Ilustración: @senioraserpiente

08 de marzo 2022

8M: Eco feminismo decolonial de clases y las crisis.

por María José Sepúlveda Arellano

Durante esta jornada laboral en vez de escribir sobre lo que me pagan, quiero problematizar previamente al 8m sobre las distancias y conflictos actuales de nuestra ideología feminista. Es posible que sea cuestionada y criticada o quizás no, da igual. Escribo porque existo y quería expresar algunas de las dicotomías que me habitan y las distancias que a veces siento que no se reducen ni disipan a lo largo del tiempo. 

La cosmovisión de vida está directa o indirectamente afectada por el ambiente psico-eco-socio cultural material e inmaterial en el que nos desenvolvemos. Nuestras percepciones de problemáticas se sitúan en virtud o defecto de las relaciones, prácticas y simbolismos sociales que identifican a la comunidad dentro del territorio donde nos desenvolvemos. La facultad o incapacidad que tenemos de transformar nuestras condiciones de vida está dictada por el nivel de acceso a estructuras y afectos para sostenerlo.

En este constante movimiento físico y de pensamiento en el que me encuentro siempre, he pensado mucho sobre la distancia aparente (aparente, insisto) que existe entre las demandas urbanas del feminismo y las demandas del feminismo rural.  En debates, he presenciado a compañerxs de las primeras que han acusado a las segundas de ser TERF (Trans – Exclusionary Radical Feminist) por tener en ocasiones posicionamientos separatistas de género, postular el abolicionismo y desconocer los postulados de la teoría queer y necesidades de sensibilización con las demandas trans.

Es abismal la distancia que existe entre los postulados contemporáneos de Donna Haraway, quien en varias ocasiones me ha hecho explotar el cerebro con sus ideas sensoriales y de disolución del género, donde incorpora elementos de la tecnología para la prolongación y modificación de nuestra identidad. 

Entonces yo, con mi historia e identidad me habito en estos dos escenarios posibles para la definición y apertura social de lo que se me es permitido por ser mujer. Pienso en el capital, que siempre ha posibilitado estructuras materiales e inmateriales para que mujeres en la ciudad o el campo puedan acceder, hacer y ser lo que ellas quieran y se propongan. Lógica que aún se materializa por dondequiera que voy. 

Pienso en Rosa Luxemburgo que hace poco estuvo de natalicio, y en su mirada de las masas, que para ella son los seres humanos en cuanto víctimas y actores de su propia historia. Cito: “No es posible ninguna guerra sin que sean responsable de ellas las propias masas populares, ya sea a través de su entusiasmo bélico o al menos de la tolerancia sumisa” (Haug, 2020). Y me hace cuestionar nuestra incapacidad como movimiento para priorizar demandas mancomunadas que nos afectan tanto en el campo como en la ciudad. 

“Poner la vida en el centro” dice ya en el 2019 la feminista mexicana indígena, investigadora y activista Delmy Tania Cruz, quien se visitó con grupos de mujeres en distintos municipios de su amado México. La ontología es reconocer que existen distintas maneras de concebir el mundo que están en disputa y en tensiones por un patriarcado blanco hegemónico occidental heterosexual, y que hay que aceptar que estamos en pies completamente desiguales y que nunca va a ser igual porque somos distintas y lo sentimos distinto ya sea negras, blancas, raciadas, indígenas… Y poner estas condiciones en la mesa nos ayuda a tejer ideas comunes entre todas y todes, para redireccionar nuestra agudeza crítica a quienes realmente impactan con su ejercicio del poder.  

Parece importante revivir las ideas marxistas y cómo ellas conciben al feminismo dentro de él, Federici nos ha dado herramientas teóricas para abordarlo. Comprender históricamente cuál ha sido la transición al concepto de propiedad privada y capitalización, o como el capitalismo se impulsó y perpetúa gracias a la explotación de nuestros cuerpos y territorios comunes entendiendo que la decolonialidad es fundamental para la transición. 

El problema del feminismo como conciencia ecológica y nuestro rol en el equilibrio de la vida, es lo que debemos proteger. Y lo digo no porque sea una esencialista sino porque comprendo que debido a mi sexo soy minoría y por ende más expuesta y afectada. Entiendo que incluso dentro de la cadena hay quienes están más arriba y quienes están debajo, pero no puedo quedarme impávida mientras todo avanza. 

Repensar los hábitos, los gestos adquiridos que también son parte de la cadena humana en la que permanecemos…

Me voy pensando en mañana, en cuál es la pregunta que se me va a presentar; pienso en la alegría, pero también en el dolor. Entiendo que mañana es un día de lucha, de apropiación y acaparación. Pero te entiendo amiga si prefieres descansar y luchar también en tu pieza haciendo lo que te plazca hacer. Las ciudades son nuestras y pronto lo serán las tierras también…

“Las llamo a ser mujeres plenas, a sufrir por el dolor ajeno, a ser solidarias y sensibles, a enamorarse todos los días, a ser ágiles y livianas como las mariposas y fieras ante las injusticias”.

Gladys Marín. 

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