Foto satelital de la Región Metropolitana (Fuente: Nasa)

22 de junio 2020

A propósito del “monitoreo anónimo” a celulares en la Región Metropolitana

por josémiguelfríasreyes

A propósito del “monitoreo anónimo” a celulares en la Región Metropolitana, recordar las palabras de un ex espía

Entre ayer y hoy ha comenzado a circular con más fuerza la noticia de que el gobierno de Chile optará por realizar un “monitoreo anónimo de las personas para verificar el cumplimiento de las cuarentenas.”[1] Este ejercicio de vigilancia tendría como principal foco a la Región Metropolitana y será una acción conjunta entre el Ministerio de Salud y el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones. La razón de su ejecución respondería al supuesto caso omiso que se ha hecho a las instrucciones vinculadas al confinamiento y la cuarentena preventiva (aunque una noticia del 17 de junio expone lo siguiente: El 0,5% de los 2,5 millones de controlados por FF.AA. en la última semana no portaba un permiso)[2]. Argumento bastante curioso, sobre todo si quienes lo emplean fueron acérrimos defensores de la trágica “nueva normalidad”, habitantes de una realidad paralela en la que la pobreza y el hacinamiento no existen; mucho menos el hambre y la enfermedad. Dicho de otra forma, quienes exigen el confinamiento y amenazan con penas de cárcel a quienes no cumplan con esta orden son las mismas figuras que defienden la reactivación de la economía como parte de un sacrificio al cual los sectores abusados y oprimidos han sido históricamente empujados.

Al consultarse al ministro Paris por esta nueva táctica, vinculada a un posible análisis de datos y la violación de la privacidad mediante los smartphones, él respondió: “de ninguna manera vamos a incidir o preocuparnos de no respetar la privacidad, este no es un seguimiento persona a persona, es un seguimiento masivo del movimiento de los celulares que nos permite evaluar el resultado de nuestras medidas.”[3] Esta frase me resultó bastante familiar y no tardé en recordar el por qué. El 10 de abril de este año, el medio Vice  publicó una entrevista realizada a Edward Snowden[4], abordando como temática principal el aumento del autoritarismo durante la pandemia del COVID-19. En esta conversación con Shane Smith, Snowden se refiere a esta estrategia de manera explícita, ejemplificándola como una supuesta intención del Estado por “despersonalizar” la vigilancia, centrándose en los flujos de movimiento de los teléfonos.[5] Respecto a este argumento en concreto, Snowden sostiene:

el problema es que, si no estás rastreando una infección o 100 infecciones, pero estás rastreando 100.000 infecciones, el seguimiento de contactos rápidamente se vuelve inservible. Más aún, la precisión de la información de localización es tan aproximada que es en gran parte inútil, lo cual es el caso si estamos hablando de las redes de telefonía celular, […] esta información, cuando la aplicas como escala, no puede ser anonimizada de una manera significativa. Y luego está la gran pregunta de, bueno, ¿a dónde va toda esa información? ¿Cómo se controla? ¿Quién está siendo usado? Esta es información sobre mí. Debería tener alguna influencia sobre ella. Debería tener control sobre ella.[6]

Al detenernos en este análisis realizado por un ex espía estadounidense, hoy perseguido por los servicios de inteligencia para los que en un momento trabajó, no debiéramos pasar por alto el empleo de esta táctica de vigilancia ya implementada en países como China o Corea del Sur (territorios lejanos al ejercicio de la libre expresión y comúnmente apuntados en el ámbito internacional por sus prácticas de persecución). En esta línea, el nuevo acto de censura a los medios populares efectuado hace un par de días[7] sería un argumento más al momento de comprender que las decisiones implementadas por el gobierno distan de un afán protector y se acercan mucho más a un estado de vigilancia y control.  Tomando las palabras de Snowden:

Cuando pienso en el futuro, cuando cualquiera de nosotros mira hacia dónde se dirige esto, necesitamos pensar en dónde hemos estado, y tristemente, este tipo de poderes de emergencia que nacen de las crisis tienen una historia perfecta de abuso. Quiero decir, en el fondo, siempre que miras estas cosas, lo más divertido de esto, de una manera oscura, es que la emergencia nunca termina. Se normaliza. […][8]

La construcción de una emergencia ocasionada por el pésimo manejo de las autoridades fundamenta a su vez la aplicación de medidas más restrictivas, iniciando un bucle que jamás perjudica de manera directa a los sectores más acomodados del país, para quienes la clase trabajadora sólo se manifiesta en cifras de pérdida y ganancia (¿Acaso alguien sigue teniendo alguna duda sobre esta afirmación?). De no reaccionar y establecer los límites necesarios, este proceso augura resultados indiscutiblemente perjudiciales. Una vez más, en palabras de Snowden:

A medida que se extiende el autoritarismo, que proliferan las leyes de emergencia, que sacrificamos nuestros derechos, […] ¿Realmente crees que cuando la primera ola, la segunda ola, la decimosexta ola del coronavirus sea un recuerdo largamente olvidado, crees que estas capacidades no se conservarán, que estos conjuntos de datos no se conservarán? […] No importa cómo se use, lo que se está construyendo es la arquitectura de la opresión. […][9]

Para recapitular, esta táctica específica de vigilancia no puede desentenderse de la prohibición de circulación para quienes trabajan en la comunicación popular o el curioso ensañamiento por parte de las fuerzas represivas a quienes cumplen con esta labor. Lo que poco a poco se construye con estas decisiones y acciones realizadas con total impunidad es una arquitectura de la opresión, una táctica en la cual los millones invertidos en nuevos implementos para los organismos represivos no es casual.

La organización popular ha vivido un proceso de mayor profundidad desde octubre y un claro ejemplo de aquello han sido las ollas comunes y las redes de colaboración articuladas desde que la pandemia llegó a nuestros territorios. La aparición del COVID-19 a develado cada una de las falencias de los malos gobiernos en todo el mundo y ha despertado lo mejor de nuestros corazones en quienes colaboramos de una u otra forma en la organización horizontal y autónoma. Frente a esta reflexión, cabe preguntarse ¿A qué apuntan realmente las propuestas de los malos gobiernos? Probablemente la respuesta no es sólo una, pero las opciones sí son bastante claras y no podemos ser indiferentes al respecto.


[1] “Gobierno realizará monitoreo anónimo a celulares para verificar cumplimiento de cuarentenas” en Bio Bio Chilehttps://www.biobiochile.cl/noticias/nacional/chile/2020/06/18/gobierno-realizara-monitoreo-anonimo-celulares-verificar-cumplimiento-cuarentenas.shtml

[2]https://www.latercera.com/nacional/noticia/el-05-de-los-25-millones-de-controlados-por-ffaa-en-la-ultima-semana-no-portaba-un-permiso/7H3I3XNZOJCCDMD5GKJ4HAUX4I/

[3] Ídem.

[4] Snowden es un ex espía de la NSA, actualmente perseguido por su país y las oficinas de inteligencia en las que colaboro al haber destapado las redes de vigilancia no autorizada a lo largo de todo el mundo.

[5] Shelter in Place with Shane Smith & Edward Snowden (Full Episode). Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=k5OAjnveyJo

[6] Ídem. Transcripción y traducción de mi autoría.

[7] Chile: el gobierno restringe a medios alternativos y cercena la libertad de prensa en    https://www.anred.org/2020/06/15/chile-el-gobierno-restringe-a-medios-alternativos-y-cercena-la-libertad-de-prensa/?fbclid=IwAR3HZUTFyC1-N0seyo9OGA8v3LNBH8FxxgEkAxkz3IzQnW0mes9kLq89fx8#.XugC5i-kIqI.facebook

[8] Ídem. Transcripción y traducción de mi autoría

[9] Ídem. Transcripción y traducción de mi autoría.

Licenciado en Teoría e Historia del Arte. El año 2017 fundó la Revista Oropel, con la cual colabora hasta el día de hoy. Actualmente se desempeña en el Centro de Estudios Prácticos en Arte Comunitario, trabajando con diversos espacios, colectivos e individualidades afines en el territorio que habita.

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