23 de agosto 2021

Is the end of the world as we know it

por Matías Hermosilla* y Marcelo Valverde**

Cambios de formatos y códigos actuales en el humor en Chile

“Hay que compadecer a los afligidos: es una ley de humanidad”[1]
Giovanni Boccaccio

“Con el argumento de que esto es lo que hay, adquirimos una voz y una naturalidad inusitada”[2]
Andreu Buenafuente

I- A la luz de los cambios

A lo largo de la historia de la humanidad, las pandemias, las crisis sociales y otros eventos traumáticos han obligado a las sociedades a re-pensarse y también a reevaluar las formas en que se encauza la creatividad. En el siglo XIV, Giovanni Boccaccio representó los sentimientos y emociones marcados por una añoranza por la liberación emanados en el contexto de la terrible peste negra. La pandemia del COVID-19 que se extiende a lo largo y ancho del planeta por casi dos años, ha obligado a las personas a cambiar y, siguiendo las palabras del comediante catalan Andreu Buenafuente, esto nos ha permitido adquirir “una voz y una naturalidad inusitada”. Estas palabras hacen eco con la actualidad que a través de cámaras y dispositivos abrimos nuestras casas, piezas y espacios privados, en fin, nuestra intimidad, la que se socializa de manera casi transparente construyendo una nueva forma de naturalidad que se contradice con la estética tradicional.

El caso chileno es particular, hace 3 años venimos viviendo un cambio de ciclos políticos, sociales y culturales. El estallido social de octubre del 2019 marcó el comienzo de una movilización masiva y la idea clara de que una sociedad que se había mantenido administrando cambios “en la medida de lo posible” logró llegar a configurar modificaciones radicales. Lo anterior se interpretó como respuesta a más de 30 años de movimientos políticos y sociales que fueron tomando fuerza subterráneamente y con el pasar de los años se volvieron cada vez más fuertes y masivos.[3] Este proceso social se consolidó con un proceso constituyente que logró desbancar de raíz la constitución de 1980, hecho que se vio reflejado en la alta votación del plebiscito de octubre el 2020, y luego con la elección de una Convención Constituyente, compuesta mayoritariamente por fuerzas transformadoras. Este proceso se intersecta con la crisis pandémica mundial, lo que nos ofrece nuevas lecturas para comprender el panorama. En este contexto atribulado e intenso el humor ha sido un testigo fundamental para comprender los hechos sociales. En esta breve reflexión, nos permitimos mirar cómo se ha adaptado el humor a los contextos de cambio y tensión social y sanitaria, comprendiendo que esta asimilación ha implicado un cambio –quizás permanente– en la forma de hacer humor de actualidad.

II- El humor como portal para leer la sociedad

Hay quienes postulan que la comedia, especialmente el Stand Up Comedy, es una disciplina que influye en las creencias, pensamientos y actitudes de las personas, empujando cambios en la sociedad. Bajo esa lógica, más de alguien responsabiliza a Natalia Valdebenito del auge del feminismo que presenciamos justo en las mismas fechas en que ella se paraba sobre la Quinta Vergara; o a Edo Caroe por el desprestigio de la política; incluso al Bombo Fica se le podría culpar de la falta de confianza que le tenemos a las tarjetas de casas comerciales, ya que con su “Master Plop” evidenció el funcionamiento abusivo y descarnado del retail y los bancos. Sin embargo, tomar esta postura sería darle mucha responsabilidad a un caballero vestido de blanco que está intentando hacer reír, mientras que a la vez estaríamos simplificando grandes y multifactoriales procesos políticos y sociales, que se encuentran en constante cambio y que necesitan un análisis mucho más complejo para poder definir qué llevó a qué.

Tomando en cuenta lo anterior, sí es necesario valorar lo admirable de la labor de los recién mencionados y más personajes del ámbito de la comedia que han sabido, no solamente estar en el lugar y momento preciso, sino que han tenido la habilidad para leer, antes que muchos, su entorno. Ahí está el verdadero valor del humor (aparte de su valor emocional e inmediato de hacernos reír, alegrarnos, cambiar nuestro estado de ánimo y sanar un poquito por dentro). Como gran parte del arte, su fin radica en saber leer su contexto, lograr reconocer códigos y símbolos de su entorno, observar y describir lo que para muchos es obvio y casi invisible.

El arte es vanguardia y la comedia, aunque no es clarividente, da un pie al costado en la carretera de la sociedad, deja de avanzar junto a ella, para detenerse un momento y analizarla. Por eso existen tantas posturas sobre el “desde dónde” se realiza la comedia ¿De abajo hacia arriba? ¿De arriba hacia abajo? ¿Desde dentro de forma horizontal? ¿Desde fuera hacia dentro? Y es que eso es lo que buscamos cuando escuchamos a alguien hacer comedia, que sea su arte, su voz, sus posturas, su visión –o todo en conjunto– nos proponga un nuevo camino para mirar la realidad. Es por eso que nombramos a Natalia Valdebenito, Edo Caroe y Bombo Fica, porque son tres ejemplos de comediantes que estuvieron en el lugar correcto, en el momento preciso, pero también desde el punto de vista exacto que generó identificación y reflexión en el público. Pero ¿por qué es tan fácil recurrir a esos nombres y que hagan tanto sentido? porque, al final del día, son muy pocos los memorables.

Día a día hay montones de comediantes llenando los bares, teatros, eventos privados y, hoy en día, pantallas de Zoom. Todas y todos dando cuenta de su visión de la realidad, su postura, su punto de vista. Algunos muy en sintonía con la visión del público, otros tal vez adelantándose a lo que probablemente en unos años les haga sentido al resto, y otros, cada vez menos, llegando tarde a los ciclos sociales, culturales e incluso políticos. Porque el humor es como la sociedad en sí misma, hay consensos sociales, en donde se encuentra la mayoría, como también hay quienes se adelantan y son criticados dando cuenta de temas que, con el paso del tiempo, se vuelven obvios y, también, siempre habrá quienes queden atrás en esas conversaciones y se resistan a la evolución de esos consensos, alegando que “uno ya no se puede reír de nada”.

Lo hermoso es que dentro de toda esa fauna de gente hay quienes logran estar lo suficientemente conscientes de su entorno para poder tener los pies en el centro de este consenso social. Con un ojo adelante para ver lo que viene y el otro ojo hacia atrás para interpretar desde donde venimos, los comediantes logran poder explicar mientras te hacen reír. Así, el humor se vuelve una herramienta para abordar la sociedad, ofreciéndonos la mejor forma de comprender mientras liberamos dopamina, es decir, cuando reímos. Como ha desarrollado el Dr. Andrés Mendiburo en algunos de sus experimentos, las cosas “dichas con humor” poseen la tendencia de ser tomadas en serio por las audiencias, aunque, no es comprobable que lleguen a producir cambios definitorios en la opinión de las audiencias.[4] En este sentido, las acciones políticas de los comediantes son referencia de ese modelo. Muchas disciplinas hablan del cambio social, pero los comediantes, sobre todo en el caso del Stand-Up Comedy, se configuran como “palestras de influencia” en los bares y transmisiones masivas realizadas en los festivales televisados, llegando incluso al Festival de Viña del Mar, para transformarlo en el espacio donde este discurso político-cómico toma mayor relevancia.

El estallido y la pandemia nos encontró con pocas o nulas herramientas para enfrentarla, pero su larga duración ha vuelto canon experimentos que fueron surgiendo para salir del paso a la hora de enfrentar nuestro trabajo, sea cual sea el área de nuestra expertise. En este contexto, la comedia no queda fuera, especialmente desde su rol de reflejar nuestro entorno, que ya parecía haber cambiado abruptamente con el estallido social de octubre del 2019. Meses después el escenario parecía incierto y totalmente distinto al que esperábamos vivir, tomando en cuenta que pasamos de movilizaciones masivas cada fin de semana a la reclusión absoluta en nuestros hogares.

La falta de recursos antes mencionada significó una crisis transversal, pero que afectó profundamente la industria de la comedia. En lo que se demoraron en poder contar con los recursos y herramientas necesarias para poder seguir con su labor en nuevos formatos, esta vez de forma online –desde shows pagados hasta lives de instagram–, la sociedad ya había cambiado lo suficiente como para dejar obsoletos los chistes, rutinas y material que habían preparado previo al estallido, durante el estallido, al comienzo de la pandemia o durante de la misma.

Es importante recordar que, al comienzo de la pandemia, lo que hoy parece una forma estable en que enfrentamos la realidad, era un constante ensayo y error lleno de aprendizajes e intentos por adaptarse, muchas veces de forma errónea, a esta nueva realidad. Rápidamente esta estética “digital” se asentó en ciertos parámetros comunes que todos compartimos: recluidos en nuestros hogares, usando mascarilla, pidiendo por delivery, recurriendo al alcohol gel, cuadrados de Zoom, micrófonos y webcams a disposición, seamos artistas o contadores. Si antiguamente se hablaba de los siglos, para luego hablar de las décadas, con la llegada del internet y la interconectividad global, estos ciclos pasaron a ser muchos más cortos. Ciclos que se acortaron mucho más con la llegada de las redes sociales como Twitter o Facebook que nos mantenían comunicados ya no solo a través de medios de información, si no que también, desde lo que tuviese que decir u opinar absolutamente cualquier persona con acceso a un celular e internet. Esto con la pandemia se agudizó aún más, nos encerramos y nuestra única ventana al mundo sigue siendo el internet: nos acompaña mientras trabajamos, estudiamos, descansamos o nos relacionamos con nuestros seres queridos, lo que agiliza y agudiza todo más profundamente. En este contexto, Instagram se ha transformado en la red más influyente para los habitantes del mundo pandémico, al mezclar fotografías, lives y historias, donde transparentamos y compartimos nuestra intimidad configurando una especie de noción de cercanía simbólica. Este acercamiento permite cruzar las tradicionales fronteras comunicativas y llegar a personas que uno admira o que son atingentes a diferentes temáticas e interactuar con ellas directamente. Es por esto por lo que no es raro ver, actualmente, a desconocidos conversando con famosos en lives o a los mismos siendo cuestionados activamente por sus audiencias.

Siguiendo con lo anterior, la pandemia que fortaleció estas redes sociales nos permitió también construir nuevas formas de comunicación. En este espacio los podcasts comenzaron a florecer con nueva fuerza. Haciendo prehistoria de este formato en Chile que había sido tendencia hacia fines de la primera década de los 2000, con espacios de humor como Vendetta Radio o Tierra 2 y programas de análisis como Somos Millones, teniendo como plataforma central al ya desaparecido sitio Podcaster.Cl. Ese auge fue rápidamente desapareciendo hacia el año 2013-2014, donde se le dio mayor relevancia a la imagen beneficiando a plataformas como YouTube. Es necesario mencionar que la aparición de Spotify le dio una nueva vida y personas con audiencias relativas comenzaron a empoderarse y liberarse de medios digitales, principalmente, radios online, que hoy son casi inexistentes. Aunque, antes de la pandemia y el estallido social, estas audiencias eran aún limitadas y sectarias.

Desde el estallido social y la pandemia el formato podcast logró una segunda vida, la necesidad de comunicar y la posibilidad de reunir de manera remota a diferentes personas. Logró transformarse en una alternativa en momentos donde las reuniones son acotadas y escasas, y con recursos técnicos básicos permitieron el florecer de este fenómeno. De esta forma, surgieron en Chile proyectos como “Las Amikas”, “Tomás va a morir”, “El Sentido del Humor” y “Hablemos de comedia”, siendo el humor la ventana más consumida por la audiencia. La pandemia le dio fuerza y valor a personas que no tenían audiencias para crear sus podcasts y cada día vemos una constante aparición y desaparición de proyectos de estas características. Este formato, de largo aliento y que se resiste a las lógicas radiales del control temporal (tienden a ser programas relativamente largos), se mantiene vivo como una nueva alternativa comunicativa que pareciera proyectar una mayor confianza a desmedro de los criticados y devaluados medios de comunicación tradicional.

Mientras los podcasts y su hablar fluido de larga duración logran su lugar en el consumo cultural comienzan a asomarse otros formatos, más inmediatos, cortos o específicos en su contenido, que van en sintonía en nuestra nueva forma de relacionarnos con los medios, con el internet y con nuestro entorno. Formatos que pueden sintetizarse en la plataforma TikTok. Esta aplicación, que partió en China el 2017 y que, posteriormente, luego de unirse a Musical.ly en 2018 se abrió al mundo, ha sido una verdadera revolución no solo en la forma de consumir contenido, sino que también en la forma de generarlo. Arrastra con el prejuicio de ser una APP de gente bailando, niños, niñas y famosos haciendo Lypsinc de audios ya famosos previamente. Sin embargo, la plataforma ha logrado crecer exponencialmente más que ninguna otra debido a la inmediatez con la que consumes diverso contenido según tus gustos y “algoritmos” (sí, los ya tan manoseados algoritmos), que se basan en la interacción del usuario con la aplicación para mostrar videos de su interés.

La comedia en este ámbito no ha quedado ajena, ya que el contenido cómico, al igual que en todas las redes sociales, es sumamente viralizable y valorado en TikTok. Lo desafiante es que este contenido cómico no siempre es realizado por “comediantes”, sino que por gente común y corriente con una idea propia o una idea que reversiona otra. Lo que en esta plataforma se conoce domo “trend”, es decir, una plantilla que se explota por miles de usuarios, cada uno desde su forma de generar contenido, muchas veces en base a un audio, y que queda obsoleta rápidamente luego de ser estrujada hasta más no poder.

Ante esto, se vuelve dificultoso el trabajo meditado, reflexivo y de largo aliento de la comedia clásica o, por ejemplo, del Stand Up Comedy, ya que el modus operandi tradicional del comediante es trabajar un chiste como una pieza de relojería, con cuidado, mucha precaución y varias horas de pensar. Algo similar ocurre con Twitter, en donde ante un suceso hay usuarios por montón escribiendo su opinión, crítica o chiste sobre lo que ocurre. Sin embargo, en ese caso, el comediante tiene la habilidad y ventaja para poder atribuirse el llamado a trabajar la idea y proponer una construcción más acabada, aunque menos inmediata, respecto al hecho o su evolución en el tiempo. Esto, claramente se manifiesta en que siempre seguiremos disfrutando más una rutina de comedia construida con delicadez por sobre un montón de tweets o trends que olvidamos luego de darles like.

Pero ¿qué pasa cuando ya no solamente nos enfrentamos a gente escribiendo en 140 caracteres? ¿Cuando ahora son miles de personas recurriendo a audio, video, edición y montaje? ¿Cuando además todas estas personas tienen la misma posibilidad de que su trabajo, opinión, crítica o chiste se viralice, aunque no tengan una gran base de seguidores? Ahí la disputa se vuelve más compleja y el porvenir más vago.

III- ¿Qué viene? No sabemos…

Pensar en el futuro es un ejercicio completamente incierto. Quizás esta es una de las enseñanzas más claras de este presente, es decir, defender y definir la imposibilidad de sostener proyectos certeros. La vida de las personas y las expresiones culturales han tenido que repensarse para el “hoy” sin marcar un derrotero de un futuro “en proyecto”. De esta forma podríamos argumentar que esta misma crisis hace que pongamos acento y valor a lo inmediato, breve y efímero, dando vida y fuerza a plataformas como TikTok y manifestaciones como los memes, donde entre una semana y otra cambian los modelos, los sonidos y las tendencias, reaccionando con celeridad a los momentos presentes. 

En este sentido, crear y pensar en tiempos de crisis conlleva darse cuenta que el actuar y relevar cambios radicales no es una tarea imposible. En el caso chileno esto es fundamental, contemplando el cambio de los ciclos políticos que se ha gestado desde el inicio de la década de los 2000 y que tomó mayor fuerza con el estallido social. El humor por su parte nos ha ofrecido un espacio de potencia crítica que encontró en los bares, el Stand-Up Comedy y el Festival de Viña una resonancia social que da voz y “risa” a los cambios de ejes sociales. Igualmente, este ámbito se ha visto obligado a reconfigurar su agenda y forma de manifestación, a partir de la pandemia, lo que ha obligado a las y los oficiantes a aprovechar los medios digitales como Instagram, Twitter y los podcasts, y más recientemente, Twitch. Estas plataformas han ofrecido nuevas formas de acercamiento entre el público y las y los profesionales de la comedia, dando vida a espacios en que nuevas bases de opinión y comunidades virtuales ven fortalecido el proceso de apoyar, crear y construir otros modos de observación social. A su vez, estos campos van consumiendo con celeridad la actualidad y, quizás, matando la posibilidad de volver a formatos como el Stand-Up Comedy de actualidad en grandes escenarios. Esto conlleva un giro y un desafío mayor para hacer reír obligando a quienes se dedican a la comedia a virar hacia un discurso cómico más de lo personal y lo íntimo, ejemplo de esto son los especiales de comedia que han surgido durante la pandemia como los de Radagast, Dani Rovira y Bo Burnham.[5]

Este ensayo ha buscado ofrecer una mirada a cómo la sociedad y las manifestaciones culturales, en este caso, el humor se ha reconfigurado a la luz de nuevos cánones y desafíos propios de un mundo en crisis. Quizás este proceso nos ha obligado a repensar la clásica acepción de que “tiempo + tragedia= comedia”, pues, cuando la tragedia y la crisis son algo constante parafraseando a Cucho Lambretta, sólo nos queda reír.[6]

*

*Matías Hermosilla (1990), historiador y poeta, se dedica profesionalmente al estudio de la cultura popular, particularmente al humor, la música y la propaganda. En el ámbito poético ha publicado dos libros “Mi vida entre rotondas” (Eutôpia, 2017) y “Memorias incómodas de un mal viajero” (Ediciones Awayu, 2020). Actualmente conduce el podcast “La Verdad También se Inventa”, además es Investigador Asociado del Centro de Estudios Históricos de la Universidad Bernardo O’Higgins y coordinador general de RIEH (Red de Investigación y Estudios del Humor). Lo encuentras en las redes como: @ProfesorTernura.

**Marcelo Valverde (1989), Psicólogo, comediante y podcaster, desde temprana edad se ha dedicado a las comunicaciones de manera autodidacta. Como comediante se ha presentado en diferentes escenarios a lo largo del país y además ha participado como libretista y actor en algunas series y programas televisivos de humor. Actualmente, conduce los podcast “El Sentido del Humor” y “La Verdad También Se Inventa”, además, sube contenido diariamente a Instagram y Tik-Tok y streamea a través de su canal de Twitch. Lo encuentras en las redes como: @CoronelValverde.


[1] Giovanni Boccaccio, Decamerón. Buenos Aires: Losada, 2005. p. 45

[2] El Terrat “Los locos que no pararon la tele” https://youtu.be/kJyB7nzQnXo?t=2306

[3] Nos referimos a los movimientos estudiantiles de 2006 y 2011, al movimiento feminista de 2018 y también a los movimientos ecologistas surgidos fuertemente de la lucha contra las termoeléctricas. Además, de las organizaciones sociales como No+AFP y los masivos movimientos de reclamación de derechos para la población LGTBQ+.

[4] Charla de Andrés Mendiburo “La risa entra al laboratorio: experimentos de humor”, (2018) https://youtu.be/-NqTuHgXhxs?t=2566 ; Andrés Mendiburo “Humor, prejuicio y polarización”, Tercer Congreso Chileno de humor”, (2020)  <https://youtu.be/sYj5iXASfXg?t=3790>

[5] Los tres especiales están disponibles en Netflix: Soy Rada, Serendipia (2021); Dani Rovira, Odio (2021) y Bo Burnham, Inside (2021).

[6] Cucho Lambretta, Ríe, 31 minutos: https://youtu.be/9ItuO9lsspU

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