Fotos de Paco Urondo y Carlos Droguett intervenidas

30 de julio 2021

La verdad ofende. [Una entrevista de Paco Urondo a Carlos Droguett]

por Francisco Urondo

(Entrevista realizada por Francisco Urondo y publicada originalmente en 1970 en el número 6 de la revista Actual de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela)

*

‘Papá eres igualito a ese título de Unamuno: “Contra esto y aquello”,  le comentó su hijo y,  en efecto, desde su página literaria “Cementerio de elefantes”,  golpeó sistemáticamente la vanidad, las debilidades técnicas o conceptuales de sus colegas y compatriotas. “Pasé desapercibido”, dice sin autocompasión y asegura que ya “en el cincuenta y tres  escribía como ahora escribe Cortázar”. Recién en el 60, cuando en su novela Eloy es preseleccionado para el premio Seix Barral – que anualmente instituye esta editorial barcelonesa –, se dicta su amnistía, se levanta la veda y Carlos Droguett abandona su carácter de escritor fantasma, e ingresa al mundo de los vivos. 

Su cauticidad tuvo entonces una respuesta, el desdén: y la dureza con que debió consecuentemente ganarse la vida – Tiene dos hijos hoy universitarios, de 25  y 22 años, y mujer – haciendo de periodista, o funcionario, o corrector de pruebas. “Fui un sobreviviente, me agarraba de la máquina de escribir para no ahogarme”. 

Y en ese intento de salvación de este santiaguino nacido 1912 fueron apareciendo sus libros Sesentas muertos en la escalera – 1953 – que se refiere a “una masacre de estudiantes que hubo en la época del viejo Alessandri, padre del actual”; Eloy – 1960 – “que es el libro  que me sacó de la oscuridad: yo era un desconocido en Chile y en América, y ahora este libro está traducido al italiano, al danés, holandés, checoslovaco, alemán”; luego Cien gotas de sangre y doscientas de sudor – frase tomada de una carta de Pedro de Valdivia a Carlos V, donde describe lo que le costó la conquista de Chile –; y Patas de perro: “es la novela que más quiero”. El año pasado publicó una selección de cuentos, la novela Supay – “quiere decir demonio en quechua”—y El compadre. Este año aparecerá en la editorial Sudamericana de Buenos Aires El hombre que había olvidado. Su libro Eloy fue llevado al cine por el realizador argentino Humberto Ríos; en esta película Drogett trabaja de extra, como si comenzara a permitirse algunas distracciones, después de tantas gotas de sangre y sudores, de reencontrar a ese hombre del que todos – a lo mejor el mismo – parecieron olvidarse.

Competidores. “No envidio a Jorge Luis Borges, lo respeto, aunque me parece un miserable políticamente”. Dice después de haber asegurado que la política no le interesa para nada – “nunca estuve en ninguna organización” – y antes de afirmar que admira a José Stalin.  Luego se arrepiente: “es un poco cruel decir esto de Borges;  por mí no tengo inconveniente, pero es un poco cruel; claro que con Neruda he sido más cruel y no me importa para nada”. “Neruda siempre ha sido para mí un turista;  un turista como hombre, un turista como político, un turista como poeta; siempre ha estado a  caballo de una mujer, de un partido político o de colegas famosos. Me acuerdo de la época en que él  estaba perseguido cuando González Videla – aunque me han dicho que había mucho de teatro en eso—; yo le tuve una gran admiración”. Sus libros preferidos son La tentativa del hombre infinito, “las residencias”, y el Canto general “en muy poca cuota porque para mí es un libro que tiene un cuarenta por ciento de basura; gran libro, pero irregular. Luego nada, es decir, hace más de quince años, nada; “porque Neruda está haciendo agua como poeta, porque está haciendo agua como hombre, es un corrompido; es un gran poeta y un gran financista, gran administrador de su poesía y gran administrador de sí mismo, coqueteando con Moscú y con Nueva York; para mí es un miserable y un escritor para mí no puede tener peso específico cuando es un desgraciado. Yo no puedo admirar al Pablo Neruda que admiré a los dieciocho años”.

Estos serían los dos casos que le ocasionan resentimiento, irritación. También Miguel Ángel Asturias, “pero es menos escritor que Borges y Neruda”; aunque lo que excita su odio, el estímulo que le hace segregar veneno, no pareciera ser el análisis político o las ideas venidas que esos escritores puedan tener en este terreno. Lo que le molesta es “toda la miseria moral”, la falta de integridad en un arranque de puritanismo que bien pudo haber adquirido cuando estudiaba bachillerato con los frailes del colegio San Agustín, de Santiago de Chile.

Et Amo. En cambio admira y quiere al novelista Manuel Rojas. “Es un hombre que viene de muy bajo, tuvo una niñez y una adolescencia muy difíciles;  trabajo en muelles de Buenos Aires, en la construcción del ferrocarril trasandino; cuidador de botes en Valparaíso, estuve de cesante, de muerto de hambre y de todo lo que ha vertido en sus libros con gran sinceridad, sin ningún sentido del amor propio”. Y hay otros amores un poco exóticos: “para mí el más grande prosista que ha tenido  Chile es Baldomero Lillo”,  amanuense en las minas del sur y conocedor de ese mundo áspero e injusto que registra en sus libros. 

Más que a Vicente Huidobro – “es inteligente pero no me interesa”–, admira a Pablo de Rokha – “se llamaba Carlos Díaz de Loyola; era orgulloso el viejo, según él era descendiente de Ignacio de Loyola” –; de aquí a unos cinco años voy a preparar un libro sobre Pablo de Rokha; su hijo de Carlos – que murió loco –, también era un poeta extraordinario. 

Otra vez Neruda. Explica como Pablo de Rokha abrió las puertas de la próspera carrera literaria de Pablo Neruda, y de cómo luego se enemistaron. “Cuando Neruda tenía diez años en Temuco, Pablo de Rokha ya estaba en Santiago de Chile publicando libros como Escritura de Raimundo Contreras, que en Estados Unidos lo compararon con el Ulyses de Joyce, y que ya antes de 1920 era un libro muy revolucionario. Neruda llega a Santiago de Chile en 1919 de Temuco; dará bachillerato y trae una carta de recomendación para Carlos Díaz de Loyola, el gran poeta que lo recibe, lo invita a comer, le consigue una cama, le da tinta para que escriba sus cartas. Neruda se hace algo así como feligrés de Pablo de Rokha; incluso adopta el nombre Pablo para su seudónimo en homenaje al maestro”.

“Pablo de Rokha era un hombre distinto a Neruda; era hijo de latifundistas, de guasos ricos, como Ricardo Güiraldes: gran capacidad física, gran capacidad mental, gran cultura y una potencia intelectual tremenda, muy superior a la de Neruda; además totalmente  atrabiliario: Pablo de Rokha, decía algo y nadie podía hablar, lo que pasa ahora en Europa con Sartre, que incluso es grosero; así era muy avasallador, se peleó con medio mundo. Cuando Neruda, durante la dictadura de Ibañez, es nombrado cónsul en Java – tenía 21 años—, se separan; regresó al terminar la Guerra Civil Española e ingresó al Partido Comunista. Pablo de Rokha era un poco como yo: no podía ingresar a la disciplina de ningún partido, porque se salía de madre”. 

Más tarde Neruda es Senador, miembro del Comité Central y de la Internacional que funcionaba en París y “en todas esas partes le cerró las puertas a Pablo de Rokha porque en el fondo había mucha envidia entre los dos y se querían conquistar el mismo pueblo lector;  así se pelearon públicamente sacándose la madre, tratándose de cabrones; Pablo de Rokha le decía que era cafisho, por ejemplo y Pablo Neruda lo acusaba de robarse cuadros e irlos a vender, una cosa ya medio sucia …”.

Los herederos del fuego. Los herederos de estos padres y padrinos de la poesía chilena actual, tampoco gozan de la conmiseración de Carlos Droguett. Así Juvencio Valle es estimado como amigo pero “le tengo más estima personal que poemática”; lo encuentra “un poeta de tono menor”. En cambio a Gonzalo Rojas lo valora – “Bastante” – como poeta y le interesa Nicanor Parra en su libro “Poemas y antipoemas”, pero después de esto “se ha dedicado a hacer chistes”, Eludiendo a su libro Artefacto: “y en esta obra gruesa que le acaban de publicar también hay mucha porquería, en los Versos de salón y en la Cueca larga: para mí el poeta Nicanor Parra está en Poemas y antipoemas, con mucha influencia de la poesía francesa, también de César Vallejo, pero influenciado en el Pablo Neruda de las Odas elementales  y de Extravagarios

Continente Contenido. Los escritores que no son víctimas de las furias de esta suerte de Ceco Angiolieri, son Agustín Yañez, autor de “Filo del agua”. Considera extraordinaria esta novela publicada hace 22 años: “es un antecedente no solo de Carlos Fuentes, sino también de Cortázar”. Luego piensa un poco y se acuerda de Ernesto Sábato: “me parece más un ensayista, no quiero mencionarlo, me niego a hablar de él”. Sí de Pedro Páramo, de Juan Rulfo: “lo considero extraordinario” y también de García Márquez que “me parece insuperable”. Vargas Llosa, “me interesa menos que Cortázar” y a Cortázar “lo encuentro brillante, pero usa demasiado el juego, el virtuosismo de pura diversión y yo creo que está perdiendo mucha energía creadora en eso”. A Rayuela la encuentra admirable “pero todas esas páginas que él mismo dice que pueden ser prescindibles, yo creo que, en efecto, pueden ser prescindibles”. En cambio admite que le hubiese gustado escribir el cuento El perseguidor, también de Cortázar. Admira a Borges poeta y el cuento La lluvia de fuego de Leopoldo Lugones. Alejo Carpentier, por el contrario, “es muy inteligente pero muy carcomido por el barroquismo”.

Barroquismo. “Yo creo que el barroquismo – que tanto se ha reputado como característica de la literatura latinoamericana actual— no puede de ninguna manera abarcar totalmente toda América: me parece que es efecto clima. Así puede funcionar en la zona de Caribe y básicamente, en Guatemala ya que en México, por ejemplo Pedro Páramo, “no tiene nada de barroquismo, es una de las novelas más simples: lo mismo Agustín Yañez y todos los escritores de la revolución mexicana”. 

“Yo creo que como ejercicio literario, como técnica, el barroquismo es necesario; así como el puntillismo en pintura, pero yo me sigo quedando con Van Gogh o, si quiero una lección de estilo, vuelvo a mirar a Rembrandt, o me remito a escuchar a Mozart. Yo creo que la literatura latinoamericana, incluido Cortázar, incluido Vargas Llosa, va a permanecer a pesar del barroquismo.  Es imprescindible para la literatura latinoamericana, pero no es imprescindible para la permanencia de la literatura latinoamericana.  Es una etapa necesaria; un formidable mal necesario. El escritor que va a permanecer es el que salta de eso; por ejemplo, los mexicanos como Rulfo, que es uno de los tipos más sencillos y más puros. Y también García Márquez; en cambio si yo le podara el barroquismo al Reino de este mundo – de Alejo Carpentier— dejaría la novela reducida a un cuento y lo mismo me pasaría con Hombres de  maíz de Asturias; es una brillantez perecedera. Yo encuentro más fluida, más natural la obra de Lezama  Lima. A mí me hubiera gustado escribir alguna página de Lezama y sin embargo no me hubiese gustado escribir ni siquiera El acoso de Carpentier”.

Pareciera inmunizado, dueño de una inmunidad olímpica; como si nadie pudiera reaccionar frente a las corrosiones. Su serenidad, inmutable incluso después de cada denostación, sólo puede ser atribuida a una cuidada omnipotencia o, simplemente, al coraje. Droguett sigue librando una lucha sin cuartel; no da tregua, no la pide. 

____

*Entrevista transcrita por Diego Álvarez E.

Fue un escritor, poeta, guionista, periodista, militante político y guerrillero argentino Nació en Santa Fe el 10 de enero de 1930. A principios de los años 50, sus versos recibieron la influencia de autores reconocidos, como Juan L. Ortiz y Oliverio Girondo. La revista Poesía Buenos Aires publicó algunos de sus poemas. Se trataba de una publicación de arte vanguardista donde también publicaban autores como Alejandra Pizarnik y Leónidas Lamborghini. Fue asesinado el 17 de junio de 1976 por la dictadura militar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *