Martín Bonnefoy V. (@mbonnef)

10 de mayo 2020

«También quise desaparecer entre las palomas» y otros poemas

por Hernán Contreras R.

De Proyecciones (La Maceta Ediciones, 2018)

VII

Todo esto desde una ventana en tiempo presente
o en el recuerdo antes de dormir

-ya son bastantes noches en que solo veo tus ojos,
como si ya fuera mañana
despierto a cada rato con la luz-.

Una paloma se detiene en el borde de un balcón,
busca los restos de migas de quien cada mañana,
solo, toma el desayuno con la vista
en las filas de autos y micros de la avenida principal.

Abre otra ventana,
riegan un par de plantas,
chorrean el agua que revienta
uno o dos balcones más abajo
y vuela la paloma

-No ha pasado nada interesante,
pero si no me distraigo con situaciones ajenas
me miro y te recuerdo,
en este punto
en que se comienza a evidenciar
la existencia de mis huesos-.

Cuelgan ropa, abren cortinas,
cierran cortinas, fuman un cigarro,
miran como yo, nada,
limpian un vidrio, espantan una paloma,
sacuden una alfombra.

El polvo desvirtúa la visión del panorama,
cada partícula degrada un color
cuando choca con el haz de luz
y el remolino de otro golpe galopante
le da movimiento a una escena que fácilmente
podríamos confundir con una fotografía.

De Trayecto hacia algunos días (Filacteria Ediciones, 2018)

También quise desaparecer entre las palomas

No habrá golpes encerrados ni miedo a mirar la muralla,
la idea de un clavo como decoración
se disipa junto al blanco de mis ojos.

El cemento es un cuchillo en mis muslos
y la caída será lo más cercano
a tener la moto que soñé desde que era niño.

Regreso sin zapatos en un triciclo oxidado
con ganas de escribir sobre el túnel que une los dos vehículos,
regreso al presente y conmigo la voluntad de un futuro,
pero las manos están ocupadas con mi peso.
Los dedos son un molde de la cornisa,
son lo último de mi cuerpo por ceder.

Giro el cuello y veo las luces una última vez,
luces estáticas y frías en los edificios,
luces como hormigas en las avenidas,
y pienso que nadie irá por mi cadáver,
fue el último movimiento de ciudad visto antes de atacarla.

Soñé que era una gaviota
en busca de un pez que se deforma con el agua.

Solo quedan las grietas

Tantas especies ahí abajo,
podría caer en picada con los ojos cerrados
y algo atraparía,
algo, aunque fuera una colilla
o las papas carbonizadas del fondo de la caja.

Seguro vería al viejito que me regaló poemas en un café
y a mi cara en el reflejo del pavimento,
al lugar donde alguna vez vivieron,
al lugar donde en mis sueños premonitorios dormí.
Lo vería en cualquier migaja o grieta del pavimento,
todo me lo recordaría
porque era lo último que me quedaba:
mirar en los recuerdos para sentirme en casa.

Nada dura para siempre,
proverbios chinos y refranes lo adelantaron,
pero nunca los tomamos en serio.

Espérame, recuerdo, que aún encajo,
te aprieto en mi mano
al igual que cuando niño apretaba tu mano,
o al menos tu dedo, lo que alcanzaba.

Me aferro, mis uñas saltan,
son las chispas de los fuegos artificiales que veía en el puerto
y mis ojos intentan buscar las luces perdidas
de cada faro que tintinea,
me los sabía de memoria, sabía qué vereda evitar.

Espérame, tú que sabes tu nombre,
mi mano pronto se cortará con los bordes de la hoja
y mis muelas serán placas tectónicas
que provocarán el derrame de magma desde mi cerebro,
verás valles de ríos salados en toda mi frente
y el mar lo cubrirá todo de nuevo,
ya no tendremos nada que limpiar.

Seremos esas letras que serpenteamos
en una ventana empañada.

De Arritmia (aún inédito)

Extremos

La mariposa no puede recordar que ha sido oruga
así como la oruga no puede adivinar que será mariposa
porque los extremos del mismo ser no se tocan.

Enrique Lihn.

Ver el sol en un vidrio botado
a las dos de la tarde, un día de invierno.
El calor se nos perdió hace meses,
en lo que podría ser una botella rota
se encuentran las tardes de verano,
el ruido de los álamos y algún niño corriendo.

Es solo un vidrio,
encandila durante unos segundos y aparecen
las imágenes de una estación contraria.
Queremos frío en el calor y calor en el frío,
tomamos cerveza o vino
para alcanzar el otro extremo,
el niño alcanza su objetivo
y una hoja de álamo suena en los zapatos.

La luz ya no viene del vidrio.

Ahora, ves el sol en una poza
que aún no se seca.
Ahora, todo parece indicar lo siguiente:
el suelo contiene al cielo en el agua de la lluvia de ayer.

Riesgos

La velocidad secó mis ojos,
las últimas pestañas que protegían los párpados volaron
y se mezclaron con los plátanos orientales.
Iba más rápido que los autos,
frenar
era romperse.
Vi un cuerpo volar para alcanzar la velocidad suficiente
y las sombras se movían en la vibración del aire por causa del calor,
atrás quedaban los zapatos fabricados para caminar,
a nuestras espaldas, todo lo imaginable.

A ratos, en lo que el vuelo de una paloma cubre al sol
aparecía lo que nunca se ha movido desde que tengo memoria,
aparecía una cordillera entre los edificios.

Pausa

Ver el cielo en los cerros, el mar en la poza de la esquina
ahí donde navegaron barcos hundidos por la misma mano que los hizo.

Ver los cerros en el mar, el cielo en el mar.

Ahí se espejaba todo hasta que el mundo y mi cara
se iban con las olas provocadas por una hoja caída
que el más mínimo viento se hubiera llevado.

Hernán Contreras R. (Santiago, Chile, 1990). Forma parte del equipo editorial de la Revista Literaria Mal de Ojo. Es fundador y editor de Trizadura Ediciones. Integra la antología poética Pánico y Locura en Santiago (Editorial Santiago-Ander, 2018). Es autor de la plaquette Proyecciones (La Maceta Ediciones, 2018), del poemario Trayecto hacia algunos días (Ediciones Filacteria, 2018) que obtuvo mención honrosa en I Premio de Poesía “Rostros”, Colombia. También escribió el poemario Voces a la barricada (Editorial Camino, 2021), en colaboración fotográfica con Javier Ig y Johan Alegría, y la plaquette El agua que baja (Porlasmias Ediciones, 2022). Actualmente reside en Puerto Montt, donde trabaja en proyectos culturales y literarios. Contacto: hernanf.contreras@gmail.com

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