Foto: Raymond Depardon
Necropolítica y los cuerpos que no importan en tiempos pandémicos
Han pasado tres meses desde que se declarara el primer caso de contagio por COVID-19 en Chile y comenzamos junio con un subregistro oficial de más de mil muertes[1], todo lo cual ha desencadenado al día de hoy graves cuestionamientos por falta de transparencia[2] e incluso el cambio en la autoridad de la cartera sanitaria en la última semana. En este marco, el llamado gubernamental a la permanencia en nuestros hogares, y al confinamiento en nuestro largo y angosto territorio, ha visibilizado la radicalidad de desigualdades y precarizaciones sociales de un rampante sistema neoliberal, cuyas crisis han sido aplacadas por los gobiernos de turno.
La precariedad, la marginalidad, la pobreza y el racismo estructural son expresiones cotidianas de la pandemia que acecha hace siglos nuestro Sur Global[3], y que, junto al edadismo, la gordofobia[4], el capacitismo[5], las economías del cuidado generizadas y las prácticas (neo)eugenésicas[6] de distribución de capital económico, sociopolítico y cultural, profundizan la exclusión y estigmatización de personas diversofuncionales. ¿De qué modo la pandemia evidencia el modo en que reconocemos e incluimos socialmente a aquellos cuerpos envejecidos, generizados y dis/capacitados, configurados en la intersección de múltiples discriminaciones?
La revuelta del 18 de octubre abrió camino a distintas prácticas y modos de articulación social que han reterritorializado una agotada y excluyente modernidad colonial, definida en función de determinados criterios de inclusión e inteligibilidad de los cuerpos. Los ‘cojos’ alzaron su voz y desplegaron la resistencia de sus cuerpos en la calle. Uno de ellos, Jaime Ramírez, publicó en noviembre de 2019 en un medio digital una columna de opinión, donde se refería al único modo de resolver la situación de vulneración histórica a la que se ven enfrentadas las personas en situación de discapacidad y otros tantos colectivos vulnerados, como los pueblos originarios, las diversidades sexuales y las personas mayores: “crear un nuevo Estado, que garantice derechos e incorpore a la ciudadanía a toda la diversidad de colectivos que participan en la construcción de nuestra nación”, garantizando aquello con una nueva constitución vía asamblea constituyente. A esto sumamos además la comunidad migrante, personas privadas de libertad, mujeres, trabajadoras sexuales, enfermos y enfermas crónicas, y una extensa red de corporalidades excluidas del espacio público.
Con la llegada del COVID-19 fuimos espectadores del despliegue de una serie de mecanismos de control y disciplinamiento de la población[7], como de dispositivos de vigilancia sanitaria, que promovieron desde la acción gubernamental el repliegue e incremento de la represión de las movilizaciones sociales, sin poder desactivar, aún así, los nuevos modos de resistencia ante un gobierno que ha recrudecido nuestras opresiones y marginaciones, al margen de todo tratado internacional de protección y reconocimiento de derechos.
Entre los cuerpos configurados por estas exclusiones y desprotecciones sociales están las personas con discapacidad, quienes en Chile constituyen un 20% de la población nacional adulta. Queremos relevar el caso documentado por Radio Agricultura[8] sobre una mujer de 40 años con síndrome de down y confirmada con Covid-19, cuya familia denunció la negación de una cama en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) en el Hospital Padre Hurtado de San Ramón. Esto, pese a la indicación médica que señalaba dicha necesidad, tras presentar problemas respiratorios y haber sido intubada. La cama habría sido negada por estar destinada a otras personas y, según lo constatado por la hermana, se habría estado dando prioridad a gente joven y sin discapacidad. Asimismo, hace algunos días se conoció la muerte de un paciente con síndrome de Down con diagnóstico de COVID-19, cuya hermana acusó negligencia y discriminación por parte del Hospital Félix Bulnes[9], en tanto se le habría negado acceso a un ventilador mecánico a causa de su “dis/capacidad”[10]. «En el baño no había confort ni jabón, yo tenía que llevar mi alcohol gel. Si tenía que ir al baño, lo tenía que llevar yo, si había que bañarlo, lo tenía que hacer yo. Nunca una enfermera nos ayudó, nadie. La neumonía que tenía se agravó más con la humedad y el frío», denunció su hermana al diario Publimetro[11].
