Imagen: Inventario Iconoclasta de la Insurrección Chilena ( http://inventarioiconoclastadelainsurreccionchilena.com/ )

22 de diciembre 2020

Movimientos sociales y proceso constitucional

por Mathías Martinez Gonzalez

ALGUNAS NOTAS SOBRE LAS CONVERSACIONES QUE SE DAN EN SU SENO.

¿SON LOS MOVIMIENTOS SOCIALES INDEPENDIENTES?

“INDEPENDIENTES”. UN LEGADO IDENTIFICADO.

“Los señores políticos”. Así, de forma burlona, irónica, con profundo desprecio y altanería se refería Pinochet a quienes se dedicaban a la actividad pública de forma preferente, a quienes militaban en algún partido político, e incluso a quienes tenían ideas políticas opositoras, las cuales eran catalogadas como “peligrosas” para la estabilidad del régimen tiránico. “Señores Políticos, politiqueros, demagogos” eran algunas maneras de calificar a las disidencias políticas. Los “Señores Políticos” es uno de los legados más potentes de la dictadura y que aún perdura. El desprecio a los “Señores Políticos” en un contexto de clausura ideológica sanguinaria, como fue el régimen cívico militar, se tradujo en desconfianza del “espacio público” como también en apatía y apoliticismo. El régimen del terror dejó inoculada una semilla tan profunda que aún hoy florece con raíces fuertes, y que pareciera que la revuelta social de Octubre no ha podido sortear. En la memoria social chilena quedó grabada una enseñanza: Hay que tener precaución con los interesados en la actividad política, con los revoltosos que ven en ese quehacer humano la posibilidad de solucionar problemas sociales y acabar con la gestión individual de estos. Hay que sospechar sobre todo si ellos tienen inclinaciones de “izquierda”, si piensan en la comunidad antes que en el individuo y que ven en la organización, la manera más adecuada de afrontar la miseria y la decadencia de un sistema profundamente segregador.

Pinochet, quien no se destacó precisamente por ser una figura intelectual, en los términos que se utiliza naturalmente esa palabra, también escribió. En un breve libro, del año 1984, llamado “Política, Politiquería y Demagogia” desarrolla más en extenso ese pensamiento. En aquel texto, el cual está marcado por un espíritu antipolítico, Pinochet culpabiliza al “partidismo de izquierda” y a las organizaciones políticas extra institucionales del quiebre institucional vivido en 1973. El libro se estructura de la siguiente manera: Los partidos políticos y sus dinámicas le hacen daño a un país, generan desviaciones que muchas veces son insuperables y crean un caos interno de tal magnitud que hay pocas maneras de resolverlo. Las organizaciones políticas que promueven nuevas formas de vida, que proponen cambios estructurales, y que desarrollan imaginaciones políticas son dañinas ya que sus discursos no son más que burdas oratorias demagógicas.

Visto las cosas de esta manera no es difícil percatarse de que tanto la “apoliticidad”, como la “independencia”, son productos netos del régimen tiránico. Ser “apolítico” hasta hace un par de años era visto como algo positivo que representaba moderación, mesura y confiabilidad, “una persona apolítica es buen trabajador, buen vecino, buen pariente”. Ser independiente por otro lado, demostraba o aun demuestra, cierta autonomía y versatilidad. Ser independiente en un “mundo liquido” como lo es el nuestro, donde las convicciones y los proyectos son cosas volátiles, cambiantes y fugaces, es garantía de que estás tratando con una persona “flexible” que se sabe adecuar correctamente a las circunstancias. ¿Hay alguna duda de que el sujeto político por excelencia de este momento es el independiente?  

En los tiempos que corren, tiempos de política bajo el neoliberalismo, nos hemos confundido y hemos pensado que estos estados (ser apolítico e independiente) son de por sí son un valor, y en realidad, no lo son. Ser independiente y pretender ser apolítico por regla general pueden ser indicios de poco compromiso, de indiferencia y desafección. La realidad es un poco más dura y nos demuestra: en el saco de los independientes caben todos. Inclusive la hija menor de Pinochet, que hasta hace unos pocos días era candidata “independiente” a concejala por la comuna de Vitacura. Si cabe ella, por supuesto que caben muchos más. ¿tiene sentido mencionarlos? Da igual. Lo relevante es preguntarse si los Movimientos sociales están o no conscientes de aquello. La categoría independiente, entonces, no es inequívoca, está todavía en disputa.  

¿Qué significa entonces #IndependientesALaConstituyente? 

