Mapa con datos del Copernicus Sentinel [2023], procesados por Pierre Markuse, de incendios en Israel y la franja de Gaza - 7 de octubre de 2023. Fuente: Wikipedia

02 de julio 2024

El 7 de octubre: ¿Una masacre antisemita?

Por Maxime Benatouil y Nadav Joffe // Traducción de Nicolás Slachevsky

Publicado en marzo en el blog del medio digital Mediapart, este articulo, escrito por Maxime Benatouil y Nadav Joffe -dos militantes del colectivo judío decolonial TSEDEK! de Francia-, se opone a la narrativa promovida por una parte de la prensa y de las instituciones occidentales explicando los ataques de Hamás del pasado 7 de octubre como actos de odio antisemita. Rechazando ceder a la amalgama que busca borrar toda distinción entre los significantes “israelí”, “sionista” y “judío”, y afirmando la necesidad de reconocer el carácter colonial del Estado de Israel para tener una visión justa de la violencia que se abate tanto sobre l-s ciudadan-s israelíes como, principalmente, sobre l-s palestin-s, los autores proceden a una aclaración necesaria y detallada de los hechos del 7 de octubre, ofreciéndonos una perspectiva histórica y crítica de su utilización en el debate público. Sus dardos apuntan principalmente contra la teoría del “nuevo antisemitismo”, propulsada con fuerza durante las últimas décadas por la propaganda israelí, según la cual toda crítica del Estado de Israel estaría motivada por un odio racial contra los judíos. Poniendo en evidencia la manera en que esta teoría tergiversa e instrumentaliza el antisemitismo, el articulo muestra como este discurso busca minar toda posibilidad de una paz justa basada en el reconocimiento de la expoliación y la dominación colonial de la que los palestinos han sido objeto, y termina poniendo en peligro a los propios judíos, asilándolos de otras minorías víctimas de racismo y convirtiéndolos, por el contrario, en los representantes de un régimen supremacista de dominación racial. Este análisis aparece de particular importancia hoy, cuando la extrema derecha se encuentra a las puertas del poder en Francia tras una campaña fuertemente marcada por la acusación de antisemitismo contra los partidos de izquierda que se comprometieron con la visibilización del genocidio palestino, y por el blanqueamiento de la extrema-derecha xenófoba representada por Le Pen (cuyo partido fue fundado por un ex Waffen-SS y colaboradores del régimen antisemita de Vichy) hoy presentada como la nueva “amiga de Israel y de los judíos”. Una manipulación que en varios otros países occidentales se ha puesto a prueba, y que debe ser combatida con urgencia.

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La mayor masacre antisemita de nuestro siglo”. Fue con estas palabras que Emanuel Macron definió los ataques del 7 de octubre llevados a cabo por Hamás contra los kibutz del sur de Israel, durante la ceremonia de homenaje a las víctimas francesas del ataque, organizada el pasado 7 de febrero. Esta lectura de los acontecimientos constituye un paso más en la instrumentalización de la teoría del nuevo antisemitismo, y le ha permitido ya al Ministerio de asuntos extranjeros atacar a la ONU, así como a ciertos islamófobos promover su agenda racista. Antes de ser oficializada por el presidente en persona, esta interpretación de los hechos había sido validada por una multitud de actores políticos. El domingo 28 de enero, en BFM TV [canal de televisión controlado por la ultraderecha conservadora] y a una hora de alta sintonía, el periodista Benjamin Duhamel afirmaba ante Jean-Luc Melenchon [cabeza del partido Francia Insumisa (LFI)] que el ataque de Hamas habría estado motivado por el antisemitismo. Algunas semanas antes, el 3 de enero, la profesora de derecho internacional Rafaelle Maison fue confrontada en France Culture [estación de radio pública] a las preguntas de Guillaume Erner. Mientras intentaba explicar por qué, según ella, la noción de genocidio no era pertinente para caracterizar los actos de Hamas, el periodista le reprochaba de estar “sesgada”, considerando que “a esta altura hay suficientes elementos para considerar que el ataque estaba dirigido contra los judíos”. Finalmente, en una entrevista brindada a la Revista K, Tal Bruttman, historiador especialista de la Shoah, afirmaba que el 7 de octubre “judíos fueron atacados en tanto judíos”, y explicaba que el objetivo de esta operación era “matar judíos, capturarlos para convertirlos en rehenes, y llevarlos a la franja de Gaza como moneda de cambio, medio de presión y de negociación”.

Esta lectura ha sido ampliamente compartida y difundida, comenzando por el gobierno israelí de extrema-derecha a través de sus dispositivos de comunicación. En Francia, ha sido retomada de diversas maneras por el gobierno y ciertos partidos políticos de todas las tendencias[1], investigadores[2] y organizaciones judías[3], algunas de las cuales se identifican como antirracistas o se reivindican de la izquierda radical[4]. Esta narrativa, tornada hegemónica, debe ser caracterizada como lo que es: una burda manipulación de la historia que debería indignar a tod-s aquell-s que pretenden luchar sinceramente contra el racismo. Invocar la memoria del judeocidio para invisibilizar un contexto de dominación colonial y justificar una guerra de destrucción genocida, sólo puede dañar las ideas de justicia e igualdad para tod-s, y obstaculizar la perspectiva de una paz justa en el territorio.

Una operación militar

Calificar los hechos del 7 de octubre de «masacre antisemita» es invisibilizar una parte de la realidad del 7 de octubre. Querer verla a la cara no es lo mismo que minimizar, negar o legitimar los horrores que se cometieron ese día, ni tampoco faltar de empatía hacia las víctimas que los sufrieron. Al contrario, es por respeto a esas víctimas y a sus seres queridos, pero también a l-s palestin-s sometid-s desde entonces a un estallido de violencia sin precedentes, por lo que tenemos el deber de decir la verdad. Cuatro meses ya han transcurridos, es posible tener una visión más clara de los hechos. Ese día, varias infraestructuras militares israelíes fueron atacadas. En primer lugar, partes de la barrera erigida en torno a Gaza, cuya construcción por parte del Estado israelí finalizó en 2021, y que rodea una zona tampón donde cientos de manifestantes palestin-s fueron asesinados a disparos y miles más resultaron heridos durante las «marchas del retorno» de 2018-2019. La barrera, que encierra a l-s gazatíes en una prisión al aire libre, está formada por varias capas de alambre de púas y muros de hormigón con cimientos profundos, e integra sistemas de telecomunicaciones, torres de vigilancia, sensores de radar y ametralladoras teledirigidas. Enseguida, además de los siete kibutz, al menos seis bases militares israelíes fueron atacadas, y alrededor de un tercio de las 1.139 víctimas, 373 de ellas, eran miembros de las fuerzas de seguridad que ese día estaban de servicio. Al ocultar estos objetivos, y la dimensión militar del ataque de Hamás, se contribuye a fortalecer la confusión que el Estado israelí mantiene desde hace décadas entre lo civil y lo militar, en particular cuando se trata de los kibutz y de sus funciones en torno a Gaza; una hibridación que, precisamente, ha convertido a sus habitantes en los componentes de un muro humano, condenándol-s a una posición insostenible. Caracterizar los atentados del 7 de octubre como un acto antisemita, no sólo es invisibilizar a las numerosas víctimas no judías y palestinas, sino también ocultar las estructuras que se encuentran al origen de esta explosión de violencia, aquellas sobre las cuales se basa la colonización y el asedio de Gaza.

Encubrir la historia y el contexto colonial

Considerar el 7 de octubre estrictamente como un ataque antisemita se inscribe dentro del esfuerzo de la propaganda israelí por borrar la realidad colonial sobre el terreno y reforzar la legitimidad del Estado israelí. Como explica Antony Lerman, escritor especialista en el antisemitismo, este esfuerzo tomó forma inmediatamente después de la guerra de los Seis Días, como resultado del interés de las organizaciones sionistas y de los sucesivos gobiernos israelíes en construir un “nuevo antisemitismo”, haciendo del Estado de Israel “el judío entre de las naciones”. Una redefinición del antisemitismo que emerge como reacción al cambio del clima político provocado por la ocupación israelí en 1967, y luego por la resolución 3379 de las Naciones Unidas, adoptada en noviembre de 1975. Ésta designaba el sionismo como «una forma de racismo», y desde entonces ha sido revocada. La realidad colonial, que la propaganda israelí pretende ocultar, es también la de los kibutz situados alrededor de la Franja de Gaza, en su mayoría construidos sobre tierras de poblados palestinos vaciados de sus habitantes en 1948, y algunos de los cuales nacieron de operaciones coloniales destinadas a crear hechos consumados y asegurar una presencia sionista en el territorio antes de que fuera llevada a cabo la partición de Palestina. El estupor ante la magnitud de la violencia a la que fue sometida la población israelí, y luego la sufrida por los rehenes, dio paso rápidamente a la instrumentalización de la situación por parte de Tel Aviv, retransmitida a su vez por sus partidarios en el extranjero. Esta instrumentalización se nutre de los rincones más oscuros de la conciencia colectiva judía, y apela, al mismo tiempo, a los traumas de los occidentales causados por los atentados yihadistas, así como a su culpabilidad vinculada a la Shoah.

