07 de julio 2022

La cooperación y la cortesía en la discusión política cotidiana

por Leandro Cuellar

Introducción

No se precisa de ninguna minuciosa investigación para afirmar que discutimos mucho. Se pueden plantear muchas problemáticas que son parte de las conversaciones de nuestra vida cotidiana, pero me atrevo a sostener que la discusión que genera mayor tenacidad y fervor es: la discusión política. ¿Cuántas veces hemos escuchado que relaciones de amistad e inclusive relaciones de pareja se han echado a perder por un factor político? ¿Cuántas veces hemos preferido distanciarnos de una persona por no compartir nuestra postura ideológica?

Sin dudas, hay casos particulares. Deseamos subrayar que existen personas que no han pasado por estas penosas situaciones. Sin embargo, nos atrevemos a pensar que lo han logrado por preferir no discutir para no entrar en disidencias: ¿Es esto una virtud? ¿Acaso discutir no es pensar? Tal vez, necesitemos saber cómo hacerlo. En consecuencia, el objetivo del presente escrito es integrar herramientas que nos permitan discutir de una forma diferente. Consideramos que la indagación sobre el origen del término puede auxiliarnos.

La palabra “discutir” procede del latín “discutĕre” que guarda relación con “disipar” y “resolver”. La RAE, nos brinda dos definiciones de discutir: (1) “Dicho de dos o más personas: examinar atenta y particularmente una materia” y (2) “Contender y alegar razones contra el parecer de alguien”. Seguramente, coincidamos más en (2) que en (1) cuando nos referimos a la discusión política. ¿Podríamos lograr (1) en una discusión política? Será, esta pregunta, parte de la difícil tarea a la que nos hemos comprometido.

Para el socorro del presente cometido, nos serviremos del filósofo del lenguaje: Paul Grice (1913- 1988) y del lingüista: Geoffrey Leech (1936-2014). Por consiguiente, tomaremos el análisis griceano sobre la cooperación lingüística y lógica en las conversaciones[1] para el ofrecimiento de herramientas que incitaran a una discusión política colaborativa, a su vez, los principios ligados a la cortesía ofrecidos por Geoffrey Leech[2].

La discusión cooperativa

Paul Grice, nos explica que nuestras conversaciones no son habitualmente sucesiones inconexas,

sino que dentro de ellas aparece lo que él llama el “principio de cooperación” que consiste en que como hablantes contribuimos con una intención que facilita el diálogo en determinado contexto. Dicho de otro modo, conversamos habitualmente en base a una dirección, y esto aparece tanto en un tema de discusión como en las conversaciones casuales. También, expone que esta contribución se hace con la intención de facilitar un propósito común o conjunto de propósitos comunes y que debido a eso, los hablantes excluirán aquellas contribuciones conversacionales que sean inadecuadas al contexto.

¿Será que es lo que Grice presenta lo que precisamos en nuestras discusiones? ¿Cambiamos de asunto si sentimos que nuestro “contrincante” puede llevarnos al absurdo? Siguiendo a Grice, nuestras conversaciones no deberían descarrilarse o no deberían utilizarse para dejar en ridículo a nuestro “competidor”. Como mencionamos, el filósofo inglés se inclinaría por creer que una discusión es utilizada para llegar a un propósito. Pero, ustedes podrán preguntarse: “¿Qué propósito?”, o decir: “Yo no puedo cambiar el pensamiento de una persona que no comparte mis ideales”. O, tal vez, interrogarse: “¿Por qué deberíamos ser cooperativos como plantea Grice?”

El propósito no necesariamente es, a nuestra consideración, persuadir al otro de que cambie todas sus creencias. En particular, nos inclinamos más por pensar que el otro puede tomar en cuenta nuestra red de creencias y nosotros tener en cuenta las suyas sin la intromisión de actos verbales que producen que la relación se deteriore. Definitivamente, puede sernos más útil que estar pensando, por ejemplo, en qué momento se va a confundir con una palabra o la noción de una palabra para contraargumentar. Precisamente, meditamos en que la mayor importancia del aspecto cooperativo de una discusión es el que nos permite ser capaces de conocer nuestros propios argumentos y por tanto, de racionalizar nuestras creencias aún mejor.

La caja de herramientas de la cooperación

Grice, nos presenta en forma de categorías o máximas lo que se exige para una conversación cooperativa. Estas son:

  • Máxima de cantidad:

1. Que su contribución contenga tanta información como se requiere.

2. Que su contribución no contenga más información de la que se requiere.

  • Máxima de cualidad: “Intente que su contribución sea verdadera” (Supermáxima).

1. No afirme lo que crea falso

2. No afirme nada de lo que no tenga pruebas suficientes

  • Máxima de relación:

1. Sea relevante. 

  • Máxima de modo: “Sea claro” (Supermáxima).

1. Evite expresarse oscuramente

2. Evite ser ambiguo

3. Sea breve

4. Sea ordenado

El autor presenta máximas que pueden ser provechosas para nuestras discusiones políticas. Si y sólo si nuestra perspectiva está en relación con pensar una discusión en términos no competitivos, sino más bien en términos de perfeccionamiento y aprendizaje.

Violaciones a las máximas cooperativas

¿Qué pasa cuando hay una pregunta que preferimos no contestar? Al evadir la pregunta y no suministrar información, se viola la máxima de cantidad. A su vez, el no ser del todo claros para no dar información violaría la máxima de modo. Y por último, si ante preguntas difíciles preferimos contestar con algo completamente diferente estaríamos en falta con la máxima de relación o si decidimos mentir violamos la máxima de cualidad -siendo ésta la más importante para Grice-.

El lingüista contemporáneo, Escavy Zamora, frente a esto, nos dice lo siguiente: “En la actuación lingüística convergen dos factores: la cooperación y la persuasión. El primero trata de suministrar al receptor información veraz, ajustada y clara, mientras que el segundo procura reducir el ámbito del receptor a través del cambio pretendido por el hablante en las convicciones del oyente y en las normas que sigue, al margen del fin buscado y de quién pueda obtener beneficios con los resultados de la intervención.”[3]

Además de la evasión a una pregunta aparecen, en nuestras discusiones, diferentes falencias que podemos identificar rápidamente. Por ejemplo, el hablar más de lo que deberíamos sin tener en cuenta a nuestro oyente. ¿Realmente está entendiendo lo que le digo? ¿Le estoy brindando demasiada información y no le estoy permitiendo hablar? ¿Acaso nos preguntamos si estamos expresándonos adecuadamente en pos de la manifestación del porqué de nuestras creencias, o simplemente nos aferramos ciegamente a nuestro discurso y nos dejamos llevar por nuestra emocionalidad?

La propuesta de Leech

Leech alega en Principles que el Principio de Cooperación es necesario pero no es suficiente en la conversación[4]. Leech alega que su interés radica en aplicar los principios de la pragmática, principalmente en un sentido social y psicológico más amplio, y que es, por esto, que juega un papel importante la cortesía. Y nos brinda el ejemplo siguiente:

 A: “Todos nosotros vamos a extrañar a Agatha y a Bill. ¿Lo haremos, no?” y B: “Bueno, todos nosotros extrañaremos a Bill”. La persona A desea confirmar si todos van a extrañar a Agatha y a Bill. Y la persona B, viola la máxima de cantidad, contestando que todos sólo van a extrañar a Bill, pero no dice nada de Agatha.

Así pues, deja implícito que en principio no todos o nadie va a extrañar a Agatha pero no da razones por ello. Esto, se debe a que la persona B seguiría el Principio de Cortesía, porque podría ser más informativo con el costo de ser más antipático o descortés[5].

El costo, menciona Leech, de ser descortés. En este sentido, se puede ver cómo el autor analiza el lenguaje, ya desde una perspectiva retórica y en pos de las estrategias que en diversas situaciones conversacionales utilizamos para conllevar un lazo cordial con el otro.

Tipos de cortesía

Existen dos tipos de cortesía para Leech, por un lado: 1) la cortesía relativa, y por otro: 2) la cortesía absoluta.

  1. La cortesía relativa: Los interlocutores poseen una distancia social concerniente a su posición social. Por ejemplo, un alumno no se dirige de la misma forma a sus compañeros que a un profesor. Teresa Baró, una comunicadora y escritora española, aconseja que en ciertas situaciones donde puede existir cierta distancia social con la otra persona, por ejemplo, en una entrevista laboral. Lo que se debe hacer es esperar a que la otra persona nos salude y no ser nosotros los que lo hacemos primero. Siguiendo el ejemplo, puede suceder que el entrevistador/a nos salude con la mano, con un beso en la mejilla o que no nos salude al ingresar o al retirarnos del lugar de la entrevista. Por lo cual, sería cortés no adelantarnos a esa “confianza” que pueda darnos el entrevistador y esperar a su “señal”.
  2. La cortesía absoluta: Leech menciona que las ilocuciones como las órdenes serán descorteses y las ilocuciones como los ofrecimientos serán corteses. La acción, en este sentido, es más descortés cuando el coste es mayor para el destinatario y menos beneficiosa; y por otro lado, es más cortés cuando el coste es mayor para el emisor y más beneficiosa para el destinatario. Ejemplos son las acciones de: “agradecer, felicitar, saludar, ofrecer, invitar,…”[6]

Las máximas del Principio de Cortesía.

1. Máxima de tacto: Minimiza el costo al destinatario y maximiza su beneficio.

2. Máxima de la generosidad: Minimiza el propio beneficio y maximiza el beneficio del destinatario.

3. Máxima de aprobación: Minimiza el desprecio hacia el destinatario y maximiza el aprecio hacia el mismo.

4. Máxima de modestia: Minimiza el aprecio hacia uno mismo y maximiza el aprecio hacia el destinatario.

5. Máxima de acuerdo: Minimiza el desacuerdo; y maximiza el acuerdo.

6. Máxima de simpatía: Minimiza la antipatía y maximiza la simpatía.

Leech sugiere que estas se integren con las cuatro presentadas por Grice. Aunque, haya reconocido que en ciertos casos es preferible socialmente el uso del Principio de Cooperación y sus máximas. Tal, como el caso siguiente, en que el entrevistado cumple con la máxima más importante para Grice, la de cualidad pero estaría violando la máxima de simpatía de Leech y, como vemos en el ejemplo, le costaría no obtener un empleo. Por eso, es que en ciertos casos, aplicamos el Principio de Cortesía, en lugar de el Principio de Cooperación.

Ejemplificamos, A: ¿Por qué decidiste trabajar con nosotros? B: Es que no encontré nada mejor. Gracias por haberme invitado a la entrevista al menos. Aquí, aparece la máxima de tacto que a diferencia de las demás máximas, Leech, le dedica un capítulo entero.

Leech, explica que hay maneras de comunicar lo mismo y estas maneras pueden generar descortesía o cortesía, costo o beneficio para el interlocutor. Las maneras comienzan gradualmente en descortesía y terminan, en cortesía. Por ejemplo: (i) Gloria, decime dónde están los chicos. (ii) Gloria, quiero que me digas dónde están los chicos. (iii) ¿Gloria, dónde están los chicos? (iv) ¿Gloria, te importaría decirme dónde están los chicos? (v) ¿Gloria, podrías decirme dónde están los chicos?

Críticas al modelo de Leech

Leech, no menciona que la entonación jugaría también un papel importante como factor extralingüístico. Escavy Zamora, explica lo siguiente: “Un requerimiento cortés para encubrir una orden podría ser el ejemplo elemental de operaciones más complejas, con idéntico esquema locucionario. Un enunciado clásico como ¿puedes pasarme la sal?, está formulando como una pregunta, pero encubre una orden o al menos un requerimiento, cortésmente formulado, para persuadir al receptor y lograr el fin apetecido.”[7]

Si damos por correcto al razonamiento de Escavy Zamora: ¿Podemos seguir afirmando que se trata de cortesía? Podríamos aducir que existe una cortesía que no es cortesía, lo cual, nos comprometería con el principio de no contradicción. Sería un principio autocontradictorio, pero esto no es lo que Leech busca realmente. Por eso, Leech buscará diferenciar la cortesía de la insinceridad que pueden aparecer en diferentes actos, es decir, una división entre actos sinceros e insinceros. Esto queda muy bien ejemplificado con un diálogo del film Cadena de favores (2000), Eugene Simon (Kevin Spacey) pregunta a su alumno Trevor Mckinney (Haley Joel Osment): “- ¿Te doy la impresión de ser falsamente amable? – No, ni siquiera me parece usted amable.”

A contraposición de Escavy Zamora, no observo en el enunciado: “¿puedes pasarme la sal?”, un acto de habla que haga referencia a una orden encubierta, sino que esto va depender de la intención del interlocutor y del contexto conversacional, porque puede tratarse, asimismo, de un “favor” que siendo efectuado corresponde simplemente a proseguir manteniendo una interacción cordial con el otro, y si el destinatario desea lo mismo, pasará la sal de una manera amigable.

Conclusión final

Considero que el principio de cortesía es menester para que nuestros contextos conversacionales tengan cierto equilibrio social, más aún, si vamos hablar de política. Si bien Leech propuso la creación de estas nuevas máximas, debemos preguntarnos si la cortesía más que un principio que seguimos como hablantes, no se trata más bien de una actitud que podemos tener o no y que en diversas situaciones preferimos no seguir.

Sin embargo, si la adoptamos como principio, consideramos que podría mantener una relación con el principio de cooperación, si entendemos que nuestra conversación y sus contextos poseen diferentes dimensiones. Tal como Leech menciona, que en diversos momentos será más necesario uno que otro, pero que en ciertos casos es preferible el suyo. Llegando a este punto, quisiera mencionar que me ha parecido satisfactoria la intervención de Leech sobre Grice.

Concluimos que muchos/as expresarán que la política es parte de nuestras más profundas emociones, y que parten de nuestras creencias, conocimientos, historias y/o vivencias personales, por tanto, la emocionalidad es inherente –aducirán- a la política. De donde se infiere que, es poco probable mantener una discusión racional con alguien que posea una ideología diferente. Examinarán, en efecto, que las máximas griceanas y leecheanas pueden pertenecer a cierto plano ideal o fantástico. En pocas palabras,  no creemos que haya equivocación alguna en ambicionar y emprender una embarcación hacia los lúcidos modelos conversacionales expuestos por Paul Grice y Geoffrey Leech. En definitiva, de esta manera, llegaremos a mejores puertos.

*

Bibliografía

. Cattani, A. (2003). “El disputator cortés. Un código de conducta para la discusión cooperativa”. En: Los usos de la retórica. Alianza Editorial: Madrid.

. Escandell Vidal, M.V. (1993). “Grice y el principio de cooperación” y “El estudio de la cortesía”. En: Introducción a la pragmática. Anthropos: Barcelona.

. Escavy Zamora, R. (2004). “El principio de cooperación y las violaciones antagónicas”. VIII Jornadas de Lingüística. Cadiz, Universidad de Cadiz.

. Leech, Geoffrey. Principles of Pragmatics. Longman: London and New York.

. Grice, P. (1975). “Lógica y Conversación”. Harvard University Press: Estados Unidos


Notas

[1] Grice, P. (1975). “Lógica y conversación”. Harvard University Press: Estados Unidos.

[2] . Leech, Geoffrey. Principles of Pragmatics. Longman: London and New York

[3] Escavy Zamora, R. (2004). “El principio de cooperación y las violaciones antagónicas”. VIII Jornadas de Lingüística. Cadiz, Universidad de Cadiz.

[4] Leech, Geoffrey. Principles of Pragmatics. Longman: London and New York. (P. 79)

[5] Leech, Geoffrey. Principles of Pragmatics. Longman: London and New York. (P. 81)

[6] Escandell Vidal, M.V. (1993). “El estudio de la cortesía”. En: Introducción a la pragmática. Anthropos: Barcelona. (P. 144)

[7]  Escavy Zamora, R. (2004). “El principio de cooperación y las violaciones antagónicas”. VIII Jornadas de Lingüística. Cadiz, Universidad de Cadiz.

Estudiante Prof. en Filosofía, Universidad de General Sarmiento (Los Polvorines; Buenos Aires). // leandrocuellarok@gmail.com

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