18 de mayo 2022

Presentación del libro Microscopio Invertido de Jorge Díaz

por Yesenia Alegre Valencia

Invertido, raro, torcido, mariquita, pervertido, enfermo, lacra, VIRUS… Palabras que se han convertido en insultos, en desprecios y en exclusiones. Territorios y corporalidades de las que queremos huir, pero que no es posible. Ya sea a plena luz del día o encerrados en un closet, la fuga displicente emerge y se manifiesta a través de un sonido agudo, un aleteo de brazos, un caminar tosco, un beso cómplice, un deseo fugaz.

Las disidencias sexuales, que tal como nos señala Jorge, corresponden a “una posición crítica frente a la heterosexualidad, no es una identidad” (p.115), han sabido subvertir estos insultos transformándolos en un lugar de enunciación política. En mi lectura, comprendo este trabajo escritural desde ese espacio de ruptura y creación.    

Jorge Díaz, en su libro Microscopio Invertido, no sólo da cuenta de su devenir biólogo sino, sobre todo, comparte una narrativa biográfica que pone sobre la mesa un relato sobre la infancia y juventud de un cuerpo disidente. En la medida que avanzo en la lectura, siento una complicidad con esta voz al observarme en lugares comunes y tensiones similares. Entonces, me surge una respuesta dialogante, que me invita a recorrer escenas de mi propia biografía y que entrelaza las secuencias escriturales con las imágenes oníricas de un pasado reciente.

“Pertenezco a un reducido grupo de personas que provienen de la clase trabajadora y que han logrado educarse gracias a los esfuerzos realizados para obtener algunas becas que nos permiten seguir en la Universidad” (p. 12) Esta cita me evoca la población de la cual provengo, el lugar empobrecido donde fui criada y desde el que subvertí a la norma. Se esperaba de mí que fuese una mujer-madre-trabajadora-dueña de casa-esposa obediente-reproductora y cuidadora, sin embargo, devine en socióloga-feminista disidente-activista-académica, también madre y cuidadora, pero cuestionando el orden. ¿Qué lugar correspondía a este niño del ala rota? ¿Qué contemplaba para este cuerpo el discurso normado heterosexista? Primero controlar y disciplinar esa corporalidad sinuosa que transitaba los pasillos, luego evocar el mandato patriarcal del macho proveedor y finalmente situarlo en el lugar de la producción y el sustento. Pero la imaginación, la tozudez, el ojo inclinado, la letra insurgente y la creatividad artística hicieron de este cuerpo un devenir rebelde, resistente y disidente que se plasma en este bello libro.

“Terroncito de azúcar” (p. 18), estas dulces palabras han sido usadas como un desprecio hacia la fragilidad. También atravesaron mi infancia. ¿Por qué nos ofende u ofendemos la deriva sensible, débil, inconsistente? Jorge nos relata, a modo de cuento, como la profesora de básica le investía con estas dulces palabras el reclamo insistente por la ausencia en los primeros días de humedad lluviosa. Un ser quebradizo que huye de la agonía invernal. Así también me sentía cada vez que el insulto apacible recaía sobre mí y las risotadas de mis compañeras de curso evidenciaban mi fragilidad. Cuánto desprecio se despliega en estos espacios “educativos”. Cuánta necesidad de una educación no sexista, feminista y afectiva para romper con estas microviolencias que se van anquilosando en nuestra piel. Y, como dice Jorge, ¡Qué vivan lxs niñxs terroncitos de azúcar!

Los textos de este libro son intervenidos por espacios, personajes callejeros, escenas familiares y música. “Pachuco y la cubanacán” (p. 42) Como olvidar ese ritmo popular que tantas veces bailé, bailamos en los almuerzos de ocasiones especiales, matrimonios, bautizos, despedidas de viajes, en fin, excepciones de reuniones de familias extensas. Excepciones, porque no era la regla, porque pocas veces había ocasiones para festejar, porque pocas veces había dinero para gastar. “Qué hiciste abusadora, qué hiciste abusadora. Abusadora, abusadora…” A ese ritmo y con esa melodía despreciativa festinábamos con las tías y los primos que hace tiempo no veíamos. Cuando las feministas aguafiestas, parafraseando a Sara Ahmed (2018), aparecieron en estos encuentros domingueros, la música cambió, el tono se tensionó y las conversaciones tuvieron un giro. “Hay temas de los que ya no se puede hablar”, señalan algunxs en un reclamo certero. No, ya no se puede. Las feministas aguafiestas llegamos para quedarnos, para interrumpir la trama masculinista que se colaba hasta en las canciones de fondo que adornaban estos encuentros/desencuentros con la parentela oficial. Y para modificar las maneras en que pensamos la institución familiar, de crianza y de los cuidados. ¡Vivan también las feministas aguafiestas!

Las niñas y las mujeres mayores han sido espacios de contención, protección, cuidados y aprendizajes de esta vida torcida de la cual nos habla Jorge. Devenir señora a partir de las experiencias en la galería caracol donde trabajaba con su padre y que le ofreció la oportunidad de compartir con mujeres grandes, la mayoría peluqueras o costureras, con las que se emborrachaba, confesaba y también tranzaba arreglos de ropa y cortes de pelo. Devenir señora, empañuelada, aguafiestas y bióloga transfeminista. Sin duda que la trama construida con estas mujeres populares, trabajadoras y acogedoras, cimentó el terreno para las posibles andanzas feministas que luego formaron parte vital de esta vida enseñorada. “Las mujeres me salvaron” dice Jorge y el feminismo le permitió mirar con otros ojos las células bajo el microscopio. Ya no eran sólo células, sino ficciones, metáforas y representaciones de lo social. A través del ojo invertido y agudizado, este devenir biólogo transfeminista, ha mezclado arte, filosofía, literatura creando un discurso político y resistente que hoy nos conmueve con este acto de rebeldía escritural.

“Necesitamos abrir nuevos conocimientos a lxs otrxs, permitir que las palabras de la biología sean adhesivos que naden entre nosotrxs y así las ideas que surgen del vivir juntxs sean parte de nuestras diferencias…Necesitamos de una biología sin biólogxs” (p. 79). ¿Qué biología nos invita a pensar Jorge? Una biología que democratice los saberes, que salga del espacio encajonado de la comunidad científica. Una biología que explique nuestras relaciones moleculares y que entregue nuevas posibilidades de afectaciones corporales, donde los fluidos, placas de cultivo, astrocitos, plasticidad, sinapsis, se transformen en conceptos que rompan la distancia inalcanzable de la ignorancia calculada. Que la biología sea parte de lo cotidiano, que forme parte de la ficción vital y de los imaginarios populares. Una biología alcanzable y descifrable que exponga una cercanía cómplice.

“Cadaverina y Putrescina son dos de las moléculas que se liberan cuando un cuerpo ha muerto…Son las responsables del olor fétido… me gusta pensarlas como dos hermanas travestis, atrevidas, malhabladas e insidiosas que siempre aparecen oportunistamente a arruinar los momentos de felicidad” (p. 93) Nunca había imaginado a la muerte acompañada de estas hermanas malolientes, siempre la construyo en mi ficción como una mujer vestida de negro, misteriosa, de pocas palabras y de una belleza prístina. Ahora que emergen estas compañeras travestidas, no podré pensarlas de otra manera, más que alborotadas, juntas, en decadencia y alegrando el encuentro con la señora muerte. Y es que los relatos de este libro se mueven entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte. El niño terrón de azúcar y el hombre de la calle que lee y duerme. Imágenes extremas de un hilo de vida que se tensa en sus cotidianos devenires. 

Jorge narra la muerte de su abuelo, la sonda que vacía los intestinos de su abuela y los cuerpos en descomposición que aparecen por Santiago olvidados a su suerte. Cuerpos desgastados, envejecidos, agredidos por el murmullo forzoso, cuerpos en declive. Vejeces que no importan más que a quienes nos nutrimos de sus cuidados y afectos y que nos resistimos a olvidar.

Cadaverina y Putrescina trajeron a mi memoria la muerte de mis abuelos, pero aún más cercana, la muerte de mi padre. A mi papá le gustaban las fiestas y la celebración al ritmo de la cubanacán, así es que, en un gesto disruptivo, ahora lo imagino bailando con estas hermanas travestis desordenadas que le hacen olvidar la vida amarga, compleja y enferma que le tocó habitar. 

Y en este transitar, de un texto irreverente hacia una memoria rebelde que no quiere abandonar su infancia ni su devenir señora, dialogo con la escritura de Jorge y me emociono en las evocaciones. Microscopio Invertido es un libro lleno de afectaciones, de escenas de un Santiago del abandono, de personajes agrietados y resistentes. En este viaje, Jorge nos comparte fragmentos de su vida, de su devenir señora bióloga transfeminista y de las implicancias políticas que tiene el situarse desde las disidencias sexuales. En un acto político nombra a tantas pensadoras irreverentes que han sido compañeras cómplices de su deconstrucción insurgente: Marie Curie, Sara Ahmed, Donna Haraway, Rosa Garrido, Bárbara Saavedra, Lynn Margulis, Judith Butler, Diamela Eltit, Esther Newton, y tantas otras que han quedado en los pies de páginas que acompañan este recorrido. ¡Qué importante es la visibilidad de nuestros nombres!

En un país alborotado por Cadaverina y Putrescina, tanto bien que nos hace juntarnos, leernos, tramar, resistir, afectarnos, juntxs. Desde tramas feministas, disidentes e insurgentes seguimos alborotando la periferia de nuestras existencias. Gracias Jorge por este gesto, este libro y esta trama cómplice.

Valparaíso, abril 2022

Microscopio Invertido, de Jorge Díaz, Ediciones Libros del Cardo (2022)

Socióloga Feminista. Magister en Estudios Culturales de la Universidad ARCIS. ©Doctora en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad de la Universidad de Valparaíso.

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