatos dispersos de categorías negras ocurrían a diario”.7

Sin embargo la inclinación conservadora de los primeros meses de la Revolución Cultural, pronto vería una reacción en cuanto los estudiantes de orígenes no-rojos se organizaron en defensa propia. Reforzados por el llamado a atacar la “línea burguesa reaccionaria” dentro del Partido mismo, aquellos dejados fuera de los círculos privilegiados de los guardias rojos ahora fueron envalentonados para atacar directamente a cuadros del Partido y a oponer a los estudiantes conservadores que los defendían. Estos ataques pronto escalaron y “con la caída abrupta de cuadros altos como promotores de la vía capitalista, aquellos rojos de nacimiento que alguna vez habían gozado de poder y privilegio se encontraron sumergidos al estatus de bastardos de una noche a la mañana”.8

Pero esto todavía no proveyó un clima en que perspectivas de clase verdaderamente alternativas pudieran afianzarse. Ahora en lugar del linaje de sangre, el foco era en “los promotores de la vía capitalista dentro del Partido”, quienes eran retratados como capitalistas conspiracionistas. “Agentes del GMD”, o contra-revolucionarios. Estas categorías extravagantes fueron incluso aplicadas a altos funcionarios caídos en desgracia como Liu Shaoqi y eventualmente Lin Biao. La clase entonces estaba aún fuertemente atada al estatus de clase pre-revolucionario, solo que ahora convertido en una teoría conspirativa en la cual los previos detentadores del poder se habían infiltrado secretamente en el Partido hasta la cúspide y tenían que ser extirpados por las masas. Después de que los “promotores de la vía capitalista” fueron desterrados, el Partido recuperaría su pureza. Más tarde esta posición sería ligeramente modificada por la facción de Mao en el Partido, la cual oscilaba entre sostener la versión de teoría conspirativa de clase y una concepción que reconocía que el impulso desarrollista socialista mismo había sido capaz de producir nuevos promotores de la vía capitalista que no eran agentes de la vieja burguesía. Sin embargo, la solución en ambos casos siguió siendo la misma: tamizar lo bueno de lo malo para revivir el mandato popular del Partido.

No fue sino hasta el tardío 1966 y temprano 1967 que perspectivas más radicales de clase comenzaron a ser formuladas, a medida que la Revolución Cultural se esparció desde Beijing hacia las otras ciudades chinas donde las guerras de facciones entre estudiantes se reemplazarían con movilizaciones masivas generalizadas atravesando los segmentos privilegiados y desaventajados de la población urbana. El primer pico de esta movilización general llegó en Shanghai durante el invierno de 1966-1967. A este proceso de radicalización luego se le referiría como la “Tormenta de Enero”, coronada por la formación de la “Comuna de Shanghai” a inicios de febrero.9 Pero pese al nombre radical, la Comuna de Shanghai fue en realidad la primera en una serie de derrotas que llevarían finalmente al cierre de los potenciales desatados durante los primeros años de la Revolución Cultural.

De todas las ciudades chinas, Shanghai había sido un semillero de descontento durante gran parte de la historia socialista. Totalmente diferente a Beijing, era poblada por una enorme clase trabajadora, gran parte de la cual había experimentado la oleada de huelgas de la década anterior. Pero a diferencia de los tardíos 1950, cuando los trabajadores antiguos habían encabezado la represión de las huelgas de una minoría de trabajadores temporales y jóvenes, ahora Shanghai encontró una porción mucho más grande de su fuerza de trabajo en posiciones más precarias. Se estima que a mediados de los 60 los trabajadores temporales y “obreros-campesinos” conformaban hasta el 30% o 40% de la fuerza de trabajo no agrícola de Shanghai.10 Una gran parte de estos trabajadores temporales eran mujeres, a medida que el sistema “canalizaba a las mujeres hacia trabajos de pagas más bajas y menos seguras en pequeños talleres de vecindario, tiendas minoristas y equipos de trabajo temporal”, con alrededor de 100.000 mujeres empleadas en tales ocupaciones en 1964.11

Mientras los salarios habían comenzado a estancarse y los beneficios no salariales estaban restringidos a medida que la inversión se redirigió desde el “primer frente” desde las ciudades costeras hacia el “tercer frente” de las provincias Occidentales. Más importante aún, las políticas de retracción post-GSA habían visto a millones deportados hacia el campo a programas de rustificación. Solo en Shanghai, la “fuerza industrial tuvo una reducción (jingjian) de alrededor de 15% al 20% -más de 300.000 trabajadores- entre 1961 y 1963. Alrededor de 200.000 de esos trabajadores fueron reasignados a zonas rurales […] y por lo tanto perdieron su preciado estatus de residencia urbana”.12 Pese al apoyo entregado al Estado en 1957, muchos de aquellos atrapados en esos despidos masivos eran trabajadores veteranos, ya que su costo de mantención era más alto. Cuando la inversión se expandió de nuevo a mediados de los 60, un pozo de rústicos también fue “re-asentado en los suburbios rurales para ser vueltos a contratar como mano de obra temporal”, reteniendo su hukou rural.13

Esto efectivamente recreó la situación urbana explosiva que había existido en 1957, pero ahora a una escala mucho más grande. Los trabajadores temporales no solo comenzaron a ralentizar la producción a fines de 1966, sino que con la emisión de los despidos empezaron a formar sus propias organizaciones independientes. Ya por noviembre de 1966, la primera organización mayor de trabajadores temporales se había formado, llamada la “Cuartel Rebelde de los Trabajadores Rojos”. A diferecia de los grupos de estudiantes de Beijing, esta no era una pequeña facción organizada alrededor de una o dos instituciones, sino una red de organización paraguas masiva que “pronto se volvió uno de los grupos rebeldes más grandes de la ciudad, con más de 400.000 miembros”. Ni fue una tendencia limitada a Shanghai. Durante el mismo mes, temporales de todo el país formaron los “Cuarteles generales de Trabajadores Rebeldes de China”, y “el grupo se expandió rápidamente, estableciendo ramas en más de una docena de provincias” y realizando ocupaciones en la FNS (Federación Nacional de Sindicatos de China) y sede del Ministerio del Trabajo.14

Combinado a la agitación de los temporales, los rústicos -particularmente la juventud rustificada- comenzó a retornar a las ciudades desde las cuales había sido deportada, demandando el restablecimiento de sus trabajos y estatus de hukou urbano. Los rústicos también formaron sus propios grupos independientes, de los cuales el más grande fue el Cuartel Rebelde de Trabajadores Apoyando la Agricultura con “alrededor de 100.000 miembros y simpatizantes”. El número total de grupos rebeldes en Shanghai se disparó a más de 5.300.15

Las autoridades municipales pronto cedieron a las demandas de los trabajadores. El resultado fue que las “fábricas revisitaron, aunque con mucha más violencia, el patrón encontrado en el GSA, cuando los comités del Partido abrieron las puertas de las fábricas al exterior y proveyeron estatus de tiempo completo a multitud de nuevos trabajadores”. Simultáneamente, las estructuras de planificación fueron nuevamente simplificadas y decentralizadas, con “los departamentos funcionales siendo reemplazados por “grupos” (zu) con poderes más amplios sobre la mano de obra, finanzas, planificación y otras materias”. Las empresas administradas centralmente decrecieron dese “alrededor de 10.500 en 1965 a solo 142”.16 Esto dio a las empresas y autoridades municipales el poder de otorgar pagos atrasados y bonos de largo alcance, así como transferir temporales a estatus permanente”.17

Las luchas entre facciones de trabajadores también aumentaron. El más visible de estos conflictos fue entre los “Guardias Escarlata”, conformado por “trabajadores calificados, activistas del Partido y cuadros de bajo nivel que alguna vez habían gozado del apoyo del liderazgo municipal”, y el Cuartel General de los Trabajadores, una organización paraguas de varias otras grandes organizaciones de trabajadores. Los Guardias Escarlatas fueron derrotados por el CGT y “las vías férreas conectando Shanghai con Beijing fueron cortadas”. Mientras tanto “la producción decayó precipitadamente, y la economía de la ciudad fue prácticamente paralizada porque numerosos trabajadores se retiraron de sus puestos de trabajo […]”.18 En la ciudad la escasez de suministros vería tiendas saqueadas y una fuga desde los bancos cuando la gente comenzó a temer por la seguridad de sus ahorros.

A medida que esta parálisis económica y política se esparció, se abrió una ventana para que los trabajadores pudieran tomar control directo, aunque inicialmente caótico, sobre la producción y la vida diaria. Este proceso fue facilitado por la estructura establecida en sus nuevas organizaciones, que a estas alturas todavía eran independientes del Partido. Pero en Shanghai este fenómeno sería de corta duración. La proclamación de la Comuna de Shanghai representaba la habilidad del Partido de dividir y conquistar estos nuevos grupos de trabajadores. La “toma del poder” adquirió el carácter contradictorio de ser un esfuerzo desde el Estado central por restaurar el orden cuando las autoridades locales habían colapsado y las demandas de los trabajadores se volvieron excesivas y “de carácter económico”. Los agentes del Estado intervinieron en nombre de los mismos trabajadores que habían roto ese orden en primer lugar, retratando tal intervención como si fuese un producto de la actividad de los trabajadores.

La primera etapa de esta restauración, a fines de enero, vería al ELP llamado a “tomar control de las instalaciones de comunicación y de transporte, supervisar la estabilización política y producción económica, y conducir la educación ideológica”.19 En efecto, los militares estaban tomando control de nodos de infraestructura clave para prevenir que éstos cayeran en manos rebeldes, todo enmarcado en el lenguaje de “apoyar a la izquierda”. Mientras tanto, esto puso a los militares en posición de alerta hacia el tejido urbano, preparándolos para reprimir cualquier oposición peligrosa que pudiera emerger pese al llamado del Partido al orden.

Fue en este punto que el Partido apoyó la formación de la “Comuna del Pueblo de Shanghai”, aparentemente una federación democrática de grupos de trabajadores que tomaría la administración general de la ciudad. Con la creación de este nuevo aparato el Partido explícitamente invocaba el lenguaje de la Comuna de París incluso cuando aseguraba que el control real fuese transferido a la ocupación del ELP. Al momento de su inauguración, “según se informa la mitad de los rebeldes de la ciudad se erguían desafiantes afuera” de la “Comuna de Shanghai”, que había sido reunida bajo el liderazgo de representantes del Partido y que tenía “solo una federación selecta entre los grupos masivos de Shanghai incorporados como su columna vertebral”. Entre sus primeras declaraciones fue una ordenanza que movilizaba a los militares y policías a buscar a aquellos que pudieran “socavar la Gran Revolución Cultural, la Comuna del Pueblo de Shanghai y la economía socialista” y a “reprimirlos resueltamente”.20

Pronto incluso esta “Comuna” fue vista como excesiva y Mao recomendó reemplazarla por algo en la línea de las “triples alianzas” iniciadas en el Norte de China. Ésta se volvió la base para los nuevos “comités revolucionarios tres-en-uno”, dirigidos por oficiales militares, cuadros del Partido y representantes provenientes de organizaciones rebeldes preseleccionadas. Estos comités “crecientemente dominados por los militares, se volverían el principal modelo para constituir el nuevo órgano de poder y reconstruir el orden político”. Las regiones que todavía no eran consideradas adecuadas para tales alianzas eran en cambio puestas bajo gobiernos militares de facto. Ya por marzo de 1967, “cerca de 7.000 agencias a nivel nacional estaban bajo control militar”, incluyendo “diez de las veintinueve provincias”. Esto comenzó la expresa “militarización de la política china”, que sería un rasgo persistente de la organización industrial a lo largo del resto de la era socialista.21

Sería errado, sin embargo, entender esta intervención militar como una represión generalizada y violenta de una población politizada demandando formas más participativas de gobierno. De hecho, la vasta mayoría de los rebeldes sostenían posturas políticas poco claras o contradictorias, si es que las tenían. Eran “simplemente rebeldes, no revolucionarios22. Había poco que idealizar en la mayoría de estos grupos:

“Ellos rara vez pensaron formas estructurales de sobreponerse a los males sociales que existían en la China pre-RC; ellos nunca se cuestionaron si una vieja estructura de poder con nuevos sostenedores del poder sería capaz de hacer cualquier cambio fundamental; y ellos no tenían idea sobre qué harían con ese poder. En cambio, estaban interesados en el poder por el poder.23

El régimen de desarrollo socialista sometido a una severa presión comenzó a perder control. En lugar de osificarse en una burocracia, la resurreción de formas imperiales de gobierno o la transición hacia el capitalismo, el riesgo era ahora la fragmentación política total -una tendencia recurrente en la historia del continente asiático. El Partido respondió a esta amenaza desplegando los militares en una escala no vista desde el fin de la revolución, efectivamente forzando al régimen de desarrollo de vuelta al orden. Los rústicos fueron devueltos al campo, las “organizaciones de trabajadores temporales fueron proscritas y sus líderes arrestados”, y más importante aún, se previno que las organizaciones independientes se propagaran hacia las áreas rurales.24

Las nuevas tendencias de pensamiento:

Pese a las meras políticas de poder subyacentes a gran parte de la actividad de los rebeldes, también emergieron las así llamadas “nuevas tendencias de pensamiento” (xinshichao), algunas de las cuales eran más coherentemente comunistas en naturaleza. Estas tendencias de pensamiento comenzaron a reconcebir el concepto de clase bajo el socialismo y hacer propuestas tentativas para reestructurar la sociedad. Cuando fueron reprimidas, muchas de estas tendencias fueron denominadas con el término despectivo de “ultra-izquierda” (jizuopai) puesto por sus adversarios. Señales de esta tendencia eran visibles ya desde el invierno de 1966-67 en Beijing, cuando Yu Luoke, un trabajador temporal de mal origen de clase, ayudó a fundar un diario que publicaba artículos en los cuales se oponía a la teoría de linaje de sangre y los excesos de los grupos conservadores de guardias rojos. Yu finalmente fue encarcelado y ejecutado, pero sus simpatizantes pronto formarían la “Facción del 3 de Abril (si san pai)”, que publicó el artículo “Sobre las Nuevas Tendencias de Pensamiento”, identificando esta tendencia naciente.25

La Facción del 3 de Abril estaba publicando en un tiempo en que el país estaba virulento de conflictos armados entre facciones rebeldes. En julio de 1967, el Incidente de Wuhan vería a Chen Zaidao, comandante de la división local del ELP, respaldar una facción rebelde conservadora en su ataque contra una facción opositora formada de estudiantes y trabajadores no calificados. Las tropas de Chen asediaron la ciudad de Wuhan, rehusando obedecer órdenes y finalmente tomando como rehenes a oficiales de alto rango. Unas mil personas fueron asesinadas en el caos antes de que Beijing mandara otra tropa de divisiones militares a reprimir el motín. A nivel nacional, el resultado fue que muchos de los rebeldes se convencieron de la necesidad de “atacar al puñado de promotores de la vía capitalista dentro del ejército”, y entre fines de julio e inicios de agosto, “organizaciones de masas allanaron depósitos y cuarteles del ejército, e incluso atacaron trenes que llevaban material de guerra a Vietnam”.26

Pero otros rebeldes tomaron esto como una oportunidad para dar un paso atrás y analizar la situación. Los conflictos armados comenzaron a calmarse a medida que los militares aseguraron su control y se establecieron nuevos órganos de poder. En muchas ciudades “líderes rebeldes estaban peleando avariciosamente por cupos en los comités revolucionarios venideros”, a menudo vendiendo su propio respaldo para lograrlo.27 Este fenómeno convenció a muchos dentro de la naciente ultra izquierda de que los comités eran una impostura, que disfrazaba el ejercicio del poder con una nueva clase burocrática, la cual había sido generada por el propio sistema socialista, mientras los cuadros y técnicos tomaron propiedad de facto de la propiedad colectiva “del pueblo”. Esta nueva concepción de clase llevó a grupos tales como la Facción del 3 de Abril a argumentar que “el objetivo de Revolución Cultural era por lo tanto redistribuir la propiedad y poder y destruir los fundamentos de la nueva clase privilegiada”.28

Durante esta calma temporal, varias ciudades vieron la formación de grupos de estudio y períodicos sobre las “nuevas tendencias de pensamiento”. Aunque la distribucion de su material era relativamente limitado y muchos de tales grupos fueron rápidamente suprimidos, la misma condena de estos grupos tenía a menudo el efecto no intencional de darles atención nacional y esparcir su literatura aún más lejos. Pronto grupos de Nuevas Tendencias podían encontrarse en Wuhan, Changsha, Guangzhou, Beijing y otras ciudades. Los temas centrales para tales grupos eran la noción de que una nueva clase privilegiada había emergido en la forma de burócratas estatales, que la clase dominante explotaba al pueblo de China, especialmente los campesinos, y que solo una guerra civil revolucionaria que pudiera derrocar esta nueva clase podría resultar en una sociedad comunista. Sin embargo más allá de esto los grupos diferían ampliamente en cuanto a los detalles.

La mayor parte permanecieron pequeños y sostenían ideas divergentes, si es que tenían alguna, sobre el paso siguiente para avanzar hacia la revolución. Muchos abogaban por la formación de un nuevo Partido ralmente comunista -pero dónde y cómo ésto podía hacerse no quedaba claro. De modo similar, las “nuevas tendencias de pensamiento” sostenían una variedad de posturas (y a menudo cambiaban) respecto a cuál debía ser su la relación hacia los nuevos órganos de poder tales como los Comités Revolucionarios. La mayor parte de estos grupos abogaban por la “comuna del pueblo” como un modelo político alternativo, pero de nuevo, la estructura concreta de tales comunas se proponía solo en términos vagos que diferían de un grupo a otro: La Comuna de París se volvió su modelo simplemente porque era el único modelo que conocían que era cercano a su ideal”.29 Ésto significaba que pese a la referencia histórica concreta, “nunca se preguntaban cómo había funcionado realmente la Comuna de París y […] nadie se molestó en elaborar exactamente cómo sería la Comuna del Pueblo de China”.30

Muchos académicos retratan las Nuevas Tendencias como poco más que pequeños grupos intelectuales con “poca experiencia en la vida”, proponiendo un “igualitarismo utópico” que fue separado de una práctica organizacional real.31 Pero esto tiende a enfatizar la importancia de los teóricos individuales por sobre la dinámica producida por ellos. Yang Xiguang, autor de “Whither China” y uno de los pensadores mejor conocidos de este campo, propuso en cambio que la función de la nueva “red de sociedades de estudio” sería la de “constituir la forma organizacional de base social y reconstrucción política” y a facilitar la “auto-educación de la juventud, que tenía que descubrir la base racional de su revuelta en gran medida instintiva. Por consiguiente, sus organizaciones tenían que volverse el centro de una investigación y estudio sistemáticos”.32 Esto insinúa la conciencia de que la historia es primaria para la teoría, para Yang y otros como él, una consecuencia auto-consciente de la lucha de masas que los rodeaba.

El riesgo para el Partido era que esta auto-consciencia pudiera expandirse al resto de los segmentos proto-proletarios de los que Yang y otros como él formaban parte. En algunas partes de China, la naciente ultra-izquierda parecía ganar aceptación más generalizada entre las organizaciones de trabajadores temporales y rústicos a medida que estos últimos chocaron con los límites materiales identificados en los escritos de la ultra-izquierda. Estas organizaciones se encontraron excluidas, debido a su “economicismo”, de los nuevos Comités Revolucionarios, y luego proscritos y atacados por el ELP.

