24 de octubre 2013

Villa Grimaldi, el martirio silencioso de las vendas

En el texto que presentamos el profesor Salazar asumió las funciones de supervisor general de un proyecto de investigación de un equipo de trabajo y fue redactor del texto final. El libro sintetiza, en sus últimos capítulos, la experiencia colectiva vivida en “Villa Grimaldi”, entre 1974 y 1978, lo que implica penosos recuerdos, pero lo más importante es su reflexión; mantiene un destacado nivel de objetividad por tratarse de un proyecto académico, centralizado en el material testimonial, tanto de los detenidos como de los militares victimarios. También advertimos en la redacción su estilo propio, en que surge la vena literaria del redactor, concediendo a la armonía del texto un matiz muy especial. Se destaca la enjundia de su verbo en todos los episodios comentados y el recuerdo amistoso de los personajes más débiles que nos describe.

Me permito transcribir frases muy impactantes, en el párrafo relativo a la venda colocada sobre los ojos de los prisioneros en los recintos clandestinos de reclusión y tortura:” La venda que te enceguecía de frente y hacia arriba. Que te ocultaba a ratos los rostros de los victimarios. Pero que, en cambio, te volcaba hacia adentro. Hacia atrás. Hacia las más profundas fibras de ti mismo. Hasta la sensación temblorosa pero viva de tu ser… Detrás de la venda, rotunda y definitivamente, estábamos nosotros…”

Me  conmovió de tal manera el tono y la profundidad de la idea expuesta que no pude menos que recordar aquellos párrafos de antología, escritos sobre las heridas con que Manuel Rojas refiere en Hijo de ladrón.

Sin el propósito de exponer el contenido de cada sección de este trascendental trabajo, a título ejemplar debo mencionar sí el Capítulo I, destinado a plantear un juicio teórico histórico sobre las tiranías que imponen los regímenes oligárquicos y  en que nos recuerda que Chile nunca he tenido ni un verdadero régimen aristocrático, ni un verdadero régimen democrático, sino un persistente régimen oligárquico, instalado por tiranías francas o encubiertas y agrega en otro momento, como corolario: “Los militares terminaron siendo instrumentos de la oligarquía”.

Ahondando en la estrategia militar norteamericana, en el Capítulo II, nos expone que, con la revisión de documentos desclasificados bajo el gobierno del Presidente  Clinton, se constata que la intervención norteamericana en Chile, que incluyó el golpe militar de 1973, estuvo explícitamente dirigida, no contra el Partido Comunista, el MIR o el Partido Socialista, sino contra el Gobierno de Salvador Allende, en tanto constituía un modelo fácilmente replicable no solo en América Latina, sino también en Europa Occidental. Por ello, era indispensable eliminar el allendismo y desarticular por completo la economía desarrollista, haciéndola “chillar”. Ejecutado el golpe fue preciso crear una fuerza de tarea militar, operativa y secreta, taskforce, para hacer efectiva la operación de tierra arrasada, o sea, la destrucción de las instalaciones constitucionales del Estado y todo el enquistamiento socio cultural en los ciudadanos que las sostenían y eso se podía lograr en tiempo record con la exoneración, la prisión, el exilio, la tortura y la muerte.

Esta tierra arrasada se manifestó dramáticamente, en la denominada “Caravana de la muerte”, días después que Pinochet había asegurado al Embajador de Estados Unidos que la Junta estaba haciendo todo lo posible para evitar la violación de derechos humanos y la pérdida de vidas. Se ordenó al  General Sergio Arellano acelerar el curso de la justicia en el país, lo que se cumplió con un reguero de muerte de 72 víctimas, en ciudades del sur y norte. Además se  afirma que, sin la  denominada “fuerza de tarea”, no habría podido ser eliminado ningún obstáculo ciudadano. A la DINA se le traspasó el poder absoluto para torturar, matar y hacer desaparecer personas. Se expandió de modo epidémico con el apoyo decisivo de la CIA, con su asistencia y adiestramiento.

En las páginas se describe las Brigadas de esa asociación ilícita, sus miembros, sus respectivos grupos operativos que confeccionaban el organigrama de la sección de izquierda que se proponían destruir. Contaban con cuarteles clandestinos para sus tareas de detención y tortura. El más importante de ellos, desde noviembre de 1974, fue “Villa Grimaldi”, denominado “Terranova”, en José Arrieta 8.200. Se precisa que fue un recinto emblemático por su extensión, ubicación y cantidad de unidades, por haber albergado a los Oficiales de la Brigada de Inteligencia Metropolitana, máxima autoridad ejecutiva, por haber sido el cuartel con el mayor número de detenidos, de torturados y el mayor número de asesinados y desaparecidos. Se estima que  es entretenido y elocuente el análisis realizado sobre sus funciones por los Oficiales de la DINA ante los jueces, pues  las declaraciones muestran patentemente el pobre nivel de análisis histórico, político e incluso operacional demostrado por ellos; todos niegan u ocultan las torturas y los asesinatos de detenidos en los cuarteles de operación y, sarcásticamente, exponen que los detenidos estaban en tránsito y no se les interrogaba sino que se dialogaba con ellos.

El libro describe las estrechas y malolientes dependencias en que se mantenía a los prisioneros y señala un recorrido por el interior del parque culminando al extremo de un sendero con la Torre, “el santuario mismo del horror”. Era el final del camino para muchos, el lugar de las torturas extremas.

El relato continúa con la confección de un retrato hablado de los  analistas que comandaron los trabajos de la Dirección de Inteligencia en “Villa Grimaldi”: Espinoza, Moren, Raúl Iturriaga, Ferrer, Laureani, Lawrence, Romo, Krassnoff y  Wenderoth.

En el Capítulo destinado a describir los métodos empleados por la organización se explicita que “la sensación de tortura se inicia antes de la tortura física, directa y puntual y continúa después, como secuela por un tiempo considerable que puede ser una vida o incluso un impacto transgeneracional”. A esas torturas físicas, que se describen, se agregan otras, las ético-políticas, derivadas de la represión orgánica por “delación”. Se plantea  del angustioso dilema de hablar o no hablar, entregar o no entregar  o bien, cuánto entregar y no era un dilema menor: o tu vida o el organigrama.

Al analizar la labor de la DINA se  la describe como el ariete victorioso del primer shock, el de los arrasamientos contra los derechos civiles y humanos, que dejó el camino libre para la instalación del modelo económico neoliberal (segundo shock) y del modelo neoliberal de Estado (tercer shock). Y se formulan las preguntas ¿la lógica operativa del triple shock incluye necesariamente los excesos perpetrados por la DINA? ¿Cuáles fueron los factores que impulsaron a las Fuerzas Armadas chilenas a actuar  de esa manera excesiva?

Se explica que Manuel Contreras fue el principal creador, gestor y conductor del organismo y quien, entre 1973 y 1977, afianzó la primacía dictatorial de Pinochet en la Junta Militar y  expandió la DINA más allá de las fronteras nacionales hasta convertirla, como la definieron  agentes de la CIA ”en una organización terrorista de alcance mundial”. Se recuerda el “Plan Cóndor”, en cuanto estrechó las relaciones con las policías secretas del Cono Sur, forjó alianzas  con organizaciones terroristas de Estados Unidos y Europa  y preparó las operaciones en Buenos Aires contra el General Carlos Prats y su señora, en Roma, contra Bernardo Leigthon y su esposa y en Washington, contra Orlando Letelier y Ronni Moffitt.

El texto aporta una visión muy especial, la del historiador, además prisionero, afortunadamente,  sobreviviente; testigo presencial de lo que relata, analiza y proyecta en el tiempo, en ese recinto de reclusión y tortura. La dramaticidad de su discurso se realza con el tono de su poesía. Escuchemos: “…tú no perdías la sensibilidad…Y a pesar de que día a día el fragor de las camionetas, el crujido del cascajo, los gritos de los jefes, los alaridos de los torturados…a pesar de todo eso, tú podías distinguir los sonidos leves y sutiles del equilibrio humano o cósmico: un canto de pájaro, el aroma de las rosas, el sonido del viento en el follaje, la campana lejana de una escuela primaria…”

Y concluye­ “Cierto: el tiempo que tú vivías y sentías en la Villa era un tiempo espeso, pesado, lento, a ratos sofocante. Podría decirse incluso, angustioso. Es que así es el tiempo del futuro”.

La obra no solo nos trae la memoria de la terrible época descrita sino que, lo más importante, nos insta a pensar en el futuro para, en mi apreciación, plasmar en nuestra sociedad el nunca más que las futuras generaciones nos exigen.

Como se ha dicho “la historia se enseña, la memoria se comparte…ésta no hace revivir el pasado, lo re-construye” para enseñar, digo yo, el respeto al valor de la vida, de la dignidad, de la justicia y de la libertad.

Alejandro Solís Muñoz

                                                                       6 de septiembre de 2013.

Revista de arte, literatura y política.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *