01 de mayo 2023

Virgen sin nombre

por Juana Balcázar

Escucho el río. Está la corriente metiéndose entre medio de la tela de la carpa y cae una gota de mañana en mi frente. 

—Date vuelta, creo que estai equivocao. 

—¿Por qué? 

—¿De verdad creís que la virgen se le apareció al indio Collo? 

—Eso es lo que me dijo la abuela Carmen, que se le apareció al indio mientras trabajaba en los cerros. 

—¿Y qué le dijo? 

—Tuyas serán las riquezas. 

—No creo que haya sido la virgen. 

—¿Por qué lo decí? 

—Ahora todos respiran piedras, y beben piedras. En Andacollo, creo que la virgen es solo una condena. 

—La virgencita no es una condena, la riqueza es una condena, como dijo mi papá la otra vez. 

El calor del valle hizo de la carpa un horno, y al salir, una ventisca tibia movió los sauces apostados junto al agua. La Gladys come un pedazo de queso, unta el pan, babean sus labios finitos junto al orégano quemado entre sus dientes. Y, así y todo, no tiene cara de ángel. Es una simple niña sentada en el puesto de madera de eucalipto que construyó el papá. La angelito, la blanquita y sus ricitos, la de las risas grotescas retumbando en la casa de adobe. A la que dan gajos de uva negra en la boca, y a la que sientan en el mimbre pegajoso de verano para ver cómo los tíos bailan cueca. Yo quería una hermanita para jugar, y me trajeron un peluche rechoncho que todavía no sabe correr. 

—¡Yo te puedo acompañar en tus exploraciones! 

—Tenis las patas muy flacas. 

—¿Creis que encontremos a nuestra virgencita? 

—Si ella quiere aparecer, aparecerá. 

—¿Y cómo le ponemos? Todas tienen un nombre. 

—Esta no va a tener nombre. 

—Ahí viene la Gladys. Ella también quiere ser parte de la exploración. 

—Tómala de la mano Martín, yo aplastaré las cañas para hacer camino entre el río. 

Cruzando el agua está la virgencita, caminando entre las espinas de los cactus debe estar esperando. Mi mamá me dijo que la virgen de Fátima se les apareció a tres niños. Es como una ofrenda la juventud y la devoción según ella, porque somos angelitos todos. Por eso nos vistieron de blanco para la comunión en la capilla del pueblo. 

—Antes de caminar el cerro tenemos que bautizarno. 

—Yo ya estoy bautizao Jorge. 

—Entonces solo falta la Gladys. 

Primero las patitas hermana, ahora ven, ven. 

—La manito Jorge, sostenla. 

La cordillera expulsó su fuerza, y el río pareció caer. Caer y caer entre tanta agua. 

—¡Corre Jorge corre!

El pequeño atuendo de verano se oscureció, y el pan que sostenía en su manito se tornó humedecido, absorbiendo todos los gritos que terminaron en llantos. Mi mamá tenía sus rodillas en el pecho, apretaba los dedos contra el pasto seco del valle. Mi papá nos sacó a los tres de un ala, pero nosotros ya habíamos volado lejos, con la virgencita sin nombre. 


Nació en Coquimbo en 1997. Junto al taller editorial Me pego un tiro de la ciudad de La Serena, el 2021 publica su primera obra recopilatoria llamada Centinela. El año 2022 publica su más reciente libro, titulado Diarios de Siméfira junto a Editorial Camino.

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