"Hablo por mi diferencia": Representaciones e identidades en tensión - Carcaj.cl
28 de septiembre 2020

«Hablo por mi diferencia»: Representaciones e identidades en tensión

por Natacha Scherbovsky

Introducción

Cuando la dictadura militar en Chile llevaba ya 13 años, en 1986 Pedro Lemebel, escritor y artista chileno, llega a una reunión de partidos de izquierda en la Estación Mapocho (centro cultural de Santiago) calzando por primera vez zapatos con tacones y maquillado con una hoz y martillo en el rostro. Allí lee su manifiesto “Hablo por mi diferencia” un texto que se encuentra “a mitad de camino entre el cuento, la crónica y la poesía”[1]. A través de este acto performativo, el escritor se presenta y re-presenta a sí mismo, desafiando la normatividad heterosexual, y denunciando a su vez el ideal del sujeto militante que margina y excluye al “diferente”.

En este trabajo intentaremos abordar desde una perspectiva que entiende a la representación desde un enfoque discursivo[2], según el cual todo significa en el discurso y el conocimiento que produce este discurso particular, se encuentra dentro de relaciones de poder, regula la conducta, construye identidades y subjetividades[3], el sentido performativo de la lectura del manifiesto en ese contexto, las representaciones hegemónicas a las que se enfrenta Lemebel a través de su acto y de sus palabras, así como también la auto-representación que construye por medio de esta práctica y de su manifiesto. 

“Hablo por mi diferencia”

Lemebel comienza su manifiesto planteando “No soy Pasolini pidiendo explicaciones/ No soy Ginsberg expulsado de Cuba/No soy un marica disfrazado de poeta/No necesito disfraz/Aquí está mi cara/Hablo por mi diferencia/ Defiendo lo que soy”[4]. Es decir rechaza aquel discurso que ha representado, que ha construido un “retrato” (en términos de Rodríguez[5]) del gay/marica como un sujeto farsante, un sujeto que se oculta, que no se muestra, que no asume su homosexualidad. Por el contrario, a partir de su acto de habla, de su performatividad, de su cuerpo, pretende enunciarse, asumiendo su diferencia como un elemento que lo identifica y lo constituye. Su cara, en ese momento maquillada como señalamos anteriormente con una hoz y un martillo, se convertía en una especie de máscara que como diría Belting “oculta el cuerpo con el fin de mostrar algo con él que no podría mostrarse por sí mismo con lo que lo transforma en imagen”[6]. En este sentido su cuerpo se presenta como imagen que “encarna” un ser humano, el cual se reconoce distinto y desde esa diferencia se enuncia.

Esta identificación a partir de la diferencia, se vincula con el planteo que realiza Hall, cuando sostiene que:

las identidades se construyen dentro del discurso y no fuera de él, debemos considerarlas producidas en ámbitos históricos e institucionales específicos en el interior de formaciones y prácticas discursivas específicas, mediante estrategias enunciativas específicas. Por otra parte, emergen en el juego de modalidades específicas de poder y, por ello, son más un producto de la marcación de la diferencia y la exclusión que signo de una unidad idéntica y naturalmente constituida[7].

De acuerdo con estas ideas Hall sostiene que las identidades sólo pueden construirse en relación con el Otro, en la relación con lo que uno no es[8]. En este sentido Lemebel se identifica diferenciándose no sólo de la representación del marica como farsante sino también de las representaciones de las identidades heterosexuales dominantes que han sido construidas históricamente y sostenidas a través de un discurso particular que establecía una normatividad. En relación a ello, Butler plantea que la sexualidad normativa determina de antemano lo que entra en el campo de “lo humano” y “lo vivible” y de este modo ejerce una fuerte violencia[9]. Esta violencia de lo normativo es expresada por Lemebel en diferentes pasajes del Manifiesto:

Porque ser pobre y maricón es peor/ Hay que ser ácido para soportarlo/ Es darle un rodeo a los machitos de la esquina/Es un padre que te odia/ Porque al hijo se le dobla la patita (…)  Usted no sabe cómo cuesta encontrar el amor/ En estas condiciones/Usted no sabe/Qué es cargar con esta lepra/La gente guarda las distancias/ La gente comprende y dice:/ Es marica pero escribe bien/Es marica pero es buen amigo/Súper-buena-onda/Yo no soy buena onda/ Yo acepto al mundo/Sin pedirle esa buena onda/Pero igual se ríen/Tengo cicatrices de risas en la espalda”[10].

La violencia de la sexualidad normativa  en el manifiesto de Lemebel se vincula a su vez con las prácticas que ejercían los partidos de izquierda, los cuales rechazaban y segregaba a los militantes homosexuales durante esa época. Estas prácticas homofóbicas respondían a una representación del homosexual como alguien indeseado, débil, incapaz de luchar en una situación revolucionaria. Una representación que generaba, como afirma Derrida, “no sólo una imagen sino una vía para conocer a las personas sin importar si dicho conocimiento se da gracias a la experiencia empírica de ‘conocer en persona’, puesto que las representaciones cumplen la función de suplir «regularmente la presencia» de algo o alguien[11].

Teniendo en cuenta esta representación del homosexual, era sancionado/rechazado aquel militante que se considerara gay ya que no correspondía con la representación del militante ideal construido por los discursos de los partidos comunistas a lo largo de esos años. De acuerdo con ello, Lemebel interpela a los comunistas y al mismo tiempo les pregunta irónicamente que harán con los homosexuales si no son reconocidos o peor aún, como afirma Butler, si no entran en el campo de “lo vivible”: “¿Y entonces?/ ¿Qué harán con nosotros compañero?/ ¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos con destino a un sidario cubano? Nos meterán en algún tren de ninguna parte/Como en el barco del general Ibáñez/Donde aprendimos a nadar/Pero ninguno llegó a la costa”[12].

“Mi hombría es aceptarme diferente”

Butler siguiendo a Foucault plantea que “la heterosexualización del deseo requiere e instituye la producción de oposiciones discretas y asimétricas entre femenino y masculino, entendidos estos conceptos como atributos que expresan “hombre” y “mujer”[13]. Sin embargo, la autora afirma que la noción de una sustancia contante es una construcción ficticia producida a través de la vinculación de ciertos atributos a determinados géneros. De este modo la concepción del género como sustancia, la viabilidad de hombre y mujer como sustantivos, señala Butler, se pone en duda por el carácter accidental de los atributos, por la disonancia que no se ajusta a estos modelos consecutivos de inteligibilidad[14].

En este sentido Lemebel cuestiona en su manifiesto los atributos que históricamente han representado “lo masculino” y por el contrario, enuncia otros/nuevos atributos que él identifica con su “hombría”.

No sabe que la hombría/Nunca la aprendí en los cuarteles/Mi hombría me la enseñó la noche/ Detrás de un poste/ Esa hombría de la que usted se jacta/ Se la metieron en el regimiento/ Un milico asesino/De esos que aún están en el poder/Mi hombría no la recibí del partido/Porque me rechazaron con risitas/Muchas veces/Mi hombría la aprendí participando/ En la dura de esos años/ Y se rieron de mi voz amariconada/ Gritando: Y va a caer, y va a caer/Y aunque usted grita como hombre/ No ha conseguido que se vaya/ Mi hombría fue la mordaza/ No fue ir al estadio/ Y agarrarme a combos por el Colo Colo/ El fútbol es otra homosexualidad tapada/ Como el box, la política y el vino/ Mi hombría fue morderme las burlas/ Comer rabia para no matar a todo el mundo/ Mi hombría es aceptarme diferente/ Ser cobarde es mucho más duro/Yo no pongo la otra mejilla/ Pongo el culo compañero/ Y ésa es mi venganza/ Mi hombría espera paciente/ Que los machos se hagan viejos/ Porque a esta altura del partido/ La izquierda tranza su culo lacio/ En el parlamento/ Mi hombría fue difícil/Por eso a este tren no me subo/Sin saber dónde va/ Yo no voy a cambiar por el marxismo/ Que me rechazó tantas veces/ No necesito cambiar/ Soy más subversivo que usted[15].

A través de la nueva representación entendemos que se pierde la idea de sustancia, al mismo tiempo que se desnaturalizan estos conceptos, lo cual nos permite reconocerlos como constructos.  Así, se puede romper con aquello que señala Barthes es una de las característica de la representación, su apariencia como algo natural y neutro, donde lo histórico, lo contingente se convierte en algo natural[16]. “Este proceso genera un efecto de verdad a la vez que se cuida de exponer su artificialidad, presentando tal ficción como una naturalidad que, en diversas ocasiones, ayuda a reforzar «lineamientos de poder, dominancia y autoridad»[17].  

Lemebel recupera entonces estos atributos que han configurado una representación de la hombría/ de lo masculino, los cuales se presentan en el discurso dominante como naturales, coherentes con el género pero que son, como ya notamos, una producción. De esta manera pareciera que los cuarteles, los militares, el regimiento, el partido político, el interés por la política, la pasión por el fútbol, los gritos, son atributos/signos que permitirían representar “lo masculino/la hombría”. Sin embargo, Lemebel desde una representación “subversiva”, cuestiona/rechaza estos atributos planteando una nueva serie que genera otra identificación. Así, destaca que la hombría/lo masculino puede representarse a través de signos como la diferencia, la rabia, la mordaza, la venganza, la resistencia, el sexo, la participación política.

En este sentido entonces, siguiendo a Butler, podemos plantear que el género no es sustantivo ni una serie de atributos vagos sino que es performatividad, es siempre un hacer, es una práctica discursiva que está sucediendo, que está abierta a la intervención y a la resignificación[18]. Y de acuerdo con ello, la identidad, como señala Hall, remite al punto de encuentro, de “sutura entre, por un lado, los discursos y prácticas que intentan ‘interpelarnos’, hablarnos o ponernos en nuestro lugar como sujetos sociales de discursos particulares y, por otro, los procesos que producen subjetividades, que nos construyen como sujetos susceptibles de ‘decirse’ ”[19]. De esta manera entonces, a través del acto performático que realiza Lemebel en su presentación ante el público y con la lectura de su manifiesto, por un lado interpela la posición en la que “debería” estar como sujeto de acuerdo al discurso de la normatividad heterosexual dominante, al mismo tiempo que por medio de su cuerpo y de sus palabras se representa de un modo en que puede nombrarse, “decirse”, como diferente. Esto genera entonces la posibilidad de la construcción de una nueva subjetividad. 

Conclusión

A lo largo de este trabajo hemos intentado analizar de qué manera el acto performativo que realiza Pedro Lemebel con la lectura de su manifiesto, pone en tensión diferentes representaciones identitarias y de género. Al llegar calzando zapatos con tacones y maquillado a un acto político se quiebra la primera representación heteronormativa de cómo debería presentarse un “hombre” militante. Es decir, a través de esta práctica intenta cuestionar/interpelar los códigos que rigen culturalmente, que sancionan y regulan las posiciones subjetivas. Pero en ese acto de interpelación también performa otros géneros (travesti y  homosexual) configurando por lo tanto identidades que no son inamovibles sino situacionales y contextuales. A través de la lectura del manifiesto performa una identidad como homosexual, relata los efectos que ha sufrido en relación a la representación denigrante, deslegitimante, violenta que las prácticas discursivas dominantes han construido sobre los homosexuales y que los partidos de izquierda han reproducido. A su vez desnaturaliza los supuestos atributos que representan a un hombre y a lo masculino, presentando, nombrando otros. De ellos se desprenden dos conclusiones importantes. En primer lugar, siguiendo a Hall, las representaciones sobre identidad están inmersas en relaciones de poder, en un campo de poder, y por ello permanecen en permanente disputa. En segundo lugar, como señala Butler, cuando las categorías de hombre/mujer se ponen en tela de juicio porque dudamos del cuerpo que observamos, se pone en duda la realidad del género: la frontera que separa lo real de lo irreal se desdibuja. Y es en ese momento cuando nos damos cuenta de que lo que consideramos “real”, lo que invocamos como el conocimiento naturalizado del género, es, de hecho, una realidad que puede cambiar y que es posible replantear, llámese subversiva o llámese de otra forma[20].

Anexo: Fotografía tomada el día en que Pedro Lemebel leyó el manifiesto (Hablo por mi diferencia). 1986.

Bibliografía

Barthes, R. 1999. El Mito, Hoy. En Mitologías. México: Siglo Veintiuno Editores, pp. 199-257

Belting, H. 2002. Antropología de la Imagen, Buenos Aires: Katz Editores, pp. 109-141

Butler, J. 2001. «El Género en Disputa: El feminismo y la subversión de la identidad». México: Paidós, pp. 9-67

Hall, S. Introduction. (Introducción). En Hall, S. (Ed.). 2001. Representation: Cultural Representations and Signifying Practices. Sage Publications: London, pp. 1-9.

Hall, S. 2003. Introducción: ¿Quién necesita identidad? En S. Hall y P. du Gay (Eds.), Cuestiones de Identidad Cultural. Amorrortu editores: Buenos Aires, pp. 13-39.

Rodríguez, M. ¿Qué es la representación y cuál es su importancia para los estudios sociales? En C. Mora (Ed.). De mujeres, hombres y otras ficciones….: género y sexualidad en América Latina. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, pp. 39-45.

Páginas web consultadas

http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-3651.html

http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-3651.html#presentacion

http://lemebel.blogspot.com/search?q=manifiesto+hablo+por+mi+diferencia


[1] (http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-96700.html)

[2] (Hall, 2003 y Butler, 2001)

[3] (Hall, 2003)

[4] (Lemebel, 1986)

[5] (Rodriguez, 2006)

[6] (Belting, 2002: 118)

[7] (Hall, 2003: 18)

[8] (Hall, 2003)

[9] (Butler, 2001)

[10] (Lemebel, 1986)

[11] (Derrida, 1998 En: Rodriguez, 2006: 42)

[12] (Lemebel, 1986)

[13] (Butler, 2001: 50)

[14] (Butler, 2001:50)

[15] (Lemebel, 1986)

[16] (Barthes, 1999)

[17] (Richard, 1993 En: Rodriguez, 2006: 43)

[18] (Butler, 2001)

[19] (Hall, 2003: 20)

[20] (Butler, 2001)

Docente e investigadora argentina. Licenciada en Antropología (UNR), Magíster en Antropología Visual y Documental Antropológico (FLACSO- Ecuador). Becaria doctoral de CONICET. Docente de la cátedra de Antropología Visual (Facultad de Humanidades y Artes, UNR).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *