El valor y el mundo nuevo. La primera crisis de reproducción integral del sistema
1. El capitalismo es el conjunto de las relaciones socio-ecológicas de producción
Qué es exactamente el sistema social en el cual vivimos es todavía una pregunta central para las experiencias políticas y las reflexiones dirigidas a la construcción de una sociedad liberada y feliz. Se trata de una de las preguntas que han acompañado la historia de la modernidad, y re-emerge en correspondencia a las tantas crisis sociales y ecológicas, sobre todo con aquellas que se suceden constantemente desde hace más de 50 años, y han pergeñado un sistema en el cual convivir con la incerteza absoluta es la cotidianidad.
Estamos atravesando la más grande crisis de la historia del capitalismo, en los próximos años afrontaremos seguramente el conjunto de todo aquello que ha sucedido, desde el fin sin gloria del paradigma neoliberal y del crecimiento, al inmanente desastre producido por siglos de presión sobre la biosfera y el ambiente. Quizás es bueno repetirse que el resto de nuestras vidas rodará en torno a la crisis climática, ecológica y económica. Porque estamos atravesando una crisis en la cual están comprendidos plenamente y a un nivel general todos los recursos del planeta, partiendo de aquellos fundamentales para la sobrevivencia que están ya siempre menos disponibles.
La condición en la que nos encontramos ha impulsado en los últimos meses, sin embargo, la necesidad de ampliar la reflexión sobre la posibilidad de salir de este sistema, recomenzando por su misma definición. Definición todavía posible, según mi parecer, a través de una relectura en clave neomarxista: el capitalismo es el conjunto de las relaciones socio-ecológicas de producción.
Mi hipótesis es que la que estamos viviendo es la primera crisis que implica plenamente el proceso de reproducción integral del sistema, una crisis muy larga de la cual nuestro mundo-fábrica, la sociedad global que está constantemente ocupada en reproducirse a sí misma, saldrá transformada en sus líneas generales. La situación actual tiene muchas novedades, no obstante sea el resultado evidente de una larga historia articulada desde distintos niveles temporales: es el resultado de la crisis que se arrastra desde los años ‘70 del siglo XX, así como es el resultado del funcionamiento histórico del capitalismo; es la conclusión natural de un recorrido que se ha movido, todo él, en el surco de la conversión universal y totalizante a la producción y al consumo a los tiempos del mercado y a los ritmos dictados por la valorización capitalista.
Luego, se ha atascado el sistema que ha subsumido todo, por siglos, fagocitando las posibilidades de reproducción biológica, movido por la visión distópica para la cual sería posible sobreponer la reproducción de las relaciones sociales a la biológica, incluir definitivamente los procesos creativos de lo viviente en las relaciones productivas capitalistas. Si aquella que estamos viviendo es la primera crisis que se origina directamente en los procesos de reproducción del sistema, la posibilidad de salida comportará una movilización similar a aquella de su nacimiento, inimaginable en los términos restringidos de los cálculos sobre las crisis financieras de los últimos decenios, y de las mutaciones que ya está produciendo.
2. Las crisis son el sistema
La teoría de las crisis es una parte fundamental de las modalidades con las cuales Marx fundó su crítica, pero sobre qué cosa sean efectivamente las crisis del capitalismo se ha desplegado un enorme debate. Simplificando extremadamente, el fulcro de la teoría marxista puede ser considerado la inestabilidad general de un sistema que tiende alcanzar un equilibrio sin jamás lograr tal resultado. La situación de equilibrio es obviamente aquella del crecimiento proporcionado de la economía, no de la distribución equitativa de la riqueza. El sistema se organiza entonces sobre la idea de que producción, mercado y consumo funcionen en modo armonioso, articulándose en sus formas sociales, mantenidas en conjunto por un crecimiento económico constante e infinito. Se puede sostener sin embargo que toda la organización social y económica se mueve de modo irregular, sobre o bajo la línea de equilibrio, y que esta andadura es la historia de los últimos siglos.
Retengo que, si se relee todo el debate también a la luz de las reflexiones sobre los procesos de reproducción general, expresadas desde la ecología política y desde el ecofeminismo (y ya desde las reflexiones contenidas en los Grundrisse), esta condición de equilibrio no ha existido jamás en la historia del capitalismo. El sistema se ha fundado sobre la tensión hacia un principio teórico que jamás se ha concretado, salvo en las representaciones que le han sido proporcionadas (por la economía política), o en las narraciones de ese subproducto que ha sido el capitalismo de Estado. No se ha concretado jamás porque es inalcanzable, abstracto y falsario en sus presupuestos, pero sobre todo porque el sistema no tiende al equilibrio en ninguna forma. Es decir, las crisis alimentan el funcionamiento de los procesos de acumulación y articulan sus mutaciones, las crisis son el sistema y definen las relaciones sociales de producción. El sobrecalentamiento global, las catástrofes ambientales, las pandemias, no son los límites del capitalismo, son el límite creado por el capitalismo, puesto por él, el producto previsible de su historia.
David Harvey ha aclarado cómo los límites vienen producidos constantemente para ser superados, insertando procesos de acumulación [1]. En el caso de los desastres ecológicos la situación es exactamente la misma, no hay realmente un proceso de internalización del límite físico, por el cual un sistema económico llega a contrastarse con el límite representado por los recursos naturales. Lo que hay es un proceso de creación de aquel límite, de reducción de los recursos causado por el funcionamiento de la economía. Se trata de una cuestión específica que asume también un gran valor político, en aquella esfera que venía considerada como propia de las relaciones de clase. Una contradicción fundamental porque la creación del límite corresponde a la exclusión de la mayoría de la población del acceso a los recursos, la escasez es el resultado de la construcción jerárquica y desigual del sistema.
Al contrario de lo que sostenía O’Connor, por ejemplo, no concibo que exista un límite interno, representado por un desequilibrio en las condiciones de producción, es decir, por una contradicción entre las relaciones de producción y las condiciones de la producción [2]. En aquella óptica, las condiciones de producción eran también los recursos biológicos, mientras el Estado tenía la tarea de garantizar las relaciones de producción. Pienso que esta es la primera vez en la cual el problema es la imposibilidad de reproducir el entero sistema al interior de sus propios principios. La crisis golpea la reproducción social global, también porque han sido fagocitados los aspectos políticos de la cuestión y el Estado no posee más los instrumentos que tenía antes. El funcionamiento de este proceso es parte de la naturaleza más íntima del sistema, refiere a su historia y a sus escasas posibilidades de supervivencia a largo término.
3. El sistema se nutre de tiempo y de vida
La situación actual nos permite también mirar todo aquello que ha acontecido hasta ahora de modo diferente. El capitalismo es un conjunto de relaciones que nace de la solución de una larga serie de crisis sistémicas, que se genera al fin de la edad medieval, de la secuencia de pandemias, colapsos comerciales, productivos, políticos, de la expansión colonial y las masacres que comporta, de la apropiación del trabajo de las mujeres, de la afirmación de nuevas jerarquías sociales que comportan también la reinvención del dominio patriarcal, todo un largo período que abraza al menos tres siglos.
Pienso que no se puede individuar exactamente el momento de nacimiento de un sistema social, pero seguramente tocará repensar también la estrecha relación con las pandemias de fin del medioevo y primera edad moderna. Tocará en parte recordar que ya la superación de la pandemia de peste fue un primer paso, así como lo fueron las experimentaciones de salida de la larga crisis del XVII. Silvia Federici ha precisado así mismo las modalidades por las cuales todo aquello pasa también, en la misma fase histórica, a través de la apropiación del trabajo de las mujeres y del espacio reproductivo [3]. La sustracción de valor del trabajo de reproducción es un pasaje fundamental para el nacimiento del nuevo sistema social.
El sistema capitalista se afirmó, luego, como respuesta a una larga serie de crisis, pero las incorporó como presupuesto del propio funcionamiento, procediendo como ha mostrado Nancy Fraser por grandes ondas de acumulación [4]. Se trata de un proceso que progresivamente ha subsumido toda la biosfera, de una tendencia general a incorporar todo para después producir límites y márgenes, expulsando lo superfluo. Un nodo esencial para el funcionamiento de todo el sistema ha sido por lo demás la reorganización del tiempo. Justo el tiempo es una cuestión central, porque de un lado la reorganización de los tiempos es el horizonte hacia el cual se mueve todo, del otro el fulcro del sistema es la venta del tiempo. Como ha subrayado André Gorz [5], se puede hablar con seguridad de la existencia del capitalismo cuando se puede individuar de modo estable la venta de mano de obra calculada en base al tiempo de trabajo.
Toda esta historia puede ser vista por lo demás como el prolongado intento de liberarse de aquella que venía definida como dependencia de la naturaleza, pero puede ser vista también como la tentativa de convertir los tiempos globales de la biosfera en tiempos de la producción y el consumo. Se trata de una conversión material directa, como sucede en los casos de la producción de animales para el consumo humano, la reducción del tiempo de crecimiento y vida en jaula, o de la producción agrícola en invernadero y monocultivos transgénicos. Pero es también indirecta, producida por la incompatibilidad entre los tiempos de la biosfera y los tiempos de recuperación de los daños ambientales producto de la economía capitalista.
Sin embargo, todo el proceso podía rendir mientras los tiempos eran congruentes con los tiempos generales de la reproducción biológica: cuando esta relación se desarticuló, en el arco de un par de siglos, hemos arribado a la situación actual. Estamos en el punto de haber insertado la primera crisis de reproducción general del sistema, ha devenido imposible recomenzar al interior de los mismos esquemas modificando sólo los ejes de poder interno. Ahora que se ha fagocitado también el tiempo de reproducción biológica, comienza a devenir siempre más difícil reproducir el orden social capitalista. En otros términos, la contradicción capital/viviente es irresoluble.
4. El valor está siempre compuesto de un porcentual de muerte
Luego, un proceso esencial para todo el sistema es aquel por el cual el capital tiene una tendencia constante a incorporar todo, a reelaborar y reutilizar, pero también simplemente a destruir, en la forma del consumo, cualquier aspecto de la realidad, desde los recursos biológicos más basales a las relaciones humanas. La capacidad de incorporar todo comporta una mutación en la composición de la realidad social, mientras la conversión en mercancías consumibles comporta una transformación que va más allá de la banal atribución de un precio a cualquier cosa. Sobre todo si se atiende al hecho de que el valor de cambio es la principal relación social, como por lo demás ya sugería el Marx de los Grundrisse.
Un sistema que se construye sobre la sustracción de capacidad reproductiva a la biosfera, sobre la subsunción de los tiempos de reproducción biológica, y que construye riqueza sobre este proceso porque lo coloca a la base de la cadena de creación del valor, tiene necesidad de erosionar constantemente sus propias bases. Es decir que para crear valor de cambio se necesita siempre que se consuma una cuota de capacidad reproductiva biológica.
Desde una perspectiva filosóficamente más amplia, esto significa que todas las formas de valor de cambio están siempre compuestas de una porcentual de muerte, contienen siempre una parte de recursos reproductivos sustraídos a la biosfera. El capital está compuesto de materia viviente transformada en materia inerte y luego no reconvertible, a diferencia del trabajo, que contiene también capacidad reproductiva. Porque aquello que finaliza deviniendo valor de cambio no es convertible en valor de reproducción, en ningún caso.
Nos encontramos a la base de la comprensión de la biosfera: aquello que ha sido destruido no se puede reconvertir en fuente de reserva para la reproducción biológica, mientras la conservación de la vida (conatus) es la primera directiva de los sistemas vivientes. La biosfera sigue principios radicalmente opuestos, la vida se organiza y reproduce de modo diferente al capital. Nuestra cotidianidad se desarrolla dentro de este proceso, y aquello se torna evidente notando los límites de las propuestas de corrección ecológica de las actividades humanas, pero permaneciendo en la misma matriz.
Además, la (inevitable) tendencia general a buscar tasas de ganancia mayores ha acelerado los tiempos y la dimensión del saqueo en los últimos dos siglos. El fin de la era del petróleo es un ejemplo perfecto, está demostrando cuanto puede devenir veloz y devastador el proceso. La crisis actual arriba después de una larga serie de tentativas de salir de aquella de inicios de los ’70, realizadas a través del relanzamiento y la expansión del sistema (violencia mediante), la exasperación creciente de las modalidades con las cuales funciona, de los procesos extractivos, de la devastación ambiental, de la emisión de gases de efecto invernadero. Hasta que se ha arribado al punto en el cual por primera vez ha sido evidentemente erosionado el principio de funcionamiento de la biosfera: con el cambio climático han sido erosionados definitivamente los procesos de equilibrio, y toda la población humana del planeta ha sido vuelta más vulnerable, expuesta a las enfermedades y pandemias, además de empobrecida en su mayoría, sobre el límite de la subsistencia cotidiana. El próximo año, en síntesis, no será posible reproducir una parte del sistema, y la parte que no será reproducible será cada vez mayor si se prosigue en el mismo esquema.
5. Las oleadas de conflicto corresponden a las de acumulación.
La historia de las grandes ondas de acumulación puede ser vista también de modo diferente. En correspondencia con cada onda se ha verificado, de hecho, una conflictividad social de enorme alcance, construida ya sea sobre la oposición a las nuevas formas exasperadas de explotación, ya sea sobre la producción de innovaciones sociales, introducidas para salir de las crisis. La capacidad de apropiación del sistema ha considerado también este aspecto. Las innovaciones revolucionarias han sido absorbidas a los fines de la acumulación, mientras las reivindicaciones políticas han sido reconvertidas y utilizadas como políticas de estabilización. Innovación y conflicto son de cualquier manera elementos constantes de fases como aquella que estamos viviendo [6].
Otro aspecto a no subvalorar es que los sujetos sociales siempre se han definido al interior de este proceso conflictual, no han nacido a su exterior, son el producto de las transformaciones internas. Las grandes oleadas de conflictividad social, en todo el planeta, son ya el signo del proceso de descomposición y recomposición que acompaña las crisis y las nuevas ondas de acumulación.
Como siempre, a su vez, las innovaciones sociales se encuentran en el campo de los antagonismos a los procesos de acumulación capitalista, no en la reestructuración de sus espacios políticos. La historia de los grandes movimientos sociales de los últimos decenios es una historia de antagonismo que probablemente ha contribuido a la crisis del capitalismo, cuando menos a modificar en modo inesperado las relaciones internas. También esta historia va reconsiderada radicalmente, observando los efectos sobre un período más largo. El escenario actual es aquel de un gran esfuerzo por la construcción de espacios políticos nuevos (en lo cual los movimientos europeos están implicados todavía solo parcialmente, pero que se está expandiendo).
El capitalismo ha fagocitado los tiempos de reproducción y ha insertado el primer conflicto interno a la contradicción entre capital y viviente. Luego, por primera vez deberemos afrontar la cuestión sobre este plano, y seguramente las próximas crisis se desenvolverán en el mismo campo. Aquella contradicción es tanto el fulcro del colapso como el posible espacio de recomposición, es decir, es el lugar del conflicto. También ésta es una novedad absoluta, en la cual construir espacios de autonomía será la única posibilidad para salir de las crisis, en la cual por primera vez se confrontan directamente las perspectivas de construcción material de alternativas, en todas las formas que han sido experimentadas en los últimos decenios.
Notas
[1] Harvey, D. 1982. The Limits to Capital. New York: Verso ( Los límites del capitalismo y la teoría marxista, FCE, 1990)
[2] Sobre aquella que James O’Connor definió como la segunda contradicción del capitalismo, además de su artículo clásico que se puede ver en https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/10455759109358463?journalCode=rcns20 ; se puede leer también la entrevista a Andreas Malm de Emanuele Leonardi https://www.globalproject.info/it/in_movimento/la-pandemia-e-la-prima-vera-crisi-oconnor-intervista-di-emanuele-leonardi-ad-andreas-malm/22886.
[3] Federici, S. 2015. Calibano e la strega. Sesto San Giovanni: Mimesis (Calibán y la bruja, Tinta Limón, Bs Aires, 2011; Traficantes de Sueños, Madrid, 2010)
[4] Fraser, N. 2016. Contradictions of Capital and Care. New Left Review, https://newleftreview.org/issues/II100/articles/nancy-fraser-contradictions-of-capital-and-care
[5] Gorz A., 1977. Ecologie et liberté. Paris: Galilée.
[6] Una síntesis de la cuestión se encuentra en las cuatro tesis discutidas en Amin, S., Arrighi, G., Frank, A. G., Wallerstein, I. 1983. Dynamics of Global Crisis. New York: Monthly Press.