Psiconáutica y Emancipación Cognitiva
Comemos drogas. Comemos comida. Las drogas son sólo un subconjunto arbitrario dentro de la comida. Pensemos en un animal que derivando en su medio encuentra un hongo psicodélico. Dada la historia del animal con otros hongos comestibles, el animal lo come. Un rato después, comienza su primer viaje. Este viaje, como es evidente, no fue planeado, intencionado y mucho menos controlado. Carece de un sentido sagrado o profano. Si tuviera alguna carga significativa, sería semejante al caos y la deriva. Desconocemos el sistema de creencias del animal (si tuviera) y por otro lado no sabemos si la droga quiere decir algo, significar algo. Al contrario, la droga no se comunica con nosotros ni nosotros con ella. Solo es una de tantas comidas que dada su constitución molecular y la nuestra (y la de casi todos los seres considerados vivos), se establecen nuevas relaciones metabólicas y, eventualmente, cognitivas. Sin embargo, estas nuevas relaciones, metabólicas y cognitivas, no son con la droga directamente, sino con nuestras propias referencias internas. Si no tuviésemos ciertas proteínas llamadas ‘receptores’, un sistema de transporte de moléculas y mecanismos de filtrado de ellas, la droga no podría influenciar nuestra conducta. Aún así, tener estos mecanismos es necesario pero no suficiente para experimentar un cambio en nuestra conducta. De hecho, si no tenemos elementos cognitivos asociados a la experiencia en torno y con la droga, al consumirla podríamos no experimentar cambios cognitivos. Podríamos pensar, por ejemplo, que es solo una de las tantas variaciones de nuestro ánimo a lo largo de la vida. Esto mismo aplica con la comida: comemos, pero si no le damos una atención especial a la comida, no establecemos una relación entre nuestros cambios cognitivos y lo comido. Al parecer, la comida no porta de un significado o información en sí misma, sino que facilita ciertas dinámicas posibles en quien la consume. Incluso, puede facilitar la muerte. El cambio cognitivo atribuido a ciertas drogas solo es posible si tenemos las dinámicas y referencias que nos permitan distinguir un cambio. Sin referencia no hay cambio. Por esto, el significado que pueda tener dicha experiencia es personal y se enmarca, eventualmente, en nuestro sistema de creencias y en nuestro relato autobiográfico.
A pesar de que cualquier tipo de experiencia puede pasar a tener un gran significado en nuestro relato, las experiencias llamadas psicodélicas o de estados alterados de conciencia, suelen ser consideradas como hitos donde lo experimentado está muy lejos de lo cotidiano y nuestras formas de referirnos al mundo. En estas experiencias se nos facilita explorar otras posibilidades, otras articulaciones y concepciones de lo que creemos que sabemos y conocemos. Es como esos sueños donde nos encontramos haciendo algo con mucha convicción, sin embargo al recordar el porqué lo hacemos, el relato suele no calzar con nuestra lógica cotidiana. A veces con esto se acaba el sueño y, otras veces, adquirimos un poco de lucidez en el sueño al contraponer la lógica cotidiana con la lógica del sueño. Esta contraposición podría ser un punto crítico cognitivo, donde se distinguen al menos dos tipos de lógicas, y, por tanto, se experimentan ambas. Es como el agua hirviendo, distinguimos el vapor de agua del agua líquida, sin embargo lo que vemos no es completamente agua líquida ni completamente vapor. Es ambas. En estos puntos críticos cognitivos todo se vuelve más impredecible. La lógica cotidiana pretende predecir -como es habitual-, sin embargo, si nos movemos de acuerdo a la lógica del sueño (porque estamos en el sueño), se genera un ciclo de impredictibilidad en el cual si no proponemos o adquirimos una nueva lógica suficientemente amplia, difícilmente podremos operar en él. Difícilmente podremos realizar distinciones y comunicarnos con otros. Por lo tanto, mientras no cambiemos la forma como nos vinculamos con ese punto crítico, no podremos establecer nociones colectivas sobre dicha experiencia.
En general, la lógica cotidiana domina sobre la lógica del sueño y en vez de proponer nuevas lógicas, o sistemas de creencias, buscamos sistemas de creencias pre-fabricados, lógicas cotidianas de otros, con los cuales podamos comunicar y hacer algo de sentido en estos puntos altamente impredecibles. Intercambiamos la libertad de interpretar y reinterpretar nuestra vida por un pedazo de mapa psiconáutico que nos ayude a explorar con mayor seguridad estos nuevos terrenos de la experiencia. Delegamos la responsabilidad de investigar la conciencia individual y colectiva (y su fusión) a un otro, que, a nuestro parecer, es una autoridad en la materia. Por ejemplo, preguntarle al anestesiólogo antes de recibir la anestesia ¿qué me va a pasar?. Me pregunto, ¿cómo el anestesiólogo podría llegar a saberlo?. Él posee un sinnúmero de experiencias anestesiando gente, y quizás a sí mismo, sin embargo el que nos diga que sentiremos un hormigueo poco tiene que ver con cómo nosotros experimentamos y sentimos ese hormigueo. Eso solo podemos explorarlo e interpretarlo nosotros. Incluso, aunque nos asistan y den un mapa provisorio de esos terrenos, como podría hacerlo un chamán o un terapeuta, en cada paso está la posibilidad de explorar otro camino y comunicar de otra forma lo experimentado: proponer otra interpretación, hacer visible otra posibilidad cognitiva humana.
Siendo entonces la comida, y por tanto las drogas, una forma de explorar las dinámicas cognitivas humanas, plantear una forma legal o sagrada de comer, o drogarse, pareciera ser otro esfuerzo más por establecer normas que conserven ciertos modos de vida sobre otros, es decir, dominar. Así, cualquiera que pretenda imponer un sistema de creencias e interpretación de la experiencia en ciertas drogas, es tan dominante como el legislador que decide prohibir una droga. Ambos establecen una forma correcta del uso de estas. Establecen que es abuso y que no. Qué es malviaje y que no. Al imponer un sistema de creencias, se está normando la forma en la que nos relacionamos con nosotros mismos y derivamos en nuestras conciencias individuales y colectivas. La doctrina prohibicionista, a pesar de no necesariamente obtener el conocimiento por experiencia directa, no se distingue de cualquier religión o credo cuando se norma sobre la interpretación de estas experiencias personales. Qué el legislador y el médico digan que cierta droga causa alucinaciones e impongan normas de su uso en base a esto, implica la existencia de un mundo no alucinado en el cual debemos permanecer en pos de nuestra salud y la pública. Por otro lado, que la bruja diga que cierto brebaje nos ayuda a conectar con otros seres y mundos, incluyendo seres como demonios y otros mundos oscuros a los cuales hay que evitar, implica que éste no es el único mundo y que hay una escala valórica en torno a esos mundos, la cual afecta a nuestro espíritu positiva o negativamente. Ambos extremos nos proponen (y a veces imponen) una lógica, una estructura cognitiva, que de aceptarla, delegamos nuestro poder de proponer y explorar otros espacios y dinámicas cognitivas.
Apelo a que reconozcamos y abracemos nuestra responsabilidad y poder de compartir nuestras experiencias humanas a través de diversos modos. Que cada vez que sea necesario expandamos y exploremos otras posibilidades, otras lógicas, haciendo un constante ejercicio de libertad cognitiva que repercute también en la cognición de otros, en la conciencia colectiva. Apelo a un viaje caótico, idealmente, carente de significado intencionado. Que el significado e interpretación, de existir, surja en la interacción con otros psiconautas. Un viaje que sea expansivo, que extienda nuestro mundo más allá de nuestras ideologías, liberándonos de ellas: que requiramos nuevos mundos. Que el alimentarnos o drogarnos sea un ejercicio de libertad, no de coerción, que nos lleve a generar nuevos significados; una nueva cognición. Si realizamos el viaje dentro de cualquier sistema de creencias, las novedades serán en torno a re-articulaciones de dicho sistema. Si lo que buscamos es libertad, entonces buscamos nuevos sistemas de creencias. Sistemas de creencias dinámicos cuya fuerza impulsora sea la libertad.
El mensaje aquí expuesto no apela a un solipsismo radical (que propone que todo lo que vivimos ocurre solo en nuestra mente). Al contrario, apela al descubrimiento colectivo de nuevos sistemas de expresión humana que nos permitan comunicar sobre experiencias no cotidianas, pero sí comunes a todos los humanos, como son los sueños, las experiencias místicas y psicodélicas. Este descubrimiento colectivo solo puede ocurrir de forma horizontal, sin imposiciones enmarcadas en alguna jerarquía. Requiere que nos responsabilicemos y tomemos el poder de generar otras formas de experimentar, comunicar y vivir el mundo colectivamente. Me lanzo contra la pereza y la dominación cognitiva: la primera se refiere a quienes abandonan la exploración y le piden a otros que exploren por ellos, interpretando sus vidas bajo la perspectiva de otro. La segunda se refiere a quienes buscan imponer sus sistemas de creencias sobre otros. Ambas actitudes limitan sistemáticamente nuestro poder colectivo de proponer nuevos mundos, nuevos significados y nuevas formas de relacionarnos con nosotros mismos, entre nosotros y con los mundos posibles. Apelo a que el viaje psiconáutico sea una forma de emancipación cognitiva, donde exploremos el sin fin de posibilidades cognitivas humanas como individuos y como sociedad.
Ilustración: Estelí Slachevsky
4 comentarios
Buena misión
He experimentado en contextos rituales, otros lúdicos y en otras ocasiones de forma libre como tu dices. Concuerdo contigo, hay que alejarse de lo que intenta normar y dar sentido a un mundo que es indiscutiblemente íntimo y personal.
Ilustrativo desde macromoléculas hasta la interacción cotidiana humana.
Proponiendo una forma de sistema de creencias sin forma, casi estocástico como gases en un determinado volumen.
Un texto hermoso (e idealista) en fondo, con una forma prolija y agradable. Un gusto leerte humano.
Saludos!
Que wea cuatica este mensaje, muy bien escrito