24 de septiembre 2011

Hombres de negro

Se me ocurre estos días que la manoseada frase que Carlos Marx, en El dieciocho de Brumario, le atribuye a Hegel; esa sobre los hechos y personajes de la historia universal que se repiten dos veces, a la que don Carlos agrega que “una vez como tragedia y la otra como farsa” habría que remozarla y afirmar que la historia se repite una vez como tragedia y la otra como ciencia ficción.

Hace algunas noches me repetí la película Hombres de negro, porque sigo encontrándola divertida. Es esa típica mezcla de muchas películas anteriores, entre las que habría que mencionar la clásica Secuestradores de cuerpos, pero restándole un poco de la paranoia gringa de la guerra fría. La cuestión de fondo es que, ya sean semillas o insectos gigantes venidos del espacio, algunas “cosas” pueden adueñarse de nuestro cuerpo, no sólo de la identidad, sino de nuestro sagrado cuerpo humano que las malignas “cosas” vestirán como un traje más o menos a la medida. En los Hombres de negro, el caso más dramático es el de esa especie de enorme cucaracha que le roba el cuerpo a un granjero cretino y luego maneja como un espástico por las calles de Nueva York buscando una galaxia.

Tengo que reconocer que soy impresionable y que muchas veces las películas me dejan con una sensación medio pegajosa que persiste por algunos días. Declaro honestamente lo anterior, para justificar el hecho de que mi subjetividad se ve afectada por estos cuentos y contamina mi percepción de la realidad.

Todo este preámbulo tiene por objeto comunicar una súbita visión, una especie de epifanía, una revelación que se plasmó a través de una misma “puerta hacia el otro lado” , la televisión.

Es difícil contar estas cosas en este país donde la gente cree en cierto tipo de manifestaciones y no en otras. He pensado que quizás la mejor forma de hacerlo sea usando la fórmula de una carta dirigida a un juez imaginario, o la de una declaración ante notario. Algo como:

Señor juez:

Quiero declarar solemnemente que el día jueves 22 de septiembre del 2011, a una hora indeterminada de la mañana, vi en el noticiero de CNN, presentado por la simpática Verónica Schmidt, al presidente de la república de Chile, don Sebastián Piñera Echeñique, hablando frente a la asamblea de las Naciones Unidas. Eso, dirá usted, no es ninguna novedad. Pero sí lo es; porque, se lo juro por mi madre sr. Juez, el que hablaba a la asamblea ¡no era el presidente! Usted creerá que estoy loco y que lo hago perder el tiempo, pero usía, creo que no fui el único chileno que tuvo esa visión. Con toda franqueza, usted no puede decir que los yankees no buscan la manipulación y el control de la mente con toda una serie de trucos en los que utilizan la televisión. Bueno, no vamos a discutir ese punto ahora.

Sin abusar de su amable atención, quiero asegurarle que mientras tomaba café y miraba de reojo el noticiero escuché al presidente decir: “En las últimas semanas han sido miles los jóvenes que han salido a las calles a manifestarse en mi país,  a favor de una causa noble, grande, hermosa, como es el dar una educación de calidad para todos los niños y jóvenes…” La voz me pareció enrarecida, no creo que por culpa de la distancia. No era que se entrecortara sino que parecía…otra voz. Entonces lo miré de frente (tengo un plasma de 32 pulgadas de la Polar), y él estaba declarando que: “…de forma tal de garantizar algo tan simple como educación de calidad para todos, educación gratuita para todos aquellos que lo requieren, financiamiento adecuado para todos los demás, de manera de lograr el sueño que ningún niño o joven con…” y le juro que casi me desmayo.

Era tan obvio, ese no era el presidente, era un impostor. Había sido evidentemente reemplazado por “algo” que usaba su cuerpo como un disfraz. Recuerde señor juez que estamos hablando de Nueva York y de las Naciones Unidas, epicentros de todo tipo de diabólicas conspiraciones. El hecho de estar un poco mareado no me impidió escuchar aquellas palabras que terminaron por convencerme de lo acertado de mí intuición: “Y quisiéramos invitar a todos los países de América Latina, en el contexto de la CELAC, a realizar una verdadera alianza estratégica que comprometa el alma y el corazón de nuestros gobiernos con esta reforma profunda a nuestros sistemas educacionales, que va a ser la…

Señor juez, por suerte en ese momento se interrumpió la trasmisión para dar paso a Verónica Schmidt que siguió basureando al movimiento estudiantil y a su manera recompuso el orden natural.

No sé. He pasado unos días en un estado un tanto melancólico. Es terriblemente frustrante el tener una nítida visión y no poder darla a conocer al país. Estoy consciente de que me acusarían de vesania, con consecuencias que no me atrevo a pronosticar. Encontrándome en tal estado, volvió a mi memoria el nombre de Miguel Ángel Poblete. ¿Qué habrá pasado por el alma de ese muchachito aquel 12 de junio de 1983 cuando se le apareció por primera vez la virgen? ¿Le habrá costado revelar su secreto? Bueno, al menos tuvo el consuelo de que le creyó la CNI. ¿Quién me creería a mí si denunciara públicamente a la “cosa” hablando por la boca secuestrada del presidente?

No soy un partidario de Sebastián Piñera. Pero, hace algún tiempo, cuando creí percibir un complot entre la UDI y TVN para reemplazar al presidente con Stefan Kramer, arriesgándome a la burla insolente de todos, hice una cautelosa denuncia. Ahora no me atrevo, sr juez. Aquella vez no pasó nada. A pesar de mis persistentes dudas, me conformé con la evidencia de que, como decía alguien en algún lado, las instituciones en Chile funcionan. En esta ocasión, lo único que me aventuro a pedirle, señor juez, es que conmine al servicio de aduanas, o al SAG, a que lleve a cabo una exhaustiva inspección de la delegación chilena cuando vuelva al país, no sea “cosa” que tengamos mucho que lamentar en el futuro.

Atte.

JLUrbina

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