Es de esperar que en una crisis sanitaria como la que estamos viviendo, comiencen a escasear los recursos mientras aumenta el número de enfermos, lo cual deja en mano de los profesionales de salud decisiones complejas como priorizar el tratamiento de un paciente por sobre otro. Este dilema “ético” es comúnmente conocido como el “problema de la última cama”. Preocupante es cuando las condiciones de reconocimiento de ciertos cuerpos se resuelvendesde deliberaciones utilitaristas y capacitistas, funcionales a la acumulación capital,considerando condiciones como la edad o la discapacidad de un sujeto para decidir sobre el valor de su vida. Si miramos los registros de países europeos que atravesaron la fase aguda de la pandemia antes que Latinoamérica, debiéramos haber previsto que situaciones como las descritas se dieran en nuestro país[12]. En Italia, por ejemplo, se recomendó que al momento del dilema de la “última cama”, se privilegie a quien tenga mayor esperanza de vida[13] y en España, frente a la toma de decisiones en la asignación de recursos limitados, se recomendó en personas mayores «la supervivencia libre de discapacidad por encima de la supervivencia aislada”, priorizando en el proceso una esperanza de vida mayor con calidad[14]. Si bien la mayor parte de los estudios en el área sugieren no vincular la asignación únicamente en base a la edad cronológica, valorando otras variables, “como el grado de fragilidad, equivalente a la «edad biológica» de la persona” (p. 5), existe también un consenso en intentar maximizar el número de personas beneficiadas, la supervivencia libre de discapacidad al alta hospitalaria y el número de años de vida salvados[15]. Ya en marzo, la Relatora Especial de sobre los derechos de personas con discapacidad de la ONU, Catalina Devandas, advertía sobre lo poco que se estaba haciendo para proporcionar la orientación y los apoyos necesarios para proteger a las personas con discapacidad durante la pandemia[16]. En esta línea también se advierte cómo la pandemia agrava el edadismo hacia las personas mayores, y los mecanismos de discriminación por edad, haciendo un llamado de atención a los estados miembros a generar estrategias específicas para proteger los derechos de este grupo[17]. En Chile, estos problemas fueron relevados desde el inicio de la pandemia por la ONG Inclusiva, recordando que las personas con discapacidad son un grupo en un alto riesgo de vulneración frente al COVID-19. Ante esto, proponía al gobierno una serie de medidas para generar una planificación que les considere para enfrentar el virus[18]. Asimismo, la CEPAL presentaba una serie de recomendaciones para el tratamiento y abordaje del COVID-19 en las personas mayores, desde una perspectiva de derechos[19].
Prácticas (neo)eugenésicas y abyección de los cuerpos.
La comparación de las experiencias extranjeras, que nos gusta tanto como chilenas y chilenos realizar, debiera servir no sólo para fines aspiracionales de desarrollo, sino que como advertencia y aprendizaje ante prácticas (neo)eugenésicas de recortes estructurales, que han facilitado la eliminación en esta pandemia, de aquellos cuerpos precarizados, o en términos de Butler[20]“cuerpos que no importan” (migrantes, trabajadores, disidencias sexuales y funcionales, personas mayores, entre otros).
Al respecto, médicos de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica, en un documento sobre “Orientaciones éticas ante el llamado ‘problema de la última cama”[21], indican que en casos de escasez de recursos de soporte vital (ventiladores) en relación con los pacientes que los necesitan, su asignación o distribución sólo debe hacerse en base a “consideraciones relativas al bien que corresponde a los profesionales de la salud resguardar, esto es, a las condiciones objetivas de salud del paciente” (p.1). Cualquier otro criterio de decisión sería arbitrario, discriminatorio e injusto, razón por la que, en resguardo de la justicia, la priorización en el manejo de pacientes debe también basarse en protocolos de procedimientos y tomas de decisiones previamente diseñados. Asimismo, cabe señalar que con ello, está siendo transgredida la ley 21.168, publicada en julio del año pasado, la cual crea el derecho de atención preferente y oportuna por cualquier prestador de acciones de salud, a toda persona mayor de 60 años, como también aquellas en situación de discapacidad. Esto, “sin perjuicio de la priorización que corresponda aplicar según la condición de salud de emergencia o urgencia de los pacientes, de acuerdo al protocolo respectivo” (p.1)[22]. Ante esto cabe preguntarnos: ¿qué protocolos oficiales se están aplicando actualmente?[23]
La precarización estructural enquistada en la salud pública chilena, heredada de la dictadura, y agravada con políticas de corte neoliberal que han continuado la privatización de sistemas de protección social[24], obliga a que dilemas como el de la “última cama” deban ser resueltos desde la responsabilidad ética de equipos sanitarios con insuficiente soporte estatal, recursos y medios escasos, que no alcanzan para todas y todos, y que obligan a decidir qué vidas tienen menor valor. Es una de las diversas condiciones que radicalizan el requerimiento de métodos para tomar duras decisiones entre la vida y la muerte, en el marco de una escasez crónica de medios y recursos. Por ejemplo, el documento de orientaciones técnicas sugiere que cuando haya más de un paciente requirente de una cama en UCI, “la asignación deberá hacerse de acuerdo con prioridades clínicas objetivas según la valoración de especialistas (comité u oficial de triage), según la situación del momento y la estimación del pronóstico de recuperación según el juicio clínico”. Tal como señalan Acuña et al. (2015)[25], el triage consiste en una evaluación de riesgo en el servicio de urgencia, que permite determinar la gravedad o necesidad de atención médica inmediata de pacientes, estableciendo prioridades y asignando a pacientes a sectores y tiempos de atención de acuerdo a su cuadro clínico. En su artículo, estos autores indican que si bien el 2012 el Ministerio de Salud propuso implementar uno de los métodos triage más ampliamente utilizados por su validez y reproductibilidad, en la mayoría de los hospitales públicos del país se utiliza un sistema propio, cuya validez y reproductibilidad hasta el 2015 se desconocía con certeza y aún no había sido evaluada. ¿Cómo hubiéramos enfrentado esta pandemia con un sistema de salud pública más robusto? Además de imaginar esos futuros donde se espera “la dignidad sea costumbre”, en momentos de crisis como los actuales, urge conocer los criterios de inclusión o exclusión para evaluar el riesgo en los servicios de urgencia, cautelando todos los resguardos ante discriminaciones interseccionales que resulten arbitrarias, como las que ya hemos relatado en el primer apartado de esta columna.
En este escenario, se vuelve crucial que las personas con discapacidad, las personas mayores, y los diversos colectivos marginalizados, a través de sus organizaciones representativas, sean consultadas e involucradas activamente por parte del gobierno tanto a nivel nacional como local, en la planificación, implementación y monitoreo de medidas de prevención y contención en el marco de la pandemia[26]. No deja de llamarnos la atención, el que recién con la difusión de la lamentable muerte en el Hospital Félix Bulnes, la directora del Servicio Nacional de Discapacidad María Ximena Rivas, tomara cartas en el asunto para asegurar la elaboración de recomendaciones para la atención de personas con discapacidad en los servicios de urgencia. ¿No debiera haberse priorizado esto luego de la primera declaración de cuarentena en la región metropolitana? ¿Cuántas marginaciones y muertes más tendremos que enfrentar, hasta que esto se haga efectivo? ¿Serán considerados en estos procesos los principios generales de la Convención de Naciones Unidas[27], lo dispuesto por la Ley 20.422 o la Ley 20.609?, ¿o solo quedarán como recomendaciones discursivas sobre un afiche colorido? ¿Cumplirá el Estado con su obligación general de asegurar y promover el pleno ejercicio de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de aquellos cuerpos configurados en abyección a la capacidad mercantilizadora del capital?
Reconocibilidades y éticas del cuidado postpandemia: por una nueva revuelta de los cuerpos abyectos.
Entonces, ¿qué tipo de cuerpos se configuran y se hacen inteligibles socialmente en el marco de esta pandemia? ¿Por qué es que algunas vidas están siendo tratadas como menos valiosas, como cuerpos abyectos? Butler ya se había referido a este preocupante desenlace al señalar que el virus por sí solo no discrimina, pero nosotros como humanidad probablemente lo haríamos, impulsados por poderes provenientes del nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo (Butler, 2020 )[28]. El virus está afectando de modo desigual a sectores de la población ya profundamente precarizados y vulnerados: ¿qué está pasando con las más de 60.000 trabajadoras sexuales que han quedado sin trabajo y son el sustento de sus hogares?[29] ¿Qué está sucediendo con aquellas personas con VIH que, enfrentadas a la situación de desabastecimiento de sus medicamentos, no pueden acceder a sus tratamientos? No es casual que frente a dichas denuncias, el gobierno guarde silencio[30]. Lo que estamos presenciando es un virus marcado por desigualdades étnico raciales, socioeconómicas, de género, etarias y tantas otras, que exponen a algunas y algunos con mayor crudeza al contagio y la letalidad de la enfermedad. El impacto socioeconómico y cultural de la pandemia, las tasas de mortalidad y la valoración de algunas vidas por sobre otras, no son más que un reflejo de las desigualdades históricas que nos condicionan. ¿Cómo se inscriben en nuestros cuerpos? ¿Cómo están siendo gestionadas nuestras vidas?
Para Paul Preciado, pandemias como la que estamos viviendo, no hacen más que reproducir, profundizar y expandir a los cuerpos individuales, las lógicas de dominación y gestión política de la vida y la muerte que ya venían operando sobre nuestros territorios. En este sentido, lo que hoy entendemos por inmunidad es una construcción colectiva emergente de criterios sociales y políticos, productores de “soberanía o exclusión, protección o estigma, vida o muerte”[31]. No es que hoy estos cuerpos valgan menos, no es que hoy emerjan y se conviertan en subjetividades marginadas. En tiempos de crisis sanitaria, sólo se intensifica la situación de marginación, exclusión, desigualdad y des/valor en amplios sectores de la población, encarnándose históricamente en aquellos cuerpos no productivos para las lógicas de acumulación capital o que no cumplen con la ficción de inmunidad. Aquí, la gestión de la biopolítica y la necropolítica se hacen evidentes. En este sentido, nos preguntamos si un Estado con políticas de bienestar que favorecen la gestión privada e individualizada de salud, y el control biopolítico por sobre nuestra protección social, puede realmente democratizar los cuidados y no sólo desplegar dispositivos de vigilancia que recrudecen la violencia contra vidas ya precarizadas.
De hecho, resulta incomprensible que en pleno 2020, continuemos hablando de hambruna, pobreza y racismo: ¿cuántas otras pandemias hemos naturalizado haciéndolas parte del paisaje diario, que ya no nos impresiona la precariedad de los migrantes, los femicidios de tantas compañeras, la muerte de afrodescendientes, y una lista interminable de cuerpos abyectos que luchan por sobrevivir? Confiamos en que el virus poco a poco, desmorone el dispositivo de inteligibilidad social, que ha sido instalado como el único referente permitido, y que solamente reconoce cuerpos y relaciones desde lógicas de acumulación economicistas e individualistas. ¿Podremos avanzar hacia un nuevo mundo, con nuevas relaciones y reconocibilidades?
