Carta a Amelia - Carcaj.cl

Foto: @pauloslachevsky

19 de octubre 2020

Carta a Amelia

por Gonzalo Geraldo Peláez

Querida Amelia: Las noticias de la muerte  siempre llegan tarde. Enamorados ponemos oído al vocabulario, al idioma folclórico de todos los pueblos.  Un canto pleno, feliz, volvemos a escuchar.

PRIMERA ESCENA (Villa Cumbres Andinas). Paulina Aguirre Tobar (1965-1985). Todas las noches la espera su abuela con un plato caliente de comida, su padre sigue su ejemplo, sus amigos no encuentran palabras para hablar de una muerta, sus hijos no nacerán mientras siga existiendo la Dictadura.

SEGUNDA ESCENA (Parque Forestal). Un hombre de mediana edad evoca a su madre con el misterio de la palabra “compañera”. Ella luce con orgullo en la sala de su humilde casa una fotografía de la campaña presidencial de 1970: Salvador Allende sonríe a la multitud, Pablo Neruda lo abraza hierático. Un vocativo, una fotografía en blanco y negro, condensa y revela el poema del hijo: “Somos pueblo, somos nación. Somos historia. Intransables, invendibles.”

TERCERA ESCENA (Población Vicuña Mackenna Sur). Una abuela toma la palabra, su paciente sabiduría  nos reencuentra, los ancestros son las antenas de la tribu, urge escucharlos: “No olvidemos nuestro origen, somos una población obrera, una población de obreros.”

CUARTA ESCENA (Población Vicuña Mackenna Sur). Un empleado bancario no cuenta más sus penurias ni se lamenta. El descontento ya no es suficiente. Hoy se vindica el resentimiento, se hace del grito una forma de sabotaje. El arte de injuriar expresa más de una verdad de la vida: “Ya basta de pajas. Que el pueblo unido, jamás será vencido. Hay que ir a reventar. Morir o triunfar.”

Hoy se despiertan nuevas, inéditas formas de vida. Ya la Historia no nos parece superflua. Hay pura alegría de poder imaginarse, poder pensarse. Nosotros nos encontramos. El pueblo se encuentra. El pueblo hace de los discursos y las hablas del malestar, una escritura, prácticas de encuentro con estructura.

Amiga, hermana, compañera, compartamos la alegría y el sufrimiento de las noticias de la muerte. Ellas siempre llegan tarde,  pero ha sido el camino más justo, más generoso, más razonado, que hoy nos hemos dado.

Santiago de Chile, noviembre de 2019

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