Imagen: Instalación realizada por la editorial en el lanzamiento del libro (fragmento. Ver más abajo).

30 de septiembre 2023

Ensayo sobre el padre débil: la palabra ante la sombra

por Camila Hormazábal Meza

Si no has caído, ya tu chico es un hombre
Ahora más alto y más fuerte que tú

Franco de Vita

Esto no es una reseña. No lo es por varias razones, pero la principal es que escribo desde la amistad. Con Christopher Rosales (1989) nos conocemos hace 10 años exactos. Alguien nos presentó en la universidad y me atrevo a hablar por ambos al decir que nuestra complicidad, que ha tomado distintas formas a lo largo del tiempo, surgió casi de inmediato. Juntos grabamos un piloto de programa, armamos dos clubes de lectura y planeamos una serie de ideas que quedaron en eso, en ideas. Nuestros caminos se separan y se vuelven a encontrar. Esto último, muchas veces, a través de los libros. He estado presente en varios de sus lanzamientos. El de su primera novela, Canciones espectrales. La muerte de los Monroy’s Destruction (Abducción, 2015), recuerdo, terminó con una invocación a un difunto mediante una ouija de juguete. Hace pocos días fui al de su publicación más reciente, Ensayo sobre el padre débil (Viuda Negra Ediciones, 2023), cita en la que nuevamente me vi enfrentada a uno de los aspectos que, en tanto autor, más me interpela de Rosales: la capacidad para mostrar seres marginales, incómodos, macabros incluso, sin anteponer el juicio, permitiendo acercarse a ellos en horizontalidad.  

Ensayo sobre el padre débil es difícil de clasificar. Podría definirlo como un híbrido que toma, en una primera parte, la estructura del verso para desplegar una serie de reflexiones alrededor de un tipo de padre, el débil. La segunda parte es un apéndice que ilumina al autor, quien reúne antecedentes sobre la relación con su propio padre y cómo ese vínculo ha incidido en su escritura. El conjunto se completa con las ilustraciones de Valentino Campos, que simbolizan las ideas de Rosales a través de figuras como el sol o la luna, en convivencia con imágenes cotidianas como las de un plato con puré y vienesa o el patio de una casa repleta de cachureos. Al final del libro, hay un sobre que contiene una de las 18 cartas de un tarot creado por el ilustrador a partir de su trabajo visual para este libro. Por separado, cada una puede leerse como una especie de oráculo o amuleto.

En mi ejemplar encontré la carta número XIV, “El rival”. En ella aparece un guerrero de brazos cruzados, en posición de descanso. En contraste, en primer plano yace una sombra negra, herida en la cabeza y el corazón. Hombres en un campo de batalla en el que solo uno es vencedor. Pienso en Los hombres de Lisa Robertson, en cuyos versos emerge una mirada aguda sobre ser hombre: “Los hombres convierten constructos limitados en patrones fáciles. Ellos los determinan. Ellos señalan la imagen y nutren sus corazones. Se dan el tiempo de analizar las condiciones frecuentemente. (…) Ellos normalmente albergan los cuerpos de sus padres en sus cuerpos y en la médula”. 

Ensayo sobre el padre débil toma como punto inicial al imponente padre kafkiano, que ejerce el poder, el rigor y determina el ejemplo. Frente a ese paradigmático modelo emerge la rebelión de los hijos, que pretende desbaratar los procedimientos aprehendidos y sentar bases que, posiblemente, más tarde también serán enfrentadas. La tesis del autor surge ante la identificación de una figura incómoda, insignificante frente al dominio del padre draconiano: “(…) como un hueco o como el hambre: / el peso de una sombra / con su cáscara agrietada / impotente hasta el hartazgo”. Esa cáscara es el padre débil, quien, parafraseando al hablante del poema-ensayo, se presenta frágil y estéril. Cito: “¿Qué hijo engendra / el padre débil a todo esto? / Vaya aporía la que emerge / de esta categorización espuria / uno incompasivo, cabría decir / apresuradamente, uno malo.” Frente a esto, surge una pregunta: ¿debería ser objetivo del hijo atacar al padre débil para enfrentarlo como si fuera un gigante que no es?

En una conversación, el autor me dijo que la intención de su texto era desarrollar una teoría que pudiera dar soporte a sus cavilaciones acerca del padre débil –una figura que, desde su punto de vista, no está lo suficientemente estudiada–, a través de un lenguaje sencillo. Tomando como ejemplo la estructura versal de algunos ensayos del escritor peruano Mario Montalbetti, dio forma a su idea, la que tomó nuevos ribetes al ser leída por Valentino Campos. Rosales reconoce que a través de la interpretación de Campos advirtió el misticismo que develaba su escritura, lo cual le ofreció nuevas pistas para releer no solo esta, sino también sus obras previas. En este proceso descubrió que el padre ha sido una figura ineludible en su literatura, ya sea por su ausencia o su impotencia. 

En Ensayo del padre… se lee: “(…) Mi vacío viene de una contemplación de los esfuerzos infructuosos, de la ilusión constante, ilusa, del sacrificio sin fin, como un Sísifo sin orgullo, lleno de sueños rotos y heredados por los siglos de los hijos, amén”. Me detengo en la frustración expresada por este hijo de padre débil y me pregunto si acaso, a propósito del interés que Rosales ha mostrado en su obra por personajes vulnerables y vulnerados, el propio hijo del débil no enfrenta una condición doblemente marginal. Por una parte, pareciera que este está condenado a huir del peligro de ser ensombrecido; por otra, ante la carencia de un referente al cual desobedecer, padece la orfandad y enfrenta la complejidad de inventar y reinventar su camino cuantas veces sea necesario, no en rebeldía ni oposición, sino desde el vacío: “No existe misterio que habite o llame al padre débil / ya no hay respuestas / preguntas menos / y la distancia entre el Secreto / y la Verdad crecen / al son de los sollozos”. 

Actualmente, Rosales confiesa no hallarse en la escritura. Más bien, asume una pérdida de sentido. ¿Será que la escritura, que ha modelado la práctica de Christopher en el mundo, ya no da abasto para sus exploraciones? ¿Es este el padre al que deberá vencer?

Santiago, 1990. Libros, crítica y edición. Me gusta el teatro.

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