Mica bordada y fotografía: Javiera Castillo Arismendi (@diestraysiniestra)

21 de junio 2021

La noche no era tan nuestra, pero igual la reclamamos

por Sofía González Miranda y Aline Richards Romero

Ya va más de un año de toque de queda y la prensa hegemónica llama a normalizarlo, todos los días muestran a los pacos fiscalizando a gente que toma en una plaza, a una fiesta de cumpleaños con 10 personas, a alguien que salió a caminar de noche. Nos dicen que el covid-1984 se expande a raíz de estas personas que transgreden el toque de queda, que el control es salvación y es que la biopolítica llegó para quedarse. Le piden a esa misma gente que vaya a trabajar en las mañanas, que a pesar de la incertidumbre constante, las nuevas cepas, las formas del contagio, tomen el metro y lleguen a la hora, que cumplamos con los objetivos, que fomentemos otras formas de producir, total ya nos acostumbramos. La normalización del toque de queda nos convierte en la sociedad perfecta para el neoliberalismo -si es que $hile ya no lo era antes-, concentrando las actividades cotidianas a los horarios tradicionales de la producción, favoreciendo la miseria y la precarización.

Da la sensación que en ocasiones nos vemos enfrentadas a escuchar a las autoridades como grandes oradores, como dueños de la verdad, consejeros del aprender a vivir, sin embargo, sabemos que la blasfemia se hace imperante cuando en la práctica ocurre todo lo contrario, escuchar al ministro Paris hablar sobre “la libertad de elegir” a propósito del famoso pase de movilidad es algo casi apocalíptico. Incluso si analizamos con mayor profundidad el pase de movilidad no es más que el control in situ de nuestras formas, de nuestro movimiento, de nuestra privacidad, de nuestra vida. Nos hace pensar que aquellos que actuaron en dictadura con todo el terror y persecución son los mismos que actúan ahora, renovados, especializados, 2.0, sólo les bastó casi 40 años para poder generar nuevamente la famosa doctrina del shock  y todas/es nosotras/es al parecer no le tomamos el peso a esta situación, nos desvían, cambian el foco para que no nos centremos en aquello que hace 15 meses aproximadamente nos arrebataron, nos quitaron una de nuestras pequeñas libertades, nuestra noche, y a cambio solo encontramos restricciones, control y normalización de lo prohibitivo. Nos preguntamos ¿será tan difícil que nos devuelvan nuestra noche, la ciudad, el silencio, las luces, las calles húmedas, los encuentros? Queremos que devuelvan los sentidos de encontrarnos con nuestros espacios perceptivos más íntimos.

Cae la noche y llega la oscuridad. Hay veces que es necesario repensar nuestras libertades, la noche siempre ha sido dura para todas nosotras, las mujeres y disidencias, sin duda que siempre lo ha sido, nos hacen estar alerta constantemente, estar preparadas, un paso adelante. Este control que han tenido y ejercido los grupos de poder -mayoritariamente varones- de una manera bien sigilosa nos ha permitido encontrarnos y repensar nuestras prácticas a través de grupos de autodefensa feminista, en la búsqueda de mecanismos y herramientas para dar cara al patriarcado, al capital y su alianza criminal. Defendernos de aquellos que nos violentan día a día, noche a noche. Si existiese algo positivo de todo esto es que nosotras siempre nos tratamos de reencontrar, de agruparnos; a las lesbianas feministas con perspectiva política se nos hace casi un deber ético el repensar en conjunto, en comunidad y eso para nosotras es y será una práctica revolucionaria y sanadora. Devuelvan no solo la noche, sino que devuelvan nuestras vidas.

Nos hacen creer que la noche está destinada solamente a lo delictual, pero ¿a qué hora nos relacionamos entre amigues? ¿A qué hora nos juntamos las activistas? ¿A qué hora realizamos actividades que tengan que ver con el goce y autocuidado? Porque el autocuidado no pasa solamente por una franja horaria donde te “permitan” realizar algún deporte; hay quienes no se identifican con estas actividades, hay quienes necesitan el trabajo colectivo, el crear en comunidad. El instrumento de control está diseñado para focalizar los vínculos de la familia tradicional, pero quienes somos críticas de esos espacios sabemos que hay otras formas de relacionarse, que no recaen solamente en la incondicionalidad sanguínea, sino donde decidimos relacionarnos con quienes admiramos, conspiramos y amamos.

Para las mujeres y disidencias, la noche nunca fue tan nuestra, pero igual la reclamamos. Si eres mujer o si tu estética se llega a posar fuera de los parámetros de “lo normal”, has sabido caminar con cautela toda la vida, cruzar la calle, agachar la cabeza, poner las llaves entre tus nudillos con la determinación de que si vienen por ti podrás defenderte, y todas conocemos amigas que lo han intentado y han fallado. 

Devuelvan la noche en general giles culiaos, pero también devuélvannos la noche a nosotras/es, porque merecemos una noche sin miedo, porque nos han matado, porque nos hemos escondido por mucho tiempo, y tenemos las ansias de disfrutarla a pleno. La noche no es, ni ha sido nuestra pero igual la reclamamos, la reclamamos en la bici sintiéndonos un poquito más libres, la reclamamos apiñadas, la reclamamos con rabia, la gritamos porque la sentimos. La reclamamos por aquellas que no han vuelto a la mañana siguiente, por aquellas que hubiésemos querido sientan la calma y la adrenalina de tomarse la calle una noche cualquiera.


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Mica bordada y fotografía: Javiera Castillo Arismendi (@diestraysiniestra)

Lesbiana, antropóloga y escritora obstinada del sur.

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