Foto: Paulo Slachevsky

13 de julio 2019

«Democracia y socialismo en Chile», de Tomás Moulián.

por Alondra Carrillo Vidal

Presentación del libro Democracia y Socialismo en Chile, Tomás Moulián, Santiago: Lom Ediciones, 2018. Santiago, 18/06/2019

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Cuando Mia Dragnic me contactó para proponerme comentar este texto mi respuesta fue rápidamente que sí. Hacía pocos días habíamos estado compartiendo, con ella en el rol de expositora, la instancia de comentario de otro libro que apareció entre finales del año pasado y este, como lo es el Manifiesto por un Feminismo para el 99% de Nancy Fraser, Cinzia Arruzza y Tithi Bhattacharya. Me parecía que la oportunidad de estar en un espacio como este, comentando un libro abocado a la temática que lo titula, estaba en directa relación con los tópicos que en ese momento abordamos, aunque desde un desplazamiento: el lugar del feminismo, hoy, como un movimiento de masas con una potencia de transversalidad que le permite dinamizar y remover la actividad en los múltiples rincones en que nos organizamos para cambiar las cosas; la posibilidad de pensar este momento de emergencia del feminismo a nivel global en continuidad con una larga historia de lucha, no sólo enmarcada en el relato respecto de la ‘equidad de género’ o los horizontes de las así llamadas “demandas de las mujeres”, sino como un movimiento que está renovando la posibilidad de poner sobre la mesa horizontes generales de transformación profunda de la vida, que ubican en el centro del debate público el modo en que se produce y reproduce diaria y generacionalmente esa vida social.

Todos estos problemas, actualmente patentes y altamente dinamizadores para amplios sectores del movimiento feminista, me hacían pensar que, tal y como lo hemos planteado en otras oportunidades, nos estamos enfrentando a problemáticas similares a las que han enfrentado otros movimientos históricos de pretensiones semejantes, es decir, de transformación profunda del modo en que se organiza la vida social. Allí veía entonces la plena pertinencia de poder comentar, a la luz de esta experiencia reciente, un libro como este.

Tras su lectura, y pesquisando lugares de interrogación posibles a partir de los cuales apropiarme de algo de lo que este libro me produjo, fui pasando por distintos lugares; me pregunté por la pertinencia de su lectura, hoy, para quienes nos encontramos construyendo al calor del activismo este movimiento que avanza a contrapelo de casi todas las estabilidades producidas por la izquierda; me pregunté por las posibilidades de establecer vínculos que no se agotaran en una simple relación analógica entre lo que Moulian reflexiona y lo que constituye la novedad de la situación presente; me pregunté también por la necesidad, para nuestros propios procesos de organización, de conocer y someter a debate y discusión la revisión crítica de la historia política de nuestro país, socializando el esfuerzo que el autor hace en algunos de sus artículos.

La pregunta a la que acabé arribando y que me pareció la más productiva fue, sin embargo, aquella que estaba anunciada ya en el problema mismo que convoca a Tomás a plantear la necesidad de la edición de este libro hoy. Se trata, evidentemente, del problema de la intelectualidad; de la revisión crítica de su ejercicio reciente; del examen de su función pasada y presente y de la defensa vehemente, por su parte, de las condiciones de un ejercicio intellectual que se encuentre habilitado a desplegar su potencia crítica. Y, para mí, se trata de la pregunta por la intelectualidad necesaria, hoy; pregunta que hemos enfrentado hace ya un rato de modo práctico y que, sin embargo, no hemos tenido aún la posibilidad de someter a debate colectivo, de manera explícita, en este nuevo escenario del movimiento feminista.

El libro de Moulian es una sacudida a la intelectualidad respecto de la responsabilidad que cabe a su función. No se trata sólo de un examen o de un testimonio de las necesidades del oficio, de sus condiciones de mayor exactitud o de las demandas de rigor que pueden imponérsele, que la vuelvan capaz de sortear los diques de la censura. Se trata por sobretodo de una puesta en relieve de su responsabilidad; la que le cabe a ese trabajo y a quien lo encarna, en el desmenuzar crítico de las condiciones de actualidad radical en que se desarrolla la práctica política. Esta responsabilidad es, entonces, responsabilidad respecto de un problema, pues la actualidad radical cuyas condiciones está llamada a situar la intelectualidad no es un realidad dada sin más, sino que es una tensión interna que está inscrita en el seno del proceso de trabajo intelectual.

En un ejercicio que se me aparece como semejante, hace un par de años y como parte de este proceso de planteamiento práctico del problema de una nueva intelectualidad, junto a algunas compañeras iniciamos un proceso de debate, simultáneo al que comenzó a producirse en distintas instancias, con la proliferación de los círculos de mujeres, las tertulias feministas y otras formas de invención de nuevos modos de encuentro y debate al alero de este movimiento. Esto concluyó en la creación del Grupo de Estudios Feministas.

La multiplicación de los ejercicios de reconocimiento que realizábamos entre nosotras, hace un par de años, y que ponían sobre la mesa el carácter compartido de una realidad cotidiana, marcada por una violencia disciplinadora que se nos hacía presente en cada espacio, comenzó a sentar las bases para la expansión de esta suerte de novedosa y contradictoria conciencia feminista o conciencia contestataria femenina, como la llamó Julieta Kirkwood. Estos ejercicios comenzaron a tomarse todos los espacios que habitábamos, y como ya hemos señalado muchas veces, no dejaron ningún espacio sin ser conmovido o sacudido por esta interpelación.

Estas condiciones, las mismas que hicieron posible la emergencia del feminismo como movimiento de masas, desencadenaron un proceso que algunas hemos llamado de éxodo feminista. Decenas, cientos de compañeras abandonaron sus anteriores domicilios políticos poniendo sobre la mesa un conjunto de preguntas e interpelaciones estratégicas que resonaron al interior de lo que fue quedando de las organizaciones y partidos, que se encontraron durante un buen rato en el peor pie en que habían estado en años.

Tal y como lo señala el autor, cuando nos dice que las derrotas y las crisis obligan a revisar las premisas teóricas y las prácticas cristalizadas, fue en ese marco de crisis profunda (de sentido, de existencia), que junto a algunas compañeras nos encontramos y nos propusimos poner en duda las afirmaciones que nos llevaban a construir feminismo al interior de la izquierda, e iniciar un proceso de investigación que suspendiera en su curso las certezas previas. Nos llamamos a explorar, en un espacio de libertad que construimos para nosotras mismas, la pregunta respecto de las posibilidades de construcción de una estrategia feminista desde la izquierda. Para ello, nos propusimos interrogar uno de los nudos críticos de este debate, tantas veces zanjado de manera acomodaticia en función, netamente, de la correlación de fuerzas entre feminismo y dogmatismo existente a la interna de las organizaciones (la pregunta por la relación entre esto que llamábamos capitalismo, y aquello a lo que habíamos llegado a llamar, en los últimos años, patriarcado).

Y aunque todos esos ejercicios de debate, lectura, reflexión crítica, escritura, no fueron sino el inicio de un proceso que se vería desbordado por la práctica política misma (por la construcción, desde la Coordinadora Feminista 8M, por ejemplo, de las condiciones para sostener una Huelga en nuestro país y reponer de ese modo una herramienta política fundamental de nuestra clase) probablemente para muchas de nosotras nada de eso hubiese sido posible de ser aprehendido de no haber sido por esos momentos en que decidimos ponernos en duda. Y en nuestro caso, formadas como lo hemos sido por lo que la división sexual del trabajo hace de nosotras, construir también la confianza para pensar de manera autónoma y gestar un pensamiento propio.

De un modo que engarza enteramente con el llamamiento presente en este libro de Moulian, se trató para nosotras de la apertura de un proceso que hiciera posible plantear preguntas productivas y abiertas, respecto de la relación de nuestra lucha contra la opresión de género y la violencia, con la lucha general contra la precarización creciente de la vida. Esa interrogación que echaba raíces en nuestra experiencia cotidiana de organización nos permitía sacudir las premisas estáticas, y apropiarnos desde nuestras posibilidades de lo que es este enorme y larguísimo camino de construcción política estratégica que ha andado nuestro pueblo.

Se trató, fundamentalmente y del mismo modo en que aquí se nos interpela, de un ejercicio de responsabilidad. Responsabilidad que subraya Moulian y que en estas líneas aparece proyectada con un telón de fondo a la vez terrible y hermoso. La afirmación rotunda de que lo sucedido, la tragedia que marca la historia reciente de nuestro pueblo y con ello las trayectorias de cada una de nosotras, el dolor, la sangre, el miedo, el olvido como política de Estado, esa gran “masa blanca de espanto” que introduce un abismo irremontable en la historia de nosotras mismas… que todo eso pudo no suceder. “No fue el resultado de lo dado sino de lo hecho”, nos dice Moulian. Y nos dice también, sin decirlo, que sólo podemos comprender lo hecho en función de lo pensado; de los modos en que fue posible conjugar preguntas, de lo que fue posible permitir que se convirtiese en un problema.

Ante la imperiosa necesidad de recomposición de algo así como una intelectualidad viva de nuestro presente, ha de tener un lugar privilegiado precisamente esa consideración: la de una forma de organizar nuestra continua actividad transformadora que nos permita hacer problemas de las certezas, que nos permitan, como dice nuestra compañera Beatriz Batasew, recuperar como arma una memoria de futuro. Esta nueva intelectualidad necesaria y en curso, incipiente y a la vez llena de experiencia y memoria, es siempre colectiva; y su modelo de colectividad no es ya la autoridad absoluta de un partido o de una estructura que se reproduce exclusivamente a sí misma, sino la colectividad de un intercambio permanente, tal y como ocurre hoy, en que la posibilidad de una política internacionalista aparece revitalizada por el feminismo y nos llama, con ello, a compartir síntesis y sistematizaciones creativas de nuestra experiencia, de nuestro trabajo y de nuestros escollos.

En ese marco e instaladas en el seno de este proceso, la lectura del texto irreverente de Moulian no puede sino resultar, a ratos, en un ejercicio que suscita incomodidad. Sus reparticiones, la forma en que distribuye de un lado y otro significantes claramente atravesados por un Muro aún sin mella, producen un encadenamiento que avanza progresivamente en vincular nociones como clase, clasismo, revolución, dictadura, saber absoluto, saber total, ciencia, de un lado, y de otro democracia, hegemonía, disputa, socialismo; se trata de las delimitaciones de un campo político que carga con la herencia de un final trágico que pudo haber sido evitado. El campo político que nos pinta Moulian está plagado de fantasmas; una fantasmagoría que nos recuerda nítidamente a las primeras líneas del 18 brumario y que nos dice, todo el tiempo, que no pensamos en el vacío sino que cargamos un peso, que hacemos política en un campo gravitacional compuesto de todas las acciones precedentes que le dieron forma.

Sin embargo, esos encadenamientos a ratos tan sólidos, soldados a su vez por la fuerza autoritaria del dogma y de los mandatos religiosos de una política más parecida a la liturgia que a la actividad creadora, no pueden no ser un factor de incomodidad hoy, cuando es precisamente su solidez la que nuestra actividad viene a poner en duda y cuando, desmontando las formas de secuestro político que nos han mantenido inermes, desde un sector del movimiento feminista aspiramos a su recuperación. Cuando nos enfrentamos nuevamente a la necesidad de rehabilitar, por ejemplo, la clase como una noción imposible de sortear, crucial, como categoría que desactiva la unidad de una sororidad que nos llama a levantar programas donde, ante nuestra miseria, se nos ofrecen unas cuantas más arriba, en los altos cargos de poder. Incomodidad cuando buscamos recentrar, bajo esa misma categoría de clase, la cuestión del trabajo, no ya como la premisa dogmática de un sujeto estratégico que sería quien se encuentra allí en el seno de la maquinaria capitalista produciendo valor, sino como una categoría crucial para pensar en la potencia de quienes sostenemos la vida, en cada espacio; incomodidad cuando resituamos la especificidad de nuestra opresión en el capitalismo, y nos reconocemos como la nueva forma de actividad política de una clase trabajadora cuyo movimiento, a nivel global, hoy tiene rostro de mujeres. De modo tal que el feminismo que estamos construyendo rehabilita categorías proscritas por largo tiempo por una nueva intelectualidad de izquierda, temerosa ante la posibilidad de ser el reflejo invertido en un espejo de aquello que buscaba combatir. Las rehabilita a la vez que hace el trabajo de subvertir sus clausuras autoritarias, en una relación abierta y nutritiva entre acción política global y producción de intelectualidad.

Compartimos, entonces, en el momento actual en que se presenta el problema que convoca a un libro como este, la necesidad de subvertir mediante la crítica las trabas que el peso coercitivo de un ambiente intelectual autoritario impone sobre el pensamiento de la acción. El autoritarismo al que nos enfrentamos hoy es uno renovado; un autoritarismo que reinventa sus modos más burdos y aparece en la forma de continua resistencia, de un fantasma de restablecimiento permanente de las mismas premisas de la acción política (clase sin género y por tanto, sin deseo y sin sexo; trabajadores como asalariados; socialización como estatización…). Ante eso hoy ensayamos permanentemente la insolencia y la rebeldía y constituimos ambos elementos, propios de la subjetivación feminista que nos mueve, como una herramienta crítica continua, sin permitir la relegación a aquello que nos deja inermes.

Y sin embargo, más allá de toda incomodidad, este mes en que me ha acompañado la lectura de Moulian evidencia justamente el sentido y potencia de una intelectualidad como la que él construye aquí. Con la premisa antiautoritaria que su escritura, creo, comparte con el ánimo del movimiento feminista actual, nos llama a no permitir más que la ropa sucia se lave en casa. Así como lo personal es político, el ámbito semiprivado de la discusión política sale también con él del domicilio del partido y busca convertirse en actividad pública y, por tanto, debatible, sujeta a un ejercicio colectivo.

Su lectura convirtió este texto, rápidamente, en una especie de dispositivo que se activaba cada tanto frente a los problemas de la política cotidiana: conceptos como heurísticos; consolidación de algunas trayectorias del pensamiento; interiorización de los nudos y de los recursos desactivadores de algunas tendencias a buscar calmantes intelectuales ante la dificultad del presente. Es precisamente esa capacidad, hecha objeto en este libro, la que Moulian contribuye a socializar. A producir un modo del pensamiento que es continua interlocución, y que hace posible compartir ensayos de comprensión abiertos, debatibles, mediante una autocrítica que nos permita multiplicar nuestra potencia de crear mundos nuevos, en este vértice histórico en que hoy nos encontramos.

Sin nostalgia, pero con memoria.
Sin herencia,
Y sin patriarca.

Miembro del Grupo de Estudios Feministas (GEF), militante de Solidaridad y parte del Comité Editorial de Revista Posiciones.

1 comentario

  • Muy bueno el análisis,… echo de menos eso sí, la clarificación de si la edición lanzada de este libro es una re-edición del libro de mismo título y mismo autor de los años 80… o es una edición nueva y diferente. El primero fue un macizo compendio del proceso que llevó a la UP y luego a la debacle del golpe y el posterior proceso de renovación, sólo hasta el año de la publicación…
    Ya no tengo el libro como para ar la fecha exacta de dicha publicación. Pero quedo con la duda de lo que pregunto porque su lectura fue muy importante para mí, a los 18 años.
    gracias

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