Foto: @pauloslachevsky (Intervenida)

28 de marzo 2021

En “legítima defensa”.

por Vitrina Dystópica

Cacería, ejecuciones y autodefensas ante un nuevo día de lxs jóvenes combatientes.

Este texto se comenzó a escribir en Panguipulli[1] algunos días después del asesinato de Francisco Martínez: malabarista, viajero y artesano. Conmovidos frente al horror buscamos implicarnos con las resonancias e interrogantes locales que planteaba su asesinato. Tomar posición y tantear una alianza con el relato de su vida, con el combate cotidiano que expresaba su arte callejero y que lo había convertido en el nuevo objetivo de la perversa máquina de cacería oligárquica. Sin embargo, cuando aún no terminaban de enfriarse las cenizas de los incendios y las barricadas con las que buscamos sostener la mirada y persistir ante la inenarrable impotencia de los hechos, la infraestructura de cacería y rendición pasaría a la ofensiva. “El Tibet”, como le decían sus compañerxs a Francisco, al desafiar un arbitrario control de identidad sería el primero de una serie de ejecuciones con que se intensificaría durante febrero lo que hace un año y meses declararon los genocidas neoliberales como una “guerra contra un poderoso enemigo”: esas fuerzas múltiples, anónimas e inquietas del oktubre-19[2]

Los nombres propios del “febrero negro” de Piñera.

Sólo habían pasado tres días del asesinato de Francisco y las redes sociales, sorteando la sistemática manipulación de información sobre los hechos[3], difundían el “suicidio” de un joven al interior de una comisaría en una popular comuna de Santiago (Pedro Aguirre Cerda). Camilo Miyaki de 27 años había sido detenido junto a su compañera por no portar los salvoconductos para transitar en la vía pública durante cuarentena. Ella, luego de haber sido liberada e ir a dejarle alimentos a la comisaría, sería informada de su ahorcamiento. Camilo no tenía antecedentes que pudieran haber previsto el terrible desenlace, a diferencia de la comisaria que, por el contrario, desde el “estallido social” habría protagonizado casos de tortura y vejaciones sexuales que aún no tienen ningún tipo de debate público ni responsabilidades políticas. A diferencia de la mediática ejecución en público de Francisco, las dudas en torno al crimen de Camilo se buscan ocultar al interior de una institución que, hasta la fecha, les han sido verificados montajes, manipulación de información de uso público y robos fiscales.

Sólo una semana después, mientras la discusión en redes se mantenía mareada con la necesidad de dirimir las circunstancias y condiciones de ambos hechos de violencia, nuevamente Panguipulli es objeto de atención social. En el sector Desagüe Riñihue, el Lof Llazkawe, comunidad mapuche en proceso de control territorial, recibe un ataque armado por parte de guardias privados de un lujoso condominio privado de la oligarquía local. Pocos meses atrás la comunidad mapuche había liberado playas privatizadas, permitiéndole a personas de sectores populares poder acceder al uso libre y gratuito del lago ubicado en territorio ancestral indígena. Será el 17 de febrero que la orden buscaría expulsar por la fuerza a campistas que habían decidido pasar la noche en el sector. Al observar el ataque y escuchar la solicitud de apoyo, la comunidad mapuche decidió defender a los campistas. Defender el derecho de uso común de la tierra desembocaría en un ataque a balazos que asesina de un disparo en la cabeza a la lamgen[4] Emilia Milen Herrera, joven mujer mapuche trans.

Sólo un día antes del asesinato de Emilia, el ministro de economía chileno, militante del filofascista partido de extrema derecha en el gobierno (UDI), dirigía una beligerante acusación durante una entrevista en un medio conservador en torno al debate sanitario por el bullado “regreso a la normalidad”: “los profesores buscan por todas formas no volver a trabajar”. Tres días después, en medio de las movilizaciones que desde el 18 de oktubre continúan desarrollándose los viernes en Plaza Dignidad, Francisca Mendoza, profesora de filosofía que levantaba una pancarta con la interrogante: “¿floja, yo?”, sería la siguiente víctima de mutilación ocular por parte de carabineros.

Cazar y asesinar: la “legítima defensa” del capital.

Francisca, Emilia, Camilo y Francisco son los nombres propios con los que un sanguinario febrero de Piñera consuma e inaugura al mismo tiempo un particular modo de fabricación del enemigo durante la presente crisis, inminente e inmanente, del modelo “chileno” de neoliberalismo. Continuidad que marca, sin embargo, un cambio táctico de intensidad en el despliegue de la guerra declarada contra un “enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni nadie”, como dictó el pequeño dictador de brazos cortos aquel 18 de octubre. Un enemigo sin contornos ideológicos claros y sin “un rostro” identificable más que por las desafiantes, amenazantes e inquietas acciones de perturbación con la que una fuerza común e inclasificable abre pequeñas islas de sinsentido a la normalidad del capital.

No hablamos sólo de gestos sino de nombres propios que han expresado, con sus distintas maneras de vivir y aparecer, un combate cotidiano de persistencia en la creación de otras formas de vivir que desafían las del capital. Como intuíamos hace algunos años en medio de las revueltas moleculares en Chile contra el desastre extractivista[5], un malestar común indócil a las normas civilizatorias mediadas por el consumo y la individualización, por el sadismo instituyente y el masoquismo meritante de la democracia neoliberal. Más que gestos, formas de vivir. Experimentaciones salvajes con las que politizamos la miseria cotidiana y que inclina afectivamente a desconocidos hacia la puesta en ejercicio de una incapturable capacidad de reunión, interés e implicación con los saberes surgidos de sus combates cotidianos.

En Panguipulli las cenizas del municipio seguían frescas y olientes a distancia. Las barricadas a un costado de las calles todavía no eran removidas. La expectación en torno a la “animita”[6] de Francisco reunía a distintas generaciones, viajeros, turistas y lugareños para hacer un innato esfuerzo colectivo de memoria. Bastaba con pararse frente a las ofrendas florales para que algún “testigo” se acercara o hablara en voz alta sobre lo ocurrido. No había verdad que se buscara, los videos inundaron las redes sociales, no quedaban dudas del horror, más bien parecía tratarse de un ejercicio colectivo por nombrar, incluso murmurar, el abyecto escenario de crueldad montado aquella tarde en que un policía disparó a quemarropa a un reconocido malabarista del sector en medio de calles repletas de personas. De alguna manera, quienes nos encontrábamos ahí por primera y última vez quizás, buscábamos aproximarnos a la voluptuosidad de una vida que hoy podíamos nombrar de alguna otra manera que no fuera a partir de las categorías amenazantes que decretó el “empresariado turístico” contra “los mochileros” y “los artesanos”: esos “indeseables” a los que es menester identificar, controlar en su identidad[7].

Desde el “estallido social” la fabricación del “poderoso enemigo” ha sido la égida de los perros guardianes del Estado-corporativo chileno. Teorías conspirativas, informes fraudulentos de inteligencia, montajes judiciales y mediáticos no han podido contener la potencia de reunión y desafío que convoca el malestar alojado en las memorias de nuestros muertos, menos definir un enemigo. Sin embargo, en febrero, al desnudo la perversidad y la impotencia de sus aparatos democráticos de persecución y disipación, es que no dudarán en exponer sin rodeos la justificación de la cacería: “la legítima defensa”.

Será la “defensa sanitaria” la que justificará la prisión y “el suicidio” en una comisaría de Camilo por no portar salvoconducto sanitario. La “legítima defensa” del paco asesino la que justificará el acribillamiento de Francisco al sentirse amenazado por sus juguetes de malabar. O la “legítima defensa” de los residentes del condominio privado frente a los ocupantes de su playa la que justificará que guardias privados ejecuten a Emilia. ¿Será la legítima defensa del negocio de la educación chilena la que justifique la mutilación de Francisca? No olvidamos que fue la legítima defensa de un policía militar la que justificó el asesinato de Camilo Catrillanca, luego de un “supuesto robo de auto”.

De algún modo, será el sangriento febrero de Piñera el que expone con crueldad la justificación de los más de 400 mutilados, asesinados y torturados desde el 18 de octubre. Sin dudas, la misma justificación de las decenas de mapuche asesinados y encarcelados por el progresismo neoliberal durante los treinta años de transición. O, citando el posicionamiento frente al golpe de Estado de 1973 del partido que luego será encargado de inaugurar la transición: la “interpretación del <<pronunciamiento militar>> del 11 de septiembre como legítima defensa”, clarifica el principio civilizatorio con que la democracia neoliberal instituye la guerra total como el nuevo orden sobre el cual gestionar su propia crisis.

La “legítima defensa” de la propiedad se convierte en el argumento que definirá la posición del gobierno en la esfera macropolítica contra el proceso constituyente y las movilizaciones por venir. Pero, ante todo, la justificación de una violencia oligopólica, civil y militar como en el 73, pero dirigida a una dimensión molecular o micropolítica, de corte civilizatoria y en defensa de un modo de vida expoliado de la potencia virulenta de la autodefensa. Como dirá uno de esos “jóvenes” fascistas, pintado de renovador de las (no tan) nuevas derechas, en uno de sus medios de comunicación, a propósito del cierre de un “restaurán tradicional” ubicado en la “zona 0” de las manifestaciones: esa “orgía violentista y pirómana que horada a vecinos y locatarios ya cansados de ver transformada la ciudad que cultivaron con amor”. Dirigida, entonces, contra esa potencia libidinal, esa erótica rebelde de la revuelta, anónima e incapturable que ha multiplicado y contagiado el deseo por otras formas de implicación y cohabitación social desafiando la pacata norma de vida del capital.

La propiedad que defienden no se reduce sólo a mercancías o al capital fijo de alguna o algún burgués con nombre y apellido. Refiere al principio de capitalización individual que sostiene la infraestructura económica-moral chilena y que dirime qué cuerpo adquiere o no el crédito social necesario para no ser cazado y ejecutado, ya sea en la vía pública, dentro de una comisaría o en un hospital al quedar sin oxígeno por no poder pagar. El mismo axioma, a su vez, que le permite ser defendido y o defenderse a cuerpos legitimados socialmente para ejercer el derecho a la ejecución de la violencia oligopólica que es jurídica, mediática, policial, financiera y, particularmente, epistémica.

Guerra civilizatoria. El impasse epistemopolítico de las autodefensas.

Francisco, Bau, Camilo y Francisca son nombres propios devenidos comunes. Son lamentables ecos de los nombres de Macarena Valdés y Santiago Maldonado en torno a los cuáles volvemos a reunirnos. Cuerpos que inclinados afectivamente a las expresiones del malestar de otras y otros anónimos, son desacreditados públicamente por la norma civilizatoria de capitalización individual y ejecutados en “legítima defensa” del modo de vida neoliberal. Cada uno de ellos, una trama sensible de experiencias diferenciadas de vulneración y violencia. Cada uno de ellos, la memoria viva de combates cotidianos que los dispuso como objetivos de la maquinaria de cacería. Cada uno de ellxs, epistemes de lo común en conflicto con una episteme corporativa, que es sexual, racial, etaria y de clase.

Cuerpos en combate con la norma corporativista de docilización, saqueo y rendición que establece el principio de “legítima defensa”, por lo tanto, de privatización, a todos los ámbitos de la vida cotidiana y contra cualquier expresión de autodefensa territorial que busque comunizarlo, sea ese territorio una playa o su propio cuerpo, como en el caso de Bau. Sea ese territorio una esquina o una forma de errancia y trabajo, como en el caso de Francisco. Sea ese territorio, la calle de tu casa como en el caso de Camilo o en la plaza en defensa de la educación pública, como fue la mutilación ocular de Francisca Mendoza. Nos queda claro que la mutilación ocular en Chile ha sido expresión concreta del “ejercicio de legítima defensa” y no una serie de eventos excepcionales como busca plantear el gobierno de Piñera frente a la comunidad internacional. Una táctica sistemática de esta maquinaria de cacería que tiene como objetivo menos a los supuestos “sujetos” provocadores de violencia, que la disipación y atemorización de las fuerzas disruptivas del malestar que no dejan de congregarse en las virulentas revueltas desde el oktubre-19 hasta hoy, pese a todo.

Así como sabemos que los nombres propios no son sólo gestos sino formas de vida en un combate cotidiano contra la norma civilizatoria de capitalización individual, sabemos que el objeto de caza y expoliación no son directamente “sujetos” ideológicamente antagónicos sino los procesos colectivos en torno a los cuáles diferentes epistemes buscan reunirse, persistir, nombrar y fugarse del proceso de fabricación con los que son dispuestos como peligrosos. No hablamos del combate de trinchera, menos el que atisba una disciplina militar en su derivación militante, referimos a la okupación del tiempo y los territorios, la ciudad, los campos y los cuerpos, las amistades, las tardes, los amores. Las sonrisas, el deseo, los nervios y los músculos. La okupación de la imaginación por escenarios y conceptos que no plantean imágenes de la vida cotidiana separados de los artefactos hechizos de fabricación casera con los que buscamos abrirnos paso con otres por en medio de la norma de endeudamiento, miseria y precarización.

Estamos frente a un nuevo marzo de memoria y lucha. Un nuevo día del joven combatiente que establece un punto intempestivo de encuentro entre los jóvenes combatientes del 85´con los muertos de febrero; los mutilados, asesinados y torturados desde el estallido social; los asesinados por la gestión sanitaria neoliberal; los cientos de luchadores sociales ejecutados impunemente por el extractivismo y el progresismo neoliberal. Un marzo en que el principio de “legítima defensa” desata una campaña civilizatoria inscrita en una guerra civil planetaria por la defensa del modo de vida neoliberal. Luchas que no se reducen a la transformación del modelo económico sino a la puesta en común de prácticas de cuidado en ofensiva capaces de desmantelar la episteme corporativa y su máquina de fabricación de ambientes “amenazantes”.

Frente al desconcierto y la desorientación, la parálisis del pensamiento frente al horror de la violencia oligopólica no puede dejarnos caer en lecturas reduccionistas que no sospechen estratégicamente de la esperanza que ofrece ser “defendidos” por la maquinaria jurídica neoliberal. Nuestros cuerpos, construidos por la alegría y placeres de la lucha cotidiana, desafían el pacto con el que buscan pacificar el deseo de querer vivir de otra forma.  Nuestras aberrantes anomalías no hablan la lengua libidinal de saqueo y rendición con la que buscan convertirnos en dóciles “corporaciones” individuales. Tampoco se trata de apuestas martiriológicas, en la medida que no esperamos morir ni tampoco más muertos que revelen verdad alguna del poder. No hay secreto alguno que develar en la declaración de “legítima defensa”. Por el contrario, sólo la gravedad histórica de una lucha total que se propaga de cada territorio a cada nervio por el fin de su mundo. Combate epistemopolítico, diríamos nosotrxs, que desafía de músculo a músculo, la obturación sensible con que buscan neutralizar y enemistar las capacidades de cuidado en ofensiva que hemos sabido compartir hasta hoy.

Siendo así, lo único que nos va quedando claro es que si es por amor que han cultivado el horror y en su “legítima defensa” nuestra cacería, no será otra cosa que esta voluptuosa erótica de la violencia que tanto temen, esta orgía destructiva y pirómana con capacidad de transformar mundos, la única que podrá dar cobijo al deseo irremediable del fin de SU mundo, que no es otra cosa que la proliferación de millones.


[1] Para conocer los antecedentes de violencia oligopólica en la comuna de Panguipulli escuche la entrevista realizada al historiador, residente en la comuna, Ignacio Ayala por Vitrina Distópica. La entrevista se realiza el mismo día que fue asesinada Bau, Emilia Milen, en la misma comuna: https://dystopica.org/2021/02/21/informe-desde-panguipulli-ignacio-ayala/

[2] https://razacomica.cl/sitio/2020/05/08/virulencias-de-cuidado-de-la-revuelta-y-otros-contagios-reflexiones-hacia-una-septima-temporada-de-conversaciones-radiales/

[3] Entre los ataques que hicieron las agencias de bots en redes sociales buscando “justificar” el asesinato de Francisco frente a la opinión pública asociándolo a causas delictivas, marca relevancia la falsificación del documento de antecedentes penales de Francisco a manos del abogado defensor del policía.

[4] Lagmen es una palabra del mapuzungun que se usa como apelativo, entre otras cosas, para denominar amistosamente a una mujer mapuche. Es también señal de cariño y respeto éticopolítico.

[5] “Amistades transfronterizas e inclinaciones estratégicas: intuiciones en torno al devenir molecular de la subversión en Chile” en https://dystopica.org/2018/10/27/amistades-transfronterizas-e-inclinaciones-estrategicas/; Also in english, here: http://repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/177395/Trans-border-Friendships.pdf?sequence=1&isAllowed=y

[6] Animita es el término utilizado popularmente para “referirse a un lugar de veneración religiosa o mitológica, generalmente desarrollado como una capilla, ermita, santuario o templete, que recuerda un hecho trágico en espacios públicos. También se establece como sitio de veneración informal de santidades o personajes a quienes se atribuye alguna característica extraterrenal” (https://es.wikipedia.org/wiki/Animita)

[7] Panguipulli es una localidad ubicada en territorio mapuche, Wallmapu. A diferencia de otros territorios caracterizados por la presencia de proyectos forestales o terratenientes con comunidades, la ciudad de Panguipulli es un sector residencial de la gran oligarquía colonial de la zona, donde el objetivo de desarrollo de la ciudad es principalmente la gentrificación turística. El ambiente de persecución y sospecha con el “viajero irregular” es en el que se inscribe el “control de identidad” de Francisco. Nota 1.

Vitrina Dystopica, empuja con-tactos radiofónicos y de otras índoles, con aquellas y aquellos que persisten/resisten al estado de crisis global: al endeudamiento, a la persecución, el aislamiento, la confusión y la violencia capitalista. De frente a la cancelación/mercantilización/vitrinificación de nuestras vidas convoca a las amistades-radioescuchas a agruparse temporalmente para compartir complicidades, experiencias, inclinaciones estratégicas, co-incidencias afectivas y deseos de vivir de otro modo en tiempos complicados. Reflexionamos sobre los modos con que nombramos nuestras estrategias de existencia/persistencia/resistencia hoy desde diversas formas de expresión, sea el arte, las sexualidades, las solidaridades internacionales y las distintas estrategias territoriales que se juegan su realidad agujereando la vitrina del capital

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