Los comunistas y la Unión Soviética en el Mundial de 1962
Es conocido el dicho que reza: “cuando llueve en Moscú, los comunistas chilenos salen con paraguas”. Esa caricaturización expresa la noción de que el Partido Comunista Chileno (PCCh) era completamente dependiente de la línea política que se establecía desde la Unión Soviética. Aunque es cierto que estaban muy influenciados por el Partido Comunista Soviético, este texto –que repasa la cobertura que hizo El Siglo de la participación de la URSS en el Mundial de Chile 1962– propone que los comunistas chilenos tuvieron bastante claridad de la realidad nacional en la que proyectaban su acción político-ideológica. En este sentido, la visión que el diario comunista difundió del fútbol soviético estuvo decisivamente influenciada por el hecho de que en sus páginas la URSS aparece como un modelo de desarrollo y modernidad al que podía aspirar la sociedad chilena, considerando sus propias particularidades. Un acercamiento como el que acá proponemos parte de la noción de que por medio del fútbol, en tanto fenómeno socio-cultural, se pueden vincular representaciones deportivas concretas con discursos político-ideológicos más generales. Es que, en último término, el mundial era una instancia en la que observar el grado de desarrollo alcanzado por la Unión Soviética.
“Hoy llega la URSS!” fue la forma en que El Siglo anunció en su portada el aterrizaje del seleccionado soviético en Chile. Al día siguiente, al arribar a Arica –sede que compartían con Yugoslavia, Uruguay y Colombia–, el medio agregó que habían sido “miles las personas” que habían homenajeado a los seleccionados en un ambiente cargado de alegría y buena voluntad. Mientras Metreveli posó con un sombrero de huaso, se destacaba que Voronin, de tan solo 23 años, había enviado un cariñoso saludo a su esposa Voronina, quién se encontraba en Santiago en una gira internacional del conjunto de danza Berioska.
“La embajada deportiva de la URSS” no contaba con jugadores profesionales. Es que en la patria de los socialismos reales eran contrarios a que los jugadores “se vendan y compren como una mercancía. Los nuestros no reciben paga. Estudian, trabajan y se ganan el sustento con la cabeza. Lo hacen porque les gusta el fútbol y aman el deporte”. El equipo de amateurs, que estaba conformado por ingenieros, soldados, técnicos y estudiantes, era el vigente campeón de la Copa Europea de Naciones y, por lo tanto, era un serio candidato para llevarse la Copa del Mundo. Los pilares del fútbol soviético eran presentar un juego de ataque que fuera constructivo, como además considerar que éste era un juego comunitario. Como señalaba su entrenador: “Atacaremos siempre y en todo momento […] No jugamos a destruir, sino que a construir. Lo contrario conduce a la derrota”. Por eso destacaban ser un equipo donde “astros no hay. Todos son iguales”. Como afirmó el presidente de la Federación de Fútbol de la URSS, “yo no creo en el talento innato, yo creo en el trabajo”. Es que, sin lugar a dudas, para El Siglo era en la esfera deportiva “donde la Unión Soviética puede exhibir más gráficamente el resultado de su elaboración del hombre nuevo que ha conseguido producir luego de la Revolución”. De ese modo se preguntaban: ¿no es digno de admiración “un pueblo que logra, en tan pocos años, pasar a ser la primera potencia del deporte cuando antes su actividad en las pistas era nula?”
En la fase de grupos, la URSS jugó contra Yugoslavia, Colombia y Uruguay; debutando contra la primera en un choque entre dos modelos de socialismo. Aunque El Siglo reconoció la habilidad del rival, no pudo soslayar que los yugoslavos “dieron leña de forma desmedida” y que habían “repartido patadas a granel”. El triunfo soviético no solo había sido inobjetable, sino que los rojos aparecieron como las víctimas de la violencia yugoslava. Sin lugar a dudas, los comunistas chilenos hinchaban por la Unión Soviética. Por ello es que matizaron sus críticas al analizar su siguiente encuentro ante la a priori débil Colombia, en el cual la URSS mostró un “inexplicable” bajo nivel. Así expresaron que el sorpresivo empate a cuatro había sido “el mejor partido hasta la fecha”. Tras sellar su paso a la segunda ronda al vencer a Uruguay, sostuvieron que había quedado clara la “superioridad” técnica de los soviéticos, capaces de conjugar a “la perfección el juego preciosista” con “la entrada que requiere virilidad”, la disciplina y el “trabajo en conjunto”. En suma, eran “uno de los pocos seleccionados que hace fútbol de ataque” y que, al mismo tiempo, “no observa ese temor casi obsesionante de ver su valla vencida”. De esta forma, para El Siglo, el socialismo soviético era tremendamente atractivo, como lo dejaba en evidencia el hecho de que en 1962 fuera, al menos, una de las 8 naciones más desarrolladas en el ámbito futbolístico mundial.
Sin embargo, el fanatismo de los comunistas chilenos con la Unión Soviética sufriría una dura prueba al enfrentarse a la selección nacional en cuartos de final. Como los chilenos habían logrado el segundo lugar en su grupo, mientras que la URSS había ganado el suyo, los de la Hoz y el Martillo aparecían como amplios favoritos. Sin embargo, ese día, claramente El Siglo se identificó con el seleccionado chileno al titular “¡Difícil pero no imposible!”. El diario, que había sido el principal hincha de los soviéticos, frente a la disyuntiva que le presentaba el duelo entre la patria y la “madre patria”, no dudó en apoyar al seleccionado nacional. Por eso advertían que, a pesar de haber “demostrado gran poderío, la URSS no viene tan bien”. Al final tuvieron razón, ya que, contragolpeando certeramente, los chilenos vencieron 2 a 1.
Aunque el triunfo chileno “fue inobjetable”, El Siglo remarcó que el “público tributó a la selección soviética una estruendosa ovación al abandonar la cancha”. Si lo de Chile había sido una hazaña, fue justamente porque el rival era una potencia mundial. En este relato, y a pesar de la derrota futbolística, la construcción del socialismo –encarnada en el ejemplo soviético– emergía como una vía de desarrollo deseable y necesaria para la sociedad chilena. De ahí que el diario relatará con humor que en las celebraciones populares que siguieron al triunfo futbolístico, “muchos pintaron consignas sobre sus automóviles”. Mientras en un auto se podía leer “Gagarin 1, Verdejo 2”, algunas liebres tenían escrito “De Arica a la Luna 2×1”. Esta forma de entender dichas celebraciones se oponía a las visiones –tradicionalmente anticomunistas– que caracterizaban a los soviéticos como sujetos calculadores, fríos, carentes de espontaneidad y empatía con las emociones humanas.
Por esto es que en la “cordial despedida” que se le dio al seleccionado soviético, el diario destacó que las autoridades de la URSS agradecieron “la cariñosa acogida del pueblo chileno”. Pero eso no fue todo, ya que relataron con especial atención cómo Valentina Voronina, bailarina del Berioska, llegó al aeropuerto de Cerrillos “para despedirse de su marido con quien protagonizó una tierna despedida. Discretamente sus compañeros dejaron solos en un rincón a la joven pareja, que se despidió con un largo y apretado beso”. De esta forma, El Siglo concluía que, “a pesar de su eliminación” y en “un adiós sencillo y emotivo”, los “cracks de la URRS se fueron contentos, ya que tuvieron una “correcta y destacada actuación en el Mundial”. En efecto, los soviéticos fueron representados como deportistas tranquilos, poseedores de un alto espíritu deportivo y un sano sentido de la competencia. Ellos podían perder o “triunfar con la misma compostura, sin tropicalismo, sin transformar los partidos en batallas por el destino del mundo. Después de cada experiencia, irán a estudiar para superarse”. De ahí que el diario reconociera su admiración por un pueblo, “alegre y sencillo, que está demostrando claramente a través del deporte cómo se construye una sociedad nueva, sin amarguras ni miserias”. En efecto, para los comunistas chilenos, la Unión Soviética era el ejemplo de una sociedad justa e igualitaria, y hacia ese horizonte socialista debía avanzar Chile.
Sin embargo, en el partido definitorio por los cuartos de final, El Siglo se identificó claramente con el seleccionado chileno. Esto revela que, si bien efectivamente estaban influenciados por el Partido Comunista Soviético, los comunistas chilenos defendían una vía nacional de construir el socialismo. En este sentido, en Chile los comunistas no estaban por copiar el modelo de la Revolución Rusa o cubana, y menos por instaurar la dictadura del proletariado. Por el contrario, en nuestro país el PCCh fue clave en la formulación de un proyecto de transición al socialismo que fuese pacífico, pluralista y democrático[1]. Ese era el proyecto que a fines de los cincuenta levantó el Frente de Acción Popular (FRAP), y que en 1970 llevó al gobierno a la Unidad Popular.
[1]Alfredo Riquelme, “Los modelos revolucionarios y el naufragio de la vía chilena al socialismo” en Nuevo mundo – mundos nuevos / Nouveau monde -mondes nouveaux / Novo mundo – mundos novos (revue électronique du CERMA/Mascipo-UMR, École des Hautes Études en Sciences Sociales), N° 7, 2007