Foto: Daniel Aguilera

20 de abril 2020

El oasis y la muerte / Ciudad espectral

por Juan Carlos Vásquez Molina

Apocalipsis: el oasis y la muerte

Camino en dirección a Nos, todavía hay sol en San Bernardo, comenzó el otoño, pero el calor continúa azotando el tierral que lleva a Santa Filomena. Nadie puede salir mucho, han decretado cuarentena, solo algunos rondan por las calles, especialmente quienes creen que hasta para eso tienen privilegio. Los chichas no poseen más privilegio que el rincón donde pasan de temprano el día. Están reunidos en torno al imperecedero elixir. Yo los veo, vengo del Supermercado y el Sodimac, llevo en una bolsa un diluyente y un pack de cervezas helado. Ellos disfrutan, ríen, guardan silencio, en qué cosas piensan. Y es que pareciera que enfrentan a la muerte, sin embargo no es así, se han entregan a ella de antes pues si de algo han de morir no será por Coronavirus sino por lo que beben.

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Ciudad Espectral

No es una guerra, el suelo sin sangre ni cuerpos, por supuesto muere gente, en calles donde la luz calló, en habitaciones entregadas al suplicio. No es una fecha santa, cada vez hay menos días sagrados, cuesta conciliar el silencio. Ruidos, colores, sensaciones, movimiento, la urbe ofrece a su habitante el tránsito,  mientras la quietud natural, que a veces desespera, pequeños animales alejados del bosque, reina hasta que termine este espantoso aguacero.

Nadie lleva paraguas, me acerco a la ventana y observo el paisaje deshabitado, estamos obligados al encierro, me digo. En el edificio del frente una mujer riega las plantas, parece tranquila, aunque no sé lo que piensa, sólo sé que el ambiente libre de autos produce una calma inusitada que la baña de una belleza descansada, y el bamboleo del viento libre en su danza barre el pavimento frío.

Hoy por la mañana decretaron cuarentena en algunas comunas de la cuenca; en las zonas auríferas, no en las zonas carboníferas. La ciudad funciona, es cierto, pero ciertas situaciones comienzan, las filas por las provisiones, las máscaras y los guantes le dan a este tiempo y espacio un tono higiénico, calamitoso. El virus avanza lento y seguro, afuera muchos han fallecido, menos que por la hambruna, menos que las mujeres muertas, pero el desastre que arrastra estas aguas es planetario, y aunque los problemas anteriores también lo son, estas olas amenazan con tomarse los edificios de salud y colapsarlos. Soñaremos con hogueras donde crepitan cuerpos enfermos y cansados, pero libres de dolor, vemos el humo de los huesos y la carne, sube a través de las chimeneas fúnebres, pensamos en el rostro de nuestras madres y padres, en los abuelos que no quieren mojarse y, sin embargo tienen muy cerca la playa. Si la pisan no han de cruzar, posiblemente, de vuelta las dunas.

Juan Carlos Vásquez Molina nació en la ciudad de Tocopilla el año 1991. Estudió Licenciatura en Lengua y Literatura en la Universidad Alberto Hurtado. El año 2013 publicó el libro de relatos “Sitiales salvajes del mundo” (Ediciones La Polla Literaria, Santiago). Ha obtenido algunas distinciones, como obtuvo el segundo lugar en el Concurso Municipal de Literatura no. XXVI de San Bernardo (2019) en la categoría Cuentos con la obra de relatos titulada “Vigilias”. Actualmente reside en Santiago y ejerce como profesor de lenguaje en un liceo en Quinta Normal.

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