De seguro al decir esto se dice algo completamente distinto a lo que venimos mencionado. El académico Jaime Bassa a propósito de esta controversia decía hace un par de semanas: “Creo que cuando se habla de #IndependientesALaConstituyente, por defecto estamos hablando de personas con sensibilidad social”

¿Son o no independientes los Movimientos Sociales? En un sentido sí y en otro sentido no. Por un lado, son “independientes” porque no militan ni material ni formalmente en algún partido político, esto no quiere decir que no puedan ni deban participar en un movimiento social personas que tengan militancias institucionales, de ningún modo, en muchos casos los militantes participan de manera fundamental en esos espacios y ven al movimiento social como un fin en sí mismo y no simplemente como un “bolsón de votos” o como un mero “frente social”. Pero a su vez, no son independientes, y esto lo digo en otro sentido. Los Movimientos Sociales, no son camaleones políticos, los Movimientos Sociales tienen un domicilio político claro, que Octubre esclareció aún más. Este domicilio se presenta como diversas trincheras, que en lo local como en lo nacional buscan acabar con el modo de vida neoliberal. En este sentido no son independientes ya que están comprometidos con demandas hoy significativas para el pueblo que renació en Octubre. 

¿DEBEN O NO PARTICIPAR O NO EN EL PROCESO CONSTITUCIONAL?

Una de las muchas preguntas que ha generado desacuerdos y polémicas en el seno de los antiguos y nuevos movimiento sociales es la siguiente: ¿deberían participar en el proceso constitucional? ¿fueron convocados a aquello? Creo que, en este punto, es importantísimo no confundirnos. No es que puedan o no participar en el proceso constitucional, los movimientos sociales ya están en el proceso, ellos iniciaron el proceso, son sus impulsores. El Cabildo Belloto 2000, espacio en el que he tenido la oportunidad de participar desde Octubre pasado, creo que no lo puede haber conceptualizado de mejor manera: “El proceso constituyente somos nosotros y nosotras”. 

¿Qué quiere decir esto? A lo menos dos cosas. La primera de estas es reconocer que el proceso institucional que va a decantar en la escrituración de un nuevo texto constitucional lo han iniciado los ciudadanos y ciudadanas quienes se pusieron en movimiento, salieron a la calle, se organizaron y levantaron nuevamente una demanda democrática histórica que fue y sigue siendo “Nueva Constitución vía Asamblea Constituyente” Es decir, el proceso constitucional lo iniciaron ellos, lo iniciamos nosotros y nosotras, y este de ningún modo le pertenece a la clase política, ni a sus partidos políticos, lo que no quiere decir en ningún caso de que estos no puedan ni deban participar de un proceso abierto e inéditamente democrático. Este momento histórico los movimientos sociales se lo arrebataron a la élite. Este proceso lo ganamos las grandes mayorías, los y las que históricamente han estado excluidos y que han quedado fuera de todas las coyunturas constitucionales que hemos vivido como país. La centralidad histórica que jugarán los antiguos y nuevos movimientos sociales en este período histórico no está en duda. Pueden minimizarla, esconderla, invisibilizarla, pero en los pensamientos del pueblo chileno no borrarán esta verdad:  Es la ciudadanía movilizada quien hizo historia. El proceso constituyente lo habilitamos nosotros y nosotras. Repito y creo que mejor no puede ser dicho: “El proceso constituyente somos nosotros y nosotras”. 

Además del primer sentido de esta frase, la que tiene un correlato institucional, veo otra, que es aún más interesante. “El proceso constituyente somos nosotros y nosotras” porque hace algo más de un año volvimos a constituirnos como pueblo, (uno de los varios que habitan este territorio). Hace más de un año volvimos a conversar de política en la plaza, en la sede social, en el club deportivo, en la calle, volvimos a mirarnos, conocernos y abrazarnos, y en esos afectos calurosos, a veces tóxicos o húmedos descubrimos que de estábamos siendo pueblo, que compartíamos dolores y frustraciones, pero también sueños y anhelos, descubrimos, hace un año, que estar unidos era clave, y enfrentar desafíos en conjunto era una tarea fundamental. 

Entonces, los Movimientos sociales ya están participando en el proceso constitucional, de hecho, son protagonistas. El cómo deben actuar en el terreno electoral es una disputa que se está dando, hay algunas ideas novedosas que se están discutiendo, como la idea de la “anti campaña” o la “contra campaña”

