Foto: @pauloslachevsky

28 de enero 2022

Desde donde se trenzan las raíces de los árboles un río llevará sus nombres en el mar

por Kamilo Kollipal Bahamonde

<<Siempre se puede silbar en la oscuridad para no tener miedo a los fantasmas.>>

Jorge Teillier

el temblor del tiempo nos trajo sus pasos sordos / desesperadamente las estrellas caían / nuestros huesos fueron arrastrados y heridos por un corvo / el filo silencioso de los monocultivos cerebrales que organizan el conjunto del planeta / Puñados de polvo nuestros huesos / obligados a viajar por un rayo de luna / sobre cerros agostándose a un desierto que se expande / sobre los ojos amarillos de los pumas / corriendo como llamas por el bosque / que ahora bebe su propia sangre negra / brotándole de las yagas /

El tiempo se detiene en la encarcelada savia de sus troncos muertos /   

Ahora tú y yo somos sin querer [ pero no tan solo] un rocío de asombro en las piedras adheridas a la quietud del musgo / una flor de peumo recogida al trasluz de la muerte emanando de nuestros cuerpos preparando el alba y las malezas. Los zorzales picotearon las paredes de la casa sola / Las pisadas agitaron hurgando las ventanas corriendo las cortinas / Un foso nos andaba buscando pateando las puertas / nos encontró despiertas Lamngen / un barco negro nos atraviesa el corazón 
desbordándose entre las aguas turbias de un mal sueño que jamás fuera nuestra vida
pero sí
nuestros nervios quedaron abiertos como degollados corderos colgando de un madero ensangrentado 
Una pesadilla entrando a caballo por la boca 
dibujando una inmensa soledad. 

después una voz de caracol amarrado brotó como las hojas de ruda en el silencio cuando te arrancaron las raíces El jardín comenzó a tejer flores plateadas y amarillas Luego todo comenzó a incendiarse El jardín como papel se hizo cenizas de azucenas malvas Pequeños soles negros partiéndose en pedazos sobre la casa Un esqueleto de pétalos pulverizados.

Nuestra culpa fue cargar toneladas de ríos yermos en la espalda como cementerios 
Asfixiarnos con lo que duelen cientos de hectáreas de bosques agonizantes en el aire oscuro de la noche 
delirando ráfagas de sed 
y hacernos cargo del hambre

Un viento tan seco como la tierra ahora
Esparce nuestras almas

Nada miente en tu cuerpo Lamngen al pie de un árbol que desaparece junto a mi vida alrededor de un lago ciego que finge estar dormido.

Es el centro del mundo que se abre / el rumor de la niebla que se expande
/el sufrimiento abriendo un espacio que nos abraza y luego/
nos traga /
las lágrimas como tormenta de pétalos muertos hierven las estrellas 
borrando el significado de nuestras palabras
El tiempo se hace un hueco entre los párpados y desciende 
La consistencia algodonosa del verano se desprende de los relojes torcidos hacia un sol imaginado por la lengua 
encerrado en una gota de agua 
Cae oblicuo sobre los espantos en los rostros que vamos dejando sorbiendo balas como de una copa servida por manos enfermas 
que buscarán también la sangre nueva los corvos las verdes babas 
sus envilecidas sombras de progreso tentacular y uniforme creciendo
como llagas trillando por la espalda.

Y digo tú Y digo tu nombre 
   Lamngen. El mundo queda detenido. Nuestros cuerpos separados.
                                                                  Todo muere callando su secreto 
                                                                  con las manos en la garganta.
                                                                  Todo se llena de silencio 
                                                                  como el hueso más blando del cementerio

sin embargo 
las piedras me dicen 
a la orilla del río 
que el silencio 
también es un canto 
que recoge a la luna
en las rendijas de un bosque 
queriendo aún sostenerse 
en la punta herida 
de una araucaria  

1994. Santiago Warria, Peñalolén.

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