Donde la tendencia fue más fuerte fue en Changsha, donde un pequeño grupo de ultra-izquierda existía bajo el auspicio de Shengwulian (un acrónimo para el Comité de la Gran Alianza Porletaria Provincial de Hunan), una coalición de organizaciones rebeldes sueltamente organizada incluyendo varios grupos grandes con amplio apoyo en pequeñas fábricas y cooperativas.33 Entre sus miembros más activos estaban decenas de miles de jóvenes rusticizados, como también veteranos del ELP insatisfechos, anteriormente del “ejército de la Bandera Roja” que sostenía “noventa columnas de supuestamente 470.000”. Además otros miembros de la coalición “Tormenta del Río Xiang” se unieron al Shengwulian, incluyendo alianzas de aprendices, trabajadores temporales, trabajadores en la industria ligera y sector del transporte, y grupos de estudiantes y profesores.34

Los rusticizados, siendo el segmento más móvil de las fuerzas rebeldes, también llevaban el mayor potencial de esparcir información y vincular múltiples luchas locales. La familiaridad de los rusticizados tanto de la ciudad como del campo también creaba la posibilidad de que esta nueva ola de oposición más militante pudiera propagarse hacia la mayoría campesina. Se documentó que los rusticizados afiliados con grupos de “ultra-izquierda” viajaban entre Guangzhou, Changsha y Wuhan, participando en variadas actividades en cada ciudad y compartiendo experiencias. A fines de 1967, “delegados de una docena de provincias se reunieron en Changsha para discutir temas de preocupación apremiante”.35 En Wuhan, Lu Lian de un grupo de Nuevas Tendencias llamado la “Sociedad del Arado”, teorizaba que “un nuevo levantamiento del movimiento campesino” vendría en el invierno de 1967-68, y la Sociedad del Arado intentó vincularse con grupos campesinos en la zona rural circundante.36 De modo similar, el Shengwulian intentó enviar equipos de investigación hacia las zonas rurales al estilo del temprano PCCh.

Represión, concesiones y terror:

Finalmente estas corrientes más activas de ultra-izquierda fueron aplastadas junto a las otras. Entre las principales razones de su fracaso en el intento de expandirse fue la represión militar y el terror conservador. Sobre el curso de 1967 y 1968, fue llevada a cabo una de las campañas más extensas de violenta represión desde el fin de la guerra revolucionaria, cuando el ELP sofocó la lucha entre facciones y estableció Comités Revolucionarios en cada una de las provincias de China. Ésto fue seguido, entre 1968 y 1972, por varias otras campañas, esta vez llevadas a cabo por los Comités mismos, representando grupos conservadores rebeldes y secciones privilegiadas de la población, con el objetivo de purgar “los enemigos de clase que supuestamente habían instigado la lucha de facciones”.37

Pese al retrato común de la Revolución Cultural como “diez años de caos” en que las facciones de cada persuasión chocaron violentamente en las calles, trayendo al país al borde de la guerra civil, ahora hay bastante evidencia de que la mayoría de la violencia de esta era fue llevada a cabo por grupos conservadores rebeldes y por los Comités Revolucionarios (dominados por el ELP). El momento de los picos de violencia en cada provincia siguió al establecimiento de estos Comités, comenzando en las ciudades y finalmente propagándose hacia el campo en una campaña de terror estatal de largo alcance:

“Solo el 20% a 25% de aquellos asesinados o permanentemente lesionados o que sufrieron de persecución política [durante la Revolución Cultural] se encontraron con tal infortunio antes del establecimiento del Comité Revolucionario de su condado. Ésto significa que la vasta mayoría de las bajas no fue el resultado de los Guardias Rojos arrasando o incluso de combate armado entre organizaciones de masa compitiendo por el poder. En cambio, parecen haber sido el resultado de acción organizada por nuevos órganos políticos y del poder militar. A medida que consolidaron y ejercieron su poder, a menudo en regiones muy remotas, llevaron a cabo masacres de civiles inocentes, aplastaron la oposición organizada, y condujeron campañas masivas para desenmascarar traidores que a menudo dependían de interrogaciones a través de tortura y ejecuciones sumarias.”38

De ese “20 a 25 por ciento” que fue asesinado o atacado previo al establecimiento de los Comités Revolucionarios, indudablemente hubo víctimas de luchas entre facciones y otros conflictos, pero muchos también eran de aquellos con orígenes de familia “negros” perseguidos por los rebeldes conservadores en los primeros meses de la Revolución Cultural.39

Hubo relativa continuidad entre este terror y el terror estatal de más largo alcance que le seguiría, ya que muchos de los grupos rebeldes eran precisamente las organizaciones “economicistas” de protoproletarios temporales, rusticizados, aprendices y obreros campesinos. Entre éstos, eran los grupos de “nuevas tendencias” los que eran reconocidos como la mayor amenaza, pese a su tamaño más pequeño. Recursos significativos del Estado fueron vertidos primero hacia propaganda que denunciaba sus posiciones como “anarquistas” y “economicistas”, y luego hacia el encierro sistemático de todos aquellos incluso lejanamente afiliados a aquellos grupos, para interrogarlos, encarcelarlos o ejecutarlos.

Esta correlación entre picos de violencia represiva y la fundación de nuevos órganos de poder estatal (formado por cuadros, oficiales militares y representantes de los trabajadores urbanos más privilegiados) señala que gran parte de la violencia que fue desatada durante la Revolución Cultural puede entenderse mejor como una suerte de terror blanco disfrazado de traje rojo, preparado para la represión de cualquier potencial comunista latente en la actividad de los rebeldes mayormente conformado de proto-proletarios. La expansión de esta violencia desde la ciudad al campo40 (pese a la pequeña densidad de grupos rebeldes rurales), sugiere que este terror blanco fue también una respuesta al riesgo de que la conflagración pudiera expandirse desde el proto-proletariado urbano (especialmente rusticizados) hacia la mayoría nacional campesina.

Sin embargo el fracaso de las “nuevas tendencias” en la Revolución Cultural no puede atribuirse solo al terror. Factores estructurales inclinaron las probabilidades en su contra, especialmente la atomización de la sociedad china en empresas y unidades colectivas, incluyendo las restricciones de movilidad. Solo los rusticizados y los obreros-campesinos de verdad se movían entre las zonas urbanas y rurales, e incluso ellos permanecían bastante dentro del rango de la ciudad. La mayor parte de los trabajadores y campesinos rara vez salían de su propio condado o ciudad, e incluso los trabajadores urbanos tenían la mayor parte de sus necesidades básicas cubiertas dentro de sus propias empresas. La autarquía aseguraba que los lazos entre regiones, empresas y el estrato privilegiado fuesen débiles. Cuando los lazos interregionales comenzaron a formarse por la búsqueda de vinculación entre grupos rebeldes a menudo éstos estaban armándose desde cero.

Quizás hasta más importante, la estructura de privilegios del Estado socialista no estaba en una crisis terminal. Muchos de los privilegios asociados con trabajar en una industria pesada de propiedad estatal se mantendrían de alguna forma por unos treinta años más, con los despidos masivos en las empresas nacionales de propiedad estatal comenzando recién hacia los años 90. Aunque el número de trabajadores proto-proletarios aumentó en los 60, no estaban creciendo homogéneamente a lo largo del país, ni había crecido hasta incorporar una cantidad siquiera cercana a la mayoría de la población. Aunque el número había fluctuado, en 1981, después de que había comenzado la era de la reforma y más de una década desde la Revolución Cultural “corta”, alrededor del 42% de todos los trabajadores industriales todavía eran empleados en empresas de propiedad estatal, produciendo el 75% del producto bruto industrial del país.41 En el tiempo de la Revolución Cultural, el proto-proletariado era más grande en las ciudades costeras del sur, con su base en la industria ligera, así como en ciertas ciudades interiores de ríos portuarios tales como Wuhan y Changsha. Era más pequeño en el noreste, en ciudades como Harbin y Shenyang, donde la industria pesada todavía era dominante.

Este proto-proletariado estaba formado mayoritariamente por mujeres, trabajadores jóvenes y campesinos fuera de temporada. Esto significaba que la larga tradición patriarcal, la estructura salarial socialista basada en antigüedad y la división del grano ya habían asegurado que cualquier batalla contra la marginalización sería luchada en terreno desigual, con el proto-proletariado forzado a combatir no solo contra el Partido y los militares, sino un gran segmento de la generación que había peleado y triunfado una guerra de liberación. En otras palabras: el problema básico enfrentado por los rebeldes era que el Partido era capaz de retener una legitimidad suficientemente significativa entre la población general, de modo que desafiarlo era también desafiar un gran segmento de la clase trabajadora, que gozaba de una combinación de beneficios concretos e ideológicos bajo el régiment existente. El Estado-Partido no era una fuerza externa pesando sobre una población reacia. Era una estructura extensa, clientelista basada en “redes verticales de lealtad” que estaban “marcados públicamente de modo regular” y reproducidos por la cooperación activa de parte de muchos trabajadores.42 Dada la autoridad ideológica y poder real detentado por trabajadores mayores (especialmente masculinos), los marginados podían encontrar difícil de legitimar enteramente lo que serían efectivamente preparativos para una nueva guerra civil contra los ganadores de la anterior.

La Revolución Cultural “larga” vería el aseguramiento violento de nuevos órganos de poder combinados con amplias concesiones a este segmento leal de la población. Otra explosión de industrialización vino con el nuevo “salto adelante” de 1970. Las industrias recientemente militarizadas sobrellevaron una expansión, la planificación fue nuevamente decentralizada, y más inversión fue canalizada hacia el campo, resultando en una completa recuperación de la producción desde las bajas de la Revolución Cultural “corta”. Los próximos años verían una moderación de estas políticas, pero siempre hubo un énfasis en retener el apoyo de los segmentos leales de la población, pese a las medidas de austeridad. Una de las concesiones más importantes fue la extensión masiva de la educación básica, especialmente a los niños rurales: “la rápida expansión de la educación básica durante la década de Revolución Cultural permitió -por primera vez- que la gran mayoría de los niños chinos completara la escuela primaria y atendiera a la escuela secundaria”.43 Concesiones similares fueron hechas en salud y en las prácticas de reclutamiento de fábricas, militares y el Partido.

Al mismo tiempo, las universidades de alto nivel del país fueron efectivamente cerradas y los hijos privilegiados tanto de elites “rojas” como “expertas” fueron enviadas a campos y fábricas a participar en trabajo manual. Aunque estas reformas estaban firmemente arraigadas en el marco conservador de atacar “promotores de la vía capitalista dentro del Partido” individuales, eran sin embargo, intentos altamente visibles de reforma que trajeron beneficios no negligibles a mucha gente -especialmente a la mayoría campesina, que ahora podía albergar la esperanza de al menos alguna oportunidad de movilidad ascendente a través de la educación.44

En las fábricas se hicieron intentos de reducir la corrupción de los oficiales locales y se puso un énfasis renovado en toma de decisiones participativas. Ésto limitaba la autoridad de ingenieros y cuadros, pero finalmente resultó en la reconcentración del poder en manos de los supervisores, líderes de equipos de trabajo y “activistas”, todos quienes controlaban vínculos clave con el patronaje oficial a través del comité de fábrica del Partido. De modo similar, los límites puestos a los incentivos materiales y a los grados de pago técnico o adminsitrativos no resultaron en un aplanamiento de la jerarquía de sueldos, sino más bien a un retorno al sistema de antigüedad que resultó de la reforma a los sueldos de una década antes -beneficiando a los trabajadores antiguos a expensas de los técnicos, cuadros, temporales y aprendices.

Tales ganancias concretas fueron aparejadas con promociones y degradaciones ampliamente publicitadas que ayudaron a mitologizar el carácter progresivo de esta época. Los beneficios de la elite del Partido fueron reducidos y el Partido mismo fue reestructurado, cuando un puñado de campesinos y mujeres fueron rápidamente promovidos a posiciones relativamente altas. Entre los más notables de este puñado estaba Chen Yonggui, un campesino analfabeto que había ascendido de líder de pueblo a miembro del Politburo y, finalmente a Vice Presidente del Consejo, en gran medida debido al status modelo entregado a su pueblo nativo de Dazhai. La promoción de Chen fue diseñada para crear una especie de “Efecto Obama”, haciendo símbolo a un campesino “modelo” de un pueblo “modelo” para producir la ilusión de movilidad social general cuando en realidad la división rural-urbana se había profundizado. De modo similar, Jiang Qing, la esposa de Mao, se volvió una miembro del Politburo en 1969, una dentro del puñado de mujeres que llegó a hacerlo. Actuando como parte de la “Banda de los Cuatro”, brevemente se aseguró una posición como una de las figuras políticas más fuertes de la política china. De nuevo, la prominencia simbólica de una líder mujer fuerte ayudó a oscurecer las divisiones de género difíciles de manejar dentro de la fuerza de trabajo y distraer de la contínua represión de más organizaciones radicales formadas por trabajadores proto-proletarios, cuya mayoría eran mujeres. Junto con más beneficios concretos, esta reestructuración del Partido ampliamente publicitada ayudaría a asegurar el apoyo de un segmento suficientemente amplio de la población para hacer del estallido de una nueva guerra civil un evento improbable.

Los límites de la herejía:

Aparte de esto, estaba también el simple problema de la inexperiencia entre aquellos grupos que abogaban por la confrontación violenta. La decisión de los ultra-izquierdistas de operar como organizaciones abiertas, públicamente haciendo circular diarios de oposición, refleja cierta ingenuidad política. Aunque a menudo mantenían la autoría secreta, no hay evidencia de que los grupos de Nuevas Tendencia consideraran alguna vez formar algún tipo de organización clandestina, pese al hecho de que tenían la actividad del PCCh temprano (el mismo que fue fundado en secreto) como un modelo. En parte esto se puede atribuir al terreno político caótico. Pero enfatizar lo desordenado de la situación desvía de la verdadera raíz del problema, que no fue tanto que el terreno fuese tan rápidamente cambiante, sino que estos grupos ultra-izquierdistas casi universalmente se equivocaban en percibir las posibilidades que se les ofrecían y las necesidades que los encerraban.

Simultáneamente con el terror, China atestiguó la explosión de un fervor crecientemente religioso de fervor ideológico de promoción estatal. Aparejado a la militarización de la producción, el fortalecimiento de la mitología del Partido-Estado jugó un rol importante en ordenar el régimen de desarrollo socialista cuando parecía que se comenzaba a desbandar. Los costosos incentivos materiales fueron entonces reemplazados con recompensas “espirituales”, tales como pinches de iconografía del PCCh, citas de libros y mangos.45 Tales recompensas espirituales simbolizaban un patronazgo del Partido-Estado a la vez que construía lazos culturales y emocionales que unían a los individuos con las empresas y colectivos rurales. Se desarrollaron nuevas formas de significado y conexión social, pero tomaron a menudo el carácter paternalista que tomaba tanto de las tradiciones del folclor pre-revolucionario así como de sus predecesores rusos. Así como muchas prácticas eran enteramente nuevas, desarrolladas por accidente o desarrollándose de modo más o menos orgánico desde la experiencia diaria de la gente. Pero solo las que ayudaban a fortalecer la estabilidad del régimen de desarrollo socialista fueron consagradas en el complejo religioso oficial facilitado por el Partido-Estado.

Construyendo esta ideología conllevaba la invención de rituales que reforzaban un mito particular de unidad entre Estado, Partido y nación, así como a limitar el acceso a información de afuera y a la reescritura selectiva de la historia para acomodar el mito a su función contemporánea. Los peregrinajes a sitios históricos se volvieron comunes, los jóvenes viajaban a través de la red de trenes nacional para vistar lugares como Anyuan, la primera gran base comunista. Al mismo tiempo estos sitios históricos eran sanitizados ritualmente. En un ejemplo decidor, los Guardia Rojos arrancaron un par de gomeros que habían estado situados frente al edificio original del club de trabajadors de Anyuan, pensando (erróneamente) que los árboles habían sido plantados por Liu Shaoqi. Liu, cuyo culto de personalidad se había disipado con su caída de gracia, había sido reemplazado con Mao en la cima de la jerarquía ritual. Las raíces de los árboles fueron excavadas, cortadas “y quemadas hasta hacerse cenizas para purificar el sitio”. Posteriormente, “plantines de cipreses colectados en el cercano lugar de nacimiento de Mao en Shaoshan fueron transportados a Anyuan , donde fueron solemnemente transplantados en lugar de los gomeros arrancados”.46

Este nuevo fervor religioso no era solamente una cuestión de reforzar ciertas ideas sobre otras. También involucraba la restricción material de información por parte del aparato de censura del Partido. Esto efectivamente había privado de recursos teóricos a los grupos de oposición, y más importantemente, de información certera sobre los eventos que los rodeaban, ya fuesen domésticos o globales. Todos los grupos de ultra-izquierda fueron entonces forzados a formar sus teorías y estrategias basados en gran medida en lectura de los trabajos de Mao, Lenin, Engels, (algo de) Marx y otros que todavía estaban dentro del canon oficialmente sancionado, junto con información de los diarios oficiales.47

Tales grupos existían en un clima ideológico en que invocaciones del “Pensamiento de Mao Zedong” (Mao Zedong Sixiang) se había vuelto una especie de lengua franca. Incluso los más radicales principios de la ultra-izquierda eran justificados en términos de un “Maoísmo” opositor (Mao Zedong Zhuyi), y sus textos se daban vueltas en círculos intentando resolver las palabras y acciones aparentemente contradictorias de Mao. El Partido Comunista que lideraría una nueva guerra civil contra la clase burocrática dominante de China sería, en las palabras de Yang Xiguang. “el Partido del Mao Zedongismo”, y Mao mismo era a menudo visionado como su presidente. Ésto pese a que los teóricos tales como Yang claramente reconocían los efectos mistificadores del fervor religioso avivado por el Estado. Él argumentaba que “los promotores de la vía capitalista” habían “logrado deificar las ideas brillantes de Mao en ciertas entidades ritualísticas. Haciendo eso, ellos habían también distorsionado y vuelto impotente el alma revolucionaria del Mao Zedongismo”.48 En lugar de rechazar esta mitología por completo, Yang intentaba escudriñarla con la esperanza de discernir el núcleo racional de “Maoísmo” escondido profundo dentro del misticismo.

De modo similar, cuando intentaron propagar su movimiento hacia el campesinado, el grupo de Nuevas Tendencias ignoró la necesidad apremiante de actuar en secreto y tendieron a percibir erróneamente la naturaleza de la divisón del poder rural. Para agravar el problema estaba el hecho de que su propia visión de cómo debería ser un campo comunista a menudo resultaba poco atractiva para quienes vivían allí. Ésto llevó a una serie de pasos en falso terminales en las pocas campañas rurales que se llevaron a terreno. En Wuhan, Lu Lian de la Sociedad del Arado construyó fuertes lazos con el “Primer Cuartel del Distrito de Bahe del Condado de Xishui”, un grupo rebelde campesino liderado por Wang Renzhou. La idea de Wang de un campo comunista estaba inspirada por las utopías colectivistas visionadas por el aparato ideológico del Partido durante la altura del GSA. Después de viajar a ver el experimento de Wang en Bahe, el mismo grupo de Nuevas Tendencias de Lu se comenzó a apropiar esta visión de un “nuevo campo comunista”.49

Aunque el argumento de Wang de que la clase campesina era la más explotada en la China socialista era en realidad verdadero, su “nuevo campo” era apenas comunista. En cambio, era “un experimento modelado en el “comunismo militar” centralizando los recursos a nivel comunal y participando en prácticas impopulares tales como desarmar las residencias privadas y la requisación del ganado de propiedad familiar. Los campesinos comían todas sus comidas juntos en comedores colectivos, como durante el GSA y debían vivir en casas colectivas en el estilo de cuarteles. Cuando el modelo se “encontró con fuerte resistencia de la mayoría de los residentes locales”, el grupo rebelde estableció una milicia “que estaba facultada para “castigar sin piedad a cualquiera que se atreviera a sabotear el Nuevo Campo”.50 Al alinearse con tales fueras, la Sociedad del Arado de Lu Lian se distanció de las verdaderas penurias de los campesinos, en cambio impulsando una visión mistificada del campo que era en gran medida una mera imitación de la propia mitología imperante del Partido.

Las “nuevas tendencias” pueden entonces entenderse como una suerte de corriente herética, en oposición a la ideología reinante pero todavía subsumida a los términos de esta ideología misma. Incapaz de romper más allá de los límites de la misma mitología del Partido-Estado, la ultra-izquierda fue incapaz de percibir algún camino que de verdad permitiera avanzar. Fue por lo tanto incapaz de evitar su propia destrucción y falló en encender los potenciales para un nuevo proyecto comunista que había emergido desde los conflictos de la era socialista. El más severo de los pasos en falso fue la suposición de que en última instancia Mao mismo estaría de su lado. En realidad fue bajo las propias órdenes de Mao que la ultra-izquierda fue exterminada. Aquellos que sobrevivieron con su libertad huyeron en puñados a países vecinos a intentar transformar “una situación doméstica revolucionaria en guerras en el extranjero”.51 El resto fueron encarcelados o sino perdidos al terror.

Finalmente, aunque debemos destacar la relevancia presente de esta secuencia histórica, solo es justo notar que la Revolución Cultural “corta” carga el valor inherente de todas las tragedias y causas perdidas que cortan sus sombras contra las luces desfallecientes de la historia. Los comunistas hoy día al menos deben el respeto de reconocer que éste fue un período en que partisanos comunistas, sin importar cuán dispersos, desorganizados y desorientados, de hecho lucharon y fallaron. Ésta fue gente de nuestros mismos corazones que fueron asesinadas, encarceladas o -lo peor de todo- “reformadas”, por los sombríos vencedores de este mundo vaciado que hemos heredado. Finalmente al menos podemos dejar flores sobre las tumbas de los muertos, ya que sus enemigos son también los nuestros.

*

Conclusión – Desvinculación:

El año 1969 significó la desvinculación del socialismo en China. El sistema solo se mantuvo unido por más años a través de una extensión extrema del Estado en la forma de los militares hacia todos los campos de coordinación económica, producción y distribución, y por la desesperada amplificación de la ideología imperante en todos los campos de la vida. Cuando incluso eso no fue suficiente, el colapso catastrófico fue evitado solamente maniobrando tácticamente a la clase dominante ahora unificada de “ingenieros rojos” cuya dinastía política continúa hasta hoy.

Aquí hemos enfatizado la escala doméstica de estos fenómenos, concentrándonos en el lento tejido de “China” como una entidad económica coherente. Este enfoque local tiene sentido, ya que la era socialista vería gran parte del continente asiático fuera del circuito global de acumulación capitalista. China fue el nombre de este retiro -un intento de autonomía ejecutado a lo largo de un territorio masivo y conformado por un segmento enorme de la población global. La interacción con el mundo exterior vía comercio, migración o transmisión cultural se redujo a un goteo una vez que colapsaron las relaciones Sino-soviéticas, limitado al escaso contacto con un subconjunto específico de países del “Tercer Mundo”. Este retiro finalmente falló, y los siguientes cincuenta años verían el continente asiático y a su gente lentamente reincorporarse en los mismos circuitos de valor de los que se habían buscado liberar.

Pero esto no quiere decir que la era socialista no haya tenido una dimensión global. Fue la más grande entre las oleadas de revoluciones socialistas, que fueron meramente el auge tardío de un movimiento obrero fundado en Europa. Aunque su mitología guía emergió desde los centros industriales del mundo capitalista, todas estas revoluciones fueron el producto de un campesinado politizado, llevado a pelear tanto contra los regímenes antiguos como los nuevos. En China la mitología industrial del movimiento de trabajadores se fusionaría con la realidad de una revolución rural de una manera más fluida que en la Unión Soviética y el producto fue una cultura socialista en que la escatología marxista se combinó con siglos de milenarismo campesino. Esta combinación se mostró capaz de encender una de las explosiones de desarrollo más grandes de la historia de la humanidad.

Los límites e incentivos que confrontó este proyecto también fueron globales en naturaleza. A medida que los Qing decayeron, la región una vez poderosa fue arrojada a un siglo de violenta desunión justo a medida que un nuevo imperio estaba erigiéndose en Europa. Solo en unas pocas generaciones una de las partes más ricas del mundo se había vuelto de pronto una de las más pobres. Esto llevó a la invención de “China”, como un nombre antiguo unificante para la región entre los nacionalistas educados en occidente que buscaban una “restauración” del poder en relación a Europa y sus satélites. Ya que la pobreza de la región era en gran medida producto del ascenso de Europa, el proceso revolucionario tomaba un carácter anti-imperialista.

Al mismo tiempo, esa misma amenaza de los proyectos imperiales europeos estableció los estándares para el desarrollo chino. En este período no podía haber un renacimiento de las viejas utopías campesinas, ya que conllevarían un estancamiento del desarrollo, asegurando que la región sería incapaz de resistir las ambiciones colonialistas de Europa y Japón. Tras la rendición de los Qing y GMD a fuerzas foráneas, se volvió crecientemente claro que el desarrollo de la región no podía lograrse a través de una alianza entre una nueva burguesía industrial y las viejas elites, como había sucedido en países de “desarrollo tardío” como Alemania. En cambio, el viejo régimen tenía que ser enteramente destruido, junto con los capitalistas domésticos dependientes del comercio portuario con Occidente.

La fusión del milenarismo campesino con la teleología del movimiento obrero pareció ofrecer un modelo alternativo de desarrollo. Pero estando ausentes los agentes “normales” de este desarrollo (la burguesía ascendente o una alianza de “hierro y mostaza” entre nuevas y viejas elites), el proyecto solo podía avanzar a través de fases de “grandes empujes” de industrialización. En países capitalistas este tipo de industrialización fue llevada a cabo en los extremos de la crisis económica global, cuando las anclas de la producción de valor parecían estar soltándose. En los países socialistas el desarrollo tuvo que enfrentarse como si la economía estuviese perpetuamente en un estado de crisis, porque estos sistemas existían sin ningún anclaje.

Esto significó que el período socialista en China finalmente vio al régimen de desarrollo suplantando al proyecto comunista, a medida que se sacrificó más y más en pos del punto final que era construir una economía nacional. Ésta fue una falla estructurada por la era. La mitología del movimiento obrero había ayudado a hacer este error posible, ya que tendía a confundir la expansión de la producción y el empleo industrial con el avance histórico de la sociedad hacia el comunismo de una forma teleológica. Pero de mucha más importancia fue la condición de asedio y aislamiento en que este experimento tuvo lugar. Comenzando en una pobreza tan extrema es difícil culpar a los comunistas tempranos por enfatizar el desarrollo. Ya por el tiempo en que una nueva generación intentó expandir este horizonte comunista, esos comunistas tempranos ya habían sido irremediablemente enyugados a la maquinaria de su fe.

El espacio para este proyecto de desarrollo solo se abrió por una crisis global en la economía capitalista. Desde 1910 hasta el fin de la Guerra Coreana y las recesiones post Segunda Guerra Mundial, la economía global parecía estar al borde del colapso. Este tambaleo tomó la forma de medio siglo de guerra, depresión y extrema incertidumbre. La economía global se fragmentó, a medida que las naciones elevaban los impuestos, enfatizaban el comercio doméstico en circuito cerrado e iniciaban proyectos de industrialización nacionales, a menudo con un carácter fuertemente militar. Fue solo en este contexto de un enclaustramiento de la producción a nivel global que los proyectos socialistas pudieron tomar lugar a tal escala enorme, finalmente cubriendo la mayor parte del continente eurasiático. No es coincidencia que las dos revoluciones socialistas más grandes se dieron más o menos junto a las dos guerras mundiales, ya que estas guerras representaban dos peaks de este enclaustramiento.

Del mismo modo, el proyecto socialista chino fue capaz de emerger solo dentro del contexto del movimiento global de obreros y el período de expansión industrial que lo condicionó. Esta expansión general de la industria y el empleo en la manufactura aseguró que los chinos heredaran al menos una estructura rudimentaria industrial (en Manchuria), y que las naciones occidentales estuvieran todavía concentradas en el desarrollo doméstico, en lugar de activamente buscar lugares de producción a ultramar. Habían muy pocos incentivos fuertes para “abrir” China en este período, intentar hacerlo hubiese sido una receta para extender la guerra mundial por otra década. La Guerra Fría fue una distensión en la cual el socialismo Chino fue simplemente encuarentenado y dejado a correr sobre su propio curso.

Todas estas condiciones cambiarían con el inicio de los setentas a medida que el relativo enclaustramiento del temprano siglo XX dio paso a una serie de impulsos expansionistas bajo un nuevo poder hegemónico global. Al mismo tiempo los avances tecnológicos disminuyeron la necesidad de trabajadores industriales costosos y permitió la extensión de las cadenas de suministro hacia regiones remotas del mundo. El aumento del desempleo, la baja de los sueldos y la caída de las ganancias en Occidente crearon la necesidad de recursos más baratos para la producción a medida que la desindustrialización se generalizó. Relocalizando las fábricas a lugares como Corea del Sur y Taiwan permitió a las empresas recuperar su rentabilidad mientras también ofrecían precios más bajos para los consumidores occidentales, ayudando a acallar los efectos domésticos de la desaceleración económica.

Fue el cambio de estas condiciones lo que pronto alentaría la “apertura” de China. Pero esta apertura sería aceptada por los chinos solo debido a los fracasos del régimen de desarrollo socialista y aún así solo lentamente. Más arriba hemos detallado la historia local del fracaso del proyecto comunista en China. En la próxima edición de Chuang, nos volveremos hacia la integración global que siguió a este fracaso, a medida que China se abrió al comercio global e inició su transición hacia el capitalismo en los setenta.


1 Aquí habían algunas excepciones notables, apareciendo en artículos y discursos de individuos tales como Liu Binyan, Zhou Dajue y Lin Xiling durante el período de la campaña de Las Cien Flores.

2Wu, p.54

3Ibid, p.58

4 Ibid

5 Ibid, p.63

6 Ibid.

7 Ibid, pp.66-67

8Ibid, p.74

9 Para ver ejemplos de esta caracterización común de los eventos de la Tormenta de Enero y los eventos de Shanghai: Meisner 1999; Jiang 2010; and Badiou 2014

10 Christopher Howe, “Labour Organization and Incentives in Industry, before and after the Cultural Revolution,” Authority, Participation and Cultural Change, Stuart Schram, ed. Cambridge University Press, 1974, pp.233-256

11Wu, p.103

12 Ibid, p.104

13 Ibid, ver también: Elizabeth Perry and Li Xun, Proletarian Power: Shanghai in the Cultural Revolution, Westview Press, 1997.

14 Wu, p.108

15 Ibid, p.110

16 Frazier, p.230

17 Wu, p.110

18 Ibid, p.111

19 Ibid, p.125

20 Ibid, p.129

21 Ibid, p.128

22 Shaoguang Wang, “’New Trends of Thought’ on the Cultural Revolution,” Journal of Contemporary China, 8:1, July 1999, p.2 <http://www.cuhk.edu.hk/gpa/wang_files/Newtrend.pdf>

23 Ibid.

24 Wu, p.132

25 Ibid, p.93

26 Wang, p.8

27 Ibid, p.9

28 Wu, p.93

29Wang, p.19

30Ibid. p 20

31Ibid, p.19

32Wu, p.175, énfasis nuestro.

33Wu, p.159

34Ibid, pp.156-170

35Ibid, p.168

36Wang, pp.12-13

37Wu, pp.199-200

38 Andrew Walder and Yang Su, “The Cultural Revolution in the Countryside: Scope, Timing and Human Impact,” China Quarterly, no.173, 2003, p.98 Para leer más sobre el mismo tema, ver también: Yang Su, Collective Killings in Rural China During the Cultural Revolution, Cambridge University Press, 2011.

39 Según Wu, tal tendencia existió en Beijing a fines del verano de 1966, cuando una gran serie de asesinatos esporádicos fue combinada con (aunque de forma más excepcional) masacres completas de aquellos que habían sido designados “ajenos a la sociedad”. Tales masacres ocurrieron en los pueblos de Daxing y Changping, donde cientos fueron exterminados por milicias conservadoras acorde a la lógica de la teoría de linaje de sangre.

40 De nuevo ver Walder y Su.

41 Walder 1986, p.40

42 Ibid, p.12

43 Andreas, p.166

44 La mobilidad ascendente a través de la educación ha tenido una importancia cultural mucho más rotunda en el contexto chino que en su contraparte occidental, en gran medida debido a la herencia del sistema escolar confuciano y la primacía resultante puesta sobre el poder ejercido a través de Wen (cultura) en lugar de Wu (fuerza militar). La expansión de las oportunidades educativas, entonces tuvo un impacto ideológico más importante que el que habría tenido en otros países, socialistas o de otro tipo. Ver Perry 2012 para un estudio detallado de como Wen y Wu fueron movilizados culturalmente por el PCCh durante el transcurso del siglo 20.

4545 La devoción por el mango se desarrolló de modo más o menos accidental durante la Revolución Cultural y es a menudo citada como un ejemplo de la “locura” del peírodo. Para una breve historia de la práctica, ver: Ben Marks, “The Mao Mango Cult of 1968 and the Rise of China’s Working Class,” Collector’s Weekly. February 18th, 2013

4646 Perry 2013, p.209

47 Wang p. 19; traducciones de esta historia heterodoxia o pensamiento político fueron accesibles solo a través de impresiones de edición limitada de “libros grises” (huipishu), y literatura extranjera “burguesa” a través de “libros amarillos” (huangpingshu), todos los cuales fueron restringidos a “circulación interna” entre cuadros de alto rango, y cada una impresa con un número de serie único para ayudar a prevenir la distribución o reproducción no autorizada. Aunque algunos poco de modo informal (e ilegal) ganaron un alto número de lectores, la mayor parte habrían sido inaccesibles para las juventudes de malos orígenes de clase que componían el grueso de los círculos teóricos de las “nuevas tendencias”. Para más sobre estas ediciones de “circulación interna”, ver: “How the Nazis brought about the end of the Cultural Revolution,” Danwei, August 14, 2008.

48Quoted in Wu, p.176

49 Wang, pp.13-14

50Ibid, p.13

51 De una carta de una de tales guerrillas en Burma, citado en Wu, p.197.

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