Tras los diversos
análisis y conjeturas sobre el futuro que nos ofrece esta crisis, la apuesta de
Butler[32]
es profundamente provocadora y alentadora: se estaría dando una nueva forma al
potencial del socialismo, dando paso a una ética del cuidado que imaginamos sin géneros, sin razas, sin clases y sin
capacidades funcionales normativas; una nueva ecología sociopolítica del buen
vivir[33],
que construye permanentemente las condiciones de posibilidad y de
re-conocimiento de nuestra “igualdad radical y nuestra interdependencia”. En
esta línea, imaginamos la emergencia de economías del cuidado que no dependan
del poder gubernamental. Nuestra cotidianeidad se ha digitalizado y, a pesar de
su liquidez y la evidente profundización de las precarizaciones, las
comunidades del cuidado[34]
continúan articulando nuevas lógicas, e incluso reavivan antiguos modos de
resistencia. Nuestra organización colectiva emerge en una transgresión al poder
jerárquico impuesto por una institucionalidad deslegitimada, en una suerte de
fractura a la hiper responsabilización individual, según la cual el
confinamiento obligatorio en el espacio privado -en tanto ficción de inmunidad-
es la única alternativa de cuidado posible.
A muchas personas les atemoriza lo que pasará en Chile tras esta crisis. Otras, esperamos una nueva revuelta, aquella que ya se teje y encarna en la abyección de nuestros cuerpos-espacios del tiempo ya codificados y encerrados, pero nunca más aislados. Esperamos en la potencia de esta articulación, donde se inscribe nuestra urgente necesidad de transformación, la erradicación de toda condición enquistada de violencia y abuso, y de todo modo de producción ontológicamente propietario e individualista. Esperamos la venida de un nuevo 18 de octubre donde la marginalización y exclusión por años invisibilizada vuelva a tomarse las calles. Esperamos la transformación de este Chile estructuralmente desigual, fruto de políticas neoliberales incapaces de conducirnos a proceso alguno de cambio. Esperamos la era post pandemia que se nos avecina, asumiendo, sin invitaciones, a continuar la lucha por hacer de este plural territorio un país más justo para todos los seres que lo habitamos.
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* Lorena Núñez Parra, Doctora(c) en Psicología, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, investigadora en procesos psicosociales de inclusión laboral y producción de subjetividades de trabajadores en situación de discapacidad.
Constanza López-Radrigán, estudiante del Doctorado en Estudios Interdisciplinarios de la Universidad Valparaíso, investigadora en el área de estudios de discapacidad, estudios feministas de discapacidad, inclusión/exclusión social y comunicación social.
Nicole Mazzucchelli Olmedo, Doctora(c) en Psicología, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Investigadora en el área del envejecimiento y vejez, género y participación.
Carolina Pérez Carvallo, docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, conductora programa radial «Saliendo a Flote», comunicadora y conferencista en temáticas de inclusión y discapacidad.
[1]Minay, S. (junio 2020). Cuánta gente está muriendo por Covid-19: El conteo pendiente. La Tercera. En h ttps://www.latercera.com/la-tercera-pm/noticia/cuanta-gente-esta-muriendo-por-el-covid-19-una-duda-que-sigue-pendiente/YOAEG25OPRARJA3TXRY3ODRQS4/
[2] Sepúlveda, N. (junio 2020). Minsal reporta a la OMS una cifra de fallecidos más alta que la informada a diario en Chile. Ciper. En https://ciperchile.cl/2020/06/13/minsal-reporta-a-la-oms-una-cifra-de-fallecidos-mas-alta-que-la-informada-a-diario-en-chile/
[3] Zepeda Patterson, J. (marzo 2020). Los muertos que no cuentan, la otra pandemia. El Informador: Noticias de Jalisco. En https://www.informador.mx/ideas/Los-muertos-que-no-cuentan-la-otra-pandemia-20200329-0032.html
[4] La Cuarta (mayo 2020). Meme con sobrepeso fue comidillo en redes sociales. La Cuarta. En https://www.lacuarta.com/cronica/noticia/sobrepeso-comidillo-redes-sociales/498944/
[5] Campbell, F. (2009). Contours of ableism: The production of disability and abledness. Springer.
[6] Snyder, S. L. y Mitchell, D. T. (2006). Cultural locations of disability. The University of Chicago Press.
[7] Foucault, M. (2006). Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de France (1977-1978). Fondo de Cultura Económica.
[8] Tapia, G. (mayo 2020). Familia acusa discriminación del Hospital Padre Hurtado: “El doctor dijo que se está dando prioridad a gente joven, no a gente adulta ni gente con discapacidad”. Radio Agricultura. En https://www.radioagricultura.cl/nacional/2020/05/28/familia-acusa-discriminacion-del-hospital-padre-hurtado-el-doctor-dijo-que-se-esta-dando-prioridad-a-gente-joven-no-a-gente-adulta-ni-gente-con-discapacidad.html
[9] Segura, G. (mayo 2020). Denuncian que paciente COVID-19 con síndrome de Down murió porque hospital no propocionó ventilador mecánico. Chilevisión Noticias. En https://www.chvnoticias.cl/cazanoticias/paciente-covid-sindrome-down-oscar-walter-murio-sin-ventilador-mecanico_20200602/
[10] Para la presente columna nos basamos en la definición del modelo social británico de discapacidad, adherido a un materialismo histórico según el cual se ha redefinido ontológica y epistemológicamente el impedimento, como una característica humana descriptiva y neutra fundamental para la existencia, y según la cual la dis/capacidad, como restricción de oportunidades, se constituye por la producción de condiciones económicas y sociales transformables. Más información en López-Radrigán, C. (2020). Dis/capacidad, movimiento social y tecnología: una genealogía de las prácticas discursivas del cuerpo disidente de la modernidad. Boletín Científico Sapiens Research, 9(2), 66-72.
[11] Prieto, K. (junio 2020). Coronavirus y discriminación: personas en situación de discapacidad serían los últimos en la lista por un ventilador mecánico, en Publimetro. En https://www.publimetro.cl/cl/noticias/2020/06/05/coronavirus-personas-discapacidad.html
[12] Sevillano, E. G. (marzo 2020). Las UCI darán prioridad a los enfermos que tengan más esperanza de vida si se colapsan. El País. En https://elpais.com/sociedad/2020-03-20/las-uci-se-preparan-para-desbordarse-y-tener-que-dar-prioridad-a-unos-enfermos-sobre-otros.html
[13] Jara, A. (abril 2020). Los protocolos éticos que han implementado los países más golpeados por el coronavirus. La Tercera. En https://www.latercera.com/mundo/noticia/los-protocolos-eticos-que-han-implementado-los-paises-mas-golpeados-por-el-coronavirus/2CK346375ZC2HCR2CJWKOAOOB4/
[14] Grupo de Trabajo de Bioética de la SEMICYUC. (marzo 2020) Recomendaciones éticas para la toma de decisiones en la situación excepcional de crisis por pandemia COVID-19 en las Unidades de Cuidados Intensivos. Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias. En https://semicyuc.org/wp-content/uploads/2020/03/Ética_SEMICYUC-COVID-19.pdf
[15] Rubio, O. et al. (2020). Recomendaciones éticas para la toma de decisiones difíciles en las unidades de cuidados intensivos ante la situación excepcional de crisis por la pandemia por COVID-19: revisión rápida y consenso de expertos. Revista Medicina Intensiva. En https://doi.org/10.1016/j.medin.2020.04.006
[16] Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas. (marzo 2020). “COVID-19: ¿Quién protege a las personas con discapacidad?, alerta experta de la ONU”. ACNUD. En http://www.oacnudh.org/covid-19-quien-protege-a-las-personas-con-discapacidad-alerta-experta-de-la-onu/
[17] Panamerican Health Organization. (mayo 2020). Issue Brief: Older Persons and COVID-19. A Defining Moment For Informed, Inclusive and Targeted Response. PAHO. En https://www.paho.org/en/documents/issue-brief-older-persons-and-covid-19-defining-moment-informed-inclusive-and-targeted
[18] CNN Chile. (marzo 2020). Carlos Kaiser y COVID-19: “Hemos visto protocolos en los cuales buscan la eliminación de la persona con discapacidad”. CNN Chile. En https://www.cnnchile.com/lodijeronencnn/entrevista-carlos-kaiser-inclusiva-covid-19_20200330/
[19] Huenchuan, S. (2020). COVID-19: Recomendaciones generales para la atención a personas mayores desde una perspectiva de derechos humanos (LC/MEX/TS.2020/6/Rev.1), Ciudad de México. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). En https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45316/4/S2000271_es.pdf
[20] Butler, J. (2018). Cuerpos que importan. Paidós.
[21] Carrasco A. et al. (2020). Orientaciones éticas ante el llamado “problema de la última cama”. Facultad de Medicina UC. En: https://facultadmedicina.uc.cl/noticias/orientaciones-eticas-ante-el-llamado-problema-de-la-ultima-cama/
[22] Ley 21.168, 2019. Disponible en https://www.leychile.cl/Navegar?idNorma=1134300
[23] Según fue consignado en The Clinic (https://www.theclinic.cl/2020/06/02/dilema-de-la-ultima-cama-expertos-dicen-que-tener-covid-y-ser-viejo-no-basta-para-decidir/?utm_source=masvistos&utm_medium=post&utm_campaign=thc), en abril de este año el Ministerio de Salud habría repartido el documento “Recomendaciones para los comités de ética asistencial en el apoyo de toma de decisiones de los equipos de salud en contexto de pandemia Covid-19”, donde se recalca que “una discriminación directa motivada en criterios únicos como la edad o la discapacidad no está justificada ni ética, ni legalmente” (s/p)
[24] Crispi, F. et al. (abril 2020). Carta al director: “Rebuilding the broken health contract in Chile”. The Lancet, 395(10233), 1342.
[25] Acuña, D. et al. (2015) “Estratificación de riesgo (Triage) en el Servicio de Urgencia”. Revista Chilena de Medicina intensiva, 30(2), 79-86.
[26] Instituto Nacional de Derechos Humanos. (abril 2020). Declaración conjunta representantes ONU: Personas con Discapacidad y COVID-19. INDH. Disponible en https://www.indh.cl/declaracion-conjunta-representantes-onu-personas-con-discapacidad-y-covid-19/
[27] Naciones Unidas. (2006). Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad. En https://www.un.org/esa/socdev/enable/documents/tccconvs.pdf. Nos parecen especialmente relevantes los artículos 5 de igualdad y no discriminación, 9 de accesibilidad, 10 de derecho a la vida, 11 de situaciones de riesgo y emergencias humanitarias, 20 de movilidad personal, 25 de salud, y 28 de nivel de vida adecuado y protección social.
[28] Butler, J. (2020). El capitalismo tiene sus límites. Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de crisis. Editorial ASPO.
[29] CNN Chile. (mayo 2020). Trabajadoras sexuales en Chile se vuelcan a las pantallas para adaptarse en tiempos de pandemia. CNN Chile. En https://www.cnnchile.com/coronavirus/trabajadoras-sexuales-en-chile-se-vuelcan-a-las-pantallas-para-adaptarse-en-tiempos-de-pandemia_20200520/
[30] García, T. (mayo 2020). Medicamentos para el VIH: El fantasma del desabastecimiento en medio del coronavirus. El Desconcierto. En https://www.eldesconcierto.cl/2020/05/22/medicamentos-para-el-vih-el-fantasma-del-desabastecimiento-en-medio-del-coronavirus/
[31] Preciado P. (marzo 2020). Aprendiendo del virus. El País. En: https://elpais.com/elpais/2020/03/27/opinion/1585316952_026489.html
[32] Butler, J. (abril 2020). Rastros humanos en las superficies del mundo. Lobo suelto. En http://lobosuelto.com/rastros-humanos-en-las-superficies-del-mundo-judith-butler/
[33] De la Cuadra, F. (2015). Buen Vivir: ¿Una auténtica alternativa post-capitalista?. Revista Polis, 14(40), 7-19.
[34] Arriagada, I. (2011). La organización social de los cuidados y vulneración de derechos en Chile. ONU Mujeres y Centro de Estudios de la Mujer (CEM).