Como sea, el éxito de ese proceso, y la legitimidad que tendrá este en unos años más, no dependerá de que tan bien escrita esté la Constitución, ni de cuántos derechos consagre. El éxito de este proceso depende de que los y las comunes entren a la Convención, que no sean simples comparsas electorales, sino que verdaderos protagonistas históricos, entendiendo que la representación no agota de ningún modo el proceso de participación. Lo afirmamos otra vez: es necesario que los Movimientos Sociales participen también en el escenario institucional, por “dentro” y también “por fuera” de los partidos que han abierto sus cupos, y no caigan en la trampa del Chile transicional, en el cual se les dijo: “Muy bien, muchas gracias por su ayuda, ahora nos toca a nosotros, los que hacemos política en serio y no en broma” Aquella experiencia es preciso recordarla con especial claridad: Luego de a lo menos tres años intensos de protestas nacionales en contra del régimen (1983-1986), en los cuales los movimientos sociales en ausencia de los partidos opositores organizaron sendas jornadas de protesta nacional, aquellos que tensionaron al régimen fueron completamente olvidados y negados, fueron eliminados del radar de la política nacional. Curioso, ellos habilitaron, pero a su potencia la enclaustraron. No es difícil imaginarse lo que les dijeron: No están preparados para estos desafíos, falta maduración política”, “las cosas deben hacerse de manera gradual, ¿por qué no disputan las juntas de vecinos? ¿Por qué no siguen con sus protestas, pero ahora silenciosas?… 

La antropóloga Julia Paley, explica que la “paradoja de la transición chilena” es que los movimientos sociales “disminuyeron pronunciadamente en los años noventa con el comienzo de la democracia de pos dictadura. Este aplacamiento de la actividad de los movimientos sociales es paradójico ya que sucedió justamente en lo que parecía ser un momento de apertura radical de la práctica política y la institucionalidad política.  Lo más trágico de aquel momento, no se vio al instante, sino que tardíamente observamos sus consecuencias: fueron casi 30 años de “política sin sociedad”. Aquella decisión de los Movimientos Sociales de replegarse, o aquella imposición del poder estatal y partido céntrico a hacerlo, hoy no se debe replicar, el terreno está inéditamente abierto.   

Jon Beasley-Murray afirma que la Concertación y su proyecto histórico que obligaba al repliegue de los movimientos sociales acabó con ellos con más eficacia que Pinochet. ¿irónico? ¿trágico? ¿desesperanzador? Se pregunta también Murray, ¿por qué se detuvieron a mitad de camino? ¿por qué ninguno de ellos se encontró en condiciones de proponer un proyecto transformador coherente en cuyo seno se puedan conjugar diversos referentes anti sistémicos? 

La historia lo indica: es necesario que los Movimientos sociales estén presentes, no vaya a ser que después, en el futuro cercano vuelva la misma pregunta, ¿por qué paramos a mitad de camino? 

En la participación institucional y sobre todo en la electoral evidentemente hay riesgos y dificultades, sólo mencionaré los riesgos, ya que las dificultades bien son conocidas (dinero – despliegue – invisibilización, etc.): Hay posibilidades de que el Movimiento social no resista la disputa institucional y los miembros del espacio se cansen o se aburran. “Esto no es para mí”, “Los partidos siempre nos van a ganar”, pueden existir también disputas internas por perfiles y los nombres. Otro riesgo latente, es entrar al terreno institucional y sólo proponer una cara nueva, más no, una forma distinta de hacer. Este riesgo es fundamental: Los Movimientos Sociales pueden verse absorbidos por las “viejas formas de hacer política” si es que no tienen claro qué es lo que buscan mediante la inserción en ese terreno. Existe también el riesgo de no manejar las expectativas y caer en una decepción crónica. Pero hay uno más, y yo creo que este sí es el más trascendental. El riesgo de carácter superior es asumir que la fortaleza o la debilidad de los Movimientos Sociales se mide solamente en el terreno institucional, lo que no deja de ser un visión reduccionista del fenómeno político y también del nuevo escenario nacional. Los militantes estado céntricos nos han dicho y nos han invitado a creer que “las batallas se ganan en la cancha” asumiendo que “la cancha” es sólo una, que “la cancha institucional” es la única, que lo demás es música. En lo personal me resulta preocupante escuchar estos tipos de discursos de personas que tienen genuinos compromisos transformadores, a veces resulta difícil distinguir si son advertencias desmovilizadoras o genuinas convicciones teóricas. En fin, por supuesto que los movimientos sociales deben preocuparse del terreno institucional, no deben caer en las trampas, pero deben participar. Ahora bien, aquella vorágine que de seguro representa el terreno estatal no debe nublar la vista y hacer olvidar otros fines tanto o más relevantes que el anterior, esto es, la construcción de un tejido social en el plano territorial. Es necesario crear, imaginar, y fortalecer aquella dimensión, esa que pasa desapercibida para el relato oficial, pero que hoy por hoy, avanza de manera incontrarrestable. Allí también está el proceso constituyente… allí está de forma preferente. La oportunidad histórica está, enhorabuena para quienes la intenten aprovechar…

Pero ojo, esta es una coyuntura, y después de esto hay que seguir… no sea que la movilización popular, la disputa electoral y la organización territorial sean sólo un paréntesis.

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