La importancia cultural de lo «salvaje»
Cómo y cuándo algunos cuerpos se sitúan fuera de los sistemas de clasificación y más allá de los regímenes normativos de conocimiento.
A propósito de El desorden del deseo, de Jack Halberstam. Wild Things, 2020.
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Criaturas salvajes: El desorden del deseo (Wild Things, 2020), el último libro de Jack Halberstam, está dedicado a la memoria de José Esteban Muñoz quien (al igual que Halberstam y Tavia Nyong’o) también intentó abordar lo “salvaje” como un concepto cultural con el potencial de transformar lo “queer” en su exhaustivo trabajo crítico. El texto plantea nuevos territorios para pensar el orden sexual y las formas de clasificación de los deseos. En cierta forma, lo “salvaje” ha recorrido varios proyectos utópicos anteriores (incluido el trabajo del propio Muñoz) sobre la construcción y el debate en torno a cómo “denaturalizar” la cultura y la civilización; cómo volver a lo “salvaje” en el momento actual de crisis climática; cómo volverse analfabeto; cómo encontrar nuevos léxicos para las variadas formas de la ilegibilidad corporal y cómo pensar lo “salvaje” por su potencial queer.
Ante la incuestionable crisis ecológica, la búsqueda de soluciones y el llamado a cambiar nuestros hábitos se encuentran a veces con un obstáculo en forma de sueño utópico. Este ideal utópico adopta un aspecto de nostalgia por un pasado mitificado, un estado idealista de existencia en donde los humanos viven en armonía con la naturaleza. Sin embargo, como plantea William Cronon en su artículo, “The Trouble with Wilderness: Or, Getting Back to the Wrong Nature,” este enfoque resulta problemático, ya que se basa en la idea de una frontera mítica que separa un supuesto conocimiento inherente sobre la naturaleza de la actual sociedad descarriada, una sociedad que ha perdido el acceso a este conocimiento a través del acto sumamente colonial de “volverse civilizado”.
Halberstam aborda el artículo de Cronon y continúa el debate sobre el concepto “salvaje” al criticar igualmente la definición colonial misma del término. En esta misma línea, Halberstam describe lo que no sería lo salvaje. Lo salvaje no es el equivalente territorial de la libertad. El concepto tiene sus propios regímenes regulatorios, su propio orden y sus propias jerarquías y modos de dominación. Desglosando una epistemología de este concepto, Halberstam argumenta que lo salvaje es una forma de co-existir fuera de las fronteras normativas o hegemónicas al mismo tiempo que niega cualquier intento de imponer un orden central.
Fiel a su perspectiva académica, Criaturas salvajes es interdisciplinario, basándose en ejemplos de la literatura, el arte, el cine y la danza, negándose a trazar una línea rígida entre “alta” y “baja” cultura y entre los mismos medios culturales. El libro de Halberstam crea un espacio estimulante para abordar temas problemáticos, como la retórica de lo monstruoso presente en las discusiones sobre sexualidad y raza. Pero, al mismo tiempo, ocasionalmente se basa en ejemplos bastante lúdicos, como películas infantiles (The Secret Life of Pets) y libros ilustrados (Where the Wild Things Are).
El trabajo académico de Halberstam es acumulativo, se basa en la discusión cultural de lo salvaje en lugar de imponer una única definición monolítica. Criaturas salvajes propone un vasto vocabulario de términos que Halberstam introduce, define y luego explora en cada capítulo a través de estudios de casos individuales, todos los cuales se basan en la cuestión más amplia de cómo diferentes productos culturales han respondido a lo salvaje. El libro emplea una gran variedad de términos (“volverse salvaje”, “ferozidad”, “criaturas salvajes” y “humanismo zombi”) que guían al lector mientras transmiten la multivalencia de la investigación de Halberstam, prometiendo un léxico queer que nombra sin necesariamente imponer categorías hegemónicas.
El interés de Criaturas salvajes en las relaciones entre especies y la propuesta de lo salvaje como sinónimo de lo queer, así como la deuda crítica de Halberstam con el trabajo de Donna Haraway, recuerda las afinidades entre la ecología queer y los muy recientes “animal studies”. Sobre estos últimos, Halberstam afirma que este campo se basa en una suposición errónea sobre la igualdad humana para enfatizar las relaciones desiguales entre humanos y animales, enfocados en reducir la brecha entre humanos y animales para notar cuán ciega resulta la idea de un solo concepto que intente definir la “humanidad”. Asimismo, Halberstam se resiste a situar Criaturas salvajes en un solo molde conceptual, sin negar sus intereses compartidos o superpuestos con otros trabajos similares. El libro de Halberstam propone un marco transdisciplinario para pensar en todas las disciplinas, utilizando lo salvaje como un hilo conductor que intenta mantener un diverso mosaico filosófico de enfoques. Aunque Criaturas salvajes sigue el trabajo que Halberstam ya había realizado sobre este mismo tema, el libro resulta novedoso al presentar estas ideas a un lector no experto en estos exhaustivos debates culturales y humanistas. Finalmente, en lugar de postular un argumento único, Criaturas salvajes se centra en un proceso de devenir queer, en una vasta red de subjetividades e identidades no-hegemónicas, y por la fuerza de lo salvaje.