Foto: Martín Bonnefoy V. (@mbonnef)
Elogio de la soledad
En tiempos de una pandemia mundial hay, como es habitual en una sociedad enferma, varios síntomas que ahora se hacen más visibles y evidentes.
Junto a mi esposa, confinados en un departamento de 27 metros cuadros en la periferia de Paris, pensamos que en el contexto del confinamiento mundial el individuo ya no puede soportar su propia individualidad. Y si ya no puede soportarse a sí mismo, ya no soportará a su ser querido.
La gente tiene miedo de estar sola. Y hoy este miedo se hace cada vez más presente. Es precisamente su presencia la que ha sido, al principio de esta crisis, completamente ignorada. Esta indiferencia hacia la soledad es una de las causas de la propagación del virus. En el miedo a la soledad yace una sociabilidad egoísta.
Si el confinamiento actual es un impedimento para la revuelta social y especialmente para la creación de una juventud intempestiva, es interesante desde el punto de vista ético e inactual pensar en los síntomas de nuestra sociedad.
Antes de seguir haciendo visible lo que algunas personas no ven, pensamos que la soledad es sólo, en su sentido más bien negativo, una limitación para el progreso del estallido social. Porque para la destrucción del Estado tal y como lo conocemos hoy en día, es necesaria la fuerza y el coraje de los individuos que luchan juntos. Es indispensable la coordinación, la periodización de la lucha y el diseño de los planes de lucha. Sobre la importancia de la fraternidad en términos políticos hablaremos en otra ocasión.
El posible problema es que hoy en día cualquier movimiento social, aunque las causas sean justas, llega a un momento de debilidad que corre el riesgo de hacerlos desaparecer. Sin embargo, creemos que esta debilidad no es una consecuencia del movimiento social en sí mismo ni de las ideas por las que luchamos; el problema está causado por el nihilismo radical y por la radical temporalidad de la actualidad en la que los individuos están acostumbrados a vivir. Por temporalidad radical de la actualidad entendemos a los individuos que viven «a la moda», demasiado adecuados a los valores y exigencias de su cultura.
En las condiciones de aceleración en que se ha propagado el virus, los acontecimientos actuales y sus demandas también se están propagando de manera acelerada. Las exigencias a las que el individuo está acostumbrado a obedecer de manera casi inconsciente tienen un punto en común que debe ser entendido en forma de imperativo: ¡Debemos sociabilizar! En la exigencia a sociabilizar está presente la alienación total del individuo. Tu individualidad tiene que desaparecer, tienes que convertirte en un «actor» social: un amigo, un comediante, un deportista, un intelectual… Y aunque no consigas ser nada en este plan de exigencias habrá especialistas en salud psicológica dispuestos a ayudarte. Como resultado, habrá varias ayudas para guiarte a cumplir con los requisitos. Tendrán gestos ingenuos y de solidaridad, pero el único propósito es no dejarte solo, a la manera de la palabra alemana «allein» que significa una próspera soledad, asumida, plegada sobre nosotros. Una soledad necesaria para el conocimiento de quiénes somos y lo que nos rodea. Una soledad que desea emanciparse.
A este respecto, la soledad es un peligro para la temporalidad radical de la actualidad porque la soledad, en el sentido que acabamos de exponerla, es potencialmente creadora de individualidad y, por consiguiente, de nuevas formas de sociabilidad. Aumenta tu fuerza y poder para actuar y crear hacia el mundo.
En este contexto, podemos afirmar que la inactualidad es necesaria en tiempos de pandemia, porque es la «no moda», la forma de ser anticuada, completamente inadecuada a nuestra actualidad. Y uno de los gestos con los que somos conscientes de nuestra condición de inactividad es el momento de una pregunta que surge en la propia acción: ¿está bien el sentirme alegre en un estado de confinamiento?
El inactual en este sentido no teme no estar a la moda, porque no está triste, al contrario, la condición de inactualidad es una alegría, que al mismo tiempo hace que el presente se alegre desde una perspectiva diferente, inoportuna, intempestiva.
Y en el momento en que somos inactuales también somos intempestivos porque empezamos a actuar contra el presente, pero no sólo en forma de crítica, es decir, de manera filosófica, sino también de manera artística, puede ser poética, porque toda la realidad se vuelve plástica: desde tu apartamento puedes crear un club nocturno, desde tu dormitorio un salón de yoga, desde tu cocina un restaurante, desde tu baño una peluquería, etc.
El espacio se vuelve plástico y tenemos el poder de crearlo, de configurarlo a través de nuestra imaginación, pero también gracias a nuestro deseo de alegría, de felicidad.