Fotografía de Paulo Slachevsky

13 de diciembre 2021

El grito de afueras y adentros

por María José Sepúlveda Arellano

Se supone que en Santiago, la capital chilena, se construyó a imagen y semejanza de París el cordón o anillo articulador de la ciudad, llamado Américo Vespucio, que hace una circunferencia alrededor de la misma con el fin de facilitar el acceso y salida de la población a la metrópolis. Pero nosotros no somos franceses. A diferencia de Francia, que intentaba a través de este diseño proteger el patrimonio y casco histórico de la ciudad, nosotros los chilean tenemos los cordones industriales y actividades de servicios en el centro de ciudad, obligando a la masa trabajadora diariamente acceder a migrar al interior de la urbe. 

Como esta no es una publicación de geografía crítica ni tampoco estoy diciendo algo que el lector no supiera si ha visitado Santiago (supiera consciente o instintivamente), hoy día quiero quedarme con este último, del instinto y la sensación agonizante de vivir en este Santiago; ese sentido de postergación con el que aprendemos inconscientemente a relacionarnos. 

El feminismo me ha dado muchas herramientas e instancias de autoanálisis físico, psíquico y cultural. Pero nunca termina esta necesidad de auto observarme, de auto explicarme (…) Me he dado cuenta que siempre he sido periférica. Siempre ha sido el poniente sur mi lugar de observación y apreciación de la verdad contada y creo que aparte de mantenerme en un sesgo absoluto de lo que es mi verdad e identidad, me ha hecho aspirar y ambicionar cosas que lejos de hacerme feliz me hacen sentir muy miserable. 

Gracias por eso Capital, colonialismo y neoliberalidad.

Eso de tener que salir de tu lugar para ir a buscar el aprendizaje, la comida, la salud o la cultura, lo único que me ha hecho como individua social es psíquicamente des validarme como ser sentipensantes que viven una realidad, que debiese ser igual de válida, promovida y cuidada como en el este. 

San Javier no se diferencia de Maipú en estos aspectos. San Javier, pueblo de donde migró mi familia en los 70, queda al sur poniente de Talca. Ambos lugares son identidad perdida por otras ciudades, con una cantidad de personas que pudiesen crear un sistema autónomo e independiente de vida comunitaria, pero todos ellos, San Javierinos y Maipucinos, estamos obligados a tener que ir a la urbe para abastecernos. Salir de nuestro sur poniente, de nuestra territorialidad, para ir al centro este o este norte también, para ir a buscar eso que dicen que nos falta.

En los años 70, durante el gobierno de la Unidad Popular, las primeras tomas de campamentos y predios se dieron en Maipú. Mi familia que había migrado desde San Javier por la precariedad de sus vidas en el campo colectivizaron sus necesidades y fueron parte de estos momentos históricos territoriales que hoy día dan vida a una serie de villas de personas pobres que en su mayoría provenían del campo. 

Hoy día allá está aún el campo, con sus territorios cada vez más capitalizados, víctima de los bosques verdes mal llamados. Desértico y apartado. Cada vez más árido este mediterráneo secano. Las forestales han avanzado, aunque si cierro los ojos y me lo permito puedo sentir el olor dulce del viento, pero me despierto con mi único consuelo que es la vuelta en el metro, que me indica el retorno a la casa.

Me habita la pena inundada de tanta realidad, de tanta razón disfrazada de dolor. A quién le explico cómo quema esta visión creada. Lo que pensé que iba a suceder cuando en aquel entonces toda esta ciudad estaba en llamas. 

Quién va hablar de la gente suicida que día a día su espíritu mató. ¿Por qué seguir pensando mientras caemos en el hoyo? no parece la mejor forma de atravesarlo, pero si no lo hago, ¿cómo avanzo? Tampoco aún me he referido a mi calidad de mujer, no quiero porque me niego a reducirme o empezarme desde ahí. Porque para esta sociedad de la realidad concreta, mujer obrera soy, que solo puede aspirar a un buen marido que no le restrinja el trabajo, la comida ni la libertad de pensamiento y movimiento. Que no sea alcohólico y mucho menos narciso no tratado. Que no te invalide ni promueva por ser un buen prospecto o por las ventajas que logra al poseerte, en un vínculo utilitario como el capitalismo nos enseñó. 

Sociedad abortiva donde ni siquiera a maternar en soltería en derecho estoy sin ver precarizada mi estadía. A las miserias de mi vida la lupa entera les doy. Las habito y significo para la transformación de mi emancipación. ¿Me vas a querer entonces preguntaba desde mi sueño? Filas vacías de polvo y traición.

¿Cuál es el siguiente paso Topo? ¿Cuáles son las siguientes cadenas que romper? ¿De verdad todo va a arder?

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