El ex primer ministro israelí Naftalí Bennett abrió el camino el 9 de octubre, equiparando a Hamás con el nazismo. Desde entonces, esta retórica ha gozado de un éxito innegable en el Norte global, como demuestran los comentarios realizados el 10 de octubre por Olivier Véran, en aquel entonces portavoz del Gobierno francés: «Israel ha vivido su propio 11 de septiembre. Ayer estuve en la manifestación [una concentración de apoyo a Israel organizada por el Consejo Representativo de las Instituciones judías de Francia (CRIF)] con el director del Memorial de la Shoah, que me dijo que, por lo que él sabía, no había habido tantas víctimas judías en un solo día desde el final de la Segunda Guerra Mundial«. Solución final y yihadismo: estos son los límites del marco legítimo en el que debe analizarse el atentado de Hamás. Todo lo que se desvíe un ápice de esto se considera apología antisemita del terrorismo. Desde entonces, la narrativa del antisemitismo ha sido desplegada hasta convocar el recuerdo de los pogromos, una desviación del marco legítimo de interpretación tolerado que, in fine, contribuye a reforzarlo. Todo lo que haga referencia a las masacres de judí-s por el hecho de ser judí-s es bienvenido, en la medida en que esto contribuye a descalificar aún más el enfoque basado en el contexto colonial. Sin embargo, un análisis riguroso del 7 de octubre no nos permite corroborar esta elección semántica tan política. Las víctimas israelíes no vivían sin protección militar ni sin poder ejercer su soberanía en un Estado hostil, características primeras de los pogromos, que remiten a las masacres de judíos en la Rusia zarista por parte de poblaciones vecinas que actuaban bajo el beneplácito de las autoridades. Pero poco importa, esta retórica permite movilizar la opinión pública occidental y fabricar el consentimiento de nuestras sociedades con las masacres cometidas por Israel en Gaza, sobre todo en nombre de una supuesta lucha contra el antisemitismo. Del mismo modo, permite deslegitimar y silenciar cualquier reivindicación política palestina, o cualquier crítica al sionismo, tachándolas de antisemitas. Secuestrar de este modo el significante «antisemita» impide una comprensión adecuada de la dinámica de la lucha de l-s palestin-s por sus derechos, pero también el combate contra el antisemitismo y, por lo tanto, contra el racismo en general.

Caracterizar el atentado del 7 de octubre como un atentado antisemita es ignorar el contexto en el que los ataques se produjeron; equivale a decir que cuando un- palestin- ataca a un- israelí (ya sea un- soldad-, un- residente de Tel Aviv o habitante de un puesto de avanzada en Cisjordania) está en los hechos cometiendo un acto antisemita. De este modo, cualquier acto de resistencia, ya sea armado o pacífico, termina siendo calificado de agresión antisemita. Así por ejemplo la campaña BDS [Boicot, Desinversión y Sanciones] es acusada de antisemita, los informes de las ONG que describen a Israel como un Estado apartheid, antisemitas. La Corte Internacional de Justicia, antisemita. Las marchas por el retorno de l-s refugiad-s palestin-s, antisemitas. Los levantamientos espontáneos y la huelga general palestina de 2021 contra la limpieza étnica de Jerusalén Este, antisemitas. El antisionismo, antisemita.

¿”Yahud” o “Israili”? Una confusión semántica alimentada por el sionismo

Y porque Hamás ha matado judí-s, hemos oído incluso a comentaristas, periodistas y actores políticos repetir el lenguaje de las autoridades israelíes equiparando a Hamás, o incluso directamente a los palestinos, con los nazis. Curiosa interpretación negacionista, que ignora una vez más la realidad de la colonización y busca legitimar la lluvia de bombardeos que Israel lleva a cabo diariamente contra l-s habitantes de Gaza. Pudimos escuchar así a la embajadora israelí en Londres, Tzipi Hotovely, una negacionista de la Nakba, comparar los bombardeos israelíes sobre Gaza con los bombardeos aliados sobre Dresde. O aún al diputado de Los Republicanos [partido de la derecha republicana] Meyer Habib, declarar en la radio: «Hamás es Hitler«. Hay que decir que Netanyahu había preparado ya el terreno afirmando, sin ninguna vergüenza, que el Gran Muftí de Jerusalén era quien le había sugerido a Hitler la idea de la Solución Final. Desde el punto de vista palestino, y por lo tanto también desde el punto de vista de una organización como Hamás, «judí-» es ante todo el término utilizado para designar al judí- israelí: el individuo que se beneficia del régimen de supremacía judía instaurado entre el Mar y el Jordán. Así lo dijimos en nuestro comunicado de prensa del 4 de noviembre de 2023 titulado «Hay que luchar contra el antisemitismo, y contra su instrumentalización también«:

«Si bien es cierto que la ideología de Hamás está impregnada de elementos antijudíos y de representaciones antisemitas, la idea de que se trataría de «nuevos nazis» y de que las masacres del 7 de octubre son comparables a la Shoah debe ser combatida. Esta narrativa, que pretende sobre todo demonizar a l-s palestin-s, no ofrece ninguna clave para comprender las terribles violencias de las que fueron objeto l-s civiles israelíes. ¿El judío perseguido por los nazis es acaso el mismo que el judío atacado por Hamás? Aunque la retórica de Hamás se sirve fácilmente de referencias prestadas al antisemitismo europeo, su antijudaísmo se inscribe sobre todo en la asociación de la identidad judía con la condición de colono en el contexto de las relaciones sociales engendradas por la colonización israelí. En el contexto palestino, las categorías ‘judío’ y ‘árabe’ remiten ante todo a relaciones de poder y dominación».

Podemos lamentarnos de la movilización de un discurso de este tipo, pero ¿cómo podría ser de otro modo, cuando la colonización de Palestina es llevada a cabo en nombre del judaísmo? ¿O cuando desde 2006 la Franja de Gaza esté sitiada en nombre de la seguridad del «Estado judío»? ¿Cuando l-s dirigent-s israelíes invocan la tradición judía para legitimar sus operaciones genocidas con el apoyo de l-s dirigent-s occidentales? ¿Cuando hay policías israelíes que tallan una estrella de David en la piel de un palestino o cuando, tras arrasar con los barrios en Gaza, se instala una hanukkiah gigante sobre las ruinas para celebrar Hanukkah? L-s partidari-s del análisis según el cual los israelíes asesinados el 7 de octubre lo fueron por ser judíos, se quedan en silencio cuando se trata de denunciar al Estado de Israel, principal proveedor de la confusión judío = sionista = israelí. ¿No es acaso el mismo Estado que se apropia de los símbolos judíos desde su creación en 1948? ¿No es oficialmente el «Estado nación del pueblo judío» desde 2018? De este modo, la judeofobia e incluso el antisemitismo que pueden circular entre la población palestina están en gran medida motivados y cultivados por la experiencia de la colonización israelí llevada a cabo en nombre de l-s judí-s y del judaísmo, por un Estado que se reivindica como «Estado judío» y que cuenta con la aprobación de las potencias occidentales. Explicar la violencia en Israel-Palestina a través del prisma del odio a l-s judí-s es ignorar las estructuras materiales que la producen; en particular, la violencia sistemática del dominio colonial israelí, que establece relaciones sociales imposibles entre palestin-s e israelíes, destruyéndolos y afectando también a las minorías que viven fuera de Israel.

De este modo, los actos de reacción ante un sistema político opresivo y criminal nos son presentados como hechos de la misma naturaleza que los actos de odio racista dirigidos a personas judías por el solo hecho de ser judías, y que siguen ocurriendo acá, en occidente, hoy al igual que ayer.  «Desde Sderot [ciudad regularmente atacada por cohetes de Hamás] hasta Pittsburgh [ciudad estadounidense donde tuvo lugar un ataque antisemita en una sinagoga], la mano que dispara los misiles es la misma que dispara contra los fieles«, resumió el ex primer ministro israelí, Naftali Bennett en 2018. Cómo no hacer la conexión entre el discurso del ultranacionalista Bennett y las palabras de Macron, cuando declaró en la ceremonia de homenaje a las víctimas del 7 de octubre que “no hay que ceder ante el antisemitismo rampante y desinhibido, tanto aquí como allí«….

Hacia un reconocimiento del colonialismo israelí

En un artículo escrito luego del 7 de octubre, Eyal Weizman repasa la historia de uno de los kibutz que más sufrió los ataques, Nahal Oz, establecido en 1951 por la unidad militar «Nahal», especializada en asentamientos fronterizos, adosado a una base militar construida en la frontera con Gaza para vigilar a su población. En 1956, unos fedayines de Gaza, en la que entonces vivían 300.000 palestin-s de l-s cuales 200.000 eran refugiad-s de 1948, mataron a uno de los jóvenes miembros de Nahal Oz, Roy Rotberg, y se llevaron su cuerpo al otro lado de la frontera. Moshe Dayan, que entonces era jefe del Estado Mayor, se encontraba casualmente en el kibutz para asistir a una boda, y acabó pronunciando un discurso durante el funeral, al día siguiente del ataque:

«No acusemos hoy a los asesinos. ¿Por qué deberíamos quejarnos de su odio ardiente hacia nosotros? Durante ocho años ya, desde los campos de refugiados de Gaza, nos han visto construir nuestra patria sobre la tierra y los pueblos donde ellos vivían, donde vivieron sus antepasados. No es entre los árabes de Gaza, sino dentro de nuestra propia comunidad donde debemos buscar la sangre de Roy. ¿Cómo hemos podido cerrar los ojos y negarnos a mirar de cara, con toda su crueldad, cual es nuestra vocación y el destino de nuestra generación? ¿Hemos olvidado que este grupo de jóvenes, que viven en Nahal Oz, llevan sobre sus hombros las pesadas puertas de Gaza? Puertas más allá de las cuales cientos de miles de ojos y manos rezan por vernos finalmente débiles, para poder reducirnos a escombros, ¿lo hemos olvidado? Sabemos que, para extinguir la esperanza de nuestra destrucción, debemos estar armados y preparados, mañana y noche. Somos una generación de colonos, y sin el casco de acero y el fusil no podríamos plantar árboles ni construir casas. […] Más allá del surco de la frontera retumba un mar de odio y deseo de venganza, esperando el día en que la serenidad amortigüe nuestra vigilancia, el día en que escuchemos a los embajadores de la hipocresía que nos llaman a deponer las armas».

Lejos de ser un activista decolonial, Dayan era un criminal de guerra. Su discurso no aboga por los derechos de l-s palestin-s; al contrario, previene a los israelíes contra el peligro de una guerra permanente, que perdura claramente hoy en día. Reconoce también la historia colonial de Israel, y no pretende ignorar lo que l-s palestin-s han perdido, lo que Israel les ha quitado. Su discurso pone en evidencia las raíces de la violencia en esta región, así como la transformación de discurso de l-s funcionari-s israelíes y sus aliados que ahora se esconden tras la acusación de antisemitismo, aunque ello signifique arrojar a los judíos del mundo entero a las ruedas del bus. L-s dirigentes sionistas esperaban que la historia fuera olvidada por las jóvenes generaciones de palestin-s: «los viejos morirán y los jóvenes olvidarán«, según dice el adagio comúnmente atribuido a Ben-Gurión. Estos últimos, sin embargo, no han olvidado, y sólo podemos deplorar y condenar el hecho de que en nuestras sociedades occidentales, e incluso en nuestros círculos militantes, esta historia pene a ser reconocida como aquello que es: una injusticia colonial que continúa y que produce un sinfín de violencias.

Sugerir que los atentados del día 7 fueron motivados por el antisemitismo no contribuye a la perspectiva de un horizonte de justicia y, por tanto, de paz, la cual tiene necesariamente que pasar por el reconocimiento del colonialismo israelí. El abuso de esta interpretación alimenta igualmente una amalgama que, como activistas antirracistas, consideramos peligrosa, y contra la cual combatimos. Detrás de la amalgama que asimila l-s judí-s al sionismo, y las críticas a Israel al antisemitismo, se esconde la retórica racista que pone a l-s palestin-s y a l-s musulmán-s como un peligro para los judíos. Cualquiera que tenga una mínima sensibilidad hacia la cuestión racial y su permanencia en las relaciones sociales debe rechazar esta interpretación, y la confusión que alimenta en una situación de por sí ya delicada. En el periodo actual que estamos atravesamos, que atraviesan l-s palestin-s y l-s israelíes, pero también las minorías en Francia, necesitamos con urgencia de aclaraciones, explicaciones, contextualización y debates fundados y bien argumentados. El predominio que ha tomado en el debate público esta perspectiva del atentado de Hamás, despojada de su sustancia colonial, es alarmante, y atestigua de la aceptación generalizada de la teoría del nuevo antisemitismo. Sostenemos que la contextualización es la primera condición para un debate sobre las violencias que se abaten sobre l-s palestin-s y l-s israelíes; el único camino para que algún día tod-s puedan vivir con dignidad, igualdad y seguridad en aquel territorio. Es también una condición para que la lucha contra el antisemitismo deje de estar secuestrada al servicio de una agenda autoritaria y racista que aísla a l-s judí-s de otras minorías.




Notas

[1] Véase la convocatoria de la manifestación «Por la Republica y contra el antisemitismo» lanzada por los partidos Los Republicanos y Renaissance [derecha tradicional y oficialidad macronista]: https://www.lefigaro.fr/vox/politique/l-appel-de-gerard-larcher-et-yael-braun-pivet-pour-la-republique-et-contre-l-antisemitisme-marchons-20231107 o el comunicado de prensa de EELV [partido ecologista] en el que se destaca que el 7 de octubre, «el número de personas judías asesinadas fue el más elevado desde la Segunda Guerra Mundial» https://www.eelv.fr/cf-2023-12-23-md-israel-palestine/

[2]Johann Chapoutot [historiador francés especializado en Alemania y el nazismo], en un mensaje dirigido a Tsedek! que decidió transmitir a varios periodistas como explicación de la anulación de su participación en nuestro cineclub [donde había sido invitado a presentar la película “La zona de interés”], explica que los atentados del 7 de octubre constituyen «una masacre cuya dimensión antisemita [le] resulta difícil negar» https://twitter.com/Sigalit/status/1754566694477947018/photo/1

[3] Jonathan Arfi, presidente del CRIF, declaró que «el atentado de Hamás no es sólo un ataque terrorista contra Israel, es un pogromo contra el pueblo judío» https://www.crif.org/fr/content/dossier-de-presse-guerre-en-israel-le-crif-dans-la-presse. También, la Union de Estudiantes judíos de Francia, que el 19 de octubre tuiteó: «Desde el pogromo del 7 de octubre, Hamás sólo espera una cosa: una respuesta violenta contra su población civil» https://twitter.com/uejf/status/1714964751053094921?s=46&t=7GtH4Vch3g5vcJLc5-e2KA.

[4] Véanse las declaraciones de Jonas Pardo en France Culture: «Todos los judíos comprendieron muy rápidamente que se trataba de una masacre antisemita» https://www.radiofrance.fr/franceculture/podcasts/le-reportage-de-la-redaction/face-a-l-antisemitisme-les-juifs-de-gauche-pris-entre-deux-feux-2217987 . Las JJR [Juventudes Judías Revolucionarias] hablan, del mismo modo, de las «masacres antisemitas del 7 de octubre» https://www.instagram.com/p/C0CMxWetp70/?img_index=1, y Golem [movimiento de “judíos de izquierda contra el antisemitismo, de donde sea que venga”] describe a Hamas como «una organización fundamentalmente antisemita» https://www.instagram.com/p/C03ecawA6qd/?img_index=1. También, la presentación de un debate organizado por la RAAR [Red de Acción contra el Antisemitismo y todos los Racismos] el 28 de enero, declaraba que el «ataque de Hamás del 7 de octubre» era «la matanza más masiva, acompañada de violaciones, de judíos desde la Shoah». Forma parte de la larga historia del antisemitismo«. https://raar.info/2024/01/rencontre-debat/

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