Foto: @pauloslachevsky

14 de mayo 2021

Alondra Carrillo: «La reorganización de las fuerzas políticas del régimen puede ser impugnada y no vamos a dejar de hacerlo»

por Constanza Tizzoni y Juan José Rivas

La siguiente entrevista se enmarcaba en un proyecto que comprendía una serie de conversaciones con candidatxs a la convención constituyente, para conocer las distintas perspectivas con que los sectores más críticos al sistema político estaban levantando sus candidaturas, intentando dotar de mayores contenidos a las discusiones actuales y por venir. Por distintas dificultades, no se pudieron realizar más, sin embargo, decidimos publicar la única que logró llevarse a cabo, realizada por Constanza Tizzoni y Juan José Rivas.

*

Decidimos reunirnos con Alondra Carrillo buscando profundizar interrogantes que puedan contribuir al debate político, el cual ante la mediatización de la política y la excesiva cantidad de candidatos, se ha hecho particularmente difícil en una elección que, según algunxs, es la más crucial del siglo para Chile. La excesiva confianza que depositan lxs actores institucionales y buena parte del buenismo progresista en este proceso, levanta también muchas dudas y desconfianzas, y es ahí donde es necesario abordar con las candidaturas que aspiran a representar el trabajo de los movimientos sociales las preguntas con mayor honestidad, y así entender algunos problemas de estrategia y táctica que la coyuntura electoral realmente le está ofreciendo a los pueblos.

Alondra nos convocó en una plaza de La Florida en la subida de Rojas Magallanes, escenario escogido por ella para tener nuestra conversación. Está lleno de motivos de la revuelta popular: “No+AFP”, “No+CAE” y “Dignidad” son algunas de las consignas que se leen. Ella es militante de la Coordinadora Feminista 8 de Marzo, de la cual fue vocera, y ahora es candidata a la Convención Constituyente por el distrito 12, por la lista de los Movimientos Sociales Independientes y nos interesa saber cómo se puede desplegar un camino que resuelva esas sentidas demandas.

Cuéntanos un poco de tu historia militante, desde cuándo empezaste a trabajar en espacios sociales y políticos y desde ahí cómo llegas a la situación actual, si nos puedes contar un poco…

Alondra Carrillo (AC): Mis primeras aproximaciones a la política fueron el 2006, con la Revolución Pingüina, ya estaba estudiando en ese momento en un colegio muy politizado que ustedes conocen: el Latino Cordillera. Me hice parte de las movilizaciones y de las asambleas. Fue la primera vez que tuve la experiencia de política estudiantil, ahí conocí la organización y la democracia directa en un contexto en que un centro de estudiantes era una pieza donde se juntaban los estudiantes. Después de pasar por varios colegios en la enseñanza media, el 2010 entré a estudiar psicología en la PUC. Ahí fue bien difícil enfrentar ese mundo, esa realidad era muy hostil, muy ajena, pero encontré dos espacios: uno era el frente de estudiantes y trabajadores, donde nos articulábamos con los trabajadores subcontratados de la universidad; y CRECER, que era una plataforma que estaba naciendo en ese momento, inicialmente como una idea  que buscaba  convocar a toda la gente de izquierda de esa universidad, a ver si podíamos levantar algo juntes. Si bien esa experiencia es acotada,  tiene lugar en esa universidad, un lugar absolutamente extraordinario y pequeño dentro del mundo estudiantil y educativo, para mi fue muy relevante porque fue una plataforma de izquierda donde convergíamos personas sin militancia orgánica y organizaciones políticas ensayando la posibilidad de construir una política en conjunto con todas las tensiones y dificultades que eso comporta. Ahí el 2011 pudimos levantar paros, movilización y organización, y después empezó mi paso formal por la política universitaria: fui consejera territorial (cargo dentro de la orgánica FEUC), presidenta del centro de estudiantes y después candidata a la federación, siempre en la línea de estar construyendo sin necesariamente tener la vocación de ganar la elección, sino más bien de abrir cada año la discusión sobre qué queríamos proponer desde la izquierda al conjunto del estudiantado y a los distintos estamentos respecto de cómo poder hacer avanzar un proceso político en la universidad, de fortalecimiento de un polo de organización de izquierda, mostrar que incluso en este lugar podía haber una izquierda que no era el NAU, que no era RD, que no era una política de la buena onda al interior de la élite, sino que era la incomodidad de un sector de izquierda popular al interior de ese mismo espacio.  De ahí vino el feminismo, entré a militar a La Alzada – Acción Feminista Libertaria, al mismo tiempo que entré a militar en el Frente de Estudiantes Libertarios (FEL), donde se estaba discutiendo la estrategia de ruptura democrática. Ahí yo fui parte de los sectores que desde un feminismo de izquierda, planteamos que eran otras las tareas del momento, no construir el aparato electoral del Frente Amplio, sino seguir haciendo avanzar un referente de masas y de autorganización popular que pudiese seguir desarrollando las posibilidades de un debate estratégico desde las organizaciones sociales y populares. Fue un momento muy tenso, todo el mundo libertario se quebró. El 2013, cuando Melissa (Sepúlveda) llegó a la FECH, se levantó la coordinadora feministas en lucha y yo siempre me había organizado con las compañeras que estaban en La Alzada. Ahí pude ver muy patentemente en qué se expresaba entender esa política feminista como una política de totalidad, y ya no como una política departamental, de la secretaría, sino como una política general que tiene una propuesta más potente que la que yo había visto hasta ese momento. Yo creo que la llegada de la Melissa a la FECH muestra al mismo tiempo la potencia del feminismo en ese momento y la impotencia de la izquierda, puesto que es incapaz de sostener esa federación siendo que es uno de los momentos más interesantes de acumulación de fuerzas entre comilllas y de acumulación histórica de experiencia.  Yo creo que fue ese contraste, entre la potencia enorme de las compañeras de La Alzada que estaban sosteniendo ese proceso y la impotencia radical de una izquierda atravesada por las tensiones que imprimía la estrategia de la ruptura democrática, la que a mi me inclinó hacia ese espacio, que era un espacio que era distinto, que estaba pensando en otras cosas, no estaba pensando en esa disyuntiva. Así fue como después estuve en Solidaridad desde 2014, y en 2016 en el contexto de la crisis política que supuso la interpelación feminista por los casos de denuncia de violencia patriarcal en esa organización y de muchas otras organizaciones de la izquierda, tomé tareas de acompañamiento a las denunciantes, y junto a mis compañeras feministas al interior de Solidaridad, empezamos a discutir si tenía sentido seguir construyendo feminismo al interior de la izquierda, y en qué condiciones eso tenía sentido. Así partimos de la necesidad de levantar, a partir de ese motor subjetivo, una política de masas feminista de la clase trabajadora capaz de apuntar a las condiciones que hacen posible la reproducción continua de la violencia. Con ese enfoque pudimos llegar a la Coordinadora Feminista 8 de Marzo y ser parte de un proceso de articulación social que desbordó totalmente esas coordenadas que eran muy abstractas, muy teóricas para convertirse en un proceso encarnado de reconfiguración de la subjetividad política de la clase trabajadora al calor del feminismo. De ahí que fui parte de ese espacio y me volqué con todas mis energías, fui vocera entre el 2018 y el 2020 y ahora me tocó la responsabilidad de ser una de las candidatas de la coordinadora.

¿Tiene la discusión en torno a la ruptura democrática tiene algún tipo de vigencia hoy día?

AC: En el núcleo de la elaboración estratégica de la ruptura democrática hay una intuición que es correcta, que es la intuición de que se iba a desplegar un proceso de movilización de masas capaz de hacer saltar por los aires la estabilidad del orden transicional. Ese punto yo creo que es una intuición muy correcta, eso fue lo que pasó, eso fue la revuelta popular, pero esa lectura fue incapaz de ver cuáles eran los procesos subjetivos que portaban la capacidad de abrir ese momento. O sea, la ruptura democrática era completamente ajena a la potencia autorganizada de los territorios en términos de la lucha socioambiental, a las potencias de un movimiento feminista que estaba mostrando claramente señales de su crecimiento y de su capacidad. Era tan encerrada la visión estratégica de la ruptura democrática, que se asumía que ese proceso de movilización social de masas iba a ser encabezada por una organización política que iba a tener además una expresión electoral, el eventual partido libertario o la Izquierda Libertaria, y que ese espacio iba a ser capaz de empujar o de portar esas orientaciones. Yo creo que toda la dimensión de la política que se propone frente a ese diagnóstico, que es un diagnóstico interesante y correcto, están cargadas de una autopercepción de esos espacios organizados que era totalmente omnipotente pero al mismo tiempo ciego a los procesos sociales efectivos donde esas experiencias políticas estaban teniendo lugar.

Hay todo un desarrollo que nos has ido mostrando coherentemente hasta la revuelta, que a varios nos removió la conciencia y nos llevó a revisar un poquito a pensar qué ideas estaban buenas y cuáles no. En ese sentido preguntar, por un lado, cómo ves la revuelta en cuanto a sus causas, cuál es la explicación que le das, y desde ahí como después eso puede generar un nuevo camino político que confirma o corrige el que se habían venido trazando.

AC: No estoy segura si un momento de excepcionalidad como ese puede ser atribuible a una causa aislada, pero también hay antecedentes, me podría referir a eso. Sin duda uno, que creo que ha quedado más o menos claro en lo que respondí antes, es la huelga general feminista como proceso de irrupción de una fuerza social transformadora que se propone ser una fuerza de oposición a todo, a todos los sectores que han administrado la precarización de la vida. Y otro de sus antecedentes es sin duda el asesinato de Camilo Catrillanca, al menos esa es mi lectura, como un momento en el que queda de manifiesto el carácter de esta nueva gestión de Sebastián Piñera y la amenaza que ese carácter tiene para el conjunto de la población, el cual provocó movilizaciones masivas en Santiago y que fueron duramente reprimida; varios creímos ese día que pudimos morir ahogados. Hay un proceso y un momento, hay un proceso de autoorganización social, popular, feminista que se despliega sobre esta potencia de reconocimiento que abre el feminismo, que se levanta sobre la base de la lucha contra la violencia patriarcal. Y, por otra parte, tenemos este otro momento que, como toda circunstancia histórica, es imprevisible, abre algo, esa violencia y ese desplazamiento del umbral de la violencia abre algo, en términos subjetivos y en términos políticos. Pienso también que la revuelta ocurre en un momento en el que han avanzado los procesos de descomposición de todas las formas orgánicas que la clase trabajadora se había dado a sí misma en los años previos: no tenemos Confech, la CUT es la CUT, no tenemos prácticamente organización social capaz de levantar un horizonte de transformación general. Lo más fortalecido que tenemos son las orgánicas feministas, que aún por su carácter no son asumidas por el conjunto de la clase trabajadora como sus propias orgánicas, tenemos lo que otros sectores han llamado la orfandad política de la clase trabajadora, el que yo creo es un problema orgánico, en el sentido de que se hace imposible para los trabajadores responder a las condiciones críticas de su propia reproducción sin irrumpir de este modo. Al mismo tiempo, se hace imposible para la vida política de Chile que no ocurra un momento como ese, donde todo se ponga en crisis, donde todo se reordene o se abra el momento de su reordenamiento y se desplieguen las fuerzas que no tienen un marco político establecido, sino que son la condición de génesis de un nuevo momento político. Yo lo pensaría así, no es sólo la precariedad extrema lo que explica las revueltas, también tiene que ver la descomposición radical de todas las orgánicas de la clase trabajadora.

A partir de lo que estabas planteando pensaba en esto que se suele llamar “la crisis de la representatividad”. En esa línea, ¿cuál es tu visión del acuerdo (“Acuerdo por la paz y la Nueva Constitución” del 15 de noviembre de 2019)? Creo que esa también es una lógica de la “vieja política”, y por eso quería saber qué pensabas, y, desde ahí, por qué entonces la apuesta por una candidatura.

AC: Yo tengo dudas de lo que estamos haciendo, pero también todos los días vuelvo a sentir un momento de convicción. El Acuerdo por la paz social y la nueva constitución fue como un momento de irrealidad, recuerdan las fotos de ese día, ¿no? Crispi metido con -no me acuerdo bien- si era Ena Von Baer en una pieza, riéndose y negociando, y a la vez contando el cuento de que si no sacaban a los milicos… Es impresionante la arrogancia con la que algunos sectores se atribuyen la posibilidad de dirimir qué es lo mejor para el pueblo a nombre del pueblo, porque eso es la justificación que levantan. Si sabían que había la amenaza de una intervención militar, lo primero que tendrían que haber hecho es convocar a una conferencia de prensa y dejar la cagá, había un pueblo dispuesto a responder, por primera vez quizás en mucho tiempo estábamos dispuestos a enfrentar el miedo, actuando. Entonces el acuerdo por la paz social y la nueva constitución ocurrió, y tuvo un efecto, no fue inocuo. Al interior de todos los sectores sociales, prácticamente todos, incluido Unidad Social en ese momento, el acuerdo fue rechazado, y no solo fue rechazado por ser una muestra de la vieja política o de una cocina, sino que fue rechazado porque yo creo que todas las organizaciones sociales leyeron que esa era la sobrevida del gobierno de Sebastián Piñera, y con eso de las políticas represivas. Yo creo realmente que muchos sectores del Frente Amplio no lo vieron, es impresionante, brillaba tanto la posibilidad de ser quienes abrían el camino a una nueva constitución que es como si esto otro hubiese estado opacado por ese brillo excesivo. Ese día mientras estaban firmando el pacto estaban secuestrando gente en Parque Bustamante. Y eso no se trata, como lo han dicho una y otra vez, de una impugnación moral, es política, es táctica. El proceso abierto, si es que va a ser un proceso que porta la impugnación de la revuelta, no puede sostenerse sobre la base de negar todas las posibilidades de movilización política abiertas por la revuelta. Un acuerdo por la paz social y una nueva constitución es un acuerdo por la paz social en un contexto de revuelta popular, es un acuerdo que atenta contra las condiciones políticas mediante las cuales los pueblos movilizados han hecho efectiva la posibilidad de intervenir y existir políticamente. Así que claro que nosotros rechazamos el acuerdo por la paz social y la nueva constitución, pero no podemos rechazar la realidad, que está ahí, existe, y la reorganización de las fuerzas políticas de la institucionalidad, del régimen, puede ser interpelada y puede ser impugnada y no vamos a dejar de hacerlo; pero no deja de tener vigencia efectiva, se convierte en un factor objetivo más de este proceso. Eso sí, ellos le atribuyen mucha más estabilidad que la que realmente tiene, el acuerdo no está firmado en piedra, nada de eso es inmóvil, hay una fragilidad constitutiva de ese recurso al que optaron y ese es el sentido también de nuestra política de desborde.

Como coordinadora, en todo caso, demoramos bastante en ponernos de acuerdo por las condiciones de pandemia y las muchísimas discusiones que dimos, que fueron duras y con muchos sectores tensionados, pero analizamos que esto va a desplegar un proceso de discusión programática que no ha tenido lugar en ningún otro momento de los últimos 30 años, es una discusión política donde los sectores de la burguesía van a tener que salir a decir por qué tener un sistema de AFP es lo que los pueblos soberanamente pueden decidir para sí mismos, y van a tener que inventar la forma de argumentarlo. En ese contexto, no puede ser que los sectores que han emergido durante la revuelta no tengan voz, no tengan ninguna voz, no para escribir una buena constitución, porque no sabemos si de esto va a salir una gran constitución, es muy difícil que lo haga por las condiciones objetivas en las que estamos librando el proceso, pero sí porque lo que está en juego en este momento es un proceso constituyente de nosotras y nosotros mismos, de la clase trabajadora como un sujeto político colectivo que es capaz de darse a sí mismo esos horizontes que han venido forjándose sectorialmente y fragmentariamente. No va a ser sino a partir de la discusión programática y de la autorganización social y del debate político popular que eso va a poder eventualmente constituirse en un proyecto, de otro modo va a seguir siendo un descontento desarticulado. Nadie acá confía en el acuerdo por la paz social y la nueva constitución, ni en la convención constitucional, no se trata de eso, y si los sectores que habían emergido en este tiempo tenían esa claridad, no podíamos estar por debajo de esa claridad: tenemos que llegar por lo menos hasta ese punto de sostener la contradicción que supone estar desplegándonos al mismo tiempo contra la prisión política y contra el terrorismo de estado y en función afirmativa de nuestro programa, porque de otro modo, toda esta actividad de resistencia es una actividad silenciosa para nosotros mismos, invisible para nosotros mismos, que no es solamente la negación de nuestras condiciones actuales de vida sino la afirmación de la posibilidad de vivir de otra manera.

¿Qué es lo que diferencia una candidatura como la tuya y, sobre todo, cuál es la diferencia con la articulación que ustedes tienen con otros sectores? Sobre todo cuando ésta está marcada por un feminismo que, a pesar de todo, aparece a través de figuras del mundo universitario. ¿Cuál es la posibilidad de representar algo distinto a la élite política? Entendemos más menos cómo lo plantean, pero nos gustaría que lo desarrollaras.

AC: Efectivamente, yo creo que las posibilidades de irrupción portada por los mismos sujetos que han sido parte de esto es un proceso que está en curso, pero del cual nosotras no somos ajenas, no somos una cosa que viene de otro lado a sumarse, sino que estamos ahí, los procesos desde los cuales emergen las candidaturas de la coordinadora y el Movimiento por el agua y los territorios o de las organizaciones de la Coordinadora Nacional Migrante o incluso en No+ AFP son procesos que están siendo desplegados por esos mismos sujetos y sujetas que han sido parte de eso. En la misma CF8M conviven compañeras de diversos sectores, expresivas de luchas de diversos territorios y también muy diversas entre sí. Yo pienso que llegamos a este a momento con la visibilidad y estas son las voces que teníamos, no sé si era lo ideal que yo fuera la candidata. Lo ideal sería que en un par de años más no seamos nosotras, y por eso no vamos con candidatas a nada más también, no levantamos candidaturas a diputación, ni al gobierno, ni a nada por el estilo porque no nos interesa renovar el personal de administración de lo que existe, lo que nos interesa es poder tomar la responsabilidad de llevar esa voz. Y esa responsabilidad se nos ha solicitado, no hemos sido nosotras quienes las hemos ido a buscar, no levantamos candidaturas autónomas que luego fueran a presentarse a los sectores organizados, sino que la direccionalidad está al revés. ¿Qué nos distingue del Frente Amplio? Yo creo que esa es historia reciente también, en el fondo, tiene que ver con la trayectoria histórica de la que se reconocen como parte. El Frente Amplio está compuesto por una serie de sectores, se quebró después de la revuelta de manera radical, no aparece en ninguna parte pero prácticamente todos los sectores de la izquierda del Frente Amplio se salieron, lo que quedó fue en parte esos sectores que sí se proponían la renovación del personal político: la “nueva política” versus la “vieja política”, los “nuevos rostros” versus “los viejos rostros”, “las nuevas prácticas” versus “las viejas prácticas”, y por tanto no se reconocían necesariamente como parte de este proceso histórico de apertura, de un nuevo momento de organización popular, aunque obviamente hay sectores que sí lo hacen dentro de él.

En ese contexto, queda dando bote la pregunta en torno a la unidad de la izquierda…

AC: Los partidos políticos actuaron una vez más no como instrumentos políticos de la clase trabajadora sino como representantes de sí mismos que reproducen sus propios intereses en el espacio institucional, por ejemplo, no teniendo ninguna lectura respecto de la necesidad de eliminar la titularidad de las listas de los partidos a la convención. Esto, al no hacerlo, impidió que pudiera haber un esfuerzo de unidad sustantiva de los sectores organizados, eso es muy lamentable porque hay muchos dirigentes sociales que son militantes de partidos de izquierda y que quedan de facto excluidos de los procesos de autorganización popular independiente. Me acuerdo de algo, en Julio de 2019 tuvo lugar la primera reunión de lo que eventualmente llegaría a ser Unidad Social, y en esa primera reunión, los compañeros planteaban lo siguiente: es necesario que haya un esfuerzo de unidad política de los movimientos sociales, porque no la ha habido en los últimos 25 años, y nosotras les respondíamos que cómo podían ser tan ciegos, el 8 de marzo de ese mismo año había habido la movilización social más grande desde la dictadura, con un programa común construido por miles de personas. Que fueran miles de mujeres no significaba que no fueran miles de personas como probablemente les costaba verlo, pero era una expresión de unidad política de los movimientos sociales, si ellos no la reconocían es porque ellos tenían un problema, pero eso estaba ahí y había tenido lugar, y esa era la… cómo decirlo sin reiterar que son ciegos no más, no lo ven, está al frente de ellos y no lo ven y yo pienso que esos procesos de unidad han sido mucho más sustantivos de lo que las organizaciones de izquierda alcanzan a ver, como que no lo ven simplemente.

En caso de salir electa tú o alguna compañera de la coordinadora de las que se están postulando, ¿cómo proyectan el trabajo en la convención misma?

AC: Nosotras levantamos un espacio que se llama Plataforma Feminista Constituyente Plurinacional, que es un espacio donde nos articulamos todas las candidatas feministas que vamos en listas independientes de los movimientos sociales a lo largo del país, y es un espacio donde hemos tratado de dar algunas discusiones programáticas, respondiendo siempre al programa de la huelga general feminista.Es un desafío abierto aún saber cómo desplegarnos en la convención pero lo que sí tenemos claro es que entra una y entramos todas, quien entre va a ser quien tiene la responsabiilidad de mantener abierto el canal de comunicación y de responsabilización permanente de los sectores sociales que vamos a estar articulados con ese debate. Nadie entra sola a la convención, y eso es lo más importante de esto, no tenemos partido, no tenemos conglomerados partidarios pero tenemos los procesos de organización territorial y social y van a ser esos los sectores que van a sujetar a quien sea que entre.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *