Imagen: Bombardeos israelíes en la ciudad de Rafah el 1 de agosto de 2014, por Forensic Architecture. Fuente: https://forensic-architecture.org/investigation/the-bombing-of-rafah

30 de diciembre 2023

Descolonización cooptada: Deleuze en Palestina

por Joshua M. Hall // Traducción de Leandro Cuellar

Resumen

En su influyente historia de la posguerra de 1967 y la historia de la Ocupación Palestina, el arquitecto israelí radical Eyal Weizman muestra cómo incluso los esfuerzos decoloniales bien intencionados de aliados privilegiados pueden ser cooptados por los colonizadores, en lo que llamo «de-decolonización». Aquí me centro en uno de sus ejemplos, a saber, los profesores militares de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) redirigiendo la filosofía anarco-comunista del posmodernista francés Gilles Deleuze en un arma contra la resistencia guerrillera palestina. Mi conclusión es que la decolonización intentada a través de aliados privilegiados (inevitablemente cómplices) debe incluir lo que Weizman llama «co-resistencia» y yo llamo «reconstrucción». En otras palabras, cuando una «línea de vuelo» de Deleuze para «escapar» es imposible, como se podría argumentar para los palestinos hoy, entonces se debe seguir el heroico ejemplo de los beduinos, quienes (como reconoce Weizman) son los únicos árabes que nunca han dejado de reconstruir su Palestina.

Actualización preliminar: Hoy es 24 de noviembre de 2023, ocho meses después de que presenté este ensayo para su inclusión en el Manual Decolonial. Agradezco sinceramente la amable invitación del editor de la antología para reflexionar sobre el momento actual, a saber, el recrudecimiento del genocidio israelí contra la nación palestina tras la ofensiva de Hamás del 7 de octubre, denominada «Operación Diluvio Al-Aqsa». Como predijo Weizman en Hollow Land y en este ensayo, la situación en Palestina ha empeorado precipitadamente, aunque a un ritmo aún más rápido de lo que cualquiera de nosotros anticipó. Hasta la fecha de esta escritura, Israel ha asesinado a «14,854 palestinos en Gaza, incluidos 6,150 niños, y herido a más de 36,000 en la Franja de Gaza, además de matar a 226 palestinos en Cisjordania y Jerusalén Este»2. Desde las perspectivas tanto de la previsión académica como del sentido común, estas tragedias son una consecuencia lógica de los sistemas inherentemente violentos de ocupación israelí (durante 16 años) y apartheid (durante 75 años) en Palestina.

Por lo tanto, me uno a un coro creciente de académicos internacionales para exigir el desmantelamiento de esos sistemas y su reemplazo por una solución de uno o dos estados (preferiblemente). Bajo tal reconstrucción, tanto los israelíes como los palestinos de hoy pueden vivir como ciudadanos libres e iguales ante la ley de una democracia liberal moderna, en lugar de seguir siendo aplastados y distorsionados por el régimen supremacista judío irreparablemente corrupto del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. En términos más generales, desde su fundación en 1948, Israel ha funcionado como un estado étnico colonialista, comenzando con su violenta expulsión de 700,000 palestinos, un evento conocido como la Nakba (en árabe, «Catástrofe»). Así, nosotros, el pueblo del mundo, que protesta en manifestaciones en las calles de América, Europa, Medio Oriente, África, Asia y las islas del Pacífico, seguimos exigiendo: «¡Palestina Libre!»

  1. Colaboración y Co-Resistencia

En su Prefacio a Hollow Land: Israel’s Architecture of Occupation, el arquitecto israelí Eyal Weizman sostiene que la «separación», más específicamente «en el espacio y por la ley, es el componente más fundamental del sistema de colonización de Israel» (xii). Esta separación es tan extrema que Israel ha «superado incluso el apartheid sudafricano, no solo en la extensión y sofisticación de sus manifestaciones arquitectónicas, sino también en su duración» (xii). Weizman proporciona varios ejemplos: primero, desde el inicio de la ocupación, «el desempleo se disparó al 43 por ciento (el más alto del mundo)» (xiv). Segundo, «el 72 por ciento de la población cayó por debajo de la línea de pobreza» (xiv). Tercero, hoy en día, mientras «los residentes tienen electricidad solo unas pocas horas al día, los hospitales están incapacitados y no hay suficiente energía para contener todo el flujo de aguas residuales sin tratar» (xiv). Y finalmente, «los bombardeos indiscriminados de Israel en barrios civiles densos durante estas ‘guerras’ han matado a más de 4,000 personas, la abrumadora mayoría de ellas civiles» (xv).

Buscando comprender la ocupación para ayudar a derrocarla, Weizman explica que abordó el desafío como cualquier arquitecto abordaría el análisis de un edificio complejo; es decir, «dibujó un corte transversal a través de él» (xvi). Este análisis geoespacial anticipa las posteriores invocaciones de Deleuze, cuya filosofía aspira a lo que él llama «geofilosofía» (xvi). Según Weizman, este análisis espacial reveló que «el ‘proyecto arquitectónico’ de la ocupación estaba dispuesto en capas», específicamente «la superficie, bolsas de tierra entregadas al control palestino; el subsuelo, incluidos los recursos hídricos y minerales; y el espacio aéreo sobre las áreas palestinas, que quedó en manos de Israel, principalmente de su fuerza aérea» (xvi). En resumen, «cada pueblo y aldea palestina ha sido completamente envuelto por el espacio israelí en tres dimensiones» (xvii). Weizman llama a esto «‘la política de verticalidad’» y afirma que «la verticalidad se ha convertido en una forma de apartheid» (xvii). En pocas palabras, que las formas anteriores de colonialismo emplearon el apartheid, que fue exclusivamente un asunto horizontal, mientras que Israel ha pionereado un apartheid postmoderno aún más cruel, que se extiende desde el cielo hasta el subsuelo. En este contexto, se puede imaginar cómo el pensamiento espacial transgresor de Deleuze podría resultar útil para los funcionarios israelíes.

Sin embargo, este análisis tridimensional de la ocupación aún no es exhaustivo, ya que descuida la crucial cuarta dimensión, la histórica. Como explica Weizman, «la arquitectura de la ocupación fue concebida en diferentes períodos por diferentes personas», aunque siempre «bajo la ideología y práctica del colonialismo de colonos» (xx). Desafortunadamente, para los críticos que desean descolonizar, «este arreglo en capas rara vez se comprende en su totalidad»; en cambio, «cada capa se presenta como una solución caótica, a menudo meramente funcional, a un problema separado» (xx). Aquí se insinúan las deficiencias de la aplicación de Deleuze a Palestina, ya que su privilegiar el espacio sobre el tiempo subestima la necesidad de una reconstrucción histórica como complemento necesario para la descolonización.

Weizman señala esta dirección reconstructiva con su concepto de «co-resistencia», definida como «acciones de la sociedad civil que se oponen y buscan poner fin al régimen de dominación de Israel» (xxi). Su ejemplo privilegiado es el movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), «una de las formas más efectivas de acción civil que ha surgido en los últimos años» (xxi). Aunque participo con orgullo en el BDS, ese ejemplo ilustra cómo, para Weizman, el «con» de la «con-resistencia»3 se refiere claramente a la participación de aliados no palestinos. En mi opinión, por el contrario, este «con» de la colaboración necesita ser complementado con el «con» del espacio-tiempo compartido, momento en el cual la co-resistencia se convierte en «reconstrucción». Con «espacio-tiempo compartido», me refiero a ayudar a sostener y compartir espacios que preserven las historias y tradiciones del pueblo palestino, como por ejemplo intentar visitar Palestina, proporcionar vivienda y apoyo a palestinos en la diáspora, aprender el dialecto árabe palestino y apoyar eventos y productos culturales palestinos (incluyendo danzas, restaurantes, música y moda).

Crucial para esta variante más profunda de co-resistencia, que es lo que aquí quiero decir con «reconstrucción», es un reconocimiento franco de la posición encarnada del teórico vis-à-vis de Palestina, y los costos y beneficios involucrados en ello. En este sentido, hay que reconocer el mérito de Weizman, quien es admirablemente autocrítico. «De todos los nacidos en esta tierra» de Palestina, escribe, «los judíos israelíes como yo somos los más privilegiados por el régimen» (xxii). Además, «siendo israelí en este espacio, no podemos evitar un grado de colaboración, incluso cuando enfrentamos al régimen, incluso cuando emigramos, como hice yo» (xxiii). Por mi parte, por un lado, nací y crecí en los Estados Unidos, el Imperio del momento histórico actual y (como tal) el facilitador más extremo de la Ocupación, ya que sin nuestros miles de millones de dólares en ayuda, Israel no podría continuar su tiranía. Pero, por otro lado, mi prometida nació y creció en Palestina, y toda su familia es palestina, así que tengo una inversión directa y personal en esta lucha.

Pero esta «línea de fuga» deleuziana de Israel es simplemente el primer paso en la danza de la reconstrucción. El segundo paso necesario en esta danza es la Marcha del Retorno, que comenzó con lo que los palestinos llaman Nakba («Catástrofe»), descrita por Voces Judías por la Paz como «el desplazamiento forzado de aproximadamente 750,000 palestinos que comenzó con el establecimiento de Israel y que continúa hasta hoy». Más en general, al reconocer de dónde venimos y, por lo tanto, los espacios que nos han apoyado, los posibles aliados pueden ser más conscientes de nuestras historias y de nuestras obligaciones hacia aquellos que ya han pasado, sosteniendo y compartiendo esos espacios para aquellos que aún están por venir. Y esto, finalmente, implica preservar la narrativa de los némesis históricos de Palestina y su formación de las historias de los espacios, para evitar perpetuar inadvertidamente sus injusticias.

  1. Ariel Sharon como Deleuze Decolonial

Quizás el némesis más injusto de Palestina desde la Guerra de Palestina de 1948 sea el general y político israelí Ariel Sharon (1928-2014), a través del cual Weizman introduce por primera vez a Deleuze. En esta segunda sección, sugiero que Sharon puede entenderse significativamente como lo que sucede cuando el colonizador se percibe a sí mismo como el descolonizador, una instancia de lo que llamo «de-decolonización». El subtítulo del Capítulo 2 de Hollow Land está dedicado a la primera infamia de Sharon, es decir, su papel en «el debate en torno a la construcción (1967-73) y caída (1973) de la fortificación de Israel a lo largo del Canal de Suez», la Línea Bar Lev de 200 kilómetros (57). Weizman relata cómo Sharon, «entonces director de entrenamiento militar, comenzó a desafiar la estrategia de defensa que encarnaba», a favor de un enfoque más dinámico, flexible y descentralizado que resuena con Deleuze (62). Por esta razón, los profesores militares de las FDI utilizaron a Sharon como un ejemplo de este último (a lo que volveré más abajo).

En cuanto a la Línea Bar Lev, Sharon «exigió que la defensa estática» encarnada en esta línea de fortificaciones «fuera abandonada y reemplazada por un sistema flexible de ‘defensa en profundidad’ que comprendiera puntos fuertes independientes ubicados en lo alto de colinas en un área que se extendía lejos del frente» a lo largo de la costa occidental del Canal de Suez (62). «Entre estos bastiones, Sharon propuso realizar patrullas móviles no programadas e impredecibles» (65). En cuanto al mando de estas patrullas, la «defensa en profundidad de Sharon busca la dispersión relativa de la autoridad militar y el aumento de la autonomía de cada unidad de combate semiindependiente» (66). Al desarrollar la parte de «profundidad» de la «defensa en profundidad», Weizman explica que «el grado de profundidad de un sistema radica en su capacidad distribuida para reorganizar conexiones» (66). Esto recuerda el énfasis de Deleuze en la espontaneidad, anarquía y estilo, y su modelo preferido de «rizoma» de redes descentralizadas, descentralizando a los sujetos al estatus de nodos meramente epifenomenales. En resumen, Deleuze se esfuerza por pensar tácticas y estrategias sociales y políticas que resisten lo que caracteriza como las tendencias obsesivas, paranoicas y totalitarias de la sociedad contemporánea y de sus poderes establecidos. Donde esos poderes actúan cada vez más a través de algoritmos, sugiere movimientos contrarios espontáneos. Donde insisten en la uniformidad, afirma estilos desviados. Y donde valoran la figura vertical, jerárquica y autosuficiente del árbol (raíces que sirven al tronco que sirve a las ramas), prefiere la figura horizontal, igualitaria y nodalmente interconectada del rizoma. A pesar de los compromisos explícitamente anarco-comunistas de Deleuze, sin embargo, la ejemplificación de estas características por parte de Sharon revela que fácilmente pueden ser repuestas de manera injusta.

Aunque «en el escenario internacional», según relata Weizman, «estaba claro que la victoria era de Egipto», en Israel, la reputación de Sharon de alguna manera solo aumentó después de su papel en el fracaso de la Línea Bar Lev. Específicamente, de tres maneras que acercan aún más a Sharon a Deleuze. Primero, el «atractivo» de Sharon, escribe Weizman, «se derivaba de la percepción popular de que era un rebelde indisciplinado, un radical, un transgresor violento» (76). En segundo lugar, a veces se consideraba a Sharon como un «hippie», y más tarde se convirtió en un héroe para los críticos radicales del régimen tanto en la derecha política como en la izquierda (76). Y tercero, la crítica dinámica de Sharon al modelo lineal de defensa «recuerda comparaciones sugeridas por Antonio Gramsci», filósofo neomarxista compañero de Deleuze, «entre la ‘guerra de posición’ y la ‘guerra de maniobra’, con patrones políticos similares» (77). En resumen, al igual que Deleuze, Sharon ganó fama por la transgresión como tal (independientemente del contexto o características de esa transgresión), fue percibido como alineado con arquetipos contraculturales populares y simbolizó cada vez más un enfoque posmoderno de flexibilidad dinámica. Así, mientras Deleuze es celebrado como un genio filosófico, la defensa de la Línea Bar Lev llevó a la «creación del mito de Sharon como un ‘genio militar'» (63).

Desarrollando este punto, Weizman explica que, a lo largo de su carrera militar, “Sharon se ha convertido en la personificación del ‘mito de la frontera’ israelí, que celebraba la transgresión de líneas y fronteras de todo tipo» (63). En el ejemplo histórico más antiguo, como comandante fundador de la «Unidad de Comando Especial 101» en 1953, Sharon y su unidad «transgredieron, violaron y distorsionaron fronteras de diferentes tipos: geopolíticas –sus operaciones cruzaron las fronteras del estado; jerárquicas –sus miembros no obedecieron completamente las órdenes», y «legales –la naturaleza de sus operaciones y su flagrante desprecio por la vida civil violaron tanto la ley del estado de Israel como el derecho internacional» (63). Más concretamente, su «ataque» más infame fue el asesinato de 60 civiles desprotegidos en la aldea de Qibia, en Cisjordania» (63). La influencia de la unidad de Sharon, señala Weizman, ha sido enorme. «En los años siguientes, hasta la guerra de 1973», escribe, «las FDI fueron fundamentales en la formación de la identidad israelí», y la mayoría de los israelíes veían el «‘patriotismo’ en términos militares», en un proceso en el que Sharon «tuvo un papel central» (64).

Avanzando en la historia hasta 1976, Weizman menciona a Deleuze en conexión con el papel de Sharon en la colonización adicional de Palestina. «Cuarenta días después de asumir el cargo ministerial», escribe Weizman, «Sharon anunció la primera propuesta en una serie de planes para la creación de asentamientos judíos en toda Cisjordania» (80). Este plan «fue preparado en colaboración» con el arquitecto Avraham Wachman, quien, en lo que inicialmente parece un non sequitur absurdo, «para entonces ya era mundialmente conocido por su papel en el desarrollo de la Notación de Movimiento Eshkol-Wachman, diseñada en 1958 para permitir que los coreógrafos ‘escribieran’ un baile en papel como los compositores escriben notas» (80). En resumen, «el plan de Sharon para la colonización de la profundidad de Cisjordania surgió del encuentro entre el arquitecto de la notación de danza y el arquitecto de la guerra de maniobras» (81).

Esta conexión entre la colonización y la notación de la danza es menos sorprendente, sin embargo, si se es consciente de la conexión problemática de la notación de la danza con el totalitarismo. Como he explorado en otros lugares, hay una dimensión colonial en el intento de las notaciones de danza de atrapar la complejidad y riqueza incapturables de la danza en una notación en blanco y negro. En resumen, al igual que una partitura musical occidental impone un grado de uniformidad, rigidez, homogeneización y comercialización en especial a las actuaciones musicales individuales no blancas (como una jam session de bebop negro convertida en partitura para vender a músicos aspirantes blancos), lo mismo ocurre con la notación de la danza y las actuaciones de danza. Además, la danza presenta problemas adicionales, ya que incorpora no solo la modalidad sensorial única de la música (oído) sino también las modalidades de la vista y el tacto (y posiblemente el olfato), así como las variables a menudo relevantes como la edad, el tipo de cuerpo, la discapacidad, el género, la raza, la nacionalidad, la modificación corporal y la moda. Cuando una notación de danza aspirante ignora o reprime todos estos factores, representando un baile específico como algo que cualquiera en cualquier lugar puede hacer en cualquier momento, independientemente de su encarnación, posición social y relación con las tradiciones sociopolíticas de la danza, entonces la situación está lista para no solo la apropiación cultural y la fetichización capitalista, sino también la colonización. Esto incluye a las generaciones posteriores de los colonizados mismos, que pueden tener más probabilidades de encontrar las danzas de sus propias culturas como productos blancos externos en el mercado (como cuando una persona latina paga por lecciones para aprender una versión simplificada de salsa o bachata en un estudio de baile de clase media-alta propiedad de blancos). Este problema se refuerza, además, por las dinámicas de poder encarnadas en la creación y aplicación de dicha notación, que típicamente implica a académicos privilegiados (blancos cis-heterosexuales de clase media-alta) cooptando de manera reduccionista actuaciones corporales y tradiciones democráticas, comunitarias, espontáneas y orgánicas marginadas. En el caso de la notación Eshkol-Wachman, Wachman es un israelí judío, y su sistema de notación de danza se ha aplicado, entre otros, a danzas folklóricas árabes, personas autistas y animales no humanos.

Ahondando en este plan Sharon-Wachman con una referencia explícita a Deleuze, Weizman cita a «Jeff Halper, activista israelí», quien «llamó a la serie interconectada de asentamientos, carreteras, barreras y bases militares construidas en toda Cisjordania, la ‘matriz de control’, y la comparó con un juego de ‘Go’, haciendo referencia involuntaria a Deleuze y Guattari» (81). En última instancia, «el plan de Sharon no fue aceptado oficialmente por» el gobierno israelí, «de hecho», agrega Weizman, «era incomprensible para la mayoría de sus miembros» (82). Sin embargo, «el gobierno autorizó algunos asentamientos, y se construyeron más sin permiso oficial a través de la iniciativa privada de Sharon» (82). El resultado: una «creciente red de instalaciones como una telaraña se estaba tejiendo a través de Cisjordania» (82). En cuanto a la naturaleza de estos puestos avanzados, Weizman escribe que «tenían un potencial de inmediatez, movilidad y flexibilidad; eran los instrumentos perfectos de colonización» (84). Nuevamente, este énfasis en la flexibilidad y movilidad retrocede a Deleuze, a quien los profesores militares de las FDI recurrirían pronto.

  1. Des-decolonizando a Deleuze en las FDI

Las referencias más extensas de Weizman a Deleuze aparecen en el Capítulo 7 de Hollow Land, cuyo título («Walking through Walls») hace referencia a «una táctica que el ejército denomina, en metáforas que toma prestadas del mundo de la formación animal agregada, como ‘enjambre’ e ‘infestación'» (186). Este último sugiere el famoso concepto de Deleuze de «devenir animal» y la naturaleza de la manada involucrada en él, como se elabora en su libro Mil Mesetas. En resumen, la idea es que uno puede autodestruir su identidad humana al conectarse con las diversas formas en que resonamos con otras especies, lo que inevitablemente implica formas de ser que socavan el aislamiento individual en favor de las multiplicidades sociales de manadas, rebaños o colonias. Un ejemplo podría ser un humano que, en lugar de tratar de imitar a un perro individual, se mueve cada vez más como un lobo anónimo que se mezcla con la manada en la caza, o como una abeja obrera perdida en el efervescente colectivo de un baile frenético en busca de polen enriquecedor para la vida. Un exprofesor militar de las FDI cita la fuente de esta discusión (A Thousand Plateaus) en una entrevista con Weizman, donde Deleuze asume su importancia más vital, como detallo a continuación.

Esta táctica de «enjambre» se desarrolló y enseñó en lo que el geógrafo británico Stephen Graham llama un «mundo sombrío de unidades de investigación militar urbana y centros de entrenamiento», que se establecieron «con el fin de repensar las operaciones militares en terrenos urbanos» (186). Con ese fin, «las listas de lectura de algunas instituciones militares contemporáneas incluyen obras que datan de alrededor de 1968», especialmente obras de Deleuze (187). «Notable» entre estas academias militares, Weizman elabora, «es el Instituto de Investigación de Teoría Operativa (OTRI)», que operó de 1996 a 2006, «bajo la codirección de Shimon Naveh y Dov Tamari, ambos generales retirados» (187). En palabras de Naveh en su entrevista con Weizman, «algunos de los altos mandos» de las FDI «no tenían miedo de hablar sobre Deleuze» (200).

Por ejemplo, una de las propias conferencias de Naveh en la OTRI (de 2004) incluye «encabezados como Diferencia y Repetición: Dialéctica de la Estructuración y la Estructura» y «Terroristas Nómadas», que son referencias explícitas a un libro y concepto de Deleuze, respectivamente (200). Al elaborar más este punto, Naveh «observó que ‘Varios de los conceptos de Mil Mesetas se volvieron instrumentales para nosotros [en las FDI]… permitiéndonos explicar situaciones contemporáneas de una manera que de otra manera no podríamos haber explicado» (200). El más importante de estos, continúa Naveh, «fue la distinción» que Deleuze y su coautor Félix Guattari «señalaron entre el concepto de espacio ‘liso’ y ‘estriado'», lo que correspondía a los conceptos organizativos de Deleuze de la ‘máquina de guerra’ y el ‘aparato estatal'» (201). El término «espacio liso» recuerda la infame práctica de las FDI, desde Sharon hasta Kochavi y más allá, de derribar campamentos de refugiados palestinos y reemplazar la complejidad estriada de sus espacios vividos con la suavidad abstracta del espacio hecho violentamente disponible para una mayor colonización.

Más en general, la razón por la que las FDI se entrenan en Deleuze, explica Weizman, es que «el conflicto de Israel con los palestinos desde la Intifada ha tenido una dimensión urbana distintiva», y «en lo que respecta al ejército, la guerra urbana es la forma de guerra postmoderna por excelencia» (189). Más precisamente, «la creencia en un plan de batalla lógicamente estructurado y de una sola vía se pierde frente a la complejidad y al caos urbano», donde «los civiles se convierten en combatientes, y los combatientes vuelven a ser civiles; la identidad puede intercambiarse tan rápidamente como se puede fingir el género» (189). Además, «los intentos militares de adaptar sus prácticas y formas de organización han sido inspirados por las formas de violencia guerrillera que enfrenta», llevando tanto a las FDI como a los guerrilleros a «un ciclo de ‘coevolución'» (189). En este proceso coevolutivo, el concepto de «enjambre», afirma Weizman, «es un componente central del intento concertado del ejército israelí de adoptar el lenguaje de la ‘desterritorialización'», siendo esta última otro concepto famoso en la filosofía de Deleuze. En resumen, la desterritorialización para Deleuze es socavar el marco existente de categorías, guiones sociales y relaciones institucionales que determinan cómo se entiende y navega un espacio político. La desterritorialización es un borrado del tablero, un reinicio, más infamemente para Deleuze en el ejemplo de la confusión de ideas, relaciones y rituales en el corazón de una comunidad, cuando coloniza despiadadamente esta última para una explotación ilimitada, reduciendo todos sus roles e identidades variados a «consumidor» y todos los valores heterogéneos a «mercancía». Finalmente, en este punto, creo que el peligro de detenerse en la desterritorialización es mayor en las aplicaciones pretendidamente descolonizadoras de la filosofía de Deleuze.

El contexto de «caminar a través de paredes» de las FDI, y un ejemplo de la coevolución militar/guerrillera, fue la defensa palestina «del campo de refugiados de Balata en la entrada este de Nablús» (193). Esto incluyó la resistencia palestina «llenando barriles de petróleo con cemento, cavando trincheras y amontonando barricadas de escombros»; además, las «entradas a edificios en estas rutas» estaban «minadas, al igual que las escaleras interiores, las puertas y los pasillos de algunas estructuras prominentes» (193). En respuesta, las FDI fuera de Balata «se dividieron en pequeñas unidades», luego «entraron al campo de refugiados desde todas direcciones simultáneamente, perforando agujeros en las paredes y moviéndose a través de las casas de civiles en lugar de a lo largo de las rutas esperadas» (194). Según Human Rights Watch, «decenas de palestinos civiles han muerto durante los ataques», y en general, esta «penetración inesperada de la guerra en el ámbito privado del hogar ha sido experimentada por civiles en Palestina, al igual que en Irak, como la forma más profunda de trauma e humillación» (194). En palabras de Naveh, «el ejército empezó a pensar como un grupo de criminales… como asesinos en serie…» (197).

El oficial más directamente responsable de estas atrocidades es el general de brigada Aviv Koshavi, quien «había estudiado filosofía en la Universidad Hebrea» y «también había asistido a cursos de la OTRI» (198). Analizando la posterior reflexión de Kochavi sobre sus propias brutalidades, Weizman observa que «la guerra, según el lenguaje sofisticado y desinfectante de Kochavi, es una cuestión de lectura y (conceptualmente) deconstrucción del entorno existente, incluso antes de que comience la operación» (200). Sin embargo, la efectividad general de esta aplicación de Deleuze ha sido lamentablemente pobre. Por ejemplo, «los años dedicados a atacar a las débiles organizaciones palestinas», escribe Weizman, «una especie de ‘Gran Juego’ para las FDI, fue sin duda una de las razones de su incompetencia cuando se enfrentaron a los combatientes más fuertes, mejor armados y bien entrenados de Hizbollah [sic] en Líbano en el verano de 2006», por lo que se culpó y despidió a Kochavi (213). Más específicamente, improvisando la técnica de las FDI de «caminar a través de paredes», Hezbollah «estudió los movimientos de los soldados israelíes y los atacó con armas antitanque en el momento preciso en que entraron en el interior de las casas y trataron de caminar a través de las paredes de la manera a la que estaban acostumbrados en las ciudades y campos de refugiados de Cisjordania» (214). Sin embargo, Weizman señala, «el ‘soldado-poeta-filósofo»‘, personificado en Sharon y resonante con la filosofía de Deleuze, es «una figura central de las mitologías sionistas», y esta apropiación del postmodernismo descolonizador ilustra cómo la «educación en humanidades» puede «ser igualmente apropiada como una herramienta del propio poder colonial» (210, 211).

  1. Co-Resistencia Reconstructiva

Sin embargo, existe al menos un contraejemplo a esta de-decolonización cooptada, a este radical des-territorializar que rechaza cualquier forma de construcción, dejando así una especie de vacío arquitectónico para que se reanude la colonización. Significativamente, esta virtuosa alternativa también se encuentra dentro de la órbita de otra figura famosamente prominente en la filosofía de Deleuze. Para esto, vuelvo al círculo completo, de regreso al Prefacio de Weizman, donde hace referencia a los nómadas árabes paradigmáticos. «Los beduinos», relata, «están entre los únicos refugiados palestinos y personas desplazadas internamente (aquellas desplazadas dentro de Israel) que llevan a cabo, de manera continua y repetida, sobre el terreno, su derecho al retorno, reconstruyendo nuevamente después de cada acto de demolición» (xiii). Inspirados por este heroico ejemplo beduino, que todos nosotros, aliados privilegiados, arquitectos radicales israelíes, filósofos radicales estadounidenses y otros, sigamos compartiendo las historias que resucitan las historias y tradiciones palestinas. De esta manera, podemos honrar el imperativo, viviendo en estas historias, de ayudar a sostener, compartir y reconstruir los espacios vitales de Palestina, a lo largo y más allá de la Ocupación.

En mi caso, mientras mi prometida se prepara para regresar a Palestina durante algunas semanas este verano, me impresiona el desafío continuo que enfrenta para dar sentido a una vida que se extiende entre allí y los Estados Unidos, y para difundir el idioma, los símbolos, las tradiciones y las formas de vida que ella valora correctamente. En parte, esto significa ayudarme amorosamente a seguir aprendiendo árabe palestino, compartir la rica y saludable cocina de su tierra natal y mostrar con orgullo los colores y la bandera de Palestina todos los días, aquí en el corazón del Imperio de los Estados Unidos. De esta manera, reforzados por sus visitas ocasionales a casa y comunicaciones internacionales con familiares y amigos allí, ella y yo intentamos mantener un foco en la vida de Palestina. Encontrar más lugares para que florezca, desafiando lo que cada vez más buscadores de justicia global están denunciando como un intento de genocidio cultural, con los poderes duales y formidables de la memoria y el amor.


Notas

1 Nota del traductor: Artículo traducido con el consentimiento del autor del texto. Texto original: Hall, Joshua M, “Decolonization Coopted: Deleuze in Palestine”. A Decolonial Manual, 2023.

2 Mondoweiss Palestinian Bureau, ‘Operation Al-Aqsa Flood’ Day 49: Four-day truce begins in Gaza after a night of heavy bombardment,” Mondoweiss, 24 Nov. 2023: https://mondoweiss.net/2023/11/operation-al-aqsa-flood-day-49-four-day-truce-begins-in-gaza-after-a-night-of-heavy-bombardment/.

3 Nota del traductor: Se traduce por “co-resistance”. El uso del “con” en este caso plantea un mayor entendimiento del texto del autor.

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