Foto: @nicolasslachevsky (intervenida)

07 de febrero 2024

Memoria individual, Memoria colectiva

por Carolina Benítez Hernández

Reseña de «Una sola muerte numerosa» de Nora Strejilevich. Lom ediciones, 2023.

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El debate y el pensamiento sobre la memoria abarca, actualmente, una temática contingente para variadas disciplinas, además de las ciencias sociales. Es así como la creación literaria a partir de la memoria traumática constituye una representación histórica -nutrida de realidad y ficción- y su reconstrucción persigue un ejercicio de excavación del propio recuerdo desaparecido, etéreo, tal como cavar una tumba en el aire, pienso a Celan, y revolcarnos entre otros cuantos recuerdos, a su vez, extintos y encontrados, enterrados en el aire. Y en este punto, cuestionarse el cómo escribir, parada desde dónde y con qué recursos y lenguaje, si el lenguaje revienta, está saturado, recalca Millán, el lenguaje no queda indemne después de la barbarie y el horror porque los militares hablan de democracia, la oposición habla de democracia ¿¡de qué democracia estamos hablando!?

Quizás por ello, una sola estructura no resiste, ni contiene y la experiencia desborda y se proyecta hacia una narrativa polifónica que entreteje múltiples herramientas; testimonio, lírica, cartas, entrevistas, documentos, epígrafes, autobiografía, inclusive definiciones (p.65) empleadas por la autora a modo de constelar los crímenes acontecidos en la dictadura cívico-militar argentina entre 1976 y 1983. Fragmentos de atmósfera de una época; el tejido social y su estratificación, la gestión siniestra que da sustento al régimen totalitario, la desaparición, el exilio, el desarraigo, retratos del horror permanente. La composición sugiere un tránsito de aquellas pulsiones. La memoria responde a un modo de acumulación, y ostenta su reflejo en este libro, para culminar una pluralidad de versiones y retazos de mundos sujetos a vivencias personales en un recuerdo colectivo que tal como indica Halbwachs, en su clásico texto, La memoria colectiva, se debe considerar que la memoria individual no está totalmente aislada y cerrada, por lo que, muchas veces, para evocar el propio pasado, se necesita recurrir a los recuerdos de los demás. Entonces, la gente que nos rodea completa algunos huecos porosos con aquello que no recordamos: “para iluminar la memoria, siempre hay un relato generoso”, dice Nona Fernández. 

El libro dividido en tres capítulos numerados, inicia el relato con el momento del secuestro de la protagonista-autora hasta años posteriores de su liberación. Cada capítulo contiene un poema partido en tres: 

Cuando me robaron el nombre 

Fui una  fui cien  fui miles 

Y no fui nadie. 

NN era mi rostro despojado

De gesto de mirada de vocal… (p.15)

No obstante, la lírica está presente en la escritura completa del texto porque existe una intención de contar, pero se mimetiza con el grito de una y de varias más; repeticiones, extractos que saltan de una imagen a otra, continuas y a la vez fragmentadas, extraídas desde diversas fuentes, evocaciones, documentos, además de epígrafes que son puntos de unión y respiros, cuya reiteración, produce un efecto hipnotizante. La ruptura de la linealidad, en ese retorno y fuga, otorga al libro la forma de una mente en persistente recuerdo, una palabra lleva a la otra, un simio colgándose de rama en rama, la huida y la estancia, el pasaje de un recorte a otro serpentea en múltiples direcciones que confluyen en un mismo soporte y columna vertebral, el relato de Nora. 

La autora maneja la narración con tal astucia que enlaza este complejo sistema apelando a la sensación corporal, la emocionalidad, el registro del temor e inclusive emplea la ironía para denunciar las contradicciones y lo repulsivo de las prácticas militares. Se evidencia la latencia del miedo: “Uno temía ser nuevamente objeto de tortura. Uno a veces quería salir para estirar las piernas, para ir al baño, pero al mismo tiempo no. (…) La mente oscilaba entre esos límites” (p. 70). A la vez, se centra en particularidades del encarcelamiento: el olor a pino dentro de la celda, el tufo de los milicos, dormir con un colchón de gomaespuma aislada, las burlas, hacer flexiones si hace frío y respirar hondo si todavía estás (p.55). Los detalles relatan lo espeluznante, lo preciso para ajustar al cuerpo esa experiencia y sentir apenas un roce porque coincido que “solo el que lo vive puede saberlo, no es lo mismo imaginarlo” (p. 112). El zoom a la propia experiencia y de otros difumina sus límites en la injusticia, la vigilia, las violaciones, el trato vejatorio hacia las mujeres y la discriminación a personas judías “nosotros, los nietos, apenas entendemos qué es ser judío. ¿Una religión? ¿Una forma de vida? ¿Una raza? ¿Una identidad? Ser judío es, ante todo ser visto como tal” (p. 35). 

Mientras unos desaparecen, las demás se encargan de transmitir ese coro, de permanecer en ese punto que reverbera y estalla en ecos, como ese eco en la cancha de fútbol de un colegio privado, hasta hace veinte años albergue de salas de torturas. La memoria está repartida por varios soportes, en la pluralidad de las escenas recordadas a medias en los poros de nuestra mente. Las sensaciones flotantes decantan con la puntualización de cada detalle, los gestos, “aquel tiro, nítido como el segundo antes de la muerte”. Luego, la liberación y sus mil caras. Una vez afuera ¿qué? revisitar aquel lugar del encierro: “tantos años de silencio y todavía las mismas geografías, las mismas obsesiones” (p.116). Sentir ese terror interminable: que te suelten para tomarte de nuevo. “Perder algunas nociones: la noción de la velocidad de los vehículos, la noción de la distancia, esas cosas físicas” (p.88). Y es que el olvido sostiene la propia acción del recordar. En el cuento de Borges, Funes luego de su accidente lo recordaba todo y resultó ser un entorpecimiento diario para asimilar el presente: “no sólo recordaba cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado” (Borges, 2017). ¿Se imaginan revivir cada instante? ¿Percibir insistentemente aquello que quisieras dejar atrás? Además, Funes no escribía, porque lo pensado una sola vez ya no podía borrársele. En ese caso hipotético, podríamos desprendernos en el papel y escribir para no recordar. 


Bibliografía

Halbwachs, Maurice (2004) La memoria colectiva. Prensas Universitarias de Zaragoza, España. 

Fernández, Nona (2019) Voyager. Penguin Random House Grupo Editorial, Chile.  

Millán, Gonzalo (2021) La poesía no es personal. Alquimia Ediciones, Chile. 

Borges, Jorge Luis (2017) Borges Esencial. Real Academia Española, Penguin Random House Grupo Editorial, España. 

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