28 de marzo 2021

[Sorgo y acero:] 1. PRECEDENTES – (1era parte)

por Chuang (闯). Traducido por Harijan Fernández

Segunda entrega de una serie de traducciones de textos escritos por el colectivo Chuang, que irán apareciendo durante los proximos meses en Carcaj. Para ver los otros textos aprieta acá.

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1. Precedentes.

[Primera parte]

Las últimas dinastías:

El desarrollo en la era imperial no comienza con la stasis de la así llamada “China tradicional”. El Estado Imperial, a menudo en competencia con miembros de la elite terrateniente, periódicamente intervenía en la sociedad rural, cada vez reformando su carácter social. En una de las últimas intervenciones significativas (inaugurando el período Tardío Imperial), la dinastía Ming (1368-1644) intentó crear un campesinado independiente para eliminar a los contendores por el control de la producción de plusvalía rural y estabilizar la sociedad. Para hacer esto se le dio tierra a los campesinos, aunque no tan equitativamente como se había querido originalmente. En este tiempo, como en gran parte de la historia de la región, los miembros del campesinado no eran únicamente agricultores: cultivaban pero también producían trabajo manual, en particular seda o ropa de algodón. Y el estado Ming, como en el reinado de las dinastías anteriores, fomentó esta producción dual exigiendo pagos de impuestos en grano, ropa y mano de obra. 

La naturaleza dual de la producción rural duró hasta la etapa temprana socialista, cuando la colectivización la trajo a fin. Notablemente, la producción manual permaneció rural a un mayor grado mucho más tarde que en Europa.[1] La naturaleza urbana de la producción en Europa la hacía más intensiva en capital. Mientras que la producción en los Ming y Qing tenía un parcialidad hacia la ruralidad y la mano de obra, sobre el mismo período de tiempo Europa tenía una parcialidad hacia lo urbano y hacia el capital.[2] Esto significaba que la división urbano-rural era más débil en los Ming y Qing, y la producción era más difusa. De hecho, desde mediados del siglo XIII hasta el siglo XIX la población urbana en realidad decreció en relación a la población rural. En Europa lo contrario era lo cierto. [3]

En el continuo urbano-rural común al continente asiático numerosos pueblos rodearían una ciudad mercado (shi). En días de mercado, campesinos, mercantes y alta burguesía irían a esos pueblos que, ya por los Ming y Qing, se habían vinculado a la economía global. Ciudades administrativas y mercados intermediarios más grandes (zhen) se desarrollaron a lo largo de la comercialización Ming, una aguda separación urbano-rural emergería recién en el siglo XX, en gran medida como resultado de las políticas de la era socialista. [4]

A medida que creció la producción en el período imperial tardío, así también la plusvalía rural, el intercambio regional y el intercambio en general a lo largo de todo el imperio. Esto se desarrolló hasta ser una revolución comercial Ming que trajo un aumento en la desigualdad de la tenencia de la tierra rural. Con la comercialización, el sistema de impuestos se volvió muy complejo de mantener, y el Estado cambió a un pago de impuestos en plata en lugar de en especie. La sociedad rural Ming se volvió dominada por la alta burguesía terrateniente que era particularmente fuerte en el sur desarrollado. Esta alta burguesía o daba en arriendo la tierra o se involucraba como gerencia en una agricultura de gran escala, a menudo usando la labor de peones, campesinos que habían perdido sus tierras y no podían ya sobrevivir de modo independiente en la economía comercializante. Con la comercialización de la industria de trabajo manual rural, el control del peonaje femenino se volvió crecientemente importante financieramente para los campos gerenciales. Se desarrolló una forma de “patriarcado terrateniente”, en que las haciendas manejaban la labor femenina al mismo tiempo que su matrimonio y su sexualidad. [5]

Con la comercialización, los contratos de arrendamiento se volvieron más y más impersonales, y los arrendadores se volvieron más pobres. La alta burguesía Ming crecientemente se movió a las ciudades como terratenientes ausentes, especialmente en el sur. La pobreza rural llevó a más migración y al colapso general del control estatal sobre la sociedad rural y sobre la colección de los impuestos. El sistema temprano Ming esencialmente se desintegró bajo la presión de la comercialización, y su experimento de crear una economía con un campesinado de pequeña escala terminó en fracaso. 

Mientras el estado Ming se debilitó hacia finales del siglo XVI, los campesinos empezaron a resistirse a las rentas y en muchas regiones esto llevó a la rebelión. Nuevas críticas radicales y críticas milenarias de la “búsqueda del lucro” se levantaron junto a ideales comunales e igualitarios.[6] Estas luchas campesinas forzaron a la alta burguesía terrateniente a tomar una posición más débil y llevó a expandir los derechos de los inquilinos en muchas áreas de China, transformando la terratenencia desde los Ming hasta los Qing (1644-1911). En gran medida terminó con el peonaje y la terratenencia patriarcal. 

Como resultado de la posición fortalecida del campesinado inquilino, las inversiones en tierra de arriendo trajo menos retornos para los terratenientes, acorde a ciertas estimaciones en el siglo XIX rara vez sobrepasando el 8% antes de contar impuestos,  y ciertamente más bajos que lo que podía hacerse invirtiendo en comercio o usura. [7] El tamaño de los campos disminuyó desde la época de los Ming Tardía, y ya por el temprano siglo XX existían pocos campos gerenciales. La terratenencia patriarcal se transformó en la familia campesina patriarcal.[8] La familia campesina patriarcal estaba principalmente preocupada con el control del trabajo hogareño, y la lógica económica de estas unidades de producción familiar apuntaba a satisfacer la subsistencia del hogar. Como los trabajadores no se podían despedir de la casa, se daba la tendencia a seguir agregando trabajadores hasta alcanzar la cobertura del consumo necesario, incluso mientras la productividad marginal tras la inclusión de ese trabajo continuaba decreciendo. Bajo estas condiciones la racionalidad campesina “era la racionalidad de la supervivencia, no la de la maximización de ganancias”.[9] La productividad de la labor agrícola estaba en gran medida estancada, y el aumento de la producción era el resultado de la intensificación de la labor. En lugar de aumentar la productividad de la labor y el desarrollo económico, mientras la producción aumentaba la productividad del trabajo disminuía, un proceso llamado “involución”. [10]

La alta burguesía rural cambió sus estrategias en respuesta a la resistencia campesina y la rebelión en tiempos de la transición Ming-Qing, lucrando más con el comercio y la usura que con la renta del suelo. En otras palabras, el trabajo campesino era controlado por la familia patriarcal en lugar de la alta burguesía, mientras la plusvalía era extraída por la elite que tenía control sobre los mercados rurales. Este cambio transformó las formas en que la alta burguesía rural y el Estado imperial tardío intentó controlar la extracción de plusvalía durante los Qing. En lugar de enfocarse en las rentas del suelo, la alta burguesía compraba los excedentes producidos por campesinos y los vendía a hogares que los procesaban, luego comprándolos a esas casas y vendiéndolo a los mercados urbanos principalmente regionales, con una pequeña parte llegando a los mercados internacionales. Este no era un sistema de taller doméstico (putting-out system) como el que se veía en Europa. [11]

Anteriormente en los Ming, la mayor parte de los hogares rurales no había producido commodities para vender en los mercados, sino que producía una variedad de bienes para subsistencia y luego vendía un pequeño excedente a la alta burguesía rural, que luego revendía estos productos como mercancías. Pero con una creciente comercialización y especialización, más hogares empezaron a enfocarse en  la producción de mercancías sin abandonar la producción de subsistencia para las unidades familiares: una situación de comercialización sin desarrollo.[12] Con el paso del tiempo muchos empezaron a satisfacer sus necesidades reproductivas a través de compras en el mercado, con áreas que producían bienes de alta gama y compraban a través de mercados rurales a las zonas periféricas. Pero era la alta burguesía rural la que controlaba estos mercados.

En esta situación la alta burguesía terrateniente rara vez intervenía en la producción o en el proceso de trabajo en sí, simplemente compraban barato y vendían caro. Controlaban el acceso a los mercados y el capital, pero no el proceso productivo. La plusvalía era extraída por una alta burguesía, en otras palabras, les importaba poco la productividad relativa del proceso productivo, y por lo tanto no invertían en transformar la producción. Aún más, bajo este sistema intensivo de mano de obra casi toda la economía continuó siendo de naturaleza rural.[13] La economía imperial tardía carecía de una clase urbana empresarial comparable a la de Europa que volviera la plusvalía rural de la revolución agraria en un desarrollo capitalista.[14] Cualquiera fuera la plusvalía extraída -el monto exacto es materia de mucho debate-[15] esa plusvalía no era fácilmente dirigida hacia el desarrollo de una producción crecientemente intensiva de capital que aumentara la productividad de la mano de obra significativamente. 

Desde el hogar al mercado global:

El período desde fines del siglo XIX hasta los años treinta marca el período en que las áreas más desarrolladas de la agricultura China se volvieron formalmente subsumidas [16] al mercado global capitalista. En ese tiempo, la China rural, en particular las ciudades costeras, fueron atadas a un nuevo mercado global fijador de precios para los commodities agrícolas conocido como “el primer régimen global de alimentos”. Mercaderes extranjeros, sus agentes chinos y mercaderes chinos se extendieron hacia ese contínuo urbano-rural, transformando los mercados y exprimiendo a los productores campesinos. La ola de comercialización desde los Ming junto con la subsunción de los mercado rurales dentro del capitalismo global significaba que ya por los años treinta, en muchas áreas el 40% de la producción agrícola terminaba en el mercado, llegando hasta el 50% en las regiones más desarrolladas. [17]

Mientras que a los mercaderes y mercaderes de la alta burguesía a menudo les fue bien con la integración de los mercados chinos e internacionales, el resultado para los hogares campesinos fue más mixto. Sin embargo, los niveles de consumo rural no estaban muy por debajo del de los residentes urbanos, siendo estimado que llegaba al 81% del consumo urbano promedio en los años 30, índices que probablemente duraron hasta mediados de los 50, aunque esto probablemente dice más sobre la debilidad de la economía urbana que sobre el poder de la economía rural.[18] Los efectos de la integración dependían del producto en que uno se especializara. Los productores de té, por ejemplo, sufrieron desde los 1880 en adelante una vez que las plantaciones británicas en el sudeste asiático estaban en plena producción. En la industria textil del algodón, los hilanderos tenían dificultades en competir con los extranjeros que hilaban a máquina. En contraste, la importación de tal hilo barato inicialmente permitió que le fuera bien a los tejedores, y solo con el paso del tiempo ellos también tuvieron problemas crecientes en el mercado. Instalaciones de tejido industrial de propiedad extranjera ubicadas a lo largo de la costa -mayormente construidas durante el cambio de siglo- comenzaron a cortar el mercado de artesanías. Obteniendo buena parte de su hilo desde el extranjero, la industria llevó en parte a la desintegración inicial del continuo urbano-rural. 

El mercado internacional emergente de commodities agrícolas comenzó a caerse a partir de la Primera Guerra Mundial debido primero a la guerra en sí y luego por la disminución del comercio durante la Gran Depresión. Esto llevó a los primeros intentos de construir una economía capitalista nacional en China. Alrededor de 1930, el sector industrial (manufacturero, textiles, minería, utilidades y construcción) todavía constituía solo el 7,5% de la economía china, la agricultura empleaba alrededor del 80% de la población trabajadora, el consumo personal equivalía al 90% del ingreso nacional y el comercio internacional todavía era relativamente pequeño.[19] Durante esta nueva fase, el Partido Nacionalista (Guomindang, de aquí en adelante GMD) que había tomado gran parte de China al final de los años 20 intentó completar la transición capitalista y construir una economía nacional creando un vínculo más fuerte entre las instalaciones industriales en las ciudades costeras y las materias primas producidas en la China rural. Ya por los tempranos años 30, facciones del GMD concientemente miraron hacia un modelo fascista italiano de independencia y productivismo para reintegrar las esferas rurales y urbanas. Ésto implicaba un fuerte control gubernamental sobre los mercados internos y cooperación Estado-privado en la industrialización. Sin embargo estas políticas fueron apocadas por una debilidad administrativa, el foco del líder del GMD Chiang Kai-shek en el desarrollo militar y la subsecuente invasión japonesa de la costa china en 1937 que inauguró la Segunda Guerra Mundial en Asia.[20]

Pese a sus problemas, la agricultura probablemente todavía producía una plusvalía sobre los niveles de consumo en 1930, aunque lo más probable es que una muy baja. Aún así, la economía estaba estructurada de tal manera que esa plusvalía no era “movilizada por la inversión” en un proceso de industrialización.[21] La subsunción desigual de los mercados regionales preexistentes al capitalismo global habían llevado a un desintegrado paisaje económico, y no llegó a existir ninguna economía “china” real. El intento del GMD de construir una economía nacional en los años 30 había fracasado con el descenso a la guerra. Crear una economía nacional junto con aumentar la plusvalía absoluta producida eran problemas que el régimen desarrollista socialista apuntaría a superar con la institucionalización de una nueva relación urbano-rural que comenzó a emerger en los 50, una que rompería definitivamente ese contínuo urbano-rural. 

Partido, ciudad y campesinado:

Ya por el tiempo de la invasión japonesa, el GMD encontró su principal oposición en la forma de un ejército campesino movilizado por un reinventado Partido Comunista Chino (PCCh). Pero el PCCh mismo había comenzado décadas antes, nacido del mismo medio tumultoso intelectual que el GMD, ambos habían comenzado como asuntos en gran medida urbanos. El congreso fundacional de 1921 del PCCh originalmente tendría lugar en Shanghai. Desbaratado por la policía, tuvo que moverse hacia el norte a Jiaxing, donde doce delegados fundaron el PCCh como una rama de la Internacional Comunista. A medida que este PCCh temprano creció se mantuvo más que nada como un proyecto urbano, formado por intelectuales y trabajadores industriales calificados. Seis años después de su fundación, fue de nuevo en Shanghai que esta primera encarnación del PCCh llegó a su violento final. En una alianza con el GMD respaldada por los rusos, los revolucionarios tomaron control de la mayor parte de las ciudades clave de China en una serie de insurrecciones trabajadoras. Después de que la victoria fue asegurada con el éxito de la insurrección de Shanghai en 1927, el GMD se volvió contra los comunistas, arrestando mil miembros del PCCh y líderes de los sindicatos locales, oficialmente ejecutando alrededor de trescientos y haciendo desaparecer miles más. [22]

La “Masacre de Shanghai” comenzó la destrucción a escala nacional del movimiento comunista urbano. Los levantamientos en Guangzhou, Changsha y Nanchang fueron aplastados. En un lapso de veinte días más de veinte mil comunistas a los largo de las provincias del sur de China fueron arrestados y ejecutados sumariamente. En total, en el año después de abril de 1927, se estima que hasta trescientas mil personas murieron en la campaña de exterminio anti-comunista del GMD. [23]

Los únicos fragmentos sobrevivientes del PCCh fueron sus bases entre el campesinado. Al momento de la conclusión de la Marcha Larga siete años después, el Partido se había recompuesto reclutando campesinos, expropiando tierras y focalizando su agitación en las tensiones largamente sostenidas en la comercialización del campo, así expandiendo su base rural. Transformado en un ejército campesino, el nuevo Partido manejaba solo una marginal y subterránea ala urbana incluso tras retomar influencia nacional. Mientras más y más territorio cayó bajo control comunista en los quince años entre la invasión japonesa y la expulsión del GMD por vía de una Guerra Civil, el PCCh se encontró tomando control de las áreas urbanas en las que tenía poca, si es que alguna, influencia orgánica -habiendo sido acuciosamente cortado su pasado vínculo urbano por la masacre nacional de hace veinte años. Ya por este punto el Partido mismo se había transformado, su aparato organizacional estaba fundamentalmente fusionado a la operación de un ejército campesino y a los requerimientos de una administración rural. Habiendo viajado su largo camino de la ciudad al campo, ahora el Partido volvía como un extraño. 

Capital foráneo y las ciudades portuarias:

Las ciudades a las que el PCCh volvió en el curso de la guerra apenas tenían algo de aquellas que había dejado. Entre 1902 y 1931 la inversión extranjera se había cuadruplicado.[24] Previo a la guerra Sino-Japonesa en “1936 el capital extranjero se estimaba que constituía el 73,8% del capital industrial total de China”.[25] La gran mayoría de las empresas de gran escala habían sido fundadas por inversiones extranjeras. Pero incluso esta cantidad de inversión extranjera no significó gran cosa inicialmente. Sondeos conducidos por el gobierno del GMD encontraron que “entre 1929 y 1933, solo 250 unidades podían ser registradas como fábricas modernas”, y “en 1933, de las 18.708 fábricas de propiedad privada, solo 86 eran empresas de más de mil trabajadores […] 16.273 tenían menos de treinta trabajadores.”[26] Estas fábricas “modernas” no solo representaban una porción pequeña del empleo en China previo a la guerra, también representaban una fracción modesta de la producción industrial pese a la gran cuota de capital industrial: solo representando el 28%, con el restante 72% producido por los pequeños, a menudo rurales, talleres de trabajo manual que componían el grueso de la estructura industrial de pre-guerra.[27]

Eso no quiere decir que la industria de pre-guerra China en las ciudades era necesariamente ineficiente o desactualizada. Pese a no ser organizadas en grandes conglomerados industriales centralizados, las propias redes descentralizadas de negocio chinas compuestas de pequeñas empresas y productores de artesanías, sobresalían en su capacidad para ser incorporadas en empresas comerciales extranjeras y en superar los bienes de la competencia extranjera en el mercado doméstico de las zonas interiores (y en circunstancias selectas incluso en mercados internacionales). Aunque en algunos lugares se remontaban hasta la dinastía Song del Sur y revividas significativamente bajo los Qing, estas redes de producción de base urbana en ningún caso eran reacias a la transformación tecnológica. 

La producción de artesanías en las ciudades de los Qing y períodos Republicanos fueron capaces de absorber nuevas técnicas y maquinarias mientras mantuvieron su carácter de producción en pequeña escala y de funcionamiento en redes. Tanto el gobierno oficial del GMD como los jefes militares de facto independientes, como Chen Jitang se involucraron en campañas de industrialización en ciudades como Guangzhou, Nanjing y Chongqing (la capital de los nacionalistas en tiempos de guerra), pero estas campañas principalmente parecen haber reforzado y expandido las redes de producción preexistentes, reforzándolas con nuevos inputs tecnológicos en lugar de simplemente reemplazarlas con fábricas más “modernizadas”. [28] 

Estas redes, administrativamente distribuidas, de tejido industrial flexible fueron los bloques básicos de construcción de las ciudades chinas portuarias, donde la mano de obra “culí” se había vuelto la figura central tanto de la producción misma como de la miríada de servicios requeridos para mantener la industria de exportaciones funcionando sin problemas -esta mano de obra culí era en muchos casos poco más que esclavitud, similar a las formas de esclavitud usada en las otras fronteras del capital. El mercado laboral chino temprano era especialmente apto en facilitar la implementación y venta de este tipo de mano de obra, tanto hacia ciudades como Guangzhou como a ultramar, donde se podían encontrar culíes trabajando en la cosecha de caña de azúcar en plantaciones cubanas, construyendo rieles a través de Rocky Mountains y minando plata en Perú. Prácticas como éstas claramente marcaron la temprana transición china hacia el capitalismo. Esta transición tomó una forma cuasi-colonial, con solo pequeñas porciones del país directamente subordinadas a imperativos capitalistas, incluso mientras la demanda internacional comenzó a ejercer un fuerte tirón gravitacional a la producción doméstica. El disciplinamiento y venta de mano de obra fue algo integral a este proceso. 

Pero esto no tomó inmediatamente la forma “moderna”. En su lugar, el período republicano había heredado el sistema de “Oficiales en supervisión y mercaderes en administración” (guandu shangban). Diseñado para una era en que los mercaderes eran separados de la clase formal gobernante de confucionistas-eruditos, el sistema de guandu shangban subordinaba los intereses económicos de los mercaderes a los intereses políticos de los eruditos-oficiales. En el período republicano, el colapso de la burocracia imperial y el surgimiento de mercaderes-empresarios significativamente más poderosos perturbó esta práctica sin anularla por completo. Numerosos oficiales se habían vuelto empresarios desde entonces, mientras la burocracia del GMD proveía una nueva, aunque bastante transformada, sanción oficial para el desarrollo industrial en una era de “capitalismo burocrático”. [29]

Esto significaba que los dueños formales de las fábricas y talleres (incluyendo a los capitalistas chinos) rara vez estaban muy interesados en los detalles de sus inversiones mientras éstas siguieran generando ganancias. Por lo tanto era común contratar a terceros que actuaran como administradores técnicos y administrativos. Pero incluso estos administradores no eran directamente responsables de la producción:

“los administradores, contratados para producir lucro, eran evaluados acorde a los resultados sin importar los medios utilizados para obtenerlos. Ellos eran los intermediarios entre trabajadores, dueños, y sus aliados gubernamentales. La lealtad al dueño era mucho más importante que su competencia. Por lo tanto, los administradores tenían que delegar autoridad primaria de operaciones a trabajadores calificados y experimentados conocidos como jefes de pandilla.”  [30]

Gran parte del trabajo día a día en las fábricas o en los puertos era administrado por los trabajadores mismos en terreno. Estos trabajadores eran organizados en unidades sueltas que a su vez eran acopladas en una jerarquía descentralizada, con el “jefe de pandilla” (batou) o contratista laboral actuando como nodo en esta red, siendo directamente accesible a los administradores. Para estos administradores los detalles técnicos del trabajo mismo eran algo ajeno, sin mencionar que en muchos casos eran literalmente extranjeros, incapaces incluso de hablar con los trabajadores al final de la cadena. Todo esto estaba por supuesto bordado con la predecible brutalidad, en que los administradores ricos venían a supervisar sus fábricas en palanquines con cojines aterciopelados cargados por culíes y en que a los administradores se les pagaban sueldos mensuales unas trescientas veces superior al de los trabajadores mismos. 

Junto al jefe de pandilla y el contratista de mano de obra estaban también los maestros de gremios y sociedades secretas. Aunque a menudo fundadas inicialmente bajo los Qing como organizaciones rebeldes de una clase u otra, bajo los nacionalistas los gremios y sociedades secretas tomaron la forma de organizaciones criminales. Cada una también ayudó a construir las formas de despliegue de la mano de obra que se desarrollaron en este período temprano de integración capitalista. Los gremios restaron énfasis al arte de sus oficios en pos de buscar contratos lucrativos. “Se volvieron a las nuevas compañías de construcción capitalista cuyos administradores, los maestros de gremio, contrataban gente por salarios que pronto eran devueltos al gremio en la forma de tarifas de membresía […] La brutalidad para hacer cumplir el monopolio del gremio sobre la contratación y construcción era común.”[31]

Las sociedades secretas, vueltas ilegales bajo los Qing, habían ayudado a dar cuerpo a la revolución republicana de 1911, y a cambio, se les permitió operar libremente durante este período. Eso transformó fundamentalmente la función de las sociedades secretas y terminó con un período en que se podrían haber entendido como “revolucionarios primitivos”. Algunos “permanecieron fieles a su orígenes de “bandidos sociales” y se unieron al Partido Comunista. Pero el resto se volvieron reaccionarios comunes y corrientes:

“Durante las décadas restantes del período republicano, tuvieron un gran parecido a la Mafia siciliana, operando como sindicatos terroristas y dejando de lado los elementos de “bandidismo social” que alguna vez poseyeron. Continuaron con un vínculo mutuamente lucrativo con el Guomindang durante los años 20 y 30 que les ganó la reputación de asesinos contratados del gobierno (usados contra trabajadores desarmados en Shanghai, 1927), y agentes de los elementos más corruptos y reaccionarios del Partido Nacionalista.”[32]

La influencia de tales grupos creció en el vacío creado por la destrucción de los sindicatos comunistas y células del Partido después de 1927. El resultado fue una ciudad en la cual los contratistas de mano de obra, el sistema de jefes de pandilla, los gremios y las sociedades secretas todas formaban un complejo entramado de despliegue de mano de obra definido por la dependencia por el salario y la amenaza de violencia directa común en regímenes de acumulación coloniales. 

Aparte de estas ciudades portuarias, China tenía limitados proyectos industriales urbanos hacia el interior, “confinados y aislados al interior de una enorme economía agrícola.”[33] Éstos eran usualmente establecidos como intentos de los oficiales de gobierno de los Qing y de los períodos republicanos de construir una infraestructura militar capaz de fortalecer sus respectivas provincias. Tales “islas” industriales eran en gran medida autosuficientes, tal como los pocos proyectos interiores construidos por extranjeros. La vasta mayoría de la industria era industria ligera localizada a lo largo del continuo urbano-rural. No fue sino hasta la invasión japonesa que una estructura industrial verdaderamente “moderna” fue construida en la China continental. 

Revolución rural: 

A medida que la revolución se movió hacia la esfera rural empezando los años 20, al PCCh le resultó dificultoso organizar los pueblos sureños. El Estado Republicano era capaz de intervenir en las relaciones sociales rurales de un modo que no podía en el norte.[34] Tantos terratenientes sureños se habían movido a la ciudad como los terratenientes ausentes del período imperial tardío, el Estado jugaba un rol mucho mayor mediando las relaciones de clase en los pueblos sureños, permitiéndole “penetrar la sociedad local, y coordinar las actividades de diferentes grupos sociales y clases para sus propios propósitos, sin emplear una fuerza despótica coercitiva.”[35] En el norte, en cambio, los pueblos estaban menos divididos por clases y más unificados contra la intrusión estatal, especialmente desde los intentos de los Qing tardíos de elevar los impuestos. Esta diferencia geográfica en las relaciones de Estado-sociedad crearon más oportunidades para el PCCh de organizarse en el norte durante la guerra, donde trabajó con pueblos unificados contra los nacionalistas y los japoneses. Exacerbar las diferencias de clases no era la estrategia más efectiva para el PCCh, y el pueblo se volvió la “unidad básica” en los esfuerzos de movilización.[36] Esta relación fue fortalecida por las políticas de impuestos al suelo del PCCh durante la guerra.

Este éxito en los pueblos relativamente unificados del norte se volvió un modelo para la revolución. El nuevo populismo del Partido se desarrolló desde las contradicciones producidas por las previas décadas de una subsunción desigual de la esfera rural dentro del capitalismo global. Estas condiciones ayudaron a crear dos tendencias políticamente contradictorias: por un lado una política de lucha de clases, que respondía a la creciente desigualdad rural y al creciente control de la alta burguesía sobre los mercados y la plusvalía; por otro, una política de unidad nacional, que se enfrentaba a la invasión extranjera, al imperialismo y la subordinación a los poderes foráneos. Aunque hubo muchos momentos de agudo antagonismo de clases durante la revolución, las políticas de unidad nacional dominaron el período revolucionario y buena parte del período post-revolucionario. En este sentido, las condiciones de la política del PCCh igualaban a las del GMD, con su foco en la unidad nacional, aunque el PCCh fue más capaz de establecer un puente entre estas dos políticas contradictorias bajo el concepto de “el pueblo”. Un foco en la unidad nacional era incompleto y unilateral. “El pueblo”, como contraste, no era definido solo por la ciudadanía nacional ni solo por la clase. En cambio, la posición subjetiva que uno tomaba sobre la revolución lo situaba a uno dentro o fuera de “el pueblo”. Así incluso la burguesía nacional (capitalistas chinos que no colaboraban directamente con poderes foráneos), campesinos ricos pero patriotas y terratenientes podían volverse miembros del “pueblo”, todo mientras pusieran su peso (y recursos) tras la revolución. Este foco en la subjetividad se mantendría como un componente fuerte de la política del PCCh desde ese momento en adelante. 

El progreso de la reforma agraria -siguiendo una serie de campañas y movimientos de base para la redistribución del suelo- crecieron y menguaron con las políticas del Partido. En áreas norteñas que ya estaban bajo el control del Partido antes de 1949, la reforma comenzó en 1946 cuando la guerra con el GMD volvió a encenderse. Inicialmente el Partido solo dio “aprobación” a los campesinos que tomaron suelo de los terratenientes, pero ya en 1947 la “distribución igualitaria del suelo” se volvió “un principio guía”.[37] Este proceso inicial se acabó en 1948 cuando el Partido decidió que se había llevado a cabo de una forma muy radical. Un proceso de reforma más radical que eliminó la alta burguesía rural se reinició solo después de que el PCCh tomó control nacional, llevando a una redistribución del suelo a gran escala. 

Aunque a menudo creciendo desde repetidas rebeliones campesinas que habían ocurrido independientemente del partido, el proceso en sí involucraba cuadros del Partido [38] identificando elementos activos clave entre el campesinado pobre que lideraran la lucha contra las clases de terratenientes y campesinos ricos. Esto apuntaba a eliminar las clases explotadoras rurales mientras al mismo tiempo se cultivaba un grupo activo de apoyo local. Este proceso también proveyó las semillas de una nueva estructura de clase que se desarrollaría durante el curso de la era socialista, este proceso contemplaba públicamente categorizar a los pobladores en cinco categorías de clase, dependiendo de su relación a la explotación antes de que los comunistas tomaran control del territorio. En el norte de China este proceso fue más violento, ya que las divisiones de clase eran agravadas en pueblos anteriormente más bien unificados. Una vez que el proceso estuvo completo emergió una nueva estructura de poder en los pueblos. En el sur el proceso fue más suave, solo redistribuyéndose la tierra sobrante de los campesinos ricos. La mayor parte de los terratenientes de pre-guerra estaban ausentes, así que no vivían en los pueblos cuando comenzó la reforma agraria. Los principios guía en el proceso de la reforma agraria post 1949 fueron aumentar la producción mientras al mismo tiempo se derribaban las clases que pudieran competir con el Estado por el control de la plusvalía. 

Pese a la variación en los métodos, la tenencia del suelo fue en gran medida igualada en los pueblos a lo largo de China. La gran mayoría de las familias campesinas fueron beneficiadas, y el partido obtuvo un soporte crítico. Oficialmente, 300 millones de campesinos ganaron tierras y más del 40% de las tenencias de terrenos fueron redistribuidas. La tenencia de los terratenientes bajó desde un 30% al 2%.[39] Esto fortaleció la producción de los hogares rurales, con muchas familias campesinas que por primera vez tenían acceso directo a los medios de producción. La reforma agraria estaba básicamente completa ya en 1953, creando una tenencia igualitaria del suelo a nivel de pueblos, fortaleciendo el control del Partido sobre los pueblos y eliminando la alta burguesía rural, un rival del Estado por la extracción de la plusvalía rural. Al facilitar el proceso, el Partido ganó un amplio mandato popular. Mientras la economía rural se recuperó de una gran caída en los tiempos de guerra, produciendo la plusvalía que el nuevo Estado apuntaba extraer. [40]

Manchuria japonesa:

La invasión japonesa tuvo efectos contradictorios en la economía china. Primero trajo una destrucción sin precedentes. La infrastructura de transporte construida en el tiempo de los Qing y los Períodos Republicanos fueron hechos pedazos en los bombardeos. El recién creado, el sistema bancario, que había estabilizado los precios por primera vez desde el programa de compra de plata americana, rápidamente colapsó bajo la ocupación. Esto resultó en intentos desesperados de imprimir billetes para apoyar los gastos de guerra, iniciando una crisis inflacionaria que finalmente acabaría por devastar la economía republicana. Enfrentados a la destrucción del cordón de arroz del sur, los productos alimentarios se volvieron escasos y un millón de trabajadores industriales y diez millones de trabajadores artesanales del país se vieron enfrentados al desempleo y a los precios hiper inflados de la comida. Gran parte de este caos económico continuó durante la era de la Guerra Civil en zonas bajo el control del GMD, y todos estos problemas fueron luego heredados por el PCCh luego de su victoria. [41]

Pero la destrucción no fue la única herencia. Con la Guerra del Pacífico asomándose, los japoneses hicieron inversiones enormes en Manchuria y Taiwán, esencialmente construyendo una estructura industrial enteramente nueva desde sus bases en el lapso de unos pocos años, cuya escala y alcance sobrepasaba por mucho a las inversiones hechas por capitalistas extranjeros durante el siglo anterior. Combinados, estos cordones de manufactura de construcción japonesa eran el doble que toda la industria china de pre-guerra. [42]

La geografía productiva del continente Asiático fue por lo tanto reconfigurada, con menos dependencia en puertos y zonas de exportación y mucha más de la industria pesada tierradentro produciendo para consumo doméstico (principalmente militar). Mientras toda la región del noreste vio una avalancha de urbanización que no sería igualada en escala o velocidad hasta los años 80. En 1910 los residentes urbanos de Manchuria representaban solo el 10% de su población total. Ya por 1940 la población urbana se había duplicado.[43] Muchos de estos nuevos residentes eran migrantes de otras partes del norte de China y frecuentemente volvían a sus pueblo después de cumplir una asignación de trabajo, todo facilitado por las redes japonesas de trenes y vapores. [44]

En contraste a los cordones industriales descentralizados y de pequeña escala de las ciudades portuarias, la zona de manufactura japonesa era de gran escala, verticalmente integrada, y plenamente incorporada a la burocracia de producción de tiempos de guerra. La estructura de las fábricas intentaba imitar los conglomerados masivos Tayloristas del cordón industrial de Estados Unidos, con empresas intensivas en capital basadas en las máquinas más avanzadas, todas operadas por “mano de obra china barata y manejo casi feudal de la mano de obra”.[45] En las etapas tempranas de desarrollo de la región también se utilizó mano de obra japonesa más calificada, pero esto pronto se dejó de lado cuando los japoneses entrenaron técnicos chinos más baratos que los reemplazaran. 

Estos trabajadores Chinos eran, en Manchuria como en cualquier otro lugar, traídos por jefes líderes de pandilla o contratistas de mano de obra, que recibían la suma total de los sueldos desde los empleadores japoneses y que luego los distribuían entre los trabajadores como mejor les pareciera, reservando una gran fracción para sí mismos. Pero mientras el sistema de líderes de pandilla usado en las ciudades portuarias sureñas veía líderes de pandilla en competencia con gremio y otros contratistas, mandando redes de reclutas de mano de obra más pequeñas que eran despachadas a empresas menores, estas fábricas japonesas modernas requerían un despliegue de mano de obra a una escala totalmente diferente. Muchas usaban solo “un pequeño número de batou que proveían y manejaban varios miles de trabajadores.”[46] Este manejo era distribuído descendiendo por una jerarquía de jefes de pandilla verticalmente integrada, con “batou número 3” al fondo mandando escuadrones de “alrededor de quince trabajadores.” Al mismo tiempo, la jerarquía de los líderes de pandilla era en sí misma amortiguada por una extensa burocracia, con “otros funcionarios también, tales como un xiansheng o sensei (que era secretario, contador y pagador), cocineros y runners”.[47]

Bajo todo esto estaban los trabajadores, vistos como temporales, y los aún peores “casuales” que no tenían la protección de un jefe de pandilla. A los trabajadores no casuales se les pagaban sueldos, a menudo diariamente, y se les proveía con ciertas entregas del jefe de pandilla, incluyendo comida, alojamiento, cuidado médico, protección y actividades recreativas. Los sueldos en sí mismos a menudo se ajustaban según los orígenes del trabajador, con los migrantes siendo pagados solo dos tercios de lo que recibían trabajadores locales.[48] En algunos casos, tales como los de las minas de carbón de Fushun, los trabajadores eran contratados y pagados por la empresa directamente, pero el trabajo todavía era supervisado por jefes de pandilla operando en capacidad de administradores de mano de obra. En un nivel más alto, el manejo de la región completa tenía un carácter taylorista, con expertos como Wada Toshio, director del instituto Daito de Psicología de Hiroshima, enviado a probar la aptitud de los trabajadores, aumentar la eficiencia y estandarizar la producción.[49] 

Enfrentados a la escasez de mano de obra hacia el inicio de los 40, los japoneses pronto se volvieron hacia formas más coercitivas de reclutamiento. Esto incluyó forzar a estudiantes, prisioneros, vagos y a la población flotante de desempleados o trabajadores casuales a un servicio obligatorio e impago de trabajo como mano de obra, todo formalizado por la Ley de Ejército Nacional de Abril de 1940 que buscaba conscripción universal al ejército y para los proyectos de desarrollo industrial. Aquellos que no eran tirados al ejército mismo eran enviados al cuerpo laboral nacional “entre las edades de veinte a veintitrés (a) trabajar en construcción militar, industrias esenciales o producción local.”[50] La brutalidad de este régimen de trabajo no debe ser subestimado, y ha sido comparado con bastante justicia al holocausto europeo en cuando a la escala y alcance de su devastación. 

Entonces a lo largo de este período, intentos de racionalizar y modernizar el despliegue de la mano de obra a través de la implementación de métodos tayloristas y el uso de sueldos por hora coexistieron con y fueron finalmente sustituidos por regímenes que dependían, en última instancia, de la amenaza de la violencia, ya fuese a manos del jefe de pandilla o a través del retorno de sistemas de labor corvée y métodos “tributarios” de producción e intercambio. Esto tuvo grados de similitud con varias formas de acumulación pre-capitalista vistas a lo largo de Eurasia, y algunos autores escribiendo sobre el sistema de trabajo manchuriano se han referido a él de modo descuidado como “feudal”. Más importante aún, estos aspectos “feudales” del régimen de trabajo son a menudo retratados como estando en tensión  con los propiamente “racionales” sistemas tayloristas de despliegue de trabajo a través de la relación de salario. 

Pero esta oposición no es tan clara. Pese a sus supuestos elementos “feudales”, la industrialización japonesa de la China continental puede verse como el inicio de una transición hacia un modo de producción explícitamente capitalista, dominado por la producción de valor. En lugar de ver la construcción del complejo industrial japonés de tiempos de guerra (o sus contrapartes alemanas, italianas o estadounidenses) como estando conducido por una simple locura militar, debemos entender estas expansiones militares como necesidades de acumulación presentadas a Estados que enfrentan límites a su crecimiento y se encuentran sumidos en una crisis de su producción de valor. La colonización japonesa del continente fue una respuesta a la crisis del capitalismo global. En un sentido, esto puede entenderse como un proceso de “acumulación primitiva”, pero solo si separamos este término de sus connotaciones de un capitalismo comercial expansivo, hacia la gestación europea del modo capitalista de producción en sus secuencias genovesa, holandesa o británica. 

La entrada japonesa a Manchuria marcó un intento de moverse desde la simple práctica colonial de “empresas capitalistas operando principalmente a través de modos arcaicos (“precapitalistas”) de organización de la mano de obra a niveles bajo y generalmente estancados de técnica”[51] (una ligera simplificación para China, pero en gran medida consistente con como funcionaban las cosas en las ciudades portuarias) hacia empresas industriales altamente mecanizadas y coordinadas, de gran escala, capaces de aumentar la productividad y por lo tanto generando un plusvalor relativo, en lugar de simplemente cosechar más plusvalor absoluto desde más trabajadores. Las ganancias de este proceso estaban destinadas a intercambiarse e invertirse en los crecientes mercados nacionales e internacionales, ambos de los cuales los japoneses estaban (re)construyendo activamente.

La ampliación del sistema de jefes de pandilla y la implementación del trabajo forzado no fueron, entonces, de ninguna forma un desliz hacia modos precapitalistas de producción. Ellos fueron una lógica capitalista de producción llevada a su extremo -literalmente un esfuerzo de último recurso por preservar las relaciones sociales capitalistas que aseguraban la continua acumulación de valor en el continente asiático. Combinando tasas de crecimiento, la creciente circulación de commodities a lo largo del mercado doméstico y el inicio de la transición demográfica urbana, todo siguió junto a la masiva proletarización de los ex-campesinos migrantes. Estas formas de despliegue de mano de obra fueron de hecho el último complemento a las campañas de “racionalización” taylorista, porque, de cara a la escasez de mano de obra y derrotas militares, solo estas formas funcionaban, o, dicho más precisamente: ponían a la gente a trabajar. 

La herencia industrial:

Después de que el complejo militar japonés colapsara bajo las ofensivas soviéticas y estadounidenses de 1945, el capital fijo en Manchuria fue transferido a propiedad estatal del GMD. Esta estructura industrial estaba predominantemente equipada hacia la producción de electricidad (63% de la industria eléctrica era de propiedad estatal del GMD después de la derrota japonesa, producida por plantas capturadas a los japoneses en retirada) y materia prima industrial (acero y hierro: 90%, tungsteno: 100%, estaño: 70%, cemento: 40%). El valor total del capital industrial estatal había crecido cien veces en diez años, de 318 millones de yuanes en 1936 a 3.161 millones de yuanes en 1946, cuando componía un 67,4% del capital industrial total. [52]

El GMD era totalmente incapaz de manejar esta vasta nueva burocracia. Incapaz de refrenar la inflación, las tendencias económicas terribles iniciadas bajo los japoneses continuaron bajo los nacionalistas, que no eran aptos para reiniciar el proyecto de expansión imperial iniciado por sus predecesores. La clase media que había empezado a formarse previo a la invasión estaba prácticamente liquidada. Un nuevo caudillismo burocrático emergió junto a y desde dentro del GMD en colapso, creando las condiciones casi perfectas para el crecimiento de los ejércitos comunistas en los campos. A medida que el GMD comenzó a ceder territorio al PCCh durante la guerra civil, esta estructura estatal industrial de construcción japonesa fue el componente más intacto de producción no agrícola que heredaron los comunistas. Manchuria fue conquistada tempranamente con una asistencia sustancial de Rusia, que dio una cantidad significativa de municiones, artillería, tanques y aeronaves al ejército comunista al mismo tiempo que asistieron en la reconstrucción del sistema de rieles de Manchuria. Pero esta asistencia también vino a un costo significativo, pues Stalin ordenó a las tropas rusas a emparejarse con el GMD y saquear las fábricas manchurianas para recuperar la propia industria de la URSS desgastada por la guerra. [53]

Fue en Manchuria entonces que el PCCh primero confrontó las cuestiones de la industrialización y la urbanización que se convertirían crecientemente importantes en la era socialista. Esto significaba no solo que el partido tenía que encontrar formas de sobrepasar vallas técnicas, ya que “su ala urbana no podía proveer con cuadros suficientemente entrenados para lograr que la producción urbana estuviera nuevamente andando”[54], también tuvieron que fusionar sus alas rurales y urbanas, que previamente habían operado en relativa autonomía. El ala urbana, encabezada por Liu Shaoqi, había estado involucrada en actividades clandestinas durante el control del GMD y la ocupación japonesa, necesitando que su organización enfatizara el secretismo, se estructurara en cadenas de comando altamente reguladas y una disciplina estricta. 

Cuando le fue entregada al ala urbana la responsabilidad de producción de tiempos de guerra y las primeras etapas de industrialización guiada de modo comunista, todavía estaba operando bajo una extensa y reglamentada estructura de mando diseñada para la actividad clandestina. Los problemas de esto fueron reconocidos, pero no había una alternativa a la mano. Aún donde los trabajadores mismos podían entrar a mantener la maquinaria andando tras la huída de los administradores japoneses y del GMD, el ala urbana del Partido era la única fuerza restante capaz de coordinar la producción entre las fábricas y manejando la distribución de este producto más allá del cinturón industrial manchuriano fuertemente concentrado geográficamente. 

Las decisiones confrontadas allí, más que en cualquier otro lado, marcaron hasta la raíz el proyecto comunista. Si el Partido fuera a simplemente capturar la infraestructura construida por los japoneses, se arriesgaban a reavivar el brutal proceso expansionista para el que estas industrias se habían construido y a reconstruir la burocracia necesaria para mantenerlas andando. Aún si el Partido hubiese devuelto el control directo a los trabajadores de estas industrias para que las manejaran, eso no habría hecho nada para resolver los problemas estructurales inherentes a como estas fábricas de gran escala funcionaban, ni frente al desafío que planteaba su concentración geográfica. La jerarquía de líderes de pandilla podía rellenarse con representantes democráticamente electos, pero esto solo habría reemplazado una burocracia más darwiniana con una democrática. 

En otras palabras: la infraestructura industrial de Manchuria no era un motor de producción políticamente neutro que podía simplemente ser capturado y puesto al servicio de un mejor fin. Al contrario, la totalidad de sus redes logísticas, su geografía desigual y su organización básica a nivel de fábrica (pasando desde su construcción física a su administración), estaban diseñadas precisamente para succionar mano de obra migrante hacia el nuevo núcleo industrial, cortándolos de sus propios medios de subsistencia y forzándolos a depender de varias capas de administración para su propia reproducción, ya fuese a través de los sueldos o por el sistema de alojamiento y salud provisto por los jefes de pandilla. Esto no significa, por supuesto, que esta infraestructura era inherentemente mala o inherentemente inútil para un proyecto comunista -sino simplemente que las ganancias de la tecnología moderna y una producción aumentada estaban fuertemente aleadas con estos límites.

El problema era cómo, precisamente, utilizar la capacidad productiva de esta infraestructura heredada mientras simultáneamente se transformaban las relaciones de producción de la sociedad -una transformación que solo puede suceder a una escala mucho más grande que la de la empresa individual, y que de ningún modo puede producirse desde la aglomeración lineal de pequeños cambios en los trabajadores individuales con sus lugares de trabajo individuales, aunque éstos son obviamente importantes y ocurren en cada etapa del proceso. Fue solo al enfrentar este problema mayor que las propias teorías del Partido sobre organización industrial se volverían importantes. Estas teorías  aplicadas desde arriba hacia abajo, mientras tanto, eran a menudo emparejadas con actividades ascendentes viniendo desde los trabajadores de estas industrias, cuyas opiniones sobre estas materias contribuían a la heterogeneidad general del proyecto comunista, que no era de ninguna manera reductible al PCCh. Las tres décadas siguientes estarían marcadas por luchas sobre la transformación y expansión de esta herencia industrial, con el Partido absorbiendo muchas de estas posturas heterogéneas en el proceso de asegurar su hegemonía estratégica -una hegemonía que tenía por premisa los potenciales de producción. 

La división urbana:

Pese a tener una mayoría campesina y una base revolucionaria rural, fueron las ciudades las que se volvieron centrales en el intento de expandir las ganancias de la modernización más allá de los límites de Manchuria y los puertos sureños. Así por primera vez en la historia de la región se tejería una “economía nacional” desde el archipiélago industrial, mientras simultáneamente se creaba una punta de lanza para la esperada transición hacia una sociedad comunista global. En el Segundo Plenario del Séptimo Comité Central del PCCh en Marzo, 1949, Mao declaraba que “el centro de gravedad del trabajo del partido ha cambiado desde los pueblos a la ciudad”.[55] Pero las “islas industriales” de las ciudades probaron ser serios obstáculos -no tanto para la construcción de la “economía nacional” (de hecho, probarían ser acelerantes peligrosos), sino para la construcción de algo que se aproximara a un proyecto comunista en el siglo XX. 

La era socialista fue de hecho un tiempo de transición, en la cual una “economía nacional” fue gradualmente tejida desde sub-regiones económicas dispersas y varios métodos de despliegue de la mano de obra. Pero la característica más fundamental de esta “economía nacional” -el único rasgo que se podía decir que abarcaba campo y ciudad, determinando la relación entre ambos- era la implementación del estándar del grano y la canalización de recursos desde el campo a la ciudad. En otras palabras, el eje de todo el proyecto de desarrollo era la ampliación de la división entre campo y ciudad, pese al aumento de la riqueza social total del país. 

El acertijo básico puesto por la existencia de la ciudad era este: ¿cómo era posible implementar una revolución agraria para abaratar los costos de vida, permitiendo una igualdad que no fuese igualdad-en-la-escasez en el país más pobre del mundo, sin al mismo tiempo socavar las bases de un proyecto igualitario al privilegiar zonas geográficas de concentración industrial y sin crear nuevas jerarquías mediante la urbanización? Para poner esto en perspectiva, sólo necesitamos recordar que el continente del este asiático en el tiempo de su revolución era una de las regiones más subdesarrolladas del mundo. Comparado con China en 1943, Rusia en 1913 (en sí misma un país agrario subdesarrollado en vísperas de una revolución) ya manufacturaba tres veces las toneladas de acero, dos veces la cantidad de hierro, tenía el doble de kilómetros de vías férreas y producía treinta veces más petróleo.[56] Todo esto es en términos absolutos en lugar de per cápita, sin tomar en cuenta la cantidad de población sorprendentemente más alta de China. De esta población, muy poca gente era empleada en las industrias modernas urbanas. Hasta entrados los años 50, menos del 2% de la población china eran “trabajadores y empleados”.[57] La vasta mayoría eran campesinos. 

La urbanización no es un problema simple. Las teorías de la ciudad son a menudo descaradamente saturadas ideológicamente. La más popular es el “modelo de comercialización” del desarrollo capitalista, que retrata al capitalismo como una excrecencia de la naturaleza humana, y que también generalmente asume “que las ciudades desde sus inicios son capitalismo embrionario”[58] Esto implica “que los pueblos eran por naturaleza antitéticos al feudalismo, de tal modo que su crecimiento, como fuese que se diera, socavaba los fundamentos del sistema feudal”.[59] Este modelo también tiende a inferir que las ciudades son, de hecho, antitéticas a cualquier sistema de producción otro que el capitalismo y que todas las formas de urbanización son inherentemente capitalistas. 

En realidad, el capitalismo no ha sido el único modo de producción que vio grandes procesos de urbanización. Sin embargo, a menudo se asume que la abolición del capitalismo conlleva la abolición de la ciudad y la explosión de la industria en una “ciudad jardín” de campos, fábricas y talleres,” en la cual la población misma debe estar aproximadamente igualada a lo largo de territorio inhabitado. El propio trabajo de Marx y Engels exacerba esta confusión. Una “distribución más equitativa de población entre ciudad y campo” es una de las diez medidas avanzadas en el Manifiesto Comunista. Aunque esto se pueda entender como una respuesta a las particulares desigualdades urbano-rurales que habían aparecido en Europa en ese tiempo, se hacen luego ahistóricas en El origen de la familia, donde Engels sostiene a la ciudad como una “característica de la civilización” básica, y por lo tanto un punto de origen para todas las estructuras de clase tempranas. [60]
En los años tempranos de la era socialista china, un principio similar rápidamente cobraría un lugar sacrosanto en los documentos oficiales, reflejando el lenguaje del Manifiesto. Poca atención se le dio al hecho de que contra el estándar europeo observado por Marx y Engels, el continente asiático ya tenía una distribución equitativa entre el campo y la ciudad. Las políticas fueron escritas para responder a un problema que apenas existía, y el resultado fue que todos los intentos de crear las condiciones mediante las cuales las distinciones entre campo ciudad pudieran abolirse tendieron a aumentar la desigualdad entre las dos. Pero el reconocimiento del problema también aseguró que la urbanización misma fuese prontamente detenida -efectivamente duplicando la división al fijar más población en el campo subfinanciado. La división urbana fue por lo tanto exacerbada por todos los intentos de escaparla.

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[1] Jean Laurent Rosenthal y R. Bin Wong (Before and Beyond Divergence:The Politics of Econmic Change in China and Europe. Harvard University Press, 2011, p. 101) Sostienen que esto fue así porque las guerras en Europa empujaron este tipo de producción hacia las zonas urbanas protegidas, mientras que en China, las guerras fueron más esporádicas durante el último milenio. Solo a la larga esto benefició a Europa, poniéndola mucho más temprano en un camino diferente de producción de inteniva en capital. Acá usamos a Rosenthal y Wong no por su gran comparación entre China-Europa, sino para proveer una visión de largo plazo de la relación entre la producción y la división urbano-rural en China.  

[2] Ibid. pp. 101 y 110. Ellos sostienen que en general la mano de obra es más barata en el campo que en la ciudad, y para el capital es verdadero lo opuesto. Las guerras europeas condujeron la producción intensiva en capital hacia las ciuades. Para una China más pacífica, el cálculo era diferente y la artesanía siguió sindo más rural por el bajo costo de la mano de obra. (106-107).

[3] Ibid. p. 111.

[4] Jacob Eyferth, Eating Rice from Bamboo Roots: The Social History of a Community of Handicraft Papermakers in Rural Sichuan, 1920-2000. Harvard University Press, 2009; Jeremy Brown, City Versus Countryside in Mao’s China: Negotiating the Divide. Cambridge University Press, 2012. 

[5] Kathy Le Mons Walker, Chinese Modernity and the Peasant Path: Semicolonialism in the Northern Yangzi Delta. Stanford University Press, 1999, pp. 37-39.

[6] Ibid. p. 41-7

[7] Philip Richardson, Economic Change in China, c. 1800-1950. Cambridge University Press, 1999. p. 69

[8] Walker 1999, p. 10; Philip Huang, The Rural Family and Rural Development in the Yangzi Delta, 1350-1988. Stanford University Press, 1990, p. 60.

[9] Huang (1990), p. 105.

[10] Ibid. 

[11] Timothy Brook, The Confusions of Pleasure: Commerce and Culture in Ming China. University of California Press, 1998, p. 199.

[12] Huang 1990.

[13] Ver Richardson 1999, p. 26; Rosenthal y Wong 2011, chp. 4.

[14] Ho-fung Hung, “Agricultural Revolution and Elite Reproduction in Qing China: The Transition to Capitalism Debate Revisited”, American Sociological Review 73(4), August 2009, pp. 569-588.

[15] Richardson, 1999, chp. 6; Daniel Little, Understanding Peasant China: Case Studies in the Philosophy of Social Science. Yale University Press, 1989, chp. 4. 

[16] La subsunción formal es un momento en que un proceso de trabajo preexistente es traido al mercado capitalista pero el proceso de trabajo aún no es transformado. El ejemplo del texto apunta un momento en que la agricultura china es subsumida al mercado global a través del sistema del mercado doméstico, pero el modo en que la gente trabaja no es transformada significativamente durante el proceso. Lo que cambia son los precios que los campesinos y mercantes reciben por los productos agrícolas que venden, aun si ellos todavía los producen de la misma manera. 

[17] Richardson 1999, p. 73. 

[18] Mark Selden,The Political Economy of Chinese Socialism. M.E. Sharpe, 1988, p. 159. 

[19] Richardson 1999, pp. 26-27. Estas figuras son estimaciones aproximadas. Algunos han argumentado que las tasas de crecimiento hasta la invasión japonesa en 1937 eran más altas, pero esas figuras han sido fuertemente criticadas (ver Richardson 1999 para ver la discusión).

[20] Margherita Zanasi,Saving the Nation: Economic Modernity in Republican China. University of Chicago Press, 2006. 

[21] Nicholas R. Lardy,Agriculture in China’s Modern Economic Development. Cambridge University Press, 1983, p. 12. 

[22] Para una revisión del rol de los comunistas en el movimiento obrero de Shanghai ver: Patricia Stranahan (1994).“The Shanghai Labor Movement, 1927–1931”. East Asian Working Paper Series on Language and Politics in Modern China.

[23] Zhongguo gongchangdang lishi, 1919-1949 (History of the Chinese Communist Party, 1919-1949), Beijing: Renmin chubanshe, 1991, vol. 1, p. 216. 

[24] C.F. Remer, Foreign Investments in China. New York, MacMillan, 1933. p. 76. 

[25] Chu-Yuan Cheng, Communist China’s Economy, 1949-1962: Structural Changes and Crisis. Seton Hall Univeristy Press, 1963. p. 4 

[26] Ibid. p. 4-5. Para más detalles, ver la cita propia de Cheng [no transliterada a pinyin]: Wu, Chiang, “Certain Characteristics in the Economic Developments of China’s Capitalism,”Ching-chi Yen-chiu (Economic Research), Vol 1., No. 5 (Peking: December 1955) p. 64. 

[27] Ibid. p. 5.

[28] Para más detalles de como esto tomó forma en las ciudades portuarias, ver: Linda Cooke Johnson, “Shanghai: An Emerging Jiangnan Port, 1638-1840” en Linda Cooke Johnson, ed., Cities of Jiangnan in Late Imperial China. Albany State University of New York Press, 1933. pp. 171-4. 

Para más detalles sobre la industria textil ver: Feuerwerker, “Handicraft and Manufactured Cotton Textiles 1971-1910,” Journal of Economic History, 30:2, 1970, pp. 371-5. 

Para más detalles sobre la campaña de industrialización de Chen Jitang en Guangzhou ver H. Y. Lin, “Warlord, Social Welfare and Philanthropy: The Case of Guangzhou under Chen Jitang, 1929-1936,” Modern China, 30:2, April 2004, pp.151-198 

Para una visión general ver Giovanni Arrighi, Adam Smith in Beijing. New York, Verso. pp. 336-344.

[29] Ver Stephen Andors, China’s Industrial Revolution: Politics, Planning and Management, 1949 to the Present. Pantheon Books, NY. 1977. pp.32-33. 

[30] Ibid.

[31] Ibid. p. 33

[32] Fei-ling Davis, Primitive Revolutionaries of China: A Study of Secret Societies of the late Nineteenth Century. University Press of Hawaii, Honolulu. 1971. pp 171-172. 

[33] Andors 1977, p. 34.

[34] Chang Liu, Peasants and Revolution in Rural China. Routledge, 2007. 

[35] Ibid. p. 47.

[36] Ibid. p. 98; Alexander F. Day, “A Century of Rural Self-Governance Reforms: Reimagining Rural Chinese Society in the Post-Taxation Era,” The Journal of Peasant Study 40(6), 2013, p. 937. 

[37] Li Fangchun, “Class, Power and the Contradictions of Chinese Revolutionary Modernity: Interpreting Land Reform in Northern China 1946-48,” PhD Thesis, University of California, Los Angeles, 2008, p. 3. 

[38] “Cuadro” aquí traduce el término chino “ganbu”, que designa funcionarios del Partido y de Estado. El término puede usarse en singular o plural. Aunque a menudo poco claro para los lectores en Inglés, la traducción se ha vuelto estándar en la literatura, así que lo utilizamos para mantener consistencia con nuestras fuentes. 

[39] Carl Riskin, China’s Political Economy: The Quest for Development Since 1949. Oxford University Press, 1987, p. 50. 

[40] Victor Lippit (Land Reform and Economic Development in China: A Study of Institutional Change and Development Finance. Routledge, 1975) ve la facilitación de la industrialización como el principal beneficio de las políticas rurales del PCCh. 

[41] Ver, Cheng, pp.6-7.

[42] Para los números exactos ver: Ibid. P 8. 

[43] David Tucker, “Labor Policy and the Construction Industry in Manchukuo: Systems of Recruitment, Management, and Control” in Paul H. Kratoska, Ed., Asian Labor in the Wartime Japanese Empire. ME Sharpe, Inc. , 2005, p.28. 

[44] La similitud entre el sistema actual de mano de obra migrante rural y la clasificación basada en el hukou es notable.

[45] Tucker, p.28

[46] Ibid. p. 29

[47] Ibid. 

[48] Ibid. p. 36

[49] Ibid. pp. 31-32

[50] Ibid. p. 49-50

[51] Jairus Banaji, Theory as History. Haymarket, Chicago IL, 2010, p.62.

[52] Cheng, pp.8-9

[53] Dieter Heinzig, The Soviet Union and Communist China, 1945-1950: The Arduous Road to the Alliance. East Gate, New York City, NY. 1998. p.101 

[54] Andors 1977, p.45 

[55] Andors 1977, p.44 

[56] Ver tabla 1 en Cheng, p. 14

[57] Cheng, p.14. 

[58] Ellen Meiksins Wood, The Origin of Capitalism: A Longer View. New York, Verso, 2002. p.13 

[59] Ibid. p.15 

[60] Ibid